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¿Cambian las relaciones sexuales tras tener hijos? ¿Son mejores? ¿peores? ¿diferentes?

“¿Cambió el sexo para ti después de tener hijos?”

La pregunta me pilló tan por sorpresa que tuve que pararme a pensar la respuesta.

Pues sí y no. Una vez pasada la famosa cuarentena y recuperada de la episiotomía, todo fue como antes si hablamos de las sensaciones. Cambian por supuesto las oportunidades. Por fuerza es diferente en lugares y tiempos, aunque no necesariamente menos frecuente, la actividad sexual de una pareja sin hijo que la de una pareja que tiene uno o dos enanos en casa.

Esta lectora que me contacta si notó cambios a nivel puramente físico. Ha notado pérdida de tensión vaginal y está liada a diario con ejercicios de Kegel para recuperar suelo pélvico. Y me cuenta que es una problemática muy común después de ser madres, que muchas mujeres experimentan estas dificultades.

Y su pregunta me ha hecho hacerme otras. ¿Habrá mujeres para las que la maternidad haya sido liberadora y ahora sus relaciones sexuales sean mejor? Me da la impresión de que sí.

¿Y habrá otras que tengan otros problemas diferentes al del suelo pélvico?

No es algo que uno comparta alegremente de viva voz, pero tal vez en un blog anónimo sea otra cosa.

Por eso os transmito la pregunta de esta lectora y madre reciente: ¿Cambian las relaciones sexo tras tener hijos? ¿Son mejores? ¿peores? ¿diferentes?

Una pareja aborta dos hijos varones sanos en su obsesión por engendrar una niña

Tengo una buena amiga que tiene dos preciosos niños varones. En este momento está embarazada del que será su tercer hijo. Ese tercer embarazo era un claro intento de conseguir una niña. Pero será otro varón y da igual, será tan amado como los anteriores, igual de amado que si hubiera sido una niña.

Por eso me horroriza la noticia que me envía Helena (muchas gracias).

Se trata de una pareja australiana que ya tiene tres hijos varones y que perdió a su única hija al poco de nacer, algo que ha traumatizado a la madre. Están litigando para que se les permita una fecundación in vitro en la que se haya seleccionado el sexo para tener una niña. En primera instancia se lo han negado, pero han declarado que están dispuestos a luchar todo lo que haga falta.

Eso no es lo que me horroriza obviamente. Puedo entenderlo perfectamente. Lo que me parece sencillamente espeluznante es que esa pareja ha abortado recientemente a dos gemelos completamente sanos concebidos mediante fecundación in vitro simplemente por su sexo: eran dos varones.

En Australia hay opiniones para todos los gustos: hay quien defiende que adopten una niña, hay quien no ve nada malo en que les concedan su deseo si se demuestra que, com así parece, serán buenos padres, hay quien cree que deben ponerse en manos de psicólogos o psiquiatras…

A mí esto de la selección genética del sexo a voluntad del consumidor/padre me parece la puerta de inicio a un futuro como el de Gattaca. No me gusta ni un pelo.

Uno tiene un hijo para amarlo, sea como sea ese hijo, resulte ser niño, niña, homosexual, gordito, con autismo o con la nariz más grande del mundo.

Y abortar a dos niños por que eran varones me empuja a considerar que efectivamente esa pareja necesita ayuda profesional para superar el trauma de su hija muerta antes que una nueva niña.

¿Qué pensaría esa hipotética criatura cuando crezca y sepa lo que hicieron sus padres, erradicar a dos posibles hermanos por su culpa?

Un tema complejo. ¿Verdad?

El sexo y el colecho, el culo y las témporas

Me sorprende que siempre que hablo del colecho salga en bastantes comentarios el tema del sexo. Y que salga como sale, asumiendo que dormir con tu bebé supone el fin de la vida sexual e incluso de la relación de pareja.

Si leéis mis viejos posts sobre el tema lo comprobaréis.

