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El origen del término ‘vergüenza’

El término ‘vergüenza’ tiene sus raíces en el castellano antiguo ‘vergüença’, que a su vez provenía del latín verecundia, derivado de verecundus, cuyo significado era ‘modesto’. Este vocablo, a su vez, derivaba de vereri  (que significaba ‘honrar’), y tiene sus orígenes en el protoindoeuropeo *u̯er- (mirar).

El origen del término ‘vergüenza’

En la actualidad, ‘vergüenza’ se refiere principalmente a la turbación del ánimo ocasionada por la conciencia de alguna falta cometida o por alguna acción deshonrosa y humillante, y también puede referirse a la turbación causada por la timidez o encogimiento, lo que frecuentemente supone un freno para actuar o expresarse, tal y como aparece en las dos primeras acepciones del diccionario de la RAE.

El término abarca tanto aspectos morales como sociales, y su significado puede variar según el contexto cultural y personal, pudiendo ser percibida como una emoción negativa, pero también puede desempeñar un papel importante en la regulación del comportamiento y las relaciones interpersonales. Por ejemplo, la expresión ‘vergüenza ajena’ hace referencia la sensación de incomodidad que experimentamos por las acciones o palabras de otras personas.

 

 

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¿De dónde surge decir que una mujer embarazada está ‘encinta’?

La mayoría de etimólogos y expertos indican que el término ‘encinta’, en relación a una mujer que está en estado, proviene del participio de presente latino ‘inciens, incientis’, que significa ‘embarazada’ o ‘que está a punto de dar a luz’ y a su vez este participio también puede estar relacionado con la palabra ‘incesante’, cuyo significado es ‘continuo’ o ‘que no cesa’. Esto podría estar relacionado con la idea de que el embarazo es un proceso continuo e incesante, desde la concepción hasta el parto (aunque esto último no es apoyado por todos estudiosos del tema).

¿De dónde surge decir que una mujer embarazada está ‘encinta’?

En el diccionario de la RAE da como origen del término encinta el latín tardío ‘incincta’ y este del latín inciens, incientis, ya señalado. Además, le da la acepción de ‘Dicho de una mujer: preñada’, la misma que se le dio desde su primera incorporación en el diccionario académico en la edición de 1822.

Por otro lado también nos encontramos con algunas  publicaciones que sugieren que la palabra ‘encinta’ proviene del latín ‘in-cincta’, que significaba ‘ceñida’ o ‘atada alrededor’, basándose en que, en la antigüedad, las mujeres usaban ropa ajustada alrededor de su abdomen para sostener su barriga durante el embarazo, la cual era ceñida con una cinta. Pero esta explicación (que surgió del erudito, Isidoro de Sevilla, en el siglo VII) quedó descartada como cierta hace varios siglos y se ha convertido en lo que se denomina como ‘etimología popular’ (más cerca de la leyenda urbana que del origen real).

Cabe destacar que para hacer referencia al embarazo debe escribirse el término ‘encinta’ todo junto en una sola palabra y no en la forma ‘en cinta’, como en alguna ocasión aparece.

 

 

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¿De dónde surge el mito de que los bebés los trae una cigüeña desde París?

Todos lo hemos dicho o escuchado en alguna ocasión aquella frase típica de que los bebés vienen de París y los trae una cigüeña. Una respuesta que se da a los más pequeños cuando se interesan por saber de dónde vienen los niños (sobre todo cuando llega un hermanito nuevo a casa).

¿De dónde surge el mito de que los bebés los trae una cigüeña desde París?

En realidad, esta recurrente contestación, es una mezcla de diferentes historias, cuentos y leyendas que desde hace muchos siglos se han ido explicando en las diferentes culturas y países y que ha llegado hasta nuestros días en esta forma.

Si nos ponemos a bucear por la red o en libros antiguos podremos encontrar que cada autor nos explica una versión u origen diferente e incluso algunos con detalles en común.

Lo primero que debemos hacer es separar cigüeña y París, ya que ambas cosas se explicaban por separado y con el tiempo acabó unificadas y explicándose en la misma historia.

