Las mascarillas desechables son «un desastre medioambiental que durará generaciones»

Resulta incomprensible la promoción que ciertos sectores están haciendo del uso de mascarillas desechables quirúrgicas y tipo EPI (N95, FFP2-3) entre la población general sana no expuesta a situaciones de alto riesgo, y uno no puede evitar pensar que este empeño debe de venir motivado por alguna razón ajena al interés de la salud pública. Creo que es oportuno repasar algunos aspectos sobre los distintos tipos de mascarillas, y explicar por qué toda persona con un mínimo de preocupación por la conservación medioambiental debería limitar el uso de las desechables en la medida de lo posible.

En primer lugar, en cuanto a las mascarillas, conviene recordar algo que he contado aquí repetidamente. Existen tres tipos de estudios fundamentales para evaluar la utilidad de las mascarillas contra la pandemia: experimentales, observacionales y clínicos. Los primeros examinan el funcionamiento de las mascarillas en condiciones de laboratorio, con aparatos de medida y escenarios simulados con soportes artificiales o con personas o animales. Pero aunque en estos se encuentre hasta un noventa y tantos por ciento de retención y/o protección, como ha sucedido en algunos estudios, hay que irse a los observacionales (recogen datos del mundo real) o clínicos (diseñados para evaluar el funcionamiento en el mundo real) para comprobar qué sucede en la práctica.

En biomedicina en general, ya sea para fármacos, vacunas u otras intervenciones, suele haber grandes diferencias entre dos términos que parecen sinónimos, pero que en este caso se emplean con significados diferentes: la eficacia, medida en laboratorio, y la eficiencia, resultante en el mundo real. Y cuando se analiza esta última en los estudios observacionales y clínicos, el resultado es que la eficiencia de las mascarillas es siempre mucho menor que su eficacia en el laboratorio: protegen, pero solo parcialmente; no son una garantía contra el contagio.

Mascarilla desechada. Imagen de Pikist.

Mascarilla desechada. Imagen de Pikist.

Como ya he explicado aquí, hay una ensalada de estudios y datos dispares que por el momento, a la espera de resultados de nuevos ensayos clínicos, impide concretar una cifra (que, de todos modos, variaría según el contexto), pero podemos quedarnos con estos datos: desde un 40% de reducción de riesgo, según experimentos con animales que tratan de simular situaciones del mundo real, hasta un 65% según una revisión reciente de estudios en el mundo real (la distancia social, que se está respetando mucho menos que el uso de mascarillas, reduce el riesgo en un 90%). Pese a que estas cifras no sean tan altas como las de los estudios experimentales, recordemos que, como también he contado aquí, el hecho de que las mascarillas reduzcan la cantidad de virus que inhalamos puede ser crucial si resulta en una enfermedad más leve que sin embargo nos aporte una cierta inmunidad contra el virus.

Dicho esto, incluso en los ensayos experimentales se ha comprobado que la eficacia de las mascarillas higiénicas, que incluyen las reutilizables de tela que muchos usamos, es solo ligeramente menor, prácticamente equivalente a la de las quirúrgicas desechables (aquí un buen resumen gráfico, estudio original aquí), siempre que estas mascarillas estén fabricadas siguiendo las normativas que establecen sus requisitos, motivo por el cual el Ministerio de Consumo de España ha puesto en marcha una iniciativa para endurecer la normativa y controlar con mayor exigencia el etiquetado en las mascarillas.

Pero recordemos: las mascarillas recomendadas por las autoridades sanitarias para las personas sanas son las higiénicas; las quirúrgicas solo se recomiendan para las personas contagiadas, y las tipo EPI para quienes están en contacto con estas. Para quienes gustan de hacer lo contrario de lo que diga el gobierno, tanto la Organización Mundial de la Salud como el Centro para el Control de Enfermedades de EEUU, su homólogo europeo, el Servicio de Salud de Reino Unido, instituciones científicas como la Universidad Johns Hopkins, la Royal Society, la Universidad de Oxford (por citar alguna) y cientos de expertos recomiendan para la población general sana el uso de mascarillas no médicas de tela, lavables y reutilizables, incluyendo las fabricadas en casa, siempre que cumplan los requisitos necesarios. Para quienes gustan de hacer lo contrario de lo que digan todos los expertos que se basan en los datos científicos, no tengo ningún argumento.

