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Alfred López 07 de febrero de 2024
Días atrás publiqué en mis redes sociales un vídeo con una ilusión óptica en el que se veía unos círculos en continuo movimiento y tras observarlo durante unos segundos se cambiaba por una imagen totalmente plana y estática de unas olas y se producía un efecto que parecía que se estuviesen moviendo.
Este fenómeno se conoce como ilusión de movimiento residual o efecto phi. Se produce cuando miras una imagen en movimiento durante un período de tiempo y luego cambias repentinamente a una imagen estática. Lo que sucede es que tu cerebro aún está procesando el movimiento de la imagen anterior, y cuando se enfrenta a la imagen estática, intenta aplicar ese movimiento a la nueva imagen, lo que crea la ilusión de que la imagen estática también se está moviendo.
Este efecto se debe a la persistencia retiniana y a la forma en que el cerebro procesa la información visual.
La persistencia retiniana es un fenómeno en el que las imágenes continúan siendo percibidas por una fracción de segundo incluso después de que el estímulo visual haya desaparecido.
Cuando miras una imagen en movimiento, los receptores de tu retina se activan repetidamente mientras sigues el movimiento. Cuando cambias a una imagen estática, esos receptores aún están excitados y transmiten esa información al cerebro, lo que lleva a la percepción errónea de movimiento en la imagen estática.
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Fuente imágenes: https://www.instagram.com/p/C29dKiMtOZs/
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Alfred López 02 de julio de 2018
El cerebro es posiblemente la estructura más compleja de nuestro organismo y del que todavía no se conoce totalmente todas sus funciones y capacidades. Sabemos que es el encargado de transmitir una serie de mensajes al resto de nuestros órganos (a través de múltiples y diversos estímulos) y que es el responsable de hacernos razonar, pensar y recordar.
Y es precisamente a partir de esta última función (tirando del hilo de su etimología) de lo que quiero hablar hoy en este post.
Tal y como decía Eduardo Galeano en su famosa y multicompartida cita: ‘Recordar: del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón’. No le faltaba razón al célebre escritor uruguayo, debido a que ese es el origen exacto de dicho término, pero debo hace una puntualización sobre el mismo.
En la antigüedad (en las civilizaciones como la Antigua Roma y Grecia) se tenía el convencimiento de que el órgano encargado de hacernos pensar, sentir y recordar estaba situado en el pecho, o sea, era el corazón y no el cerebro.
Por tal motivo existen tantos vocablos que hacen referencia al corazón, entre ellos ‘recordar’. Pero el sentido original del mismo para referirse al acto de evocar algo ya sucedido no lo implicaban como un sentimiento sino como algo que provenía de la mente (situada, según los antiguos, en el pecho). Así pues, ese ‘volver a pasar por el corazón’ que alude la etimología del término recordar/recuerdo a lo que hacía alusión original y realmente era a ‘volver a pasar por la mente’, la cual se encontraba en el corazón.
Otras palabras como ‘acordar’, ‘desacuerdo’, ‘concordia’, ‘discordia’, ‘cordialidad’ o ‘concordato’ provienen de la misma raíz ‘cordis’ (corazón).
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Fuente de las imágenes: publicdomainpictures / creatufrase
Tags: ¿Sabías que en la antigüedad crecían que la capacidad de pensar no se encontraba en el cerebro sino en el corazón?, acordar, acordarse, aludir, alusión, Antigua Grecia, Antigua Roma, Antigua Roma y Grecia, cerebro, concordato, concordia, conmemorar, Corazón, cordialidad, cordis, desacuerdo, discordia, Eduardo Galeano, en la antigüedad crecían que la capacidad de pensar no se encontraba en el cerebro sino en el corazón, evocación, evocar, invocar, memoria, mención, mencionar, mente, pensar, recapitular, recordación, recordar, recuerdo, remembranza, rememoración, rememorar, reminiscencia | Almacenado en: Curiosidades Científicas, Curiosidades Históricas, El origen de..., Preguntas con respuesta
Alfred López 11 de noviembre de 2017
El cerebro es uno de los órganos más investigados pero del que todavía continúa siendo un gran desconocido para la mayoría de científicos. Día a día se avanza más en el campo de la neurología, pero, tal y como defienden los expertos, la gran cantidad de interrogantes que existen alrededor de él hace que se le considere como la parte más compleja de nuestro organismo.
