Un equipo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha descubierto en tres especies de buitres salvajes altas concentraciones de antibióticos en la sangre. En concreto, en el 57% de 49 buitres negros, en el 12% de 50 buitres leonados y en el 40% de los 25 alimoches analizados, todos muestreados en sus nidos de Segovia y Madrid.
La noticia se ha difundido ampliamente estos días entre los medios de comunicación señalando el peligro de estos fármacos para las poblaciones españolas de carroñeras, debido a su toxicidad y a sus efectos inmunodepresores. Especialmente para el buitre negro, pues el análisis de varios ejemplares encontrados muertos ha confirmado la presencia de antibióticos que les provocaron graves lesiones en el hígado y el riñón, así como la degeneración de los órganos del sistema inmune.
La pregunta surge al momento: ¿Cómo han llegado nuestros sofisticados antibióticos de última generación a la sangre de las esquivas aves necrófagas? Pues muy fácil. Comiendo en los basureros nuestros cerdos, pollos, conejos y vacas muertos. Y no es una suposición. Un estudio paralelo realizado por el mismo equipo encontró grandes niveles de los fármacos en cadáveres de cerdos procedentes de granjas y disponibles para los buitres en muladares.
Los antibióticos se usan en la ganadería para reducir las enfermedades y aumentar el tiempo de conservación de su carne en fresco. Pero algunos ganaderos ponen a los animales el triple de las cantidades recomendadas, mientras otros los añaden directamente en los piensos, a pesar de ser una práctica ilegal.
Y ahora les confieso mi temor. Si los buitres, habituados a comer animales en descomposición, con un sistema inmunológico a prueba de balas, están muriendo por culpa de consumir esporádicamente nuestro ganado muerto, ¿cómo estaremos nosotros, alimentados diariamente y a lo largo de toda nuestra vida con esos cerdos, pollos, conejos y vacas preñados de química? Pues como estamos, cada vez más enfermos, más alérgicos, más inmunes a los fármacos.
Buitres negros, cuya salud y supervivencia peligra por comer tan sólo lo mismo que nosotros comemos.