Por un lado tenemos la milenaria creencia de muchos pueblos y culturas que veía a las cigüeñas como un ave sagrada y que traía suerte y prosperidad. Nuestros antepasados se dieron cuenta de que con la entrada de la primavera regresaban las cigüeñas de su migración y  ¿De dónde surge el mito de que los bebés los trae una cigüeña desde París?con ellas traían los días de más luz y calor, época en la que era tradición celebrar los enlaces matrimoniales por aquel entonces y que, tras la noche de bodas, muchas esposas quedaban embarazadas.

También se fijaron que una de las principales cosas que hacían las cigüeñas, tras su regreso, era hacer su nido en el punto más alto que encontraban (normalmente una torre o campanario) y allí ponían sus huevos y tenían a sus crías, a las que alimentaban y cuidaban con esmero.

Podemos encontrar que tanto en la mitología griega, romana, germana o escandinava hay múltiples referencias a las cigüeñas como un pájaro de buenaventura y prosperidad.

Todo ello hizo que con el tiempo se tuviera el convencimiento de que el regreso de las cigüeñas y noticia de la llegada de un bebé estuviesen relacionas.

Fue a partir de ahí que muchos autores escribieran cuentos y relatos en los que se explicaba que la dicha a una familia llegaba a través de un recién nacido que había sido llevado por una cigüeña. Entre ellos encontramos a Hans Christian Andersen quien, en 1838, publicó un relato corto titulado ‘Las cigüeñas’  y que hacía referencia al mito de que estas eran las portadoras de bebés (aunque ese no era en lo que se centraba dicha historia, que realmente era algo cruel, como otros cuentos de este célebre autor danés).

Hoy en día se nos representa la cigüeña portando un bebé que va cómodamente tumbado o envuelto en una especie de sábana, pero antiguamente se tenía el convencimiento de que los recién nacidos eran agarrados por el pescuezo y transportados por estas aves directamente con el pico. Esto llevó a denominar como ‘mordisco de cigüeña’ a los ‘hemangiomas cervicales’ (Nevus flammeus nuchae), una mancha rojiza que aparece en la nuca de algunos recién nacidos y que suele desaparecer antes de haber cumplido el primer año de vida en el 95 % de los casos.

Sobre la creencia de que los niños vienen de París también se juntan varias historias y creencias.

Por un lado está la costumbre que surgió, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, de ir a la capital francesa en el viaje de ‘Luna de miel’, el cual se convirtió en el principal destino de los recién casados y de ahí que se la denomine ‘la ciudad del amor’ (evidentemente de aquellas parejas que, económicamente, se lo podían permitir). Muchas eran las recién casadas que regresaban habiendo quedado embarazadas, por lo que rápidamente surgió el dicho de que ‘traían un bebé de París’.

También nos encontramos con una antiquísima leyenda que se hizo muy popular varios siglos atrás y que explicaba la historia de un humilde matrimonio de Alsacia (noreste de Francia) cuyo mayor deseo era tener un hijo y que un año recibieron la visita de una pareja de cigüeñas que construyeron su nido en la salida de la chimenea de su hogar; el esposo, al subir hasta allí para ver por qué el humo de la chimenea no tiraba hacia arriba, encontró a un recién nacido que había sido dejado por las aves. Este relato (con numerosísimas variantes) se hizo muy célebre en la Edad Media y, según parece, era común explicar que los bebés provenían de Alsacia.

Muchos son los que opinan que con el tiempo se cambió la localidad de Alsacia por la de París, aunque la mayoría de los expertos señalan que son orígenes diferentes y que es más que probable que el origen real sea el que he explicado un par de párrafos más arriba y que tenía que ver con el viaje realizado por los recién casados a la capital de Francia.

 

 

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Post realizado como respuesta a una consulta que me han hecho llegar desde el legendario programa radiofónico ‘La nit dels ignorants 3.0’ de Catalunya Ràdio a través de Twiter

Fuentes de las imágenes: Wikimedia commons (1) / pixabay / Wikimedia comons (2)

La desaconsejada práctica del ‘coitus interruptus’

Cuando una pareja está practicando el acto sexual mediante la penetración y en el momento en el que el varón que penetra siente que está a punto de eyacular, éste retira su pene y vacía fuera siendo conocido este acto como ‘coitus interruptus’ (coito interrumpido).

