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Un regalo diferente para futuros padres recientes

«No puede ser posible, no puede existir algo así». Eso es lo primero que pensé al ver el insólito producto que mi compañero del blog de videojuegos @20hitcombo encontró en la página web Cuantarazón.com. La primera reacción de ambos al ver la imagen sin una explicación fue dudar que fuera cierto, que pudiera existir un cacharro semejante. Aunque por otro lado la experiencia me decía que el ser humano es perfectametne capaz de idear, comercializar y comprar semejante artefacto que equipara la crianza infantil con el cuidado de hamsters, cobayas o conejos. Y, efectivamente, es real y se vende por ocho dólares (3 por 20 y 6 por 40) incluso en Amazon. Afortunadamente es un producto de broma, para regalar a los futuros padres y verles la misma cara de susto al quitar el papel de regalo que se me ha puesto a mí al principio al ver la imagen.

Está lo suficientemente conseguido como para poder prolongar la broma tanto como uno se atreva. Tiene unas pegatinas que indican si la leche está caliente o fría cambiando de color y lo publicitan en la caja con el eslogan: «Dando independencia a los bebés desde 1972». Incluye testimonios de éxito y oferta de bebidas energéticas para bebés.

La verdad es que como broma no está nada mal. Dependiendo del sentido del humor de los padres a los que se les regale, claro.

Y antes de que alguien extenuado  por tener que levantarse varias veces por la noche para alimentar a un bebé lloroso y hambriento se plantee usarlo de verdad (espero que a nadie se le ocurra), dudo que funcionara. Los bebés necesitan alimentarse por la noche, cierto, pero muchas veces lloran para no sentirse solos, para obtener la presencia y el consuelo del adulto. Y muchas de esas veces comerán y se dormirán luego, es cierto, pero lo que buscaban no era el alimento.

Por otro lado, aprovecho para recordar hay costumbres naturales que nos ayudan a estar descansados atendiendo por la noche a nuestros hijos pequeños. Se llaman colecho y lactancia materna, que no tienen necesariamente (aunque suelen) ir de la mano. Y no me voy a extender en defender el colecho y la lactancia materna, que ya he escrito numerosos posts en el pasado sobre el tema.

¡Buen fin de semana!

«Y me lo dices tú que das biberón a tu hijo con cinco años»

-«Vaya, qué mayor está ya. ¿Qué tiene ya, dos años?»

– «Le quedan un par de meses para cumplirlos»

– «¡Cómo pasa el tiempo! Hola guapa»

– «Mamá, mamá, teta».

– «¿Pero como? ¿Una niña tan mayor y tan espabilada y todavía con ese vicio? ¿Aún le das el pecho?»

– «Sí, cuando vuelvo de trabajar y por la noche para dormir»

– «¿Y no toma más leche?»

– «No»

– «A esta edad necesitan tomar medio litro de leche al día. Tú crees que lo saca del pecho»

– «Toma lo que necesita»

– «¿Y por qué no intentas darle un buen biberón de leche por las noches? A mi hijo le ayuda a conciliar el sueño y así me aseguro que toma toda la leche que necesita»

– «Nosotras estamos muy a gusto así de momento, así que así seguiremos»

Y cambié de tema. Realmente lo que debería haber dicho era:

– «¿Pero como? ¿Un niño tan mayor y tan espabilado y todavía con ese vicio? ¿Aún le das el biberón con cinco años y te extrañas de que yo le de el pecho a una niña que aún no tiene ni dos? Y lo del medio litro de leche no es tan absolutamente imprescindible como crees».

Pero cuantos más años tengo, menos ganas me entran de discutir, informar, pelear o evangelizar a la gente.

Comenzando con los sólidos

En pocos días una madre reciente y su bebé de seis meses a los que conozco bien abandonarán la lactancia materna en exclusiva. Comenzarán con los famosos cereales sin gluten, que igual son los polvos de farmacia como el arroz hervido de toda la vida. Toda una nueva etapa para ambos.

Recuerdo que cuando en esos momentos, sobre todo con mi primer hijo, me dió por pensar que hasta ese momento todo su ser procedía de mí. Durante las 38 semanas de embarazo fue mi sangre y los seis meses siguientes fue mi leche lo que le aportó todo el alimento. Sus huesecillos, su carne tierna y firme, todo en él venía de mí.

Comenzar con otros alimentos era también comenzar a despedirme de todo eso. Algo bueno, ilusionante, pero también un poco triste.