El colecho no impide tener buen sexo. Me parece tan obvio que no entiendo ni que haya que explicarlo.

No lo impide ser joven y no tener un techo (ni un coche), así que el colecho menos.

Si hay deseo hay sexo. Tan sencillo como eso.

Si hay deseo se encontrará la oportunidad.

Y obviamente no estoy hablando de tener sexo en la misma cama en la que duerme el bebé como alguno sugería por ahí.

Tampoco hay que tener una imaginación prodigiosa.

Lo único que impide que una pareja tenga buen sexo con la frecuencia que desee es la falta de ganas.

Y esa falta de ganas puede ser temporal o definitiva y tener muchas causas: el estrés, el tedio, el agotamiento físico, algún tratamiento farmacológico, el abuso del alcohol, la existencia de otros problemas tal vez muy soterrados en la persona.

Pero el colecho no es una causa. Como mucho, será una excusa.

El Deseo

Hace pocos meses que conozco a María Fernanda Ampuero, y pronto pude comprobar lo bien que escribía. Era algo que ya me habían adelantado.

Mantiene algún que otro blog e incluso ha ganado algún que otro premio literario. Es periodista, así que es su trabajo. Pero además es su pasión. Es de esas personas a las que escribir le da aliento para avanzar. Un poco como me pasa a mí, o como pasa a alguna que otra buena amiga, aunque me da la impresión de que en ella se produce en mayor medida.

Hace pocos días compartió conmigo vía Facebook una pieza titulada Fantasías sexuales.

Sólo está en Facebook. Ahora ella me ha dado permiso para que también perdure digitalmente en este blog.

Espero que lo disfrutéis.

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire (…) No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj”. Julio Cortázar, Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj.

Y llega un día, señoras y señores, en el que la vida de una ya no es más de una: es del Deseo.

El Deseo, voraz y cavernícola, te controla, te conduce, te domina, te impulsa. No existe más que él.

Saben a lo que me refiero: esa incapacidad de ser racional, ese cambio de conducta, esas ansias, ese no hablar de otra cosa. Sí, sé que saben a qué me refiero.

Muchas lo han vivido o lo están viviendo ahora. Hablo por nosotras, mujeres de más de 30 años, presas, como yo, del Deseo más inquietante, más ajeno y propio al mismo tiempo, del más total.

Estoy hablando, claro, del Deseo que genera el aparato más perfecto y más temible jamás inventado, del eficientísimo servidor de la naturaleza, del incansable, inagotable, infatigable, tenaz, persistente, obstinado, laborioso, diligente, voluntarioso, activo, trabajador… ¡Reloj Biológico! (música de película de miedo, sonido gutural, grito).
Oigan, de verdad, no se rían. Resulta toda una experiencia para una mujer el despertar del aparatito (por llamarlo de alguna forma, ya que hace más ruido que la campana de 13 toneladas del Big Ben de Londres).

“¿Cómo pasó esto?”, me pregunto todos los días. “¿Cuándo pasó esto?” Quién sabe, tal vez la cosa estaba como el celular en modo ‘silencio’ hasta que un día, en algún lado, alguien le cambió el tono a ‘muy alto’ y desde ahí no hay quién lo pare: ¡tictac, tictac, tictac, tictaaaaaaaaaaaaaaaaaaac! Sin parar, día y noche, como el conejito de Energizer (que sigue y sigue y sigue).

Les juro por Dios que lo oigo. Me estoy quedando dormida y tictac, tictac, tictac. Me miro al espejo y tictac, tictac, tictac. Mastico mi tostada y tictac, tictac, tictac.

Pero resulta que cuando voy asumiendo la cantaleta y le dejo de hacer caso, se descarga otro politono y empieza dong, dong, dong o clan, clan, clan o ding, ding, ding o crash, crash, crash.

