La anti-vacunación se nutre de la ignorancia y es maltrato infantil

El movimiento antivacunas no es, como se está difundiendo hoy erróneamente en ciertos medios, un fenómeno reciente, ni nacido de una presunta filosofía de vida natural ligada al posmodernismo. A finales del siglo XVIII, cuando Edward Jenner ensayaba la primera vacuna contra la viruela inoculando a sus pacientes con extractos de las pústulas de la viruela vacuna, surgió una corriente crítica afirmando que los vacunados sufrirían boantropía, un teórico trastorno mental por el que la persona cree haberse convertido en una vaca o un buey. Según una crónica de la época, los críticos con la técnica de Jenner «alegaban que los inoculados desarrollarían apetitos bovinos, mugirían y caminarían a cuatro patas embistiendo a la gente con sus cuernos».

Caricatura ridiculizando la vacunación de Edward Jenner en 1802. Imagen de Wikipedia.

Caricatura ridiculizando la vacunación de Edward Jenner en 1802. Imagen de Wikipedia.

Así pues, el movimiento antivacunas es tan antiguo como las mismas vacunas. Aunque otros antes que él ensayaron la inmunización, el concepto formal de Jenner era tan avanzado para la ciencia occidental que introdujo una verdadera revolución. Y las revoluciones científicas, según elaboró Thomas S. Kuhn, siempre chocan con una oposición reaccionaria dentro de su mismo ámbito; cuánto más fuera de él si existen motivos no confesables, como intereses a proteger o la simple ignorancia que lleva aparejada la desconfianza en el progreso científico.

En estos casos, lo habitual es que la defensa de una postura a priori conduzca a buscar el modo de apoyarla en algún tipo de prueba, como sucede a menudo con el cambio climático antropogénico. En el caso de los movimientos antivacunas, tradicionalmente se han basado en un estudio que pretendía vincular vacunas y autismo, y que fue retractado y ampliamente desacreditado. Su autor, el exmédico británico Andrew Wakefield, estaba en posesión de una patente de diagnóstico del síndrome de enterocolitis autística por él inventado, con la que esperaba facturar 43 millones de dólares, y recibía financiación de firmas legales litigantes contra los fabricantes de vacunas.

Tampoco es cierto, como se está sugiriendo hoy en algunos medios, que el movimiento tenga su origen en EE. UU. Hace unos meses publiqué aquí –y mi compañera Madre Reciente la ha vuelto a airear esta semana— la carta abierta publicada por el escritor Roald Dahl en 1988 en la que instaba a los padres a vacunar a sus hijos contra el sarampión, la enfermedad que se llevó a su hija Olivia en 1962, cuando aún no existía una inmunización. En su escrito, Dahl lamentaba que entonces el movimiento anti-vacunas era poderoso en Reino Unido, al contrario que en EE. UU., donde la vacunación era (y teóricamente, es) obligatoria.

De hecho, fue en Gran Bretaña donde la Ley de Vacunación de 1853 motivó el nacimiento el mismo año de la primera Liga Anti-Vacunación, que rápidamente caló en otros países, incluyendo EE. UU. La ley imponía la obligatoriedad de la inmunización antivariólica durante los primeros tres meses de vida del bebé, castigando el incumplimiento con multas o cárcel. Las protestas no se fundaban en razones científicas, o ni siquiera religiosas, sino que se encastraban en un terreno del que la mentalidad británica es tradicionalmente celosa, el de las libertades civiles. No olvidemos que, incluso en 2006, la aprobación de una ley que instauraba un DNI obligatorio fue tan contestada que debió ser retirada.

Un último mito a desbancar sobre los movimientos anti-vacunas es que se nutren preferentemente del estatus social más elevado. Una encuesta del Pew Research Center de EE. UU. publicada en enero de este año revelaba la falsedad de este supuesto. «Aunque algunos han ligado el movimiento anti-vacunas con los padres de mayores ingresos y educación, los datos de Pew Research muestran poca diferencia de opinión en relación a los ingresos o la educación», concluía el informe de Pew.

Tal vez el mito venga alimentado por las posturas de algunas celebrities más o menos alineadas con el movimiento o con sus falsas proclamas, como la actriz y modelo de Playboy Jenny McCarthy, el cómico Jim Carrey, el magnate Donald Trump o la actriz Mayim Bialik (The Big Bang Theory). Todos ellos en algún momento han manifestado, con unos términos u otros, algo generalmente parecido a una corazonada sobre presuntos peligros asociados a la vacunación. Bialik, la única del grupo con conocimientos científicos (es doctora en neurociencias), se retractó recientemente asegurando que sus hijos están vacunados.

