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Ya no siento ‘mariposas en el estómago’… ¿No estoy enamorado/a?

Ay las ‘mariposas en el estómago‘… Esa sensación tan increíble de nerviosismo, impaciencia, incertidumbre, ganas… todo un revoltijo literal de sensaciones internas, pero también físicas.

Pixabay License

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Sentimos ese pellizco en nuestras entrañas realmente, porque el amor no depende de nuestro corazón, como casi todo en el ser humano, el amor está en nuestro cerebro y también en nuestro estómago, nuestro cerebro secundario (perdón por el daño al romanticismo).

En la fase más inicial de una relación íntima se segrega una sustancia llamada adrenalina, responsable de que nuestro corazón lata más intensamente cuando él/ella está cerca (o recibimos un mensaje/llamada), pero también de que aumente el peristaltismo (movimientos de contracción del tubo digestivo), esas son nuestras ‘mariposas’.

Nervios, estrés y ansiedad, el trío que define el proceso de enamoramiento; y es completamente normal e incluso positivo (eustrés) porque se trata de una ‘alarma’ de nuestro organismo que nos estimula ante la intensa curiosidad, el deseo de gustar, cierto miedo, dudas, las ansias por estar con el otro, por querer que todo salga bien…

Y claro que esas mariposas desaparecen, menos mal ¡Imaginaos si no lo hicieran! Hablaríamos entonces de un amor caótico y destructivo. Cuando pasamos del enamoramiento al amor maduro hablamos de un estado completamente diferente. Cuando pasa el tiempo y nuestra relación se asienta no debemos sentir mariposas porque no debemos sentir estrés.

El amor ya nos tiene que proporcionar paz, tranquilidad, estabilidad emocional, calma, confianza, seguridad… Es decir, todas las sensaciones opuestas a las que experimentábamos al principio con esa persona entonces desconocida.

El enamoramiento no puede ser eterno, el amor sí.

¿El amor es ciego? #Ciencia

Amor: Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser (RAE). En mi opinión, el amor es algo mucho más sencillo (aunque menos poético): Una adicción química entre dos personas.

La ciencia lleva años confirmando, a través de diversas investigaciones, que sí, que el amor es realmente ciego y que los ‘flechazos‘, el amor a primera vista, también son reales. En tan solo un segundo nuestro cerebro ya puede vincularnos a otra persona y liberar al torrente sanguíneo sustancias que impactan a todo nuestro organismo (dopamina, serotonina, adrenalina, oxitocina…)

Este cóctel químico provocará que nuestro corazón vaya más rápido (adrenalina) al pensar o ver a la persona amada, que nos sintamos eufóricos, que toda nuestra atención se centre en ella (dopamina) y que ocupe todos nuestros pensamientos de forma obsesiva (serotonina) en la tormenta emocional que llamamos enamoramiento.

La dopamina es la responsable de que durante esta fase sólo tengamos ojos para esa persona. Su liberación en el núcleo accumbens, una estructura que forma parte del sistema de recompensa del cerebro, estrecha los lazos entre la pareja y limita el interés por otras personas.

Además reduce el sentido crítico, «desactiva» la zona del cerebro encargada del juicio social y de la evaluación de las personas, tal y como apuntan los últimos estudios, literalmente somos incapaces de ver sus defectos, lo cuál confirma aquel refrán que asegura que “el amor es ciego”.

¿Por qué nuestro cerebro nos hace esto? ¿Por qué nos ciega? Se trata de un rasgo evolutivo, que contribuye a preservar la especie aumentando las posibilidades de procreación. Pura supervivencia.

Recordad que podemos sentir atracción por los demás de forma más o menos habitual sin mayores consecuencias, pero es importante tener claro que el enamoramiento tiene que ser recíproco para que nos brinde felicidad.

En las relaciones sanas se ama a quien nos ama, las relaciones equilibradas, estables, y maduras mantienen una intención recíproca, donde ambos se respetan y se preocupan por igual uno del otro. Si no es así, todo este estado hedonista de obnubilación y deleite se transformará en una amarga frustración, estrés, ansiedad, tristeza, o lo que es peor, desesperación si no somos correspondidos.

 

 

El secreto no verbal de las flechas de Cupido

Psique reanimada por el beso del Amor

Psique reanimada por el beso del Amor

Hoy 14 de Febrero, como no podía ser de otro modo, toca hablar de amor. Lo haremos de una forma muy especial, y es que vamos a descubrir hasta qué punto el enamoramiento está condicionado por determinantes psicológicos y claves no verbales de nuestro comportamiento. Pero no quiero romper la magia, esclarecer cuestiones como ésta de un modo científico no debe implicar ni la pérdida ni la disminución del hermoso halo que aporta el amor a nuestras vidas.

En palabras de Antonio Damasio “Conocer la fisiología de la digestión no nos impedirá saborear un buen bistec”.

En psicología nos gusta definir el enamoramiento como una ‘explosión emocional’ causante de una reacción fisiológica muy intensa, gracias a esta alta potencia se generan en nuestro cuerpo reacciones o patrones repetidos que se filtran a través de nuestra mirada, cara, gestos y acciones.

El enamoramiento se caracteriza por dos tipos de emociones, una de tipo romántico y otra de tipo erótico, que aparecen por la atracción hacia el otro, requisito fundamental para que se origine posteriormente el sentimiento estable del amor. Es indudable que el primer criterio del que disponemos para sentir atracción es de índole no verbal, la apariencia, la seducción física será fundamental para inducir la fascinación necesaria que ayude a que nazca el sentimiento más profundo. No se trata solo de una cuestión superficial o frívola, es que tanto animales como humanos estamos configurados para acercarnos a lo que nos resulta bello y agradable, es más, culturalmente asociamos lo hermoso con lo bueno, con el éxito personal y profesional, e incluso con la felicidad.

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