La idea es yo que lo escuche. Fuerte y claro, en estéreo. La idea es que le haga caso. Qué eficiencia tiene, de verdad.

Y cuando veo a un bebé… Uy, jesucito de mi vida, empieza a darle y darle con toda la fuerza de su ancestral maquinaria pum, rast, plas, bim, bam, bum hasta que el corazón se me pone como si tuviera a Guns & Roses en concierto por dentro. ¡Qué locura: llevo 34 años con este mismo cuerpo y ahora resulta que tenía un alien dentro de él!

Porque, verán, yo nunca fui maternal.

Cuando mis amiguitas se despelucaban y se arrastraban como Alfaro por el Policentro por el Chicho Belo, la Picolina, el Nenuco, el Agugú, el RN, yo pedía la Barbie ejecutiva, la vaquera, la Reina de Corazones, la Princesa Leia.

Una vez, me acuerdo, me regalaron un bebé y, por mi tendencia a decapitar muñecos (“Freud, ¿tú qué dices?”), la cabeza no le duró mucho en su sitio.

Tampoco tuve el clásico Cabagge que acunaban todititas mis conocidas, ninguna muñeca mía se hacía pipí, ni había que darle papilla o pasearla en coche: ellas tenían una profesión, un carro fucsia, un romance con Ken y más de 20 años.

Y crecí como suelen hacer las niñas y la cosa seguía igual: poquito novio en el horizonte, nulas expectativas de cantar “qué diversión, la Familia Corazón” y por supuesto cero deseos de reproducción.

¿Bebés? Nanay del Paraguay. Yo quería conocer mundo, triunfar con mis libros, ser todo lo que podía ser y más…

Hasta ahora, que nada más escribo la palabra bebé y ya me asoma una lagrimita, que parezco una gelatina tarada cada vez que se me acerca un niño y que, como si fuera de esos depravados adictos al porno en internet, tengo que ocultar de mi jefe las omnipresentes fotos de los preciosísimos hijos de mis amigas del Facebook.

¡A mí es que tendrían que poner el babero!

Resumiendo, estoy, como dice Benedetti, “jodida y radiante” con este tema. Y hay más, porque el Reloj, no contento con tenerme el día entero a merced del estremecimiento, llena mis noches de bebitos.

Bebitos en la playa, bebitos llorando, bebitos que son míos, bebitos que no son míos pero que robo y huyo, bebitos chiquitititos como Pulgarcito, bebitos que me sonríen desde los brazos de mi marido. No es un caso aislado: mis sueños están literalmente poblados de bebés.

Así están las cosas: ni dormida ni despierta dejo de verlos. Tan grave es que en la cama de mis ensoñaciones, donde antes estaba George Clooney, ahora hay un bebé dormido.

Así que si cuando vieron el título de este artículo pensaron en que revelaría cosas del tipo de Atracción Fatal, lamento decepcionarlos: las únicas fantasías sexuales que me quedan son si va a ser niño o niña.

¿Niño o niña?

Ya os conté hace tiempo, cuando Julia aún no había nacido, mis motivos para no ponerle pendientes nada más nacer.

Pues estoy descubriendo que eso la traviste en niño para muchísimas personas.

Puedo llevarla de rosa de arriba a abajo, que siempre habrá alguien que le mire la orejas, no vea los pendientes, e ignore todo lo demás. «¡Hola bonito! ¡Qué niño más guapo!» dirá.

Y a mí a veces me cuesta contener la risa y responder «¿Pero no ves que lleva un vestido con florecillas rosas?».

La verdad es que con la mayoría de los bebés (no con todos), a menos que haya pistas como el vestido o los pendientes, es difícil conocer el sexo. Y me resulta curioso, ya que para mí el peque siempre ha tenido cara y vocecilla de varón y la niña es indudablemente femenina en todo.

Imagino que para todos los padres es así porque llevamos concediéndoles el sexo correcto desde que estaban en la barriga.

