Ojo con la distracción: la contaminación plástica es un problema, no «el» problema

Dado que la COP25 ha elevado la cuestión medioambiental al primer plano de la actualidad, no resulta raro que en los medios se esté tratando el problema de la contaminación plástica. Pero cuando casi parece que se está hablando más sobre plástico que sobre emisiones, es importante subrayar lo obvio: la COP (siglas en inglés de Conferencia de las Partes) es una reunión sobre cambio climático, no un congreso sobre medio ambiente en general. Y aunque el plástico sea un problema, no es el problema.

Algunos expertos llegan a alertar de que, en general, cargar demasiado las tintas sobre el plástico está distrayendo de lo principal y permitiendo a los grandes emisores de gases de efecto invernadero (GEI) hacerse un lavado de cara ante el público mientras siguen sin recortar sus emisiones. Que sí es el problema.

Campaña de Greenpeace contra los plásticos en 2017. Imagen de Greenpeace.

Campaña de Greenpeace contra los plásticos en 2017. Imagen de Greenpeace.

Para ser justos, debe aclararse que el plástico no es inocente respecto al cambio climático. Al fin y al cabo, y dado que el 99% de los plásticos se obtienen del petróleo, esta industria mantiene la altísima demanda de combustibles fósiles. Además de esto, un informe reciente del Center for International Environmental Law (informe, no estudio científico) estimaba que el ciclo de vida completo del plástico produce 0,86 gigatoneladas de CO2 al año. Para hacernos una idea, el transporte emite 6,9 (un 14% del total) y la ganadería 2,3 (un 5% del total); si bien es esencial subrayar que estos dos últimos datos se refieren solo a las emisiones directas, mientras que el del plástico abarca todo el ciclo de vida, por lo que las cifras no son comparables.

Pero algo sí puede concluirse de ello, y es que centrar la atención en algo que durante todo su ciclo de vida produce ocho veces menos GEI que el humo que sale por los tubos de escape, pues sí, como dicen los investigadores Rick Stafford y Peter J. S. Jones, puede sonar un poco a distracción.

«Distracción» no significa que no haya que ocuparse del problema de los plásticos. Stafford y Jones son expertos en biología y conservación marina, respectivamente (y sin intereses en la industria del plástico, según su declaración), y es evidente que conocen de primera mano los daños que las redes o las bolsas provocan a la fauna de los océanos. «Las noticias medioambientales han estado dominadas por la cuestión de la contaminación plástica», escribían hace unos meses. «Así que no es sorprendente que muchas personas piensen que los plásticos del océano son la amenaza medioambiental más grave del planeta. Pero este no es el caso».

Por muy virales que resulten las fotos y vídeos de la contaminación plástica, arguyen los investigadores, «no hay estudios concluyentes al nivel de poblaciones de los efectos de la contaminación plástica. Los estudios sobre los efectos tóxicos, sobre todo para los humanos, a menudo se exageran. La investigación muestra, por ejemplo, que el plástico no es una amenaza tan grave para los océanos como el cambio climático o la sobrepesca».

Por lo tanto y según Stafford y Jones, el plástico es «una amenaza relativamente menor» que desvía la atención hacia una «verdad conveniente», ya que «las corporaciones y los gobiernos se centran en el plástico para presentarse como verdes».

Al mismo tiempo, sirve para tranquilizar conciencias: para estos investigadores, las medidas de reducción del uso de plásticos en el hogar y en la vida cotidiana son «la clásica respuesta neoliberal»; es decir, una manera de no reducir el sobreconsumo –raíz del problema–, sino simplemente reencauzarlo hacia lo que otros expertos han llamado un «materialismo verde».

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