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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Prohibida la caza en la República Dominicana

Los amigos de la vida, de la Naturaleza en estado puro, estamos de enhorabuena. La República Dominicana ha abolido la caza en todo su territorio nacional. Lo han oído bien, desde la pasada semana está prohibido cazar en el país caribeño. Según explica una resolución de la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARENA) de ese país, se proscribe «toda actividad que conduzca a la captura, muerte, hostigamiento, mutilación o apresamiento de animales de la fauna silvestre».

Tan inusual decisión se justifica por

el interés del gobierno nacional de preservar las riquezas de la biodiversidad, especialmente la fauna endémica y nativa, que hacen de nuestro país un espacio natural de inagotables potencialidades para el desarrollo sostenible.

Una riqueza que, obviamente y en contra de los supuestos esgrimidos por los partidarios de la caza, es incompatible con la actividad cinegética.

La resolución dominicana responsabiliza de la disminución y desaparición de las especies silvestres a «los impactos negativos que provoca la alteración y desaparición de los hábitats y la cacería sin control».

Dichas acciones, se asegura, «ponen en riesgo nuestras especies de fauna y por consiguiente la estabilidad de los sistemas ecológicos».

La República Dominicana apuesta de esta manera por la protección a ultranza de su fauna y espacios naturales como una mucho más beneficiosa y rentable actividad económica.

No es el primer país en hacerlo. Países Bajos, Antillas Holandesas, Nueva Caledonia, Nueva Zelanda y Kenia son algunos de los pocos lugares del mundo donde la caza está prohibida por ley.

En nuestro país, con jueces, ministros y consejeros que se vanaglorian de su afición por matar animales, algo así sería hoy impensable, pero soy optimista.

Según la asociación Libera!, las licencias de caza en España van disminuyendo año tras año. Si en 1990 había más de 1.440.000, en el año 2000 su número era de aproximadamente 1.200.000, y en 2007 rondaba el de 1.000.000.

Poco a poco, pero los cazadores, como los toreros, están en retroceso. No os preocupéis amigos, es sólo cuestión de tiempo, educación y sensibilidad.

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Dibujo: Martín Favelis.

La pesadilla de Darwin es un pez

De la misma manera que las Galápagos tienen sus extraordinarios pinzones, el Lago Victoria, donde nace el río Nilo, posee la más asombrosa riqueza de peces exclusivos del mundo, cerca de 500 especies diferentes de cíclidos. Todos distintos y perfectamente adaptados a diferentes maneras de alimentación o supervivencia, y todos descendientes de un mismo ancestro común llegado allí hace no más de 12.500 años.

No existe por lo tanto en el mundo un laboratorio natural más fascinante donde poder estudiar el origen de las especies, un sueño para Darwin que últimamente se ha tornado en pesadilla, pues está en grave peligro. Y la culpa la tiene un pez, la perca del Nilo (Lates niloticus), tan habitual en nuestras pescaderías en forma de limpio fileteado.

Conocido con el sobrenombre de «el elefante acuático«, debido a la gran talla que alcanza, en realidad es un insaciable tigre acuático. Su introducción en Victoria para cría y venta posterior en Europa fue recibida con júbilo por la población, como una fuente importante de desarrollo económico de la región. Pero sin lograr mejorar la economía de los países ribereños (todo se exporta, y quienes lo pescan no lo pueden consumir debido a su alto precio), su voracidad ha provocado un auténtico desastre ecológico: la extinción de más 200 de especies de peces endémicos, situando al resto al borde de la desaparición.

Según la asociación No te comas el mundo, 2 millones de personas del mundo rico comen diariamente perca del Nilo. Esta cantidad cubriría las necesidades básicas de una tercera parte de la población desnutrida alrededor del lago Victoria (15 millones de personas), pero tan sólo les deja los desechos.

Cuando la perca llega a nuestros mercados nos la venden muchas veces como mero fresco. Nos estafan, es cierto, pero mucho peor es la complicidad involuntaria en la que caemos consumiéndolo. Son las miserias de la globalización.

Si os interesa el tema os recomiendo vivamente el documental La pesadilla de Darwin (2004), del director Hubert Sauper, que se puede visionar íntegro en You Tube.

Después de verlo no os quedaréis indiferentes y seguramente apoyaréis las diferentes iniciativas de boicot a este pescado que tan terrible desarreglo social, económico y ecológico está provocando a millones de personas de Uganda, Tanzania y Kenia.