Eso con los bebés. Luego están los niños más mayores, de dos, tres o cuatro años, que se prestan a confusión.

Esos lo pasan peor cuando la gente los confunde.

Mi padre fue uno. Era un niño que parecía una niña: era muy guapo, con rasgos muy finos y la cabeza llena de bucles rubios. Le daba una rabia enorme que creyeran que era una nena.

Y recuerdo una niña grandota y de pelo oscuro y crespo, nunca muy largo, a la que no tomaban por niño con más frecuencia gracias al uniforme con falda de tablas del colegio.

¿Seguimos imponiendo roles sexistas a los niños?

Vía Perogrullo llego a este otro blog en el que está íntegro el libro infantil al que corresponden las imágenes que os pongo. Os recomiendo que le dediquéis un minuto.

Se trata de un libro para niños muy pequeños editado en los años 70. Es decir, directamente creado para los que ahora somos padres y madres recientes.

En él se reparten los roles propios de niños (médico, piloto…) y niñas (enfermera, azafata…). A mí el que más me chirria es el de «Los niños arreglan cosas, las niñas necesitan que se las arreglen».

La moraleja es que ambos están contentísimos con lo que les toca. Que somos diferentes pero complementarios.

Y a continuación lo que me pregunto es si hoy día seguimos imponiendo roles sexistas a los niños desde la cuna. Creo que sí, aunque de manera menos directa, más sofisticada.

No debe ser casualidad que los niños de tres a seis años que conozco quieran ser pilotos, futbolistas o jefes (sí, así tal cual, jefe de lo que sea) y muchas niñas actrices, cantantes y modelos.

¿Me preocupa? No demasiado la verdad. Lo que no quiere decir que no tengamos mucho que mejorar.

Si nuestra generación, educada con libros como el de arriba, ha dado tantas ingenieras, médicas, arquitectas y arregladoras de cosas, nuestras hijas no deberían tener límites vocacionales si en su hogar se respira igualdad.

La vida sexual y la maternidad reciente

Gemma.A. es una madre reciente que suele comentar en este blog, pero también tiene el suyo propio: Ciudadano cojo.

No hace muchos días escribió «en modo broma» sobre la vida sexual de los padres recientes. Y me pareció tan divertido que he querido traeros un fragmento .

Hoy he visto un anuncio en una cadena de TV que pregunta exactamente ¿qué es para ti una vida sexual sana?

El anuncio comienza por una pareja liándose mientras sus respectivas voces en off se preguntan si deben ponerse condón o no…

AY! almas cándidas, cómo se nota que la pareja es soltera y que se trata de un rollete pasajero…la pasión se nota en el ambiente…y la única preocupación es si ponerse condón o no…

Cuando una es madre, la cosa es bastante diferente…

Para mi una vida sexual sana sería desatarme la melena y coger a mi hombretón por banda cuando me apeteciese, donde me apeteciese y en la postura que me apeteciese. Peeero, ya he dicho, que una es madre y los momentos se limitan:

a) cuando el peque está dormido (que generalmente sucede cuando uno o el otro o ambos estamos también dormidos). Resultado: vida sexual = 0

b) cuando el peque está jugando en la habitación contigua. Resultado: que sea algo rapidito ah! y sin hacer demasiado ruido que el peque nos oye y como le de por entrar ya estamos inventando una excusa de las buenas… por eso siempre con la luz apagada y las persianas bajadas, así si entra no ve tres en un burro ni dos cabalgando. ;D

c) cuando el peque está en el cole… ¡imposible! porque nosotros estamos trabajando. Resultado: vida sexual = 0 o bien te lo montas con el compi de turno (y yo no tengo compi…)

d) cuando estás de visita en casa de los abuelos, mientras ellos juegan con el peque… vale, puede resultar morboso, pero siempre las prisas, siempre las prisas…

El post completo es mucho más divertido y podéis encontrarlo aquí.

