Feliz cumpleaños, Roy Batty, víctima de la singularidad biológica

Es imperdonable que hasta ahora se me haya escapado la coincidencia entre el cumpleaños de Roy Batty (Nexus-6) y los de Stephen Hawking, David Bowie, Elvis Presley y Alfred Russell Wallace; teniendo en cuenta, como vínculo personal con esta fecha, que un servidor también cayó sobre el mundo un 8 de enero.

Roy Batty, lágrimas en la lluvia. Imagen de Warner Bros.

Roy Batty, lágrimas en la lluvia. Imagen de Warner Bros.

Todo fan de la que para muchos es la mejor película de Ridley Scott (eufemismo para enmascarar que lo es para mí, tal vez junto con Alien) sabe que el propio Rutger Hauer reescribió el texto que Roy Batty debía recitar en esa secuencia final como himno a su propia muerte. Al hacerlo simplificó un original demasiado pomposo y añadió la frase más conocida e inmortal de aquel discurso, la de las lágrimas en la lluvia. También de su cosecha son las referencias de jerga: ni los Rayos C ni la Puerta de Tannhauser corresponden a ningún concepto físico o astronómico real; y que yo sepa, tampoco el actor holandés ha explicado nunca en qué se inspiró para elegir esos términos (más allá de la ópera de Wagner).

Pero la Puerta de Tannhauser y el monólogo del replicante no solo se han convertido en iconos de la cultura pop repetidos después en otras películas, cómics y videojuegos. Los propios científicos, a menudo criados a los pechos de la ficción, han rendido sus propios homenajes personales. Curiosamente, la prédica de Batty aparece en un par de centenares de estudios académicos y tesis doctorales; en muchos casos como simple cita de inspiración.

Pocos discutirían que Blade Runner reúne una amplia gama de argumentos para configurar una obra maestra extrañamente abierta, viva y palpitante; no hay muchos casos más en los que se hayan presentado tantas versiones alternativas y se haya debatido tanto sobre el significado de algunos de sus argumentos, hasta tal punto que incluso la identidad del principal personaje –Rick Deckard– está en entredicho; y esto es especialmente relevante porque determina hasta qué punto el héroe acaba villanizado en la misma medida en la que el villano resulta finalmente heroico.

Pero dado que este es un blog de ciencia, desde el punto de vista científico se podría decir que Blade Runner forma parte de un motivo argumental en el que Scott ha dado lo mejor de su carrera, no siempre regular. Suele decirse que la reflexión sobre la inteligencia artificial forma un hilo conductor en parte de la filmografía de Scott, incluyendo Blade Runner, Alien o Prometheus. Pero desde el punto de vista de un biólogo, esta cuestión tendría un enfoque alternativo: no es la inteligencia artificial; es la inteligencia que surge de forma natural como consecuencia del desarrollo de la biología sintética y la biónica.

Tanto en Blade Runner como en Alien y Prometheus se ha alcanzado el nivel tecnológico necesario para crear seres vivos sintéticos que no son robots, dado que tienen al menos una parte esencial biológica o biónica. De hecho, en Blade Runner son tan indistinguibles de los humanos reales que se requiere un dispositivo de análisis psico-fisiológico llamado Voight-Kampff para descubrir su verdadera naturaleza.

En biología estamos aún muy lejos de alcanzar semejantes cotas de desarrollo, pero podríamos adivinar que existen dos líneas de investigación destinadas a confluir en un punto intermedio. Por un lado, la biología sintética trata de construir seres elementales a partir de los bloques fundamentales de la vida, tales como macromoléculas u orgánulos. Una vez conseguida la célula, el siguiente hito sería el tejido, después el órgano, el sistema y el ser completo. Esta sería una línea de progreso de abajo arriba, que busca construir la complejidad desde lo simple. Pero en el extremo contrario existe otra dirección de arriba abajo que pretende reemplazar nuestra biología original por componentes biónicos o biológicos sintéticos; es decir, órganos o miembros creados por procedimientos artificiales, ya sea a partir de componentes vivos, de materia inerte o de una mezcla de ambos.

Los futuristas como Ray Kurzweil teorizan sobre el concepto de singularidad tecnológica, un posible momento futuro en el que la inteligencia artificial escapará a nuestro control al ser capaz de crear un circuito propio y retroalimentado de creación y mejora sin intervención humana. De la misma manera podríamos plantear la posibilidad de una singularidad biológica: sería el momento en el que los enfoques arriba-abajo y abajo-arriba de la biología sintética llegarían a encontrarse. Es decir, cuando un ser creado artificialmente fuera indistinguible de otro de origen natural profundamente modificado por procedimientos de ingeniería biológica.

Este es, en cierto modo, el dilema que plantea Blade Runner sobre el significado de nuestra humanidad: una vez alcanzada esa singularidad biológica, se borra la frontera entre lo que es realmente un ser humano y lo que no lo es. En una civilización que domina la biología sintética, los Nexus-6 son tan humanos como nosotros; Roy Batty es una víctima, y Deckard es el villano que se aprovecha de esa victimización. La misma situación se ha repetido históricamente cuando se trata de los otros: diferentes razas, procedencias, culturas o capacidades físicas o mentales. No cabe duda de que aún está muy lejano el día en que llegue esta singularidad biológica. Pero no está mal que vayamos pensando en ello.

Les dejo con la secuencia. Y frente a los puristas de las versiones originales, casi la mitad de este homenaje debería ir al gran Constantino Romero.

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