Diez años para saber, de una vez por todas, si estamos solos

Desde que la búsqueda de otros seres inteligentes en el universo pasó de moda, los programas SETI (en inglés, Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre) han sobrevivido financiándose casi exclusivamente con fondos privados. Puede que a alguien más le resulte paradójico, o quizá no: la búsqueda de exoplanetas hipotéticamente aptos para la vida, como el Kepler 452b anunciado esta semana, recibe fondos públicos. La posibilidad de confirmar si en lugares como Kepler 452b existe vida inteligente, no.

El radiotelescopio Parkes, en Australia. Imagen de CSIRO / Wikipedia.

El radiotelescopio Parkes, en Australia. Imagen de CSIRO / Wikipedia.

Está claro que la incógnita sobre la vida alienígena interesa solo a una ínfima minoría de la humanidad; si fuera de otra manera, las cosas serían de otra manera. Y en contra de lo que muchos tal vez crean, esa ínfima minoría no incluye a la comunidad científica en general; a muchos científicos el asunto no les importa lo más mínimo. La curiosidad o el ansia de conocimiento sobre nuestro lugar en el universo, y sobre si existe alguien más preguntándoselo, es más una inquietud filosófica que científica, aunque sea la ciencia la que proporcione los instrumentos necesarios para investigarlo y la que convertiría el hipotético hallazgo en su propia y nueva razón de ser. Pero la idea popular de que el deseo de rastrear la vida en el universo pertenece a un círculo académico alejado de la realidad humana es sencillamente falsa.

Como también lo es que quienes albergan esta inquietud sean misántropos, más interesados en despilfarrar los recursos existentes en el caro capricho de buscar alienígenas que en emplearlos en la solución de los problemas urgentes de la humanidad. Muchos (por no generalizarlo a todos) de quienes sienten este anhelo son profundamente filantrópicos; nadie que no albergue un hondo apego por el ser humano encontraría el menor sentido al deseo de confrontación con otra especie inteligente.

Y si lo piensan, tal vez descubran que hay una coincidencia general entre quienes denostan la búsqueda de inteligencia alienígena y quienes repudian la idea del inmenso valor intrínseco del ser humano; si continúan pensándolo, es también la diferencia entre el ermitaño, que reniega del contacto en favor del aislamiento, y el ser colectivo que se abre al exterior para conocer qué y cómo piensan otros. Aquellos concernidos por la tarea de buscar a nuestros posibles vecinos cósmicos son precisamente quienes desean encontrar motivos para poder creer en nuestra naturaleza como especie, y para encontrar un modo de confiar en que aún es posible esperar una edad dorada del ser humano a la que nunca hemos asistido en nuestros casi 200.000 años de presencia en este planeta. Y que, por desgracia, cada vez parece más lejana.

Es muy reconfortante encontrar principios como estos expuestos en un documento nacido de la autoridad intelectual. Demuestra que quienes defendemos la necesidad del SETI compartimos, en efecto, un sentimiento común: no es simple curiosidad científica, sino la mayor de las respuestas, a pesar de que muchos prefieran libremente no formularse la pregunta. El documento es una carta abierta enviada a los medios coincidiendo con la decisión de la Fundación Breakthrough Prize de destinar 100 millones de dólares durante los próximos 10 años a dar un impulso decisivo a los programas SETI.

Los fondos permitirán destinar parte del tiempo de operación de dos radiotelescopios, el Green Bank de Virginia Occidental (EE. UU.) y el Parkes de Australia, a rastrear un millón de estrellas en busca de posibles señales. Además se monitorizarán otras galaxias, se desarrollarán nuevas tecnologías de escucha, se reforzará el SETI óptico (búsqueda de pulsos por láser) y se planteará la conveniencia y la viabilidad de impulsar el SETI activo, el envío de emisiones de radio a estrellas cercanas.

Obviamente, rastrear un millón de estrellas es como tomar un puñado de arena de la playa. Si el esfuerzo resulta infructuoso, los resultados serán inconcluyentes, y la pregunta continuará sin respuesta. Pero es difícil que la ínfima minoría lleguemos a darnos por convencidos, mucho menos vencidos.

Esta es la traducción de la carta abierta, firmada por una lista estelar de científicos y otros personajes que incluye a Stephen Hawking, James Watson, Frank Drake, Ann Druyan, Paul Horowitz, Shinya Yamanaka, Kip Thorne, Nikolay Kardashev, Jill Tarter, Seth Shostak o Garik Israelian, entre otros. La versión original, junto con la lista de firmantes, se encuentra disponible en la web del Instituto SETI.

¿Quiénes somos?

Una civilización madura, como un individuo maduro, debe formularse esta pregunta. ¿Son sus divisiones, sus problemas, sus fugaces necesidades y tendencias lo que define a la humanidad? ¿O tenemos un rostro común, vuelto hacia el universo?

En 1990, la Voyager 1 giró su cámara y capturó el Pálido Punto Azul, una imagen de la Tierra desde 6.000 millones de kilómetros de distancia. Era un espejo sostenido hacia nuestro planeta, hogar del agua, la vida y las mentes. Un recuerdo de que compartimos algo precioso y raro.

Pero ¿cómo de raro, exactamente? ¿La única vida? ¿Las únicas mentes?