Dentro de los innumerables trastornos y lesiones que se generan en el cerebro podemos encontrarnos con uno la mar de curioso que afecta a algunas áreas anteriores del hemisferio derecho (como la zona cortical, basal y las estructuras límbicas) que provoca un repentino cambio conductual a aquellos pacientes a quienes les afecta, convirtiéndose repentinamente en auténticos adictos a la comida gourmet, teniendo la irremediable necesidad de comer o cocinar exquisiteces de alta cocina.
Esta patología es conocida como ‘Síndrome de Gourmand’, término acuñado en 1997 por la neuropsicóloga Marianne Regard y el neurólogo Theodor Landis en una investigación publicada por ambos en la revista Neurology, y provoca en los pacientes que la padecen que gran parte de su día a día esté centrado en la comida (hablar, discutir, opinar sobre ella; cocinar, convertirse –involuntariamente- en sibaritas y críticos gastronómicos…), algo de lo que hasta el momento de sufrir una lesión que ha afectado a la mencionada área cerebral no tenían conocimientos específicos o ni tan siquiera les había interesado.
Dicho síndrome está considerado como benigno y no ocasiona mayores problemas que el interés desmedido de esas personas hacía las exquisiteces, los productos de calidad y el mundo gourmet en general.
Los autores del mencionado estudio no han desvelado el porqué escogieron acuñar este curioso trastorno como ‘Síndrome de Gourmand’ aunque cabe destacar que el término ‘Gourmand’ (originario de Francia) se conoce desde finales del siglo XV en que era únicamente utilizado para referirse a las personas glotonas o comedores compulsivos, pero no a aquellos sibaritas que apreciaban la cocina gourmet, así que a partir de 1997 se le dio esa nueva acepción al vocablo.
Entre los ejemplos mencionados en el artículo de Marianne Regard y Theodor Landis destaca el de un periodista suizo especializado en noticias políticas que, tras sufrir una lesión cerebral, comenzó a tener un inusitado interés por los placeres culinarios (que antes no había demostrado poseer) y acabó redirigiendo su actividad profesional para convertirse en un reputado crítico gastronómico (no se dio a conocer su identidad).
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Fuente de la imagen: Alfred López -fotografías tomadas en el Restaurant Alcron (⭐Michelín) de Praga el 22/8/2017-
Tags: alta cocina, cerebro, cocina, cocina gourmet, comedor compulsivo, comida de calidad, comida exquisita, comida gourmet, crítico gastronómico, delicatessen, estrella michelín, estructuras límbicas, exquisiteses, gastronomía, gastronómico, gastrónomo, glotón, Gourmand, gourmet, hemisferio derecho, hemisferio derecho del cerebro, La lesión cerebral que convierte a los pacientes en adictos a la comida gourmet, lesión cerebral, Marianne Regard, neurología, neurólogo, neuropsicóloga, neuropsicología, persona glotona, placer culinario, placeres culinarios, Sibarita, Sindrome de Gourmand, Theodor Landis, trastorno, trastorno alimentario, zona basal, zona cortical | Almacenado en: Curiosidades Científicas, Curiosidades de la alimentación, Curiosos Personajes, El origen de..., Miscelanea de Curiosidades
Alfred López 20 de octubre de 2017
Muchos han sido los estudios que se han realizado en los que se ponía a prueba la capacidad de varios voluntarios para apreciar un buen vino o distinguir a éste entre otros de menor calidad. Una de las muchas pruebas consistía en hacerles probar varias copas conteniendo el mismo tipo de vino en todas pero indicándoles que se trataba de diferentes caldos y con calidades y precios distintos.
