No se asuste, pero usted y yo somos opistocontos

¿Imaginan que a los niños en el colegio les enseñaran que Moscú es la capital de la Unión Soviética, que Alemania está dividida en dos y que el presidente del gobierno se llama Felipe González? Pues esto es lo que está ocurriendo en la enseñanza de las Ciencias Naturales: están ignorando lo sucedido en los últimos 30 años.

Siempre he sido un defensor del gasto en los libros de texto, en contra de cierta corriente extendida. A los hijos de algunos de esos padres que protestan por el coste de culturizar a sus niños los he visto luciendo la camiseta oficial de su equipo de fútbol, esas que cuestan el equivalente a cuatro o cinco libros. Es cierto que tal vez podrían encontrarse fórmulas para abaratar los precios de los libros. Pero más que nunca ahora, en esta época en que se asume el precio de los soportes y se cree en cambio que los contenidos son gratis, alguien tiene que insistir en que generar la chicha con la que rellenar las páginas –ya sean de átomos o bits– y actualizarla regularmente requiere la dedicación de especialistas que también tienen derecho a vivir de su trabajo.

Todo esto, claro, si efectivamente se actualizan. Si no, nada de lo dicho tiene sentido.

Mi hijo mayor ya empieza a estudiar contenidos de cierta enjundia. Pero cuando me recitó la clasificación de los seres vivos que le están enseñando en la asignatura de Ciencias Naturales, descubrí que este año he pagado por un libro que no se ha actualizado desde hace décadas. Reviso el texto, Ciencias de la Naturaleza de 5º de Primaria, de Edelvives, y leo lo siguiente:

Los seres vivos se clasifican en cinco grandes grupos denominados Reinos: Reino Animales, Reino Plantas, Reino Hongos, Reino Protistas y Reino Moneras.

Es decir, exactamente lo mismo que me enseñaron a mí a su edad hace varias décadas, con la diferencia de que entonces se creía correcto. Hoy se sabe con absoluta certeza que esta clasificación es rematadamente errónea. Y aunque las actuales sean solo provisionales y aún estén sujetas a profundos cambios, esto no es motivo para seguir impartiendo un esquema que niega no solo lo investigado y publicado durante más de un cuarto de siglo, sino también el propio fundamento científico actual de la clasificación de los seres vivos.

En tiempos de Linneo, el genio sueco que en el siglo XVIII inventó la clasificación jerárquica de los seres vivos y la nomenclatura binomial (género y especie), los científicos no tenían otro modo de organizar el batiburrillo de la naturaleza sino fijándose en el mayor o menor parecido de los rasgos físicos apreciables a simple vista. Pero es evidente que este método era solo una aproximación sujeta a catastróficos errores.

Por poner una analogía, mi hijo pequeño tiene un amiguito que es físicamente bastante parecido a él. Un Linneo genealogista los habría agrupado a ambos en la misma familia. Pero me consta que a ese niño no lo parió mi mujer, y puedo prometer y prometo que no conozco a su madre absolutamente de nada. Agrupar a los seres humanos correctamente en sus árboles familiares requiere conocer su línea genealógica.

Colección de especímenes biológicos. Imagen de Wikipedia.

Colección de especímenes biológicos. Imagen de Wikipedia.

Lo mismo se aplica a las especies. Los primeros biólogos evolutivos convirtieron la taxonomía de la naturaleza en algo mucho más profundo que un inmenso armario repleto de cajoncitos; clasificar a los seres vivos es conocer sus relaciones de parentesco. Es decir, que la taxonomía es reconstruir la historia de la vida en la Tierra.

A comienzos de la segunda mitad del siglo XX, el desarrollo de la biología molecular empezó a facilitar la posibilidad de conocer estos parentescos comparando no ya los rasgos físicos de los organismos, sino lo que determina esos caracteres y guarda la información transmitida de generación en generación: el material genético. Hasta entonces los seres vivos se clasificaban en los cinco reinos clásicos que aún hoy aparecen en el libro de Edelvives. Pero entonces, todo comenzó a cambiar.

En 1977, un tipo inmensamente brillante llamado Carl Woese descubrió que algunas de las que hasta entonces se creían bacterias (Reino Moneras, según la clasificación antigua) eran en realidad otra cosa muy distinta; tanto como las plantas se diferencian de los animales. Woese y su colaborador George Fox llamaron a este grupo arqueobacterias, hoy arqueas. Por entonces ya se agrupaba a los seres vivos en categorías superiores a los Reinos, y los dos autores definieron tres grandes líneas: bacterias, arqueas y eucariotas. Así, el antiguo Reino Moneras quedaba roto en dos grupos situados al mismo nivel que la categoría madre de los otros cuatro reinos clásicos.