Durante el último medio siglo, pequeños grupos de científicos han escuchado valerosamente en busca de signos de vida en el vasto silencio. Pero para los gobiernos, la academia y la industria, las cuestiones cósmicas están astronómicamente hundidas en la lista de las prioridades. Y esto aleja las posibilidades de encontrar respuestas. Es suficientemente duro peinar el universo desde el margen de la Vía Láctea; aún más duro desde el margen del conocimiento público.

Y sin embargo, estas ideas inspiran a millones, ya las encuentren a través de la ciencia o de la ciencia ficción. Porque están en juego las más grandes preguntas de nuestra existencia. ¿Somos el hijo único del universo, y nuestros pensamientos sus únicos pensamientos? ¿O tenemos hermanos cósmicos, una familia interestelar de inteligencia? Como dijo Arthur C. Clarke, “en un caso u otro, la idea es bastante impactante”.

Esto significa que la búsqueda de vida es la empresa definitiva en la que todos ganan. Todo lo que tenemos que hacer es tomar parte.

Hoy tenemos herramientas de búsqueda que sobrepasan ampliamente las de generaciones anteriores. Los telescopios pueden discernir planetas a través de miles de años luz. La magia de la Ley de Moore permite a nuestros ordenadores procesar datos varios órdenes de magnitud más deprisa que las viejas grandes computadoras, y aún más rápido cada año.

Estas herramientas están ahora recogiendo una cosecha de descubrimientos. En los últimos años, los astrónomos y la misión Kepler han descubierto miles de planetas más allá de nuestro Sistema Solar. Ahora parece que la mayoría de las estrellas albergan un sistema planetario. Muchos de ellos poseen un planeta similar en tamaño al nuestro, tendido en la zona habitable donde la temperatura permite el agua líquida. Probablemente hay miles de millones de mundos similares a la Tierra solo en nuestra galaxia. Y con los instrumentos disponibles ahora o próximamente, tenemos la oportunidad de averiguar si alguno de esos planetas es un verdadero Pálido Punto Azul; hogar del agua, la vida e incluso las mentes.

Nunca ha existido un momento mejor para un esfuerzo internacional a gran escala que busque vida en el universo. Como civilización, nos debemos a nosotros mismos el dedicar tiempo, recursos y pasión a esta misión.

Pero tanto como una llamada a la acción, esta es una llamada al pensamiento. Cuando encontremos la exoTierra más próxima, ¿deberíamos enviar una sonda? ¿Debemos tratar de establecer contacto con civilizaciones avanzadas? ¿Quién lo decide? ¿Los individuos, las instituciones, las corporaciones o los estados? ¿O podemos pensar juntos como especie, como planeta?

Hace tres años, la Voyager 1 escapó de los dominios del sol y penetró en el espacio interestelar. El siglo XX se recordará por nuestros viajes por el Sistema Solar. Con cooperación y compromiso, el presente siglo será el momento en el que nos graduaremos a la escala galáctica, buscaremos otras formas de vida y así conoceremos en mayor profundidad quiénes somos.

4 comentarios

  1. Dice ser monocamy

    A mí no me cabe duda de que existen otras civilizaciones, llámenme temerario. Aunque personalmente creo que no estamos preparados para tal noticia, lo que no es inompatible con que ansiemos respuestas para todas esas preguntas existenciales. Despreciamos, odiamos o tememos lo distinto ¿cómo imaginar a la humanidad contactando sin que se produzca el más absoluto caos?

    También hay variables que no se mencionan: no sería igual que los receptores fuesen más avanzados o lo fuesen menos que nosotros. Si lo son menos, probablemente no sirva de nada. Si lo son más, probablemente indaguen, estudien y deduzcan que no es momento de contactar, porque conocen el resultado (el caos mencionado).

    ¿Quién me dice a mí que no hay civilizaciones que van creando un mapa cósmico de vida, señalando los puntos en los que la encuentran o en los detectan los intentos de búsqueda como el que pretendemos? Y van decidiendo quién está preparado para una respuesta o quién no.

    24 julio 2015 | 23:19

  2. Dice ser khalessi

    Hasta el momento el único atisbo de «éxito» en la búsqueda Extraterrestre lo consiguió el SETI con la señal WOW:

    http://documentalium.blogspot.com/2014/11/la-senal-wow-y-los-sonidos-de-origen.html

    25 julio 2015 | 02:09

  3. Dice ser Alexis D.

    No se necesita ser una corporación o un reconocido cientifico para apoyar en forma práctica este u otros proyectos científicos. Sólo tener un ordenador y el deseo de aportar un grano de arena a apoyar al SETI o a otras iniciativas en campos científicos tan diversos como la genética, la cura de enfermedades, desarrollo de energías limpias, física, química, matemáticas, neurociencias y muchos otros campos.
    Una oportunidad para que la gente común forme parte del progreso de la humanidad. Les dejo el enlace. Ya somos mas de tres millones.
    http://do.globedia.com/que-es-boinc-

    27 julio 2015 | 18:23

  4. Dice ser Bergidum

    Me parece bien que se escuche, pero enviar mensajes es como gritar en una selva, nunca se sabe quién puede aparecer. Respecto a los supuestos exo-planetas habría que averiguar cuantos han sobrevivido, en caso de haber vida inteligente, a la tecnología, pues al igual que nosotros los terrestres es el talón de Aquiles.

    29 julio 2015 | 21:33

Los comentarios están cerrados.