Con ambos pasamos directamente del pecho a la cuchara. Ni Jaime ni Julia han probado jamás un biberón ya que la leche la continuaron tomando de su envase original. Y la transición fue natural y sencilla.

Pero es lo único que tienen en común.

Jaime era un niño que comía cantidades industriales de cereales y papillas desde el primer momento. En torno al año bajó la cantidad de alimento durante unos meses, pero pronto volvió a recuperarse.

Eso sí, nunca mostró interés por ver o probar lo que había en nuestros platos. Tampoco por coger él la cuchara o la comida con los dedos. Ahora sé que eso era parte de su problemática.

Además, aunque al año ya devoraba aspitos, tardó mucho en comenzar a masticar como es debido. Todo tenía que estar trituradísimo. Eso, aunque puede que también, no tiene por qué deberse al autismo. Muchísimos niños de entre uno y dos años tienen el mismo problema.

De hecho recuerdo en un programa de televisión a una niña de unos cinco o seis años que, salvo las palomitas de maíz y alguna que otra chuche más, también quería todo triturado.

Julia en cambio durante los primeros tres meses (de los seis a los nueve) apenas comía otra cosa más que el pecho. Los cereales y purés, muy poquito. Afortunadamente lo tenía a su disposición.

Al contrario que su hermano, muy pronto comenzó a querer probar y masticar lo que teníamos en nuestros platos. Y a día de hoy, con casi catorce meses, come de todo con las manos y no toma nada triturado. No lo quiere. Desayuna pan con queso, o galletas y fruta. Pero en trocitos.

Y come bastante cantidad. La que ella quiere.

Hace ya mucho tiempo que aprendí que es una guerra absurda pretender que un niño coma más de lo que desea. Convertir las comidas en una guerra es un desgaste inútil para la madre y para el hijo.

Nunca he obligado a comer a mis niños. Creo que nadie mejor que ellos sabe lo que necesitan sus estomaguitos. Recuerdo perfectamente cómo me intentaban obligar a mí. El tiempo perdido ante un plato de lentejas frías. El uso de la comida como arma arrojadiza. Era una comedora horrible de niña y ahora como absolutamente de todo.

Nuestra experiencia de niños siempre marca nuestras reacciones como padres.

En cualquier caso, independientemente de los planes que los padres tengamos, nuestros hijos vendrán a romperlos marcando sus preferencias desde el principio. También con apenas seis meses y la introducción de nuevos alimentos.

Más vale estar abierto a lo que sea y ser fléxibles.

Creo que la madre reciente de la que os hablo lo tiene bastante claro.

Sobre la lactancia natural y artificial

Este es un post que nunca creí que tendría que escribir, pero viendo las polémicas que se generan últimamente en cuanto menciono la lactancia materna, me siento obligada a hacer algunas aclaraciones sobre mi postura.

1. Escribo relativamente a menudo de la lactancia natural sí. Lo hago porque en este blog hablo de mis vivencias y de aquello que me llama la atención como madre y dar el pecho a mi hijo es una parte importante. Además estoy bien informada. Por eso mismo no hablo de lactancia artificial: ni tengo experiencia ni información al respecto.

2. No creo que una mujer sea mejor madre por dar el pecho. Y eso me incluye por supuesto a mí.

3. No creo que una mujer sea peor madre por dar el biberón. La maternidad es mucho más.

4. Tampoco creo que dar el pecho sea motivo de presunción. Sería ridículo presumir por hacer algo tan natural. Pero dar el biberón por las razones que sean tampoco debería derivar en desprestigiar a la teta.

5. Pero sí creo que en ocasiones lograr una lactancia exitosa y prolongada es motivo de orgullo personal. Además creo que casi siempre es fácil si tienes información, paciencia y confianza, pero hay casos realmente meritorios.

6. Sí creo que la lactancia materna es sin dudas mejor que la artificial en muchos sentidos tanto para la madre como para el bebé. Y creo que es así por mucho que hayan mejorado las leches artificiales y aunque todos conozcamos bebés enfermizos criados a teta y otros sanos como robles de biberón. De hecho yo apenas caté la teta de mi madre y no pisé la consulta del pediatra más que para las vacunas.

7. Además de creerlo yo lo dice la OMS (entre muchos otros, incluidos los envases de leches artificiales). Y sí, como habéis apuntado en los comentarios la OMS se ha equivocado en algunas de sus recomendaciones pasadas, pero éste no es el caso.