Evidentemente, la inmensa mayoría de voluntarios marcaba como el mejor de todos aquel al que se le había asignado un precio más elevado e incluso, para rizar más el rizo, a algunos participantes se les comentó que procedían de diferentes años de cosecha. Aquellos voluntarios que tenían algún pequeño conocimiento sobre el tema y sabían que una añada había sido mejor que otra rápidamente indicaban que ese era el mejor vino de todos.
Y es que se ha demostrado que es realmente nuestro cerebro quien nos hace convertirnos (inconscientemente) en esnobs, activándose en la corteza orbitofrontal el mecanismo de procesamiento del placer y la recompensa en el momento en el que creemos que estamos disfrutando de algo exclusivo, como por ejemplo beber un vino caro –aunque en realidad se trate de uno barato- o cuando nos damos un capricho caro (ir a degustar un menú con estrella Michelin, acudir a un evento exclusivo o que nos dejen entrar a un reservado o zona vip).
Esto también ocurre con frecuencia al adquirir y vestir ropa de marca. Si le quitásemos a una prenda exclusiva la etiqueta por la que se distingue, el hecho de vestirla no nos produciría esa placentera sensación de elitismo sobre los demás.
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Alfred López 16 de agosto de 2016
Llevo toda la vida viendo a mi madre hacer el mismo ritual todas las noches: prepararse un vaso de leche caliente antes de ir a dormir porque así (según ella) le ayudará a conciliar el sueño mucho más rápido.
Por mucho que he tratado de explicarle que éste es uno más de los muchísimos mitos que llevan décadas transmitiéndose de una generación a otra y sin tener detrás una validez científica, mi madre sigue empeñada en que sí que es eficaz y que le ha funcionado desde que siendo niña su madre se lo inculcó.
El convencimiento que tiene hacia esta panacea es tal que incluso coge la tablet que le regalamos hace un par de navidades y tras una búsqueda en Google me muestra los resultados de aquellas páginas que aseguran que tomar un vaso de leche ayuda a dormir (evidentemente yo le muestro aquellas que dicen lo contrario). Pero a pesar de ello me dice categóricamente que alguna que otra noche que no ha podido tomar su vaso de leche no ha podido conciliar el sueño y cuando sí lo bebe el efecto sedante es inmediato.
Y es que la verdad, para mi madre y una infinidad de personas, el hecho de tomar un vaso de leche antes de acostarse sí que les ayuda a conciliar el sueño, pero esto ocurre en realidad por puro efecto placebo debido a que lo que les funciona es el ritual de realizarlo cada noche y no el hecho de que la leche sea un alimento que contenga triptófano, un aminoácido que ayuda a mantener los niveles de serotonina y melatonina en el cerebro (tal y como indican aquellos que defienden la hipótesis de que es un buen somnífero).
Si el hábito de tomar leche antes de acostarse lo sustituimos por el de cualquiera de estos otros: leer un libro, rezar unas oraciones, escuchar un poco de música, masturbarse, realizar ejercicio relajante o yoga e incluso que te cuenten un cuento, encontraremos que el resultado es exactamente el mismo: todos ayudan a conciliar el sueño y es que a cada persona le funciona una cosa distinta, aquella que de manera rutinaria esté acostumbrada a realizar el momento previo a meterse en la cama (o cuando ya esté dentro de ella).
Posiblemente más de un lector del blog se esté preguntando que si, tal y como he comentado un par de párrafos más arriba, la leche es rica en triptófano y está demostrado que éste es un aminoácido que ayuda a inducir el sueño, por qué no va a ser efectivo en un vaso de leche caliente antes de dormir…
Y es que la respuesta es muy sencilla: porque la cantidad de triptófano que un vaso de leche contiene es ínfima y para que realmente pudiese hacernos efecto dicho aminoácido tendríamos que ingerir varios litros. Incluso está demostrado que el triptófano presente en otros productos lácteos (como el yogurt o el queso) es muy superior al de un vaso de leche, así como en otros alimentos como el bacalao (hasta diez veces más); legumbres como las lentejas, la soja o garbanzos; cereales como el arroz silvestre o el trigo; frutas como el aguacate o las naranjas; la carne, infinidad de pescados e incluso multitud de frutos secos.