Recomendaciones del Ministerio de Consumo sobre mascarillas.

Recomendaciones del Ministerio de Consumo sobre mascarillas.

En cambio, sí tengo un argumento para quienes prefieren usar mascarillas quirúrgicas desechables porque creen que son mucho más seguras: según los datos enlazados más arriba, en filtración de aerosoles solo añaden en torno a un 7% más (de un 82 a un 89%; siempre en estudios experimentales, entiéndase). Y para quienes a pesar de todo prefieren agarrarse a ese escaso 7% extra, también tengo un argumento muy poderoso. Que explico con unos cuantos datos:

  • Las mascarillas desechables están hechas de materiales plásticos que tardan décadas o siglos en degradarse, y al hacerlo quedarán en el medio ambiente como microplásticos. Algunos expertos alertan de que el uso masivo de mascarillas desechables es «un desastre medioambiental que durará generaciones».
  • La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo estima que en 2020 la venta global de mascarillas desechables va a multiplicarse por más de 200, subiendo de 800 millones de dólares el año pasado a 166.000 millones en este año. El 75% de ellas, dicen, acabarán en vertederos o en el mar. El programa medioambiental de Naciones Unidas (UNEP) calcula que el daño económico para el turismo y la pesca será de 40.000 millones de dólares.
  • Para Naciones Unidas, el vertido de miles de millones de mascarillas desechables está asestando un duro golpe a la lucha contra la contaminación plástica. Según Laurent Lombard, de la ONG francesa Opération Mer Propre, pronto habrá «más mascarillas que medusas en las aguas del Mediterráneo». En las playas de islas remotas ya se están recogiendo masas de mascarillas desechables. Según el Foro Económico Mundial, «la basura del coronavirus se ha convertido en una nueva forma de contaminación, a medida que los equipos de protección desechables llenan nuestros océanos».
  • Un estudio del University College London estima que el uso exclusivo de mascarillas desechables por parte de la población británica supondría un consumo de 24.700 millones de mascarillas al año, lo que produciría 124.000 toneladas de basura plástica. Si solo se usaran mascarillas reutilizables, la basura generada se reduciría en un 95%.
  • Según un reciente artículo en Science, si la población global utiliza mascarillas desechables a razón de una al día, cada mes se utilizarían y se tirarían a la basura 129.000 millones de mascarillas. Repitamos con todas las letras: CIENTO VEINTINUEVE MIL MILLONES DE MASCARILLAS usadas y tiradas CADA MES. Eso hace más de UN BILLÓN Y MEDIO DE MASCARILLAS AL AÑO.
  • Según el UCL, la opción más ecológicamente responsable es utilizar mascarillas de tela sin filtros desechables y lavarlas a máquina. Lavar a mano mascarillas reutilizables con filtros desechables es incluso peor para el medio ambiente que las mascarillas desechables.

En definitiva, cada cual es libre de hacer su elección. Pero cuando hace unos días en un informativo se hablaba de la carga económica que supone el gasto en mascarillas desechables para una familia, y se comentaban las medidas de limitaciones de precios o de reducción de impuestos, se olvidaba una medida mucho más sencilla, racional y urgente: no utilizar mascarillas que no están recomendadas para la población general por la gran mayoría de los expertos y que no aportan prácticamente nada respecto a las higiénicas reutilizables. Y que no solo representan un gasto abultado para quienes las compran, sino también un coste inmenso para el medio ambiente que, a su vez, repercutirá en nuevos y mayores riesgos para la salud humana.

Los comentarios están cerrados.