La desaconsejada práctica del ‘coitus interruptus’

La ‘marcha atrás’, como también es llamado popularmente, es un método anticonceptivo usado por muchísimas parejas; sobre todo cuando son en encuentros ocasionales, esporádicos o ante la falta de otro método de contracepción (como puede ser un preservativo).

La mayoría de expertos desaconsejan realizar el coitus interruptus, debido a que las probabilidades de un embarazo no deseado son bastantes altas (cerca de un 10 %), además de estar desprotegidos ante enfermedades de transmisión sexual.

El hecho de que se produzcan algunos embarazos no deseados a pesar de retirarse y eyacular totalmente en el exterior es debido al ‘fluido preseminal’, un líquido que es secretado por el pene unos instantes antes de llegar el orgasmo (y posterior eyaculación) y que en ocasiones puede ir acompañado de una concentración significativa de espermatozoides (aunque suele ser en muy baja cantidad) pero que pueden ser suficientes para embarazar a una mujer que se encuentre en el periodo fértil de su ciclo ovulatorio.

 

 

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Cuando el método más efectivo para realizar un test de embarazo era inyectando la orina a una rana

Quienes ya tenemos cierta edad nos acordamos, pero quizá los más jóvenes han quedado sorprendidos al ver en la magnífica serie ‘Arde Madrid’ (dirigida por Paco León y protagonizada por él mismo junto a Inma cuesta) una escena en la que, para averiguar si uno de los personajes femeninos que aparece (no digo quién para no hacer spoiler) había quedado embarazada, echaban la primera orina de la mañana en un cubo que contenía varias ranas.

Cuando el método más efectivo para realizar un test de embarazo era inyectando la orina a una rana

Y es que, por sorprendente que parezca, a lo largo de cuatro décadas ese fue el método más usado y efectivo que existía para averiguar, de una forma rápida (por decirlo de algún modo), si una mujer estaba encinta o no.

Quizá parezca que ese tipo de pruebas se encuentra más en la línea de ser algo cercano a la pseudoterapias que a la ciencia, pero no es así y cabe destacar que ese test de embarazo era un método había pasado las consiguientes pruebas de investigación y contaba con todas las garantías científicas.

La prueba consistía en inyectar bajo la piel de una rana hembra viva (que no era de cualquier tipo sino de la especie concreta conocida como ‘rana africana de uñas’ o ‘xenopus laevis’ original del África subsahariano) una cantidad de la primera orina de la mañana, de la mujer que deseaba averiguar si estaba embarazada, y posteriormente había que esperar entre 18 y 24 horas para ver si el animal había desovado (que se veía porque era una gran cantidad de pequeños puntitos negros que aparecían alrededor de la rana en el receptáculo donde se guardaba) y, de ser así, se confirmaba el positivo en el embarazo con un índice de acierto del 95%.

Cuando el método más efectivo para realizar un test de embarazo era inyectando la orina a una rana

Ese desovado de la rana se producía por la estimulación que el animal gracias a una hormona llamada ‘gonadotropina coriónica humana’hCG– (acrónimo del inglés ‘human chorionic gonadotropin’) presente únicamente en la orina de las mujeres embarazadas.

Este método de detección del embarazo empezó a desarrollarse en la década de los años 1930 y se mantuvo como algo habitual hasta bien entrados en 1970 (cuando ya se reemplazó por otros métodos como el análisis de sangre u orina en laboratorio o el famoso ‘predictor’).

Cabe destacar que, a partir de finales de la década de los años 1940, también se utilizó para los test de embarazo a sapos machos (concretamente el ‘sapo argentino’ o ‘rhinella arenarum’), siendo muy similar al realizado con las ranas hembras, pues se le inyectaba orina (en el saco linfático dorsal) y había que esperar si el animal eyaculaba. Este era un método con el que se podía tener los resultados entre tres y cuatro horas después y no había que esperar tanto como con la ‘prueba de la rana’.

Eso sí, tanto las ranas como los sapos podían ser reutilizados para nuevos tests, pero había que esperar varias semanas para hacerlo. Por tal motivo en las farmacias era habitual que hubiese una considerable cantidad de estos animales, ya que estamos hablando de una época en la que las familias solían ser numerosas y una tasa muy alta de natalidad.

 

 

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¿Cuál es el origen de la píldora anticonceptiva?

¿Cuál es el origen de la píldora anticonceptiva?