Gemma, yo añadiría dos etapas bien diferenciadas: cuando el peque puede entender lo que está pasando si te pilla en plena faena o no.

Con un niño de seis meses es mucho más sencillo que con uno de dos años, creedme.

Y añadiría otra: pese a todo, querer es poder 😉

Una semana para provocar el parto de manera natural

Ayer estuve en monitores en el hospital. ¿Qué es eso de los monitores?

Pues primero entras en una habitación, tranquila y con luz tenue, en la que hay cuatro camas. Algo similar a la imagen que he puesto.

Te tumbas en una y te colocan dos cinchas en torno a la barriga que sujetan sendos dopplers. Uno controla las contracciones, de haberlas, y otra la frecuencia cardíaca del feto.

Y ahí te tiras como poco media hora.

Después te conducen a otra sala en la que una matrona te hace una exploración vaginal para ver lo maduro que está el tema.

Por último, pasas a una tercera habitación en la que un ginecólogo te hace una ecografía a conciencia.

Así pasé yo ayer la mañana. ¿Y qué me han dicho? Pues que Julia es grande: el ecógrafo calcula ya unos 3.800 kilos. Un kilo más que hace algo menos de un mes.

Y es cierto que en el peso hay un margen de error importante, pero tanto hacia arriba como hacia abajo: podría ser que pesara 3.500, pero también podría haber superado ya los cuatro.

Además, y lo que es aún más importante que el peso, es que tiene una buena cabeza. «No creas que viene con una cabeza pequeñita de niña» fueron las palabras literales del ginecólogo.

No me ha sorprendido, su hermano también nació con una buena almendra.

Yo sigo confiada en poder parir de la forma que deseo. Y el ginecólogo me ha confirmado que soy perfectamente capaz de tener una niña de ese tamaño, pero también me ha dicho que no van a poder dejar que crezca mucho más. Y les preocupa mi cesárea previa si tienen que inducirlo.

Así que me ha dicho que haga todo lo posible para que en esta semana se decida de una vez a nacer para evitar una inducción.

¿Y qué deberes me ha puesto?

Pues por un lado andar, andar y andar. Aunque ya está encajada y eso me produce distintos tipos de molestias cuando paseo y al andar suelen darme contracciones, tengo que aguantarme y andar todo lo que pueda.

Parece ser que la presión de la cabeza del feto contra el cuello del útero puede animar a que se produzca el parto al incentivar la producción de oxitocina. Podéis ver su representación en la segunda imagen.

Normalmente paseo por la mañana: voy con el peque al parque y ando unos tres cuartos de hora o una hora.

El plan desde ayer incluye además coger al peque y a mi perra y en compañía de mi madre andar durante dos horas tras la comida, de cuatro a seis. Ayer por la tarde acabé como los que han terminado una maratón.

Y eso haremos toda la semana. Aunque reviente. Pues no soy cabezona yo… como mis hijos 😉

Lo otro que el ginecólogo nos ha dicho que hagamos es tener relacciones sexuales cada dos días para estimular la producción de oxitocina.

Y me ha recomendado aguantar con el semen dentro al menos 10 o 15 minutos. Parece ser que tiene protaglandinas de manera natural, lo mismo que contiene el gel con el que inducen los partos. En la tercera imagen está la estructura química de la prostaglandina.

Si no lo hemos logrado tendré que volver en una semana, el martes que viene que mi la fecha oficial de salida de cuentas. Y mucho me temo que me hablarán de inducir el parto de manera artificial. Sobre todo si Julia ha seguido creciendo.

Así que me he tomado muy en serio los deberes que me han puesto esta semana. Haré todo lo que esté en mi mano para que el parto se inicie de manera natural.

¿Cómo os fue el sexo en el embarazo?

Normalmente todos los libros que he leído sobre embarazos tienen al menos un capítulo sobre sexo en el embarazo.