En resumidas cuentas… lo que realmente va bien para conciliar el sueño más rápidamente es realizar una rutina que nos sea placentera y será nuestro propio cerebro el que se encargue de proporcionarnos la serotonina y melatonina que necesitamos para dormir rápida y placenteramente pero el triptófano de la leche nada habrá intervenido en ese proceso.
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Fuentes de consulta: Juan Revenga (El nutricionista de la general) / sabescuidartehoy / cocinatis / uamshealth / sleepbetter
Fuente de la imagen: zac-attack (Flickr)
Tags: ¿Es verdad que un vaso de leche caliente ayuda a conciliar el sueño?, ¿Por qué algunas personas creen que tomar un vaso de leche les ayuda a conciliar el sueño?, alimentos ricos en triptófanos, aminoácido, cama, cerebro, conciliar el sueño, costumbre, dormir, dormir rápidamente, efecto sedante, ir a dormir, leche, leche caliente, melatonina, ritual, rutina, rutinas antes de acostarse, sedante, serotonina, somnifiero, sueño, tomar un vaso de leche, triptófano, vaso de leche | Almacenado en: Curiosidades Científicas, Curiosidades de la alimentación, Destripando Mitos Leyendas Urbanas y Supersticiones, Preguntas con respuesta
Alfred López 27 de mayo de 2015
Durante algún tiempo creí que era un bicho raro porque tenía la costumbre de bajar el volumen de la radio (e incluso apagarla) en el momento exacto de empezar a buscar una plaza de aparcamiento. Después, con el tiempo, me di cuenta que no era el único que lo hacía y que era algo habitual que realiza muchísimas personas cuando intentan estacionar su vehículo.
Esto no le ocurre a todo el mundo pero sí a un buen grupo de persona que no estamos dotados de un cerebro multitarea, o lo que es lo mismo, no estamos capacitados para hacer algo que requiere nuestra concentración (en este caso buscar un hueco donde aparcar) y al mismo tiempo que haya un factor externo que pueda distraer nuestra atención (escuchar la radio o mantener una conversación con el copiloto).
No sólo nos ocurre cuando buscamos sitio donde aparcar, también cuando conducimos por un lugar que no conocemos y debemos ir mirando las diferentes señales y carteles.
Evidentemente sí que podemos hacer varias cosas a la vez, pero siempre y cuando no requieran toda nuestra atención.
Podemos pasear e ir charlando amigablemente, atender llamadas de teléfono y pensar en nuestras cosas al mismo tiempo, pero si tenemos que resolver una duda (por ejemplo hacer un cálculo mental) el ritmo en el que vamos paseando desciende e incluso llegamos a pararnos para pensar con más claridad.
Lo mismo ocurre si estamos trabajando, cocinando o realizando alguna tarea y tenemos de fondo puesta la radio o televisión, si de repente nos surge un problema y debemos resolverlo antes de hacerlo bajaremos el volumen o apagaremos el aparato de un modo espontaneo.
Los más jóvenes están mucho más preparados para poder realizar varias cosas a la vez, aunque una de ellas requiera más atención. Ello es debido a que han crecido en un entorno rodeado de las multifunciones que internet y las redes sociales les proporciona, y esto se nota en que son los que mejor preparados están para ir comentando lo que están viendo por la televisión, en un concierto o un evento y no perder el hilo de ello, mientras que las personas más mayores nos cuesta un mundo hacerlo y cuando tuiteamos sobre algo que sale por la tele (por poner un ejemplo) durante esos segundos estamos perdiendo la atención de lo que ha ocurrido en el programa o, por decirlo de otro modo, perdemos el hilo.