8. También creo que muchas mujeres no logran dar el pecho pese a querer haberlo hecho por falta de información, de confianza en si mismas o de referentes de éxito. Hay quien me llama plasta en cuanto hablo de lactancia. Lo hago muchas veces precisamente por eso, para dar información y también contar mi experiencia, exitosa pese a cesárea o mastitis.

9. Todas las razones para no dar el pecho me parecen respetables, incluso las estéticas o de pura comodidad. Pero una mujer que anteponga la belleza o la comodidad a la lactancia tiene una escala de valores personales que tiene poco que ver con la mía.

10. La liga de la leche y asociaciones y grupos semejantes me parecen del todo admirables. Admiro su labor ayudando a madres recientes de forma individual y generalizada, contribuyendo a que haya más información y a su normalización.

En definitiva: defender la lactancia natural no es sinónimo de atacar a aquellas madres que hayan optado por la artificial.

Y ya está. Esa es mi visión del asunto, que nadie está obligado a compartir.

Me ha salido un decálogo larguito, que dudo que muchos tengáis pacienca para leer. Pero ahí queda.

La teta no necesita ayudas

El domingo hablamos con un amigo que ha sido padre hace un mes de una preciosa niña.

Su mujer tenía mucho empeño en darle el pecho, pero ni cuatro semanas ha llegado a hacerlo.

Tenía problemas con el estómago, muchos gases, y lo primero que hizo el pediatra fue quitarle la teta.

Unos diez días antes me encontré por la calle con una vecina de mis padres. Acababa de ser abuela de nuevo, su nieto había perdido 400 gramos, y el pediatra había dicho que la leche materna no era suficiente y que le dieran una «ayudita» de biberón.

Me temo que insistí demasiado animándola a seguir con la teta. De hecho mis padres me regañaron al despedirnos «no puedes echar esas charlas a la gente» me dijeron.

Y tienen razón, pero me pongo en el lugar del bebé y la mamá y me sulfuro.

Harta estoy de que la primera solución ante cualquier inconveniente o consulta sea quitarle la teta al bebé y/o ponerle una ayudita de biberón/papillas.

Da igual que sea por que el recién nacido no coge peso suficiente (el que el pediatra con su curva informática considera suficiente), no hace caca, hace demasiada caca, llora mucho, llora poco, no duerme nada, duerme demasiado, pide comer cada poco tiempo o no quiere comer cuando los demás dicen que le toca…

Esas supuestas ayudas son el principio del fin de la lactancia materna la mayoría de los casos.

Y oir que las llaman así, «ayudas», como si fuera algo positivo, me hierve la sangre.

A un niño a biberón no le quitan la leche artificial nunca y dicen a la mamá que le dé una ayuda de teta. Y la leche artifical sí que da problemas: estreñimiento, empachos, más gases, menos inmunidad, alergias varias…

De hecho hay muchos casos de niños enfermos, algunos con dolencias graves, a los que no han mirado a fondo hasta que se han cargado la lactancia materna.

Las madres no deberíamos dejarnos. No deberíamos creernos las milongas con las que nos vienen mucha gente, ya sea la abuela, la vecina o un señor con bata blanca.

Pero nos pillan con la guardia y la autoestima baja y la inexperiencia y las hormonas altas.

Todas tenemos leche suficiente. Nuestra leche es buena, no hay leches malas.

El bebé tiene que mamar a demanda. Tantas veces y tanto tiempo como quiera. Si a alguien le parece demasiado a menudo o demasiado tiempo, que muerda la lengua antes de opinar.

No todas las palabras y los consejos equivocados se los lleva el viento, por desgracia.

Lo único que debería escuchar una madre primeriza es «¡ánimo, que todo va bien y tú puedes!«.

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En las tres fotos estamos mi peque y yo. El primer día en el hospital, con dos semanitas en casa y con 10 meses.

Regalos ridículos para bebés

«Un equipo de madres y redactoras de The Times ha publicado en la edición digital del diario un listado con los regalos para bebés más estúpidos y caros.

El chupete de Armani, con un precio de 30 euros, encabeza la lista. El más caro es un carrito de niño de cromo y piel de venta en los almacenes Harrods.»

El biberón de Benetton, el sujeta chupetes de plata con forma de osito y la funda con puntilla para biberones que me regalaron se quedan en nada.

Nunca los he usado. Estoy aguardando a ver quién me atrevo a colocárselos 😉