Existen antiquísimos escritos que describen cómo eran los métodos anticonceptivos muchos siglos atrás, unas épocas en las que, a pesar de no existir evolución científica y médica como en la actualidad, se las ingeniaban como podían para poder controlar las tasas de natalidad (aun y a pesar de ello las familias solían ser numerosas).

Entre las primitivas maneras de intentar no quedarse embarazadas, era muy común el método por el que se introducían una bola de lana, pelo de diversos animales e incluso cerumen de una mula, la cual se impregnaba de una serie ungüentos realizados con diversas hierbas, aceite, miel o resina de cedro. Algún cronista de la época, como Sorano de Éfeso, escribió sobre la efectividad de estos métodos.

Tampoco podemos olvidarnos de los preservativos masculinos, de cuya existencia existen evidencias que se remontan a hace más de tres mil años y que estaban realizados con tripas de animales.

Pero la gran revolución dentro de la anticoncepción llegó a finales de la década de los años 50 en la que Gregory Goodwin Pincus, un biólogo de origen estadounidense, presentó la primera píldora anticonceptiva. El éxito y efectividad de la misma se debía a que imitaba la acción de las hormonas naturales gracias a haber sintetizado en esas píldoras los estrógenos y la progesterona, dos hormonas femeninas.

No se autorizó su comercialización en EEUU hasta el 18 de agosto de 1960 y en España no fue legalizada y permitida su libre comercialización hasta el 7 de octubre de 1978 (hasta aquella fecha se consideraba un delito venderla e incluso prescribirla). A pesar de ser legalizada muchas fueron las farmacias en las que no se quiso dispensar por encontrarla inmoral.

Entre la aparición de la píldora, a principios de los años 60 hasta su legalización como anticonceptivo en España en el 78, muchos fueron los médicos que la recetaron a sus pacientes femeninas aprovechando que también se utilizaba para regular el ciclo menstrual o para combatir el acné.

 

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Hiperosmia: personas capaces de distinguir olores que otras ni tan siquiera perciben

Hiperosmia: personas que son capaces de distinguir olores que otras ni tan siquiera perciben

La ‘hiperosmia’ es la cualidad (calificada también como trastorno) de percibir olores que otras personan no son capaces de detectar.

Por poner un ejemplo: los afectados de ello son capaces de distinguir el aroma de una flor (por ejemplo el jazmín) entre un montón de escombros o detectar la fragancia de un perfume que lleva una persona cuando ésta todavía no ha llegado al lugar donde se encuentra. Otro ejemplo práctico podría ser la novela (y película homónima) ‘El perfume’ en la que el protagonista tenía un olfato excesivamente desarrollado.

Se ha detectado que algunas de las personas con hiperosmia lo hacen durante un periodo concreto de sus vidas y no continuadamente (aunque se han dado casos, es poco común que alguien lo padezca a lo largo de toda su existencia).

El que no afecte a un elevado número de personas ha hecho que se convierta en una patología poco investigada, por lo que no se conoce al cien por cien qué es lo que produce que algunas personas puedan estar dotadas de esa singular agudeza olfativa.

En ciertos casos la hiperosmia puede ser una ventaja, pero para la mayoría de los que la padecen puede llegar a convertirse en un suplicio, debido a que detectan hasta el más mínimo de los olores, por lo que los ‘malos olores’ (como los fétidos) los notan más exageradamente.

Curiosamente, quienes padecen de una hiperosmia ‘pasajera’ son algunas embarazadas (sobre todo al inicio y final de la gestación). El hecho de que afecte a las mujeres en estado se debe, principalmente, a un aumento de la concentración de estrógenos y progesterona.

Quienes también pueden verse afectadas por este trastorno son mujeres tras llegar a la menopausia; personas con algún trastorno metabólico (como la enfermedad de Addison, entre cuyos síntomas se encuentra la hipersensibilidad olfativa); de hipertiroidismo e incluso algunas alteraciones neuronales (debido al consumo de algunas sustancias alucinógenas) o que se encuentren bajo el síndrome de abstinencia de benzodiacepinas (tras un periodo prolongado consumiendo medicamentos psicotrópicos).

 

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Fuentes de consulta y más info: ncbi / xatakaciencia / sintomasdelembarazo / anosmia.info / ireneu / sciencedirect
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