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Fuente de la imagen: backtoblack18 (deviantart)
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Alfred López 18 de marzo de 2015
Nuestro cerebro está compuesto por dos hemisferios que se dividen en el derecho e izquierdo, teniendo asignado cada uno de ellos una serie de funciones muy específicas. Dependiendo del lado que utilicemos más seremos más o menos hábiles para realizar unas cosas u otras.
En el hemisferio izquierdo se desarrolla todo aquello que tiene que ver con la lógica, la habilidad numérica, la ciencia, el razonamiento o el lenguaje hablado y escrito.
Por su parte, las personas que utilizan más el hemisferio derecho suelen estar más capacitadas para las labores creativas (artísticas, musicales…), están dotadas de una buena imaginación e intuición y percepción tridimensional.
En la siguiente infografía queda bastante detalladas algunas de las habilidades que se desarrollan en cada uno de los hemisferios de nuestro cerebro. Evidentemente, todo esto está muy generalizado y es tan solo una pincelada de lo muchísimo que puede dar de sí.
Fuente de la infografía: fundacioncit
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Alfred López 03 de noviembre de 2014
Tiempo atrás os traía al blog la curiosa anécdota de cómo el poeta Wallace Stevens encontraba la inspiración mientras daba largos paseos, en los que iba anotando en trozos de papel todo lo que se le iba ocurriendo mientras caminaba.
Y es que está demostrado que el echar a caminar, cuando uno necesita tener una idea, es uno de los más efectivos métodos para conseguir que las musas de la inspiración vengan a visitarnos.
Yo mismo puedo dar fe de que así es (al menos en mi caso). Diariamente me paso un gran número de horas sentado frente al ordenador o consultando infinidad de libros donde encontrar información con la que escribir los posts que publico en los diferentes blogs en los que trabajo, para mi próximo libro, las charlas que imparto o mis colaboraciones radiofónicas. Hay momentos en el que la actividad es tal que acabo bloqueándome y soy incapaz de escribir dos párrafos seguidos sin que me quede en blanco. Es cuando decido levantarme de la silla y comienzo a caminar de un lado para el otro del pasillo o salgo a dar un paseo por los alrededores de mi casa.
Y la verdad es que es mano de santo, tras unos minutos caminando comienzan a fluir las ideas y palabras que hace tan solo un instante era incapaz de encontrar.
Todo se debe a los cambios que experimenta nuestro organismo en el momento que nos levantamos de la silla y echamos a caminar. Solo por el hecho de andar un poco nuestro corazón comienza a bombear más rápido, enviando mucha más sangre a nuestro diferentes órganos (entre ellos el cerebro) y permitiendo que llegue oxígeno con mayor frecuencia. Esto provoca que los procesos mentales se realicen con mayor agilidad y más eficazmente.
En un estudio realizado por la Universidad de Stanford, los investigadores Marily Oppezzo y Daniel Schwartz sometieron a 176 voluntarios a diferentes pruebas, determinando la eficacia de caminar a la hora de conseguir que las ideas fluyan y podamos pensar mucho mejor mientras andamos.
Da lo mismo si lo hacemos en nuestra propia habitación, yendo pasillo arriba y abajo (como es mi caso en algunas ocasiones), si andamos sobre una cinta, por la calle o en el campo… nuestro corazón bombea más rápido y nuestro cerebro recibe más sangre y oxigeno, una combinación perfecta para inspirarnos.
Eso sí, el estudio señala que esos paseos son muy beneficiosos a la hora de intentar ser creativos y tener diversas ideas o puntos de vista, pero no lo es tanto a la hora de tener que concentrarnos para encontrar una solución concreta, una única y especifica respuesta, debido a que los paseos favorecen a nuestra creatividad pero nos dispersan de la concentración.
También nuestra creatividad puede ir en aumento cuanto más atractivo es el entorno que elegimos para dar el paseo, no siendo lo mismo caminar sobre la cinta en casa que hacerlo en el campo.
