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Sí, aún a día de hoy hay presiones por no poner pendientes a las recién nacidas

El viernes os hablaba de pendientes. En un post titulado “Es una vergüenza que a tu hija, que es chica, no le pongas pendientes”, que fue un comentario que recibió Adriana Abenia por no habérselos puesto a su pequeña Luna, os contaba que me seguía sorprendiendo que en un ya avanzado 2018 este tema fuera motivo de polémica.

Pero lo sigue siendo, y la publicación de ese contenido me lo dejó aún más claro. No solo por la repercusión que alcanzó, también por la cantidad de comentarios que recibió en redes sociales de personas que también habían tenido que escuchar todo tipo de impertinencias o habían recibido presiones por algo tan nimio como no poner pendientes a sus hijas.

He decidido traer aquí algunos de esos comentarios, como prueba evidente de que esa presión existe y de que abunda eso de críticas, opinar y meter las narices demasiado alegremente en las decisiones del vecino, por mucho que no nos afecten y en esté en su absoluto derecho al tomarlas,

A ver si suma un granito de arena en la difícil cruzada de lograr que se respete a los padres en sus decisiones de crianza. Por mucho que no coincidan con las nuestras o que nos extrañen, si están tomadas primando el bienestar del niño y con amor, nada nos corresponde opinar.

El tema de los pendientes es un buen ejemplo de lo que tienen que aguantar muchos padres recientes en demasiados aspectos a la hora de criar y educar a un niño.

 

«Es una vergüenza que a tu hija, que es chica, no le pongas pendientes»

Me sorprende, no puedo evitarlo, que en agosto de 2018 siga generando polémica el hecho de no poner pendientes a una recién nacida. Esa innecesaria y minúscula intervención (llamadla acción si os gusta más) estética.

Pero así sigue siendo. No hace mucho Adriana Abenia, nueva madre reciente (enhorabuena), protagonizaba el último episodio al contestar estupendamente a uno de tantos impertinentes en sus redes sociales.

Esta es la segunda ocasión en la que hablo de pendientes y bebés en este blog. La primera vez fue hace casi diez años, en octubre de 2008. Entonces estaba embarazada de Julia y ya había pasado por dos charlas de personas cercanas presionando a favor de los pendientes.

Haciendo un híbrido de ambas conversaciones, saldría algo así:
– Yo regalaré unos pendientes a Julia cuando nazca.
– ¿Ya le estás poniendo pendientes? Deja que nazca primero. Además, ya hemos decidido que no le haremos agujeros.
– ¿Y por qué? Con lo monas que están las niñas con pendientes.
– Monísimas, pero que se los haga ella si quiere.
– Pero es que luego le dolerá. Y de recién nacida ni se entera. Tiene las orejitas tan pequeñas que no cuesta nada hacérselos. Ni les duele.
– Si no sabe hablar, si no sabe ni siquiera enfocar la vista, dudo que sepa transmitirnos si le duele.
– Además, hay niñas que no se sabe que son niñas si no llevan pendientes.
– Bueno, pues así podrán acceder a más papeles en las funciones del cole.
– Pues seguro que te regalarán pendientes.

Yo fui una niña a la que no pusieron pendientes. Nada menos que en 1976. Fue una decisión de mi padre que debió ser bastante revolucionaria para la época y que yo le aplaudo. Dijo que a su niña nadie le hacía agujeros, que los tendría si yo los quería más adelantes. Acabé con las orejas perforadas a los cuatro o cinco años. No porque yo tuviera unas ganas locas y los pidiera insistentemente, la sensación que albergo es que parte de mi entorno me empujó a ellos. Aún tengo vagos recuerdos del momento de la puesta de pendientes.

Treinta y tres años más tarde, repetimos la jugada con Julia. Cuando era muy bebé es cierto que nos encontramos con gente que buscaba desesperadamente pistas sobre si era niño o niña buscando vestidos o pendientes y que algún error hubo. Nada importa. Nos importa más que ella decida. Y nos preocupa más evitar imposiciones de género.

Ya tiene nueve años y sigue sin pendientes. ¿Sabéis qué? Yo también me los quité al poco de nacer ella, por una intervención quirúrgica, y no me los he vuelto a poner.

Los padres podemos no querer poner pendientes a nuestras hijas por esos motivo y por muchos otros. Distintos profesionales de la salud recomienda no perforar las orejas a la recién nacidos porque el pendiente puede no quedar centrado, por evitar posibles pequeñas infecciones o riesgos de enganchones con la ropa que llevan ellos o nosotros, aunque sean mínimos. No suele suceder, pero tampoco es tan raro. Y recuerdan que esa vieja creencia de que a los bebés no les duelen estas cosas son mentira.

Los padres también podemos decidir poner pendientes y, por lo que me he encontrado, suele ser por cuatro motivos: por seguir lo que se supone que hay que hacer sin replanteárselo; por presiones del entorno; por ahorrarle a la niña hacérselo más tarde (convencidos de que es inevitable) y por razones puramente estéticas. A veces varios confluyen.

No pasa nada. No es algo a criticar, por mucho que no se esté de acuerdo, por mucho que no lo queramos en nuestros propios hijos.