Dicho todo lo que no es el movimiento anti-vacunas, debería quedar claro lo que sí es: una peligrosa corriente reaccionaria que se nutre de la ignorancia, y que debe encontrar respuesta más allá de la repulsa pública por el caso del niño de Olot enfermo de difteria tras la decisión de sus padres de no vacunarlo. En lo que se refiere a los medios de comunicación, la respuesta está siendo variable, cuando no deficiente. Algunos medios están transmitiendo la falsa impresión de que existe una verdadera polémica en torno a las vacunas, es decir, un debate de posturas igualmente cualificadas.

No es el caso; cualquiera puede opinar sobre política o fútbol, pero un debate sobre asuntos científicos debe emprenderse con los datos contrastados en la mano, no con lo que a Donald Trump le da en la nariz o con lo que uno ha oído a un vecino. La comunidad científica especializada en pleno reconoce cuáles son los puntos débiles de las vacunas: son ineficaces en un porcentaje de entre el 1 y el 5% de los inmunizados, y pueden producir efectos secundarios. Pero los datos están aplastantemente a favor de la inmunización, que según la Organización Mundial de la Salud previene entre 2 y 3 millones de muertes al año. La contrapartida, por ejemplo en el caso de la triple bacteriana que incluye la difteria, es de uno de cada millón de pacientes con efectos adversos graves.

Un ejemplo práctico: la base de datos VAERS, que en EE. UU. recoge los efectos adversos reportados que coinciden en el tiempo con las vacunaciones (ojo, no necesariamente causados por ellas, ya que no se estudia caso a caso) recoge 29 muertes de bebés menores de un año en 2014, frente a más de diez millones de vacunaciones en esa franja de edad. Es decir, una posibilidad de muerte entre 345.000. En el mismo año hubo 990 muertes en accidente aéreo comercial en un total de unos 37,4 millones de vuelos; una posibilidad entre 38.000. Vacunarse es casi diez veces más seguro que viajar en avión.

Los padres que deciden no vacunar deben saber que su postura es profundamente antisocial. La plena eficacia de las vacunas se logra gracias a la llamada inmunidad de grupo o efecto rebaño: el 1-5% de los inmunizados que no llega a desarrollar la respuesta inmunogénica queda protegido por la reducción de la probabilidad de transmisión cuando los demás sí lo están; en cierto modo, los demás actúan de escudo. Esto es también importante en el caso de los niños que no pueden recibir vacunas por condiciones patológicas especiales. Los padres que impiden la vacunación de sus hijos no solo perjudican la inmunidad del grupo, sino que, aún más, pueden introducir un vector de contagio en las aulas de quienes sí contribuyen. Y sin que estos estén informados de ello.

En cuanto a esa presunta invasión de las libertades civiles de la que partió originalmente el movimiento antivacunas, es obvio que en este terreno la legislación debería adaptarse a la evolución de la sociedad, como lo ha hecho en tantas otras cuestiones. Hoy se obliga a los motoristas a llevar casco, a pesar de que su decisión de no hacerlo solo les perjudicaría a ellos mismos. Otros muchos comportamientos están regulados por la posibilidad, o la certeza, de que conlleven riesgos para otros. En esto se basan la obligatoriedad del cinturón de seguridad, o la prohibición de fumar en lugares públicos, o la necesidad de que los coches aprueben unas inspecciones periódicas, o las restricciones respecto al alcohol, o tantas otras normativas que afectan a la convivencia general.

Soy lo suficientemente viejo para haber vivido la época en que la violencia de los padres hacia sus hijos, o de un marido hacia su mujer, era algo que se dejaba a la discreción de cada uno. No me cabe ninguna duda de que mis nietos, si llego a tenerlos, verán leyes que generalicen la vacunación obligatoria. En el camino hacia ese futuro, otros países avanzan sus medidas con más o menos acierto. En EE. UU. la vacunación es teóricamente obligada; y aunque en la práctica depende de cada estado y las exenciones son muy laxas, todos los padres están obligados a entregar en el colegio de sus hijos un certificado en