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Alfred López 03 de septiembre de 2014
No hay una sola prueba o evidencia que demuestre que tan solo utilizamos un 10% de nuestro cerebro, pero a pesar de ello se ha hecho mucha literatura (y últimamente cinematografía) al respecto, por lo que éste ha acabado siendo uno de los mitos (ya convertido en leyenda urbana) que más éxito tiene entre los amigos de propagar y creer en este tipo de cosas.
Si nos ponemos a indagar de dónde surge este mito nos encontraremos que muchas son las fuentes que se lo atribuye a Albert Einstein. Según dicen, el famoso físico en una ocasión dio como respuesta (a modo de guasa) que ‘él tan sólo utilizaba el 10 % de su cerebro’ y parece ser que dicha contestación quedó perpetuada como algo generalizado para el resto del planeta. También hemos de tener en cuenta que son centenares las citas y frases pertenecientes a otras personas y que le son asignadas a Einstein sólo por el hecho de ser el científico más conocido de la historia, dándole así cierta credibilidad por mucho de que eso pueda tratarse de una falacia. Evidentemente, la irrupción de internet y las redes sociales han ayudado a difundir este tipo de mensajes erróneos.
Otro de los posibles orígenes de este mito está en la cita ‘Estamos haciendo uso de tan solo una pequeña parte de nuestros posibles recursos físicos y mentales’ que fue incluida en el artículo ‘The energies of men’ (Las energías del hombre) escrito por el prestigioso psicólogo neoyorquino William James y que fue publicado en 1907 en el ‘The American Magazine’. Esta frase ya había sido pronunciada una década atrás por el propio profesor James en la Universidad de Harvard .
Pero también nos encontramos con quienes apuntan que, muy posiblemente, el mito naciera a principios del siglo XIX, cuando era habitual que los charlatanes y vendedores ambulantes viajaran de una población a otra con el fin de vender sus ‘productos milagros’ (crecepelo, tónicos que daban fuerza y vigor o algún elixir que aseguraba proporcionar una memoria e inteligencia prodigiosas). Para poder venderlos mejor, durante sus demostraciones de charlatanería, intentaban convencer a la gente que se agolpaba frente a ellos de que el cerebro del ser humano todavía no había llegado a su potencial máximo y que ingiriendo su producto lo conseguirían; un argumento que con una teatralizada demostración y utilizando las palabras adecuadas lograba convencer a los presentes vendiéndose un buen número de brebajes.
Cabe destacar que en realidad los seres humanos utilizamos la totalidad de nuestro cerebro y todas las resonancias magnéticas, tomografías por emisión de positrones o PET y otros estudios por imágenes que se han realizado para determinar la actividad del cerebro, no han mostrado zonas del cerebro inactivas (en personas sin lesiones cerebrales, evidentemente).
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Curiosidad que forma parte del libro “Vuelve el listo que todo lo sabe” de Alfred López publicado por Editorial Léeme Libros.
Compra el libro online y recíbelo a través de un mensajero en tan solo 24 horas y sin pagar gastos de envío: http://latiendadeleemelibros.bigcartel.com/product/vuelve-el-listo-que-todo-lo-sabe
Fuentes de consulta: archive.org / scientificamerican / livescience / BBC / Naukas / Quo
Fuente de la imagen: Yoel (morguefile)
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Alfred López 16 de enero de 2009
Siempre he oído decir que el montar en bicicleta nunca se olvida…
Podemos tirarnos muchísimos años sin subir a una, pero nuestras neuronas recuerdan perfectamente como se pedalea.
Según ha comprobado un estudio de la University College de Londres, cuando montamos en una bici, sin haberlo hecho quizás en décadas, nuestro cerebro recupera lo que aprendimos de niños… primero con tres ruedas, luego con cuatro, y al final con dos… eso dejó en nuestro cerebro una huella neurológica indeleble. El pedaleo quedó grabado en las sinapsis (conexiones entre neuronas), que se formaron como si fuera una fotografía.
Por eso, al montar de nuevo en una bicicleta lo hacemos como si hubiera sido ayer mismo cuando montamos por última vez.
(Fuente: QUO)
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