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Alfred López 13 de marzo de 2024
El término ‘vergüenza’ tiene sus raíces en el castellano antiguo ‘vergüença’, que a su vez provenía del latín verecundia, derivado de verecundus, cuyo significado era ‘modesto’. Este vocablo, a su vez, derivaba de vereri (que significaba ‘honrar’), y tiene sus orígenes en el protoindoeuropeo *u̯er- (mirar).
En la actualidad, ‘vergüenza’ se refiere principalmente a la turbación del ánimo ocasionada por la conciencia de alguna falta cometida o por alguna acción deshonrosa y humillante, y también puede referirse a la turbación causada por la timidez o encogimiento, lo que frecuentemente supone un freno para actuar o expresarse, tal y como aparece en las dos primeras acepciones del diccionario de la RAE.
El término abarca tanto aspectos morales como sociales, y su significado puede variar según el contexto cultural y personal, pudiendo ser percibida como una emoción negativa, pero también puede desempeñar un papel importante en la regulación del comportamiento y las relaciones interpersonales. Por ejemplo, la expresión ‘vergüenza ajena’ hace referencia la sensación de incomodidad que experimentamos por las acciones o palabras de otras personas.
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Alfred López 27 de mayo de 2019
Entre los muchos sinónimos que existen para el término ‘borrachera’ el de ‘tajada’ (o ‘tajá’) es uno de los más utilizados, hasta tal punto que el Diccionario de la RAE lo admite como acepción.
Pero originalmente una tajada nada tenía que ver con el vino o líquido que se bebía para embriagarse, sino que era como se denominaba a aquello que acompañaba a cualquier bebida ‘la tajada’, que consistía en una porción o corte de embutido, queso o carne.
Desde la antigüedad bien se sabía que cualquier bebida alcohólica debía acompañarse siempre con algún alimento, por lo que nacieron numerosos refranes, como por ejemplo ‘Buen vino y buena tajada y no apurarse por nada’ (aquí la tajada del refrán hace referencia a la comida no a la borrachera).
Cuando alguien llegaba a la taberna era típico que pidiese ‘una jarra de vino y una tajada’ y no se sabe a ciencia cierta por qué ni cuándo, pero esa porción de alimento (o sea, la tajada) con el tiempo sirvió para denominar también a la porción o medida de vino, convirtiéndose en habitual el que se pidiera directamente ‘una tajada de vino’ (como si todo fuese un mismo pack).
Con el tiempo, esa vinculación convirtió a la medida de vino en el resultado de su ingesta, siendo, posteriormente, el término tajada una de las muchas formas con las que conocemos el estado de embriaguez o borrachera.
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Alfred López 21 de julio de 2018
En la última década se ha puesto de moda la depilación total de vello que crece alrededor de los genitales, convirtiendo esta costumbre en una práctica que pone en serio riesgo la salud de aquellos que la realizan así como de sus parejas sexuales.
Profesionales de la salud sexual, así como estamentos como la Academia Española de Dermatología y Venereología (ADEV) advierten del peligro que supone rasurar la zona púbica y aconsejan que, en la medida que se pueda, se deje parte del vello que allí crece.
Al igual que el pelo que tenemos en la cabeza, cejas, pestañas, axilas u otras partes del cuerpo, el vello púbico tiene su función específica de prevención, haciendo de barrera profiláctica y evitando que se pueda contraer algunas de las enfermedades de transmisión sexual (ETS) a la que una persona puede estar expuesta.
El depilado o afeitado de la zona genital conlleva ciertos riesgos como puede ser provocarse pequeños cortes (o heridas microscópicas abiertas) que, al encontrarse en una zona tan sensible, pueden acabar infectándose e incluso infectando los genitales de la persona con quien se mantiene relaciones sexuales.
Muchas de las ocasiones por las que alguien suele rasurarse esa zona suele ser de cara a un encuentro íntimo con alguien, por lo que si ha quedado alguna microherida sin cicatrizar en la zona inguinal se convierte en un considerable riesgo.
Otro de los peligros a los que nos exponemos al rasurarnos la zona genital es la aparición de verrugas o de la enfermedad cutánea conocida como ‘molluscum contagiosum’.
También nos arriesgamos (según algunos expertos) a perder sex-appeal y poder de seducción de cara a los demás, debido a que el vello retiene parte de las feromonas que secretamos junto al sudor; unas hormonas que, inconscientemente, nos hacer ser más atractivos y deseados por las otras personas.
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Alfred López 13 de junio de 2016
Son muchas las personas que utilizan el término ‘tajo’ para referirse tanto al trabajo como al lugar donde se realiza dicha ocupación laboral (‘Me voy al tajo’, ‘Deja de hacer el vago y ponte al tajo’…).
El vocablo tajo (como referencia al trabajo) nada tiene que ver con el río homónimo que nace en la Sierra de Albarracín (Teruel) y desemboca en Lisboa (Portugal) ni con ningún tipo de trabajo que se realizase a lo largo de su cauce, tal y como indica erróneamente alguna fuente. Etimológicamente, tajo proviene del verbo ‘tajar’ (dividir algo en dos o más partes con un instrumento cortante) que llegó hasta el castellano desde el latín vulgar ‘taleāre’ cuyo significado era ‘cortar’ o ‘rajar’.
Desde hace varios siglos muchos eran los trabajos en los que no se cumplía un horario sino que debía alcanzarse un objetivo y la jornada laboral terminaba cuando, avanzando sobre un terreno en el que se realizaba la faena (cosechar, segar, sembrar, pintar, talar, picar en una mina…) se llegaba hasta determinado punto que previamente se había marcado con un corte que se hacía, normalmente, en el suelo y que era conocido como ‘tajo’.