En 1990, el propio Woese definió un nombre para estos grandes grupos: dominio. Los organismos quedaban así clasificados en tres dominios: Bacterias, Arqueas y Eucariotas. Por debajo de estos figurarían los reinos, pero las cosas se fueron complicando aún más al descubrirse que, en realidad, los cuatro reinos clásicos comprendidos en los Eucariotas eran completamente artificiales. En concreto, los Protistas o protozoos se habían englobado en el mismo saco por su carácter unicelular; pero al estudiar su material genético se reveló que aquello era un cajón de sastre con bichos de muy diferente catadura, más relacionados evolutivamente con otros grupos como plantas o animales que entre sí.

Árbol filogenético de los Eucariotas, según una clasificación de 2005 hoy anticuada. Los animales (Metazoa) aparecen hacia abajo a la izquierda. Imagen de Wikipedia.

Árbol filogenético de los Eucariotas, según una clasificación de 2005 hoy anticuada. Los animales (Metazoa) aparecen hacia abajo a la izquierda. Imagen de Wikipedia.

Resumiendo y por no extenderme, una clasificación tentativa actual divide a los Eucariotas en cinco divisiones; serían los auténticos reinos, aunque suele evitarse esta denominación para no inducir a confusión. Estos cinco grupos son Archaeplastida, SAR (Stramenopiles-Alveolata-Rhizaria), Amoebozoa, Excavata y Opisthokonta. Las plantas pertenecen a Archaeplastida, mientras que los animales y los hongos estamos incluidos en Opisthokonta, junto con otros cercanos parientes nuestros unicelulares o coloniales. En los nuevos diagramas (como el que incluyo, aunque se trata de una versión ya anticuada con seis grupos en lugar de cinco) queda reflejado lo que realmente representamos en todo esto: somos una inapreciable subdivisión de una subdivisión de una subdivisión de una minúscula ramita; una curiosa anécdota biológica en un inmenso y complejo bosque de formas de vida.

Pero la cuestión taxonómica no está ni mucho menos cerrada: hay grupos que aún no encajan fácilmente en esta clasificación, y existen dudas sobre si estas cinco divisiones realmente se sitúan al mismo nivel. Además, los protozoos aún son un mundo por descubrir. Y por no hablar de que todo podría complicarse mucho más una vez que se vayan definiendo nítidamente las relaciones evolutivas; en concreto, algunos autores defienden que en realidad deberíamos pertenecer al dominio de las arqueas, de las que aparentemente descendemos.

Pero de esto ya hablaré otro día. Hoy la idea es esta: el hecho de que nuestro edificio taxonómico aún esté en construcción, y que sus letreros lleven palabrejas complicadas para un niño, no justifica que se siga enseñando un esquema obsoleto y desacreditado; sobre todo cuando al hacerlo se destruye el significado de esa clasificación, que es la reconstrucción de la historia evolutiva en la Tierra. Seguiré pagando los libros con gusto, mientras no me vendan pescado podrido.

7 comentarios

  1. Dice ser Javi

    Tu te crees que está biblia es de sentido común un sábado por la mañana? Y que conste que lo he leído a un 80% pero es que, donde está el motivo de la publicación? Y que quieres decir? Si los niños hoy en día no saben ni escribir, van a entender esto? Si en Cataluña aprenden historia inventada y manipulada como real, y a nadie le importa, se van a preocupar de esto?…. Va, anda. Cuenta algo más interesante.

    16 enero 2016 | 10:50

  2. Dice ser Cervantes desde la tumba

    «En esta época en que se asume el precio de los soportes y se cree en cambio que los contenidos son gratis, alguien tiene que insistir en que generar la chicha con la que rellenar las páginas –ya sean de átomos o bits– y actualizarla regularmente requiere la dedicación de especialistas que también tienen derecho a vivir de su trabajo.»

    Este comentario, repetido hasta la saciedad, debe de ser muy tranquilizador y estabilizador de conciencias, otorgando a los aludidos (toda persona con capacidad de leer) la etiqueta de ladrones-estafadores sin percatarse que el 99% de lo publicado o grabado no tiene calidad suficiente para ser puesto a la venta.