Pero tampoco es de recibo recibir críticas por lo contrario.

Espero que dentro de otra década, si es que sigo escribiendo este blog como madre de adolescentes, hayamos superado ya esta historia.

Las fotos son de GTRES. Es curioso que no haya encontrado ni una sola foto de recurso de un bebé con pendientes en ese banco de imágenes para medios. Los modelos proceden de otros países de Europa y allí no está tan arraigada como en España esa costumbre.

¿Niño o niña?

Ya os conté hace tiempo, cuando Julia aún no había nacido, mis motivos para no ponerle pendientes nada más nacer.

Pues estoy descubriendo que eso la traviste en niño para muchísimas personas.

Puedo llevarla de rosa de arriba a abajo, que siempre habrá alguien que le mire la orejas, no vea los pendientes, e ignore todo lo demás. «¡Hola bonito! ¡Qué niño más guapo!» dirá.

Y a mí a veces me cuesta contener la risa y responder «¿Pero no ves que lleva un vestido con florecillas rosas?».

La verdad es que con la mayoría de los bebés (no con todos), a menos que haya pistas como el vestido o los pendientes, es difícil conocer el sexo. Y me resulta curioso, ya que para mí el peque siempre ha tenido cara y vocecilla de varón y la niña es indudablemente femenina en todo.

Imagino que para todos los padres es así porque llevamos concediéndoles el sexo correcto desde que estaban en la barriga.

Eso con los bebés. Luego están los niños más mayores, de dos, tres o cuatro años, que se prestan a confusión.

Esos lo pasan peor cuando la gente los confunde.

Mi padre fue uno. Era un niño que parecía una niña: era muy guapo, con rasgos muy finos y la cabeza llena de bucles rubios. Le daba una rabia enorme que creyeran que era una nena.

Y recuerdo una niña grandota y de pelo oscuro y crespo, nunca muy largo, a la que no tomaban por niño con más frecuencia gracias al uniforme con falda de tablas del colegio.

Pendientes sí, pendientes no

Ya me he encontrado con el primer debate que corresponde únicamente a las niñas.

Con mi peque, ni se nos pasó el tema por las mientes, pero acaba de tomar cuerpo con apenas 21 semanas de embarazo de una niña: los pendientes.

Hace mucho tiempo, mucho antes de saber que estábamos esperando una niña, un día de esos que se habla un poco de todo y no sé muy bien la razón, surgió el tema entre mi santo y yo.

¿Si tuviéramos una hija le pondríamos pendientes?

Nos parece muy bien lo que hagan los demás, pero los dos coincidimos en dejarle las orejas en paz. Si ella quería más adelante, que se hiciera todos los agujeros que le diera la gana.

Ya hace casi 33 años mi padre cuando yo nací se negó a que me pusieran pendientes. En aquella época era una postura algo rara. Más procediendo de mi padre, que no le pega meterse en esos jardines.

Me recuerdo con cuatro o cinco años haciéndome los agujeros. Sin dolor y sin traumas. Y sin quererlos especialmente. Imagino que alguien me convencería de que los deseaba.

Pues ya ha salido la conversación de los pendientes con dos personas diferentes.

Haciendo un híbrido de ambas conversaciones, saldría algo así:

– Yo regalaré unos pendientes a Julia cuando nazca.

– ¿Ya le estás poniendo pendientes? Deja que nazca primero. Además, ya hemos decidido que no le haremos agujeros.

– ¿Y por qué? Con lo monas que están las niñas con pendientes.

– Monísimas, pero que se los haga ella si quiere.

– Pero es que luego le dolerá. Y de recién nacida ni se entera. Tiene las orejitas tan pequeñas que no cuesta nada hacérselos. Ni les duele.

– Si no sabe hablar, si no sabe ni siquiera enfocar la vista, dudo que sepa transmitirnos si nos duele.

– Además, hay niñas que no se sabe que son niñas si no llevan pendientes.

– Bueno, pues así podrán acceder a más papeles en las funciones del cole.

– Pues seguro que te regalarán pendientes.

Me temo que la charla asomará más veces.

Y que alguien habrá que intente convencerla a los 4 o 5 años de lo mucho que desea unos pendientes.

Tendré que recomendarles este artículo de Bebésymás:

Muchas madres quieren que a su hija le pongan los pendientes en la clínica al poco de nacer. Hace algunos años, se creía que era mejor agujerear las orejas cuanto antes, ya que de esta manera el bebé sufría menos porque le dolía menos.

Pero esto no es cierto, hoy en día se sabe que los bebés sufren igualmente el dolor aunque no se note la reacción. Esto es debido a que su sistema nervioso aún no está bien desarrollado y sus reacciones son más lentas, entonces no llora al momento sino que lo hace instantes después.

Lo más aconsejable es no agujerear los lóbulos de las orejas a tan temprana edad, ya que es mucho más difícil hacer el agujero en el centro y ya sabemos que pasa si el agujero queda cerca del borde, se puede desgarrar el lóbulo si el pendiente se engancha con la ropa.

La mayoría de los médicos aconsejan esperar siempre un poco más y cuando llegue el momento puedes acudir a una farmacia o visitar a la matrona del centro de salud.