De ahí que expresiones como ‘ponerse al tajo’ o ‘ir al tajo’ significasen ponerse o ir a trabajar.
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Post realizado a raíz de una consulta que me llegó a través de twitter por Celia @pahacertesufri_
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Alfred López 10 de abril de 2015
Se asocia comúnmente el término ‘gajes del oficio’ con algún accidente de tipo laboral, perjuicio o inconveniente causado por el desempeño de cualquier empleo.
El origen de dicho vocablo lo encontramos en la remuneración complementaria al sueldo que recibían aquellos que trabajaban en la corte bajo las órdenes de un soberano y que era conocida como ‘gaje’. Por lo tanto, el gaje del oficio era una remuneración extra por estar al servicio de la Casa Real la cual compensaba cualquier contratiempo o eventualidad en el desempeño del trabajo.
No hace falta señalar que dichos soberanos solían ser bastante caprichosos en cuanto a sus peticiones a la hora de ser atendidos por sus sirvientes, o los propios soldados que lo custodiaban, por lo que en más de una ocasión las personas que estaban bajo sus órdenes estaban obligados a realizar tareas que estaban fuera de sus competencias pero que se llevaban a cabo debido a que percibían los correspondientes estipendios (gajes), de ahí que surgiese el término ‘gajes del oficio’ para describir ese tipo de situaciones en la que se experimentan perjuicios debido al trabajo y, por lo tanto, cualquiera de esos problemas deberían quedar compensados gracias al salario extra que se percibía.
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Alfred López 06 de octubre de 2014
Muy probablemente todos vosotros, en algún momento u otro de vuestra vida, os habéis hecho alguna pequeña herida y os han puesto una tirita.
Hoy en día existen de infinidad de tamaños, colores, modelos y fabricantes, pero esa tira adhesiva con un trozo de gasa en el centro no ha existido siempre y en el año 2020 cumplirá su primer siglo de vida.
Su inventor fue Earle Dickson, un joven de 28 años que trabajaba en Nueva Jersey como comercial para la empresa de productos farmacéuticos Johnson & Johnson.
Llevaba poco tiempo casado con Josephine, una atractiva muchacha que no era demasiado diestra para las tareas del hogar, por lo que raro era el día que no se hiciera algún rasguño o corte. Para cortar la hemorragia la joven solía coger un poco de algodón (de las muestras que tenía su marido en casa) y se tapaba la herida utilizando un trozo de esparadrapo, aunque este remedio casero no se le aguantaba demasiado tiempo sujeto.
Una noche, mientras estaban cenando, Earle Dickson se quedó observando uno de esos rudimentarios vendajes que se había colocado su esposa para tapar uno de sus cortes y se le ocurrió que podría idear algún tipo de cinta adhesiva que ya llevase incorporado un trozo de gasa o algodón y no se cayese, por lo que cogió un trozo de cinta y le puso a intervalos unos cuantos apósitos de crinolina impregnados de desinfectante.
Tras unas cuantas pruebas con las ocasionales heridas de su mujer, Earle presentó el invento a James Wood Johnson, uno de los fundadores de la empresa, entusiasmándole de inmediato la idea, por lo que decidió comercializarlo.
Al señor Johnson se le ocurrió la brillante idea que, para promocionar su nuevo producto, podría regalar varias cajas a los Boy Scouts, debido a que era muy común que los niños que formaban parte de esa organización sufrieran cortes y heridas durante sus excursiones y acampadas, de ese modo usarían las tiras adhesivas y estas se popularizarían entre los niños y sus familiares.
En tan solo cuatro años (1924) la producción y venta de esas nuevas cintas adhesivas ya eran todo un éxito y Earle Dickson fue ascendido a vicepresidente de la compañía.
Una década más tarde estas tiras adhesivas llegaron a España a través de los Laboratorios Unitex que comenzó a comercializarlas con el nombre de Espárapractic Unitex y en 1940 se le dio el nombre comercial de Tiritas, tal y como las hemos conocido siempre.
Cabe destacar que en Hispanoamérica son comúnmente conocidas como ‘curitas’.
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Alfred López 30 de octubre de 2013
A través del apartado de contacto, Aurora Martín me pregunta sobre el origen del término ‘cortejar’.
Bien es sabido que ‘cortejar’ es la acción de intentar agradar y seducir a otra persona, con la intención de iniciar una posible relación sentimental e incluso simplemente para ganarse sus favores y simpatías.
Y son estas últimas acepciones las que le dan origen al término, el cual procede de la palabra italiana ‘corteggiare’ y cuyo significado es ‘hacer la corte’. Esa ‘corte’ a la que se refiere era el grupo de personas que componían el acompañamiento habitual de un monarca, estando continuamente pendientes de agradar y satisfacer los deseos y caprichos de los soberanos.
Esa forma de intentar captar la atención, simpatía y favores del rey/reina es lo que llevó con el tiempo a utilizar el término ‘cortejar’ como sinónimo de galantear, rondar, enamorar, ligar, pretender o halagar a alguien.
Como nota curiosa, añadir que al grupo de personas que hacían la corte se les conocía como ‘cortejo’ (conjunto de personas que forma el acompañamiento en una ceremonia en la corte real) aplicándose posteriormente para otras muchas reuniones o acompañamientos (cortejo fúnebre, entre ellas). También dio origen al término ‘cortesano’, como la persona que sirve al rey o vive en su corte. El lenguaje machista que ha imperado en la sociedad desde antaño hizo que la acepción de la palabra en femenino (cortesana) se aplicase para referirse a una prostituta refinada y/o de calidad.
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