    Artó estoy ya de la gente que autocalifica su «trabajo» como algo que merece ser retribuido sin ni siquiera preguntar u ofrecer parte para su calificación: escribo un libro-pagamelo punto.

    Ahora bien, ¿tu devuelves el dinero a los lectores cuando escribes un mal libro? ¿no es más una estafa y un robo algo como pagar 25 euros por un libro que luego resulta un desastre?. El no haber una ley que regule la devolucion del dinero perdido en la compra de productos audiovisuales o textos de más que dudosa calidad remarca la indefension del consumidor frente al creador.

    ¿Mereces cobrar por lo que haces? SI, siempre que realices material de calidad, por que al contrario que, por ejemplo un obrero un escritor no gasta todo el tiempo en realizar un trabajo que resulta en un producto de calidad, puede resultar en un producto de baja calidad, pero al obrero lo despiden si lo hace mal al escritor nadie le despide y encima se lleva el dinero de los que consigue estafar a los que la ley en este punto no defiende.

    P:D :No muerdas más la mano que te da de comer solo por que no te gusta la cantidad de comida, es muy posible que el dueño ya tenga al perro alimentando correctamente y además en FUNCION de su trabajo.

    16 enero 2016 | 10:50

  3. Dice ser Cervantes desde la tumba

    A molado lo de los niños y lo del 80%.¿ tienes más sectores de la sociedad a los que quieras menospreciar?
    vas 2-0
    Adios y muy buenas.

    16 enero 2016 | 11:22

  4. Dice ser Habla claro leches

    Un artículo superficial y pedante.

    16 enero 2016 | 12:00

  5. Dice ser de revolutionibus corpore karma

    Somos bacterias. Un grupo de bacterias organizado para crear un ente en el que poder vivir más tiempo.
    El pensamiento, el razonar, es el efecto de una asociación tras desarrollar nuevas asociaciones para ordenarlas en el sistema.
    Así, por ejemplo, descubrimos mecanismos de defensa en el modo de pensar como reflejo de aquellos momentos en que consiguieron equilibrio las bacterias celulares. A base de impulsos léctricos y ataques químicos crearon su trono. Por eso hoy protestamos y nos defendemos de ver cosas nuevas. O sea, no somos más que unos bichos que necesitan educación, no el el fundamento del ataque anacrónico, sino en el razonamiento lógico libre de tabú heredado. La mente es parte del ente, al igual que otros órganos. No es nada que se sustente en la babia. Otra tontería hablar de cuepro y mente. Otro rotundo disparate. ns¿Se entiende algo? Creo que tengo gripe.

    16 enero 2016 | 12:00

  6. Dice ser NN

    Buen artículo, y gracias por informarme de que eso de los reinos que me enseñaron en el colegio está obsoleto, no lo sabía.
    A los de los comentarios anteriores: qué pena dais.

    16 enero 2016 | 19:25

  7. Dice ser Ariel Eberle

    Muy interesante artículo!!!
    Trabajo en educación, y justamente en ésta área.
    Quisiera hacer una observación, con todo respeto. La educación(en ciencias) no avanza en proporción directa a los avances del conocimiento científico como el autor del artículo quizás espera hallar. Ojalá fuera posible. Entran en juego otros factores: ejemplo la actualización de los educadores, la difusión de los nuevos contenidos, la publicación de nuevos materiales didácticos, la búsqueda de estrategias didácticas para llevar esos contenidos al aula, y todo esto en un sin fin de prueba y error que lleva su tiempo. No es tan sencillo como decir: «salió un nuevo paper en ‘Nature’, niños leanlo». Como comprenderá una editorial de textos didácticos no puede renovar sus publicaciones ante cada nueva propuesta que surge en el campo científico. Sería un despropósito pretender que las aulas fueran a ese ritmo, cuando el propósito de enseñar ciencias no es obtener científicos actualizados a la vanguardia, sino enseñar a razonar al estudiante con una lógica científica.
    Por otro lado tampoco se puede enseñar empleando solo la receta del libro de texto. No es posible ni deseable que el docente se guíe únicamente por el libro de texto que tiene una selección sesgada de una cierta editorial. Es esperable que el educador busque otras fuentes más variadas, y porqué no más actuales, de noticias científicas. Por ejemplo un blog como éste!

    Respecto de otros comentarios que leo en esta nota, son aportes muy tristes. Espero no sea enfermedad mental.
    Saludos

    17 enero 2016 | 16:56

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