Y todos vienen a decir más o menos lo mismo:

Por una parte que durante el embarazo la libido puede aumentar o disminuir dependiendo de cada mujer. Y en una misma mujer pueden darse ambas cosas en distintas etapas.

Casi todos coinciden en que en el primer trimestre las nauseas y el cansancio no ayudan demasiado, que en el segundo trimestre la mujer suele sentirse pletórica e incluso con la libido disparada y que en el tercer trimestre de nuevo el cansancio y sobre todo el volumen de la barriga dificultan otra vez tener relaciones sexuales satisfactorias y con frecuencia.

También insisten en que en un embarazo normal no hay ningún peligro en mantener relaciones sexuales y recomiendan distintas posturas: básicamente en las que no se aplasta la barriga, con la mujer arriba o tumbados de lado.

Y ahí suelen quedarse los libros.

En cuanto a las charlas entre mujeres para profundizar más en el tema, mi experiencia es que, salvo en el caso de las amigas más íntimas no se suelen compartir vivencias e inquietudes.

Se habla mucho con otras mujeres de la experiencia del parto, de otros aspectos del embarazo o de la crianza del bebé, pero las dudas sobre el sexo en el embarazo siguen a oscuras.

De lo de si nos sube o nos baja la libido, yo no he notado un cambio sustancial en ningún sentido. Las ganas son las mismas, pero es cierto que en el tercer trimestre el cansancio se hace notar. Y con un embarazo avanzado a veces no es fácil evitar que sea incómodo.

Además, por lo hablado con mis amigas más íntimas es verdad que a muchos padres futuros las barriga del tercer trimestre les frena. Y no por temas estéticos. Saben que no pueden hacer ningún daño al feto, pero aún así «les da cosa».

Aquí podemos hablar con libertad. ¿Cómo os fue a vosotros el sexo en el embarazo? ¿Qué miedos o dudas os surgieron?

De retomar sexo tras el parto y con un bebé recién nacido, si os parece, ya hablaremos otro día.

¿Mejor una parejita o dos hijos del mismo sexo?

Cosas del azar y los cromosomas, vamos a tener una niña. Ya lo sabéis. Así que tendremos un hijo de cada sexo.

Y es muy curioso ver la reacción de la gente cuando se entera. Hemos oído cosas como:

«¡Estaréis contentos!» «Eso es saber hacer bien las cosas» «Muy bien, que las hijas son de las madres y las hijas de los padres», «ahora que tenéis uno de cada ya no buscaréis otro»…

Lo que me hace pensar si esa misma gente pensaría de haber sido otro niño:

«¿Qué tristes estaréis no?», «Eso es no saber hacer bien las cosas», «ahora tendréis que ir a por el tercero a ver si os sale una niña»…

Imagino que, salvo por la última expresión que me consta que amigos con dos hijos del mismo sexo la han oído, no lo piensan. Así que deben ser los típicos lugares comunes.

En cualquier caso, la cosa deriva muchas veces a sí es mejor tener dos hijos de distinto o del mismo sexo con la siguiente expresión o parecida.

«Claro que por otro lado si hubieran sido dos niños mucho mejor. Jugarían más juntos y se llevarían mejor de mayores».

Sinceramente creo, y es lo que suelo contestar, que el que jueguen más o menos juntos o se lleven mejor o peor dependerá más de que tengan personalidades compatibles que del género que gasten.

Pero me sorprende la cantidad de gente que hay convencida de que no es así.

Yo, por mi parte, la única pega que veo es que no podré usar mucha de la ropa del peque con la niña. Claro que teniendo en cuenta que uno nació en agosto y la otra nacerá a finales de febrero o principios de marzo, tampoco hubiera podido aprovechar demasiado aunque hubiera tenido dos varones.

Más o menos lo mismo que me está pasando con la ropa de premamá, que todo lo que guardaba del peque era veraniego.

¿Cómo lo veis vosotros?