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¿De dónde surge llamar ‘villano’ a una persona malvada?

¿De dónde surge llamar ‘villano’ a una persona malvada?

Es muy común utilizar el término ‘villano’ para referirse a alguien que se comporta de una manera maliciosa. De hecho, como vocablo es uno de los preferidos por muchos autores a la hora de calificar a los adversarios de los protagonistas o héroes de sus obras (por ejemplo el personaje del Joker, que ilustra este post, es el famoso villano y antagonista de las historias de Batman).

Pero no siempre tuvo esa connotación negativa y durante muchísimos siglos villano simplemente quería decir: ‘que procede de una villa’ (casa o conjunto de casas de campo que se encontraban alejadas de la población principal). Así pues, esos originarios villanos no eran más que hombres o mujeres rurales.

Todo indica que fue a partir de la Edad Media cuando empezó a utilizarse el vocablo villano de una manera despectiva. Por aquel entonces se comenzó a tener el convencimiento que aquellos que vivían en las villas carecían de los modales, educación, honor y moral que poseían por naturaleza los que residían en las urbes importantes, como los burgueses, la nobleza o aristocracia, los caballeros, los cortesanos e incluso aquellos que trabajaban como maestros artesanos (a quienes se les otorgaba la naturaleza de ser leales y de buen corazón, algo que no se le concedía a los villanos o personas del entorno rural).

Así fue como, con el tiempo perduró el término villano para designar a alguien ruin, malvado o indigno, aunque su procedencia ya no fuera de una villa. Algo similar a lo que ocurrió con el término ‘pagano‘ -del latín paganus- (aldeano), el cual era el vocablo con el que se denominaba en la Antigua Roma a aquellos que vivían en los pagos -pagus- (aldea) y que acabó sirviendo para designar a quienes veneraban a divinidades, imágenes y seguían costumbres fuera del cristianismo.

 

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Fuente de la imagen: Wikimedia commons

¿De dónde proviene la superstición del espejo roto y los siete años de mala suerte?

¿De dónde proviene la superstición del espejo roto y los siete años de mala suerte?

Como bien es sabido, una superstición es aquel acto o conducta que condiciona la vida de cualquier individuo que hace o deja de hacer algo ante el convencimiento que, de lo contrario, le podría ocurrir una desgracia.

La práctica totalidad de supersticiones que hoy en día existen provienen de hechos históricos que nada tuvieron que ver en su origen con el infortunio, enfado de Dioses o extrañas maldiciones. Ha sido el transcurrir del tiempo, y el pasar oralmente de una generación a la siguiente, lo que ha hecho que acabe siendo común y rutinario para muchísimas personas creer en el ‘mal fario’ de algo, sólo porque sus antepasados ya lo creían así.

Hecha esta  introducción debo señalar que la superstición que indica que si se rompe un espejo es sinónimo a tener siete años de mala suerte es tan solo consecuencia de un preciso momento histórico, situado en la Venecia de finales del siglo XV y principios del XVI, en el que comenzó a ponerse de moda los grandes espejos realizados con vidrio y en los que se le ponía una lámina de plata en la parte posterior, haciendo que las personas y cosas situadas delante pudieran reflejarse. Hasta entonces, y desde la antigüedad, los espejos solían ser piezas de metal donde mirarse e incluso se utilizaban vasijas en las que se echaba agua y la persona quedaba reflejada.

La llegada del nuevo modelo de espejo a la vida de los ricos aristócratas venecianos hizo que fueran muchos los que quisieran tener uno bien grande y carísimo en los salones de sus palacetes.

Y es precisamente el altísimo coste económico de esos espejos lo que hacía que se comparase su valor con el del salario de varios años de cualquier sirviente, por lo que se les advertía que tuvieran sumo cuidado a la hora de limpiarlo ya que en caso de romperse deberían trabajar sin cobrar a lo largo de los siguientes años.

Y qué peor desgracia para un sirviente el tener que trabajar durante un indeterminado número de años sin percibir su salario, lo que le auguraba, sin lugar a dudas, un largo periodo de tiempo viviendo penurias y, posiblemente, alguna que otra desgracia. Esto hizo que corriese la advertencia que se hacían los unos a los otros, convirtiéndose con los años en la superstición que ha llegado hasta nuestros días, a pesar que desde 1835 los espejos tal y como hoy los conocemos aparecieron y, por lo tanto, su valor era ínfimo en comparación con los realizados hasta entonces; pero, después de tres siglos de propagarse, ya estaba enquistada en la sociedad la creencia de la mala suerte que se tendría por su rotura.

Para terminar, cabe añadir que en un principio no se indicaba lo de los siete años de mala suerte, ya que el periodo de tiempo simplemente estaba sujeto al valor del espejo y al salario que percibía el sirviente, por lo que en cada caso era diferente.

Pero como ocurre con la transmisión oral de cualquier cosa, fue a posteriori cuando se le quiso dar un tiempo específico a ese periodo de mala suerte que decía el dicho popular, por lo que se le adjudicaron los famosos siete años, debido a que desde la antigüedad este número tenía una simbología especial en infinidad de cosas: los días de la semana, las notas musicales, los pecados capitales, los colores del arcoíris, los brazos del candelabro judío, los chakras, los arcángeles, los sacramentos, los sabios de Grecia, las maravillas del mundo o las vidas de un gato.

Así que ya lo sabes… en caso de que se te rompa un espejo preocúpate únicamente de no cortarte al recoger los trozos, por lo demás no te espera ningún tipo de maleficio ni mala suerte, por mucho que puedan advertirlo este tipo de absurdas supersticiones y algún que otro vidente trasnochado.

 

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Fuente de la imagen: Alejandro Hernandez (Flickr)