La amatista es una piedra fina de tonalidad violeta, que se forma a partir de cuarzo transparente teñido por óxido de manganeso. La intensidad de su color puede variar, desde tonos más suaves hasta tonos más oscuros.
El término ‘amatista’ proviene del griego ‘amethystos’, y el significado que se le dio (antes de hacer referencia a una piedra) era el de ‘no intoxicado’, ‘no borracho’ o ‘no ebrio’.
Según la mitología griega, el dios del vino Dionisio se enfureció con la diosa Artemisa y juró vengarse en el primer mortal que se cruzara en su camino. Ese mortal resultó ser una joven llamada Amatista, quien, al ser perseguida por Dionisio, pidió ayuda a Artemisa para escapar. Artemisa la convirtió en una estatua de cuarzo transparente para protegerla de Dionisio y cuando este vio lo que había sucedido, se arrepintió de su comportamiento y vertió vino sobre la estatua, dándole a la piedra su color púrpura característico.
Desde la antigüedad, la piedra de amatista ha sido valorada por su belleza y asociada con la realeza. Los antiguos egipcios y griegos la usaban como amuleto contra la embriaguez y la intoxicación (de ahí su significado), mientras que los romanos la utilizaban como piedra de protección en sus anillos de sello.
En la Edad Media, la amatista se convirtió en una piedra muy apreciada por la Iglesia Católica, motivo por el que se encuentra incrustada en numerosas joyas, objetos litúrgicos y anillos de jerarcas religiosos de la época.
Comúnmente las botellas de vino o cualquier espumoso (cava, champán), suelen ser de 75 centilitros. A pesar de que esa medida es la estándar, en los comercios y algunos establecimientos de hostelería podemos encontrarnos con botellas de diferentes tamaños (más grandes y más pequeñas) y cada una tiene un nombre:
Benjamín. Se trata de las botellas más pequeñas, cuya capacidad es de 18,7 centilitros, lo que equivale a un cuarto de la botella estándar, la medida exacta para servir una copa. También podemos encontrar que se denomina piccolo o split. El término benjamín proviene de un nombre bíblico.
Chopine. Un cuarto de litro o 25 centilitros. Es una medida poco común y a veces se ofrece como recuerdo en algún evento, no solo con vino, sino también de aceite. El término proviene del francés y este, a su vez, lo recibió del alemán schopen, cuyo significado es ‘cucharada’. Es curioso que el chopine en Francia se consideraba una medida equivalente a una pinta de cerveza (algo más de 400 mililitros).
Demi. Las botellas cuya capacidad es de 37,5 centilitros son conocidas de este modo y también como media botella, debido a que equivale a la mitad de la estándar. El término demi proviene del francés y significa ‘mitad’.
Jennie. Nombre que se le da a algunas botellas de medio litro (poco comunes) en las que se embotellan vinos dulces o generosos. Según indican algunas fuentes, la denominación proviene de un tipo de aguardiente que se embotellaba en Gales.
Clavelin. Extraña medida de 62 centilitros en el que se embotellaba el vino procedente de los viñeros de Jura (en el este de Francia). Parece ser que el 38 % del vino amarillo elaborado se perdía por evaporación natural, por lo que de cada litro quedaban esos 62 centilitros. La denominación clavelin proviene del apellido de la familia, que, en el siglo xviii, le encargó a una fábrica de vidrio de La Vieille-Loye que les fabricaran botellas de 0,62 litros para embotellar su preciado vino amarillo.
Estándar. Medida común del embotellado de vinos, espumosos y bebidas espirituosas. Son 75 centilitros, tal y como explico en la cabecera de la página.
Litro. Curiosamente una medida muy poco común para embotellar ese tipo de bebidas.
Mágnum. Tiene una capacidad de 1,5 litros. Su nombre proviene del latín y significa ‘grande’.
Marie Jeanne. Botella con capacidad de 2,25 litros, equivalente a tres botellas estándar y muy común en Francia para embotellar coñac o vino de Burdeos. Posiblemente reciba tal denominación en homenaje a Juana de Arco.
