Entre las innumerables parafilias sexuales podemos encontrarnos aquellas que proporcionan placer a ciertas personas y que están estrechamente relacionadas con lo escatológico, debido a que gozan con aquello que expele el cuerpo, como puede ser la orina, excrementos, vómitos…
En el caso de la orina, conocida esta práctica como ‘lluvia dorada’ (su nombre técnico es ‘urolagnia’), consiste en miccionar una persona sobre la otra (e incluso entre sí) y en algunos casos llegar a beber la orina.
El nombre ‘luvia dorada’ proviene de una antigua fábula de la Mitología Griega en la que la joven Dánae (hija de Acrisio, rey de Argos, y Eurídice) fue encerrada por su propio padre en una jaula de bronce, debido a que el oráculo había advertido al monarca que sería asesinado por su nieto. El Dios Zeus, encaprichado de la joven muchacha decidió convertirse en lluvia dorada para así caer sobre Dánae y dejarla encinta. De dicho embarazo nació Perseo quien, siendo ya adulto, cumplió la profecía y mató (accidentalmente) a su abuelo Acrisio.
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Muchísimas son las personas que, diariamente, una de las primeras cosas que hacen es consultar en el diario qué dice la predicción de su signo zodiacal, ante la esperanza de que el astrólogo de turno haya acertado y le augure suerte en el amor, dinero o salud.
De ese grupo de individuos que consultan y creen en el horóscopo hay un porcentaje muy alto de quienes se dan como satisfecho con la predicción y están convencidos de que ha habido un nivel alto de acierto.
Ello se debe no en el buen hacer adivinatorio de quien ha escrito las correspondientes predicciones sino a la disposición que solemos tener los seres humanos a creer en aquello que nos puede ayudar a ser más felices.
Las predicciones zodiacales que se publican en cualquier medio suelen ser muy genéricas y aquello que pone es algo que a un gran número de personas les puede ocurrir normalmente.
Esto se conoce como ‘Efecto Forer’ y fue acuñado a raíz de un experimento que realizó en 1948 el psicólogo estadounidense Bertram R. Forer a sus alumnos de la facultad en el que entregó a cada uno un sobre que contenía una predicción personalizada sobre cómo eran.
Cada alumno estaba convencido de que lo que ponía en el documento era exclusivamente sobre él, pero en realidad Forer lo que había hecho era entregar a todos el mismo texto y con todos acertó en un porcentaje altísimo.
Cosas tan básicas como que ‘tenían el deseo de agradar a los demás’; ‘alguna veces se sentían extrovertidos y sociables aunque otras, dependiendo del lugar y personas, eran tímidas y reservadas’; ‘con gran capacidad para hacer muchas cosas pero que no está justamente valorado ni explotado al máximo sus capacidades’; ‘en ocasiones con dudas sobre si ha hecho o dicho lo correcto’… (lee más ejemplos en este pdf)
Todo muy genérico y que en un alto nivel de acierto se acercaba a cómo eran y se sentían sus alumnos. Pidió que puntuasen el nivel de acierto del 0 (nada) al 5 (totalmente) y la media resultante fue de un 4,2 (tan solo hubo un alumno que puntuó con un 3 mientras el resto de la clase lo hicieron mayoritariamente con un 4 y con un 5).
Pues eso mismo es lo que ocurre con el horóscopo y los métodos de adivinación (ya sea el tarot, lectura de manos o la bola de cristal…). El adivinador profesional utiliza las mismas técnicas que usó en su día Bertram R. Forer y sabe que tendrá un nivel muy alto de acierto.
Los horóscopos son muy genéricos y quienes los escriben varían a lo largo de la semana las diferentes temáticas (amor, dinero, trabajo, salud…) Una manera de irse asegurando aciertos dependiendo de las necesidades de quienes los leen.
Esto es algo conocido como ‘sesgo de confirmación’, el cual consiste en confirmar lo que esas personas ya esperaban que iba a ocurrir. Por ejemplo, se da una serie de predicciones aleatorias a un individuo y sólo con que con una de ellas se acierte el receptor da como buena la predicción sin tener en cuenta que todas las demás han sido erróneas. Y es que el cerebro humano está más preparado a detectar coincidencias que no errores, de ahí que cuando un horóscopo dice que algo pasará (de las muchísimas cosas que dice) y después sucede confirmamos ese hecho como una causalidad y no como una casualidad.
También cabe destacar que la mayoría de diarios y semanarios con una sección de horóscopo disponen de un libro genérico de donde se saca la info para ir escribiendo y publicando el correspondiente a cada día o semana sin que detrás de esas predicciones haya ningún astrólogo o persona que se dedique profesionalmente a la adivinación.
Evidentemente, aunque en el título del post y parte del texto se refería al horóscopo, el Efecto Forer se puede ampliar a todas las técnicas de adivinación y personajes que aseguran tener algún don o poder para realizar predicciones.
Os recomiendo el visionado del siguiente video que tan solo dura diez minutos. Está en inglés pero lleva subtítulos en castellano
A través de la página en Facebook de este blog, Manel Alonso me pregunta de dónde surge decir que a alguien le ha tocado la negra como sinónimo de mala suerte.
Desde la antigüedad el blanco y el negro son colores que han estado destinados para designar la buena y mala suerte, la vida y la muerte. Dependiendo de la cultura y civilización le daban (y siguen dándole) un sentido u otro. En el post que publiqué tiempo atrás sobre la expresión ‘pender de un hilo’ ya os explicaba cómo en la mitología romana, griega y nórdica (por citar tres ejemplos) existían unos personajes llamadas las Parcas (en Roma; Moiras para los griegos y Nornas para los escandinavos) que hilaban el ‘hilo de la vida’ (valga la redundancia). Dependiendo de lo feliz o desdichada que sería la vida de cada individuo lo hilaban de color blanco o negro, colores asociados a la dicha y la desdicha respectivamente.
Respecto a la expresión ‘tocar la negra’, que suele decirse como sinónimo de mala suerte, encontramos que su origen proviene de cuando se preguntaba a los Dioses, al oráculo o simplemente se quería echar algo en suerte a través de coger unas piedras (blancas y negras) que se encontraban dentro de un recipiente. Depende de la pregunta que se formulaba y el color que salía la respuesta era positiva o negativa.
En el caso de las antiguas Roma y Grecia el blanco quería decir fortuna y buena suerte y el negro infortunio y desgracia.
En estas civilizaciones existía la costumbre de elegir a algunos de sus representantes públicos (magistrados, senadores…) a través de meter piedras blancas y negras en una vasija (también se utilizaban habas de esos colores) y cada candidato a ocupar el cargo metía la mano para sacar una. Aquellos que cogían la blanca eran los elegidos y por tanto les sonreía la fortuna, sin embargo ‘al que le tocaba la negra’ tenía el infortunio de no ser elegido y quedar fuera.