Doble mágnum. Tres litros, cuatro botellas estándar y el doble de la botella mágnum, de ahí su nombre. Curiosamente, en la región de la Borgoña esta medida se conoce como jeroboam(nombre de dos reyes de Israel)
Rehoboam. Cuatro litros y medio o seis botellas estándar. La denominación la recibe en honor al rey de Judá Roboam.
Matusalén. Nombre que reciben las botellas de 6 litros (equivalente a 8 de tamaño estándar). En Burdeos es conocido como imperial. La denominación matusalén hace referencia a uno de los patriarcas bíblicos.
Salmanazar. Nueve litros o 12 botellas de 75 centilitros. Corresponde al nombre del rey asirio que deportó las tribus de Israel. En algunos lugares esta medida también es denominada mordechai, por el nombre de un personaje del Antiguo Testamento.
Dame-jeanne o damajuana. Nombre recibido por una especie de garrafa de diez litros de capacidad en la que se embotellaba el vino de la Provenza. Parece ser que recibía dicha denominación de la reina Juana I de Nápoles, quien, según cuenta la leyenda, se refugió un día de tormenta en el taller de un maestro botellero; este le permitió a la monarca que soplase un recipiente y, gracias a su gran capacidad pulmonar, consiguió hacer, de un soplido, una botella de diez litros.
Baltasar. Este nombre de uno de los tres Reyes Magos va para la botella de 12 litros (16 de 0,75 centilitros de capacidad).
Nabucodonosor. Famoso gobernante de Babilonia que da nombre a las botellas de 15 litros (20 botellas estándar).
Melchor. Otro de los Reyes Magos que dio nombre a una botella de vino, en este caso las que tienen 18 litros de capacidad (equivalentes a 24 normales). Cabe destacar que en la Borgoña esta medida recibe el nombre del rey de Israel Salomón.
Melquisedec. Rey de Salem, este personaje bíblico da nombre a las botellas de 30 litros (40 estándares), cuyo peso supera los 50 kilos.
El término aperitivo proviene del latín tardío ‘aperitīvus’ y éste del clásico ‘aperire’, cuyo significado era ‘abrir’, ‘apertura’. Y es que el concepto de este bocado que se toma antes de las comidas no es otro que abrir el apetito.
Aunque comúnmente llamamos de ese modo a todo lo que compone ese refrigerio, cabe señalar que en sus orígenes tan solo hacía referencia a la bebida, normalmente dulce (solía ser un vino tipo quina) que se tomaba antes de comer con intención de abrir el apetito. Posteriormente, con el paso del tiempo, se le fue añadiendo algunos alimentos para acompañar esa bebida.
Como dato curioso, cabe señalar que años atrás a los niños se les daba de beber un poco de quina con el fin de abrirles el apetito y de ese modo no se dejarían la comida, cena o merienda. En el siguiente vídeo podréis ver un anuncio de publicidad de hace unas décadas.
Décimo tercera entrega de la serie de post dedicados a traer a este blog un buen número (de docena en docena) de cosas que quizás no sabíais cómo se llamaban en realidad o que, posiblemente, conocías pero con otro nombre distinto.
Espero que la selección de palabras que he hecho en esta ocasión sea de vuestro agrado, al igual que ha ocurrido con las veces anteriores.
Orto: Posiblemente, si eres de procedencia sudamericana (más concretamente de Argentina) te haya venido a la mente la palabra ‘ano’; pero no, el ‘orto’ al que me refiero en esta entrada nada tiene que ver con la anatomía sino con la astronomía, ya que hace referencia a la salida o aparición del Sol u otro astro por el horizonte.
Hoploteca: Se refiere al museo donde se guarda o exhiben armas antiguas.
Búcaro: Es la jarra o vasija hecha de arcilla en la que antiguamente se servía o bebía el agua. Su etimología proviene precisamente de la arcilla rojiza utilizada para realizarlas.
Contrahuella: Es el plano vertical que vemos en cada uno de los peldaños de una escalera.
Trinquis: Forma coloquial de llamar al acto de dar un trago de vino o licor.
Confuerzo: Hace referencia a los banquetes fúnebres. Seguro que en más de una ocasión habéis visto en alguna película o serie (sobre todo estadounidense) que tras un entierro los dolientes se reúnen en una casa donde se sirve de comer y beber (e incluso cada asistente lleva alguna cosa). Esta costumbre ya era realizada en la antigüedad, tanto en las culturas egipcia, griega como romana e incluso podemos encontrar referencias a ello en la Península Ibérica en los siglos XVI y XVII.
Pluscafé: Es la copa de licor que suele tomarse en la sobremesa, tras el café.
Andel: Huella o surco que deja el paso de la rueda de un carro (u otro vehículo) por un terreno (campo).
Gavilancillo: Es la punta curvada o pico que tiene la hoja de la alcachofa
Mitón: Guante hecho de punto que deja los dedos al descubierto.
Dextrógiro: Que gira o da vueltas en el mismo sentido que las agujas del reloj.
Levógiro: Al revés que el término anterior. Que gira o da vueltas en el sentido contrario a las agujas del reloj.
1) El motivo por el que al tomar vino tinto se nos queda la lengua seca y áspera y al tomar vino blanco no es debido a la presencia de los taninos, que son unas moléculas, del grupo de los polifenoles, que se encuentran en la piel de la uva. El mosto para vino blanco no está en contacto con la piel que es la que dará color al vino.
2) El Comandaría, un vino de mesa dulce que se elabora en la isla de Chipre, es el vino más antiguo del mundo que aún se produce. Según estudios, este caldo ya se elaboraba hace más de tres mil años.
3) El ‘Vin Mariani’ fue un vino creado en 1863 que contenía extractos de hoja de coca y al que se le atribuía una gran cantidad de propiedades terapéuticas. En los carteles publicitarios de este vino aparecía el papa León XIII, quien dio permiso para ello, ya que era un gran consumidor del mismo.
4) El vino no sabe mejor solo porque sea más caro. Es nuestro cerebro quien nos convierte en esnobs pues se activa en la corteza orbitofrontal el mecanismo de procesamiento del placer y la recompensa en el momento en el que creemos estar disfrutando de algo exclusivo, como por ejemplo beber un vino caro.
5) La oenofobia es el miedo irracional y enfermizo al vino.
También puedes visionar esta curiosidad publicada en mi canal de Youtube https://www.youtube.com/c/AlfredLopez
Te invito a visitarlo, suscribirte, darle a ‘me gusta’ y compartir en tus redes sociales.
Es común utilizar el término ‘chorrada’ para referirse al poco valor que tiene algo (‘me he comprado cuatro chorradas’) o señalar que se ha dicho alguna tontería o necedad (‘¡deja de decir chorradas!’).
El origen de dónde surge utilizar dicho término para referirse a esas acepciones lo encontramos en la época en la que los líquidos se compraban a granel (vino, aceite, leche…). Era norma que el tendero dispensase tras la cantidad solicitada (por ejemplo un cuarto de litro de vino) una pequeña porción más de producto (a modo de propina) que era conocido como ‘chorrada’.
Pero ese pequeño chorro de más solía ser tan ínfimo que resultaba algo ridículo y escaso, por lo que surgió denominar de ese modo a todo aquello que tenía poco valor.
Desde hace un tiempo a esta parte muchos son los especialistas en salud y nutrición que advierten de los peligros que supone la ingesta de alcohol y han descartado por completo aquella vieja recomendación (camuflada en consejo médico) que indicaba que una copa de vino con las comidas era saludable.
Y numerosas son las (erróneas) publicaciones que encontramos en las que hablan de los beneficios antioxidantes e incluso anticancerígenos de la cerveza o cómo el whisky es un perfecto vasodilatador y que aquellas personas que sufrieran del corazón o tuvieran mala circulación sanguínea mejorarían su saludo tomándose una copa de vez en cuando.
Pero hubo un tiempo en el que el consumo de alcohol estaba instalado en el día a día de cualquier persona e incluso se le daba de beber a muchos niños de corta edad; por ejemplo existía la costumbre de dar una copita de quina (vino dulce) para abrirles el apetito, el mojar el chupete de un bebé en anís para que dejase de llorar (sobre todo cuando le estaban saliendo los primeros dientes) o en las celebraciones navideñas se les servía un ‘culín’ de cava (por aquel entonces llamado genéricamente champán) para que brindasen con los mayores.
Días atrás, navegando por la red, me encontré con un antiquísimo artículo del 31 de enero de 1927, en el que en el periódico “El Eco de Valdepeñas” se alababa las virtudes del vino y se intentaba demostrar (amparándose en una publicación de una revista científica de Berlín) que este caldo no era nocivo para la salud y en el que se podía leer cosas como que:
[…]un hombre normal bien equilibrado, que se alimente bien y haga vida activa puede emborracharse hasta 2.000 veces en un período de diez a doce años sin comprometer su salud de una manera seria[…]
Eso sí, más adelante el mismo artículo indicaba que “una vez superadas las dos mil borracheras se empieza a correr un gravísimo peligro”.
Me llamó mucho la atención ese artículo, lo pegué en una imagen (citando la fuente, evidentemente) y lo compartí a través de mi cuenta de twitter, suscitando muchísimas reacciones.
Artículo de 1927:
El vino no es nocivo para la salud «Un hombre normal bien equilibrado, que se alimente bien y haga vida activa puede emborracharse hasta 2.000 veces en un período de diez a doce años sin comprometer su salud de una manera seria» 😱
via https://t.co/1j6sh1E2Brpic.twitter.com/6LuJsyLSCf
Muchos han sido los estudios que se han realizado en los que se ponía a prueba la capacidad de varios voluntarios para apreciar un buen vino o distinguir a éste entre otros de menor calidad. Una de las muchas pruebas consistía en hacerles probar varias copas conteniendo el mismo tipo de vino en todas pero indicándoles que se trataba de diferentes caldos y con calidades y precios distintos.
Evidentemente, la inmensa mayoría de voluntarios marcaba como el mejor de todos aquel al que se le había asignado un precio más elevado e incluso, para rizar más el rizo, a algunos participantes se les comentó que procedían de diferentes años de cosecha. Aquellos voluntarios que tenían algún pequeño conocimiento sobre el tema y sabían que una añada había sido mejor que otra rápidamente indicaban que ese era el mejor vino de todos.
Y es que se ha demostrado que es realmente nuestro cerebro quien nos hace convertirnos (inconscientemente) en esnobs, activándose en la corteza orbitofrontal el mecanismo de procesamiento del placer y la recompensa en el momento en el que creemos que estamos disfrutando de algo exclusivo, como por ejemplo beber un vino caro –aunque en realidad se trate de uno barato- o cuando nos damos un capricho caro (ir a degustar un menú con estrella Michelin, acudir a un evento exclusivo o que nos dejen entrar a un reservado o zona vip).
Esto también ocurre con frecuencia al adquirir y vestir ropa de marca. Si le quitásemos a una prenda exclusiva la etiqueta por la que se distingue, el hecho de vestirla no nos produciría esa placentera sensación de elitismo sobre los demás.
Días atrás, mientras estábamos disfrutando de una comida entre amigos, a la hora de los postres el camarero nos obsequió con una botella de cava y uno de los comensales presentes se percató de que su capacidad era de 75 centilitros (la misma cantidad que las botellas de vino que todavía estaban por allí). Evidentemente el siguiente paso fue preguntarme a mí por qué el vino y cava se embotella en esa medida y no en botellas de un litro.
Pues bien, no se sabe a ciencia cierta la verdadera razón, ya que dependiendo a qué fuente o experto le consultes te responderá una cosa distinta (de las varias hipótesis que existen).
Por una parte encontramos que esa cantidad de vino es la que se estipuló que era la adecuada para ser consumida diariamente por una persona durante la hora del almuerzo (sobre todo pensando en los obreros que debían de continuar trabajando después de comer). Si se sobrepasaba los 75cl en una sola ingesta ya era peligroso (tal y como se pensaba años atrás, evidentemente).
Otros defienden que se hizo porque 75cl es la cantidad exacta que cabe en seis copas de vino.
También hay quien asegura que fue tras adoptarse en el siglo XIX la unidad de medida en el Reino Unido del conocido como ‘galón imperial’ el cual equivalía a 4 litros y medio (o lo que es lo mismo 450 centilitros). Cuando los vinicultores franceses empezaron a comerciar con los ingleses vieron que éstos les pedían las cantidades en galones y como debían exportarlo en cajas donde cabían seis botellas decidieron hacer los envases de 75cl que daba como resultado un galón imperial -el que se usa en Gran Bretaña- 6x75cl= 450cl (algunas fuentes apuntan que eran cajas de 12 botellas, por tanto de dos galones).
Pero el posible origen que más personas defienden es el que indica que en los orígenes de hacer las botellas de vidrio a base del método del soplado, la capacidad pulmonar media de uno de esos artesanos era aproximadamente de 80cl y se optó por hacerlas de 75cl para dar un pequeño margen (hoy en día se realizan en cadena, pero antiguamente las botellas eran hechas una por una).
Cabe destacar que hay constancia de botellas de mayor tamaño en décadas posteriores y que la regularización en Europa se realizó a mediados de los años 1970 y posteriormente, a finales de esa década, se adoptó en otros continentes (aunque en lugar de indicar 75cl en algunos países –como EEUU o Australia- pone 750ml).
Haciendo caso a varias peticiones que he recibido a través de los diferentes medios de contacto, en el post de hoy os traigo una segunda entrega con otra docena de cosas que quizás no sabíais cómo se llamaban, el cual espero sea de vuestro agrado, al igual que ocurrió la vez anterior:
Chicote:
A muchos os vendrá a la cabeza el popular chef y presentador de televisión Alberto Chicote, pero, en este caso, un chicote es el nombre que se le da a la colilla de un cigarro puro
Zorongo:
Nombre que recibe el característico pañuelo doblado (en forma de venda) que llevan en la cabeza los baturros (, el Diccionario de la RAE los define como «aragoneses rústicos»)
Guedeja:
Es la melena del león. También se le llama así a las melenas muy largas en general
Baceta:
Son aquellas cartas (naipes) que se quedan en un montón y sin repartir (también llamada baza)
Dilúculo:
La última parte en la que se divide la noche. Es justo el momento anterior al que va a asomar el primer rayo de Sol.
Boquerel:
Es la pieza que se encuentra en la manguera de un surtidor de gasolina la cual agarramos y apretamos el gatillo para que salga el combustible
Sicote:
La mugre que se acumula en el cuerpo (sobre todo en los pies) por la falta de higiene y limpieza
Bazucar:
Lo que hacemos con un vaso o cualquier otro recipiente que contiene un líquido y movemos dando giros con la muñeca con el fin de removerlo (por ejemplo el azúcar de un café cuando no tenemos cucharilla)
Bomborombillos:
Es el acto de llevar a alguien montado sobre los hombros (muy típico hacérselo a toreros, deportistas o a los niños pequeños)
Chisguete:
Se llama así al chorrito de un líquido que sale disparado con fuerza (por ejemplo el de una pistola de agua) Pero un chisguete también es pedir que te sirvan un culín de vino (un trago corto)
Zupia:
Y hablando de vino, la zupia es el poso o residuo que queda al fondo de la botella o copa
Jareta:
Es el dobladillo que llevan muchas piezas de ropa por el que se coloca y/o asoma un cordón, goma o cinta que sirve para ajustar la prenda (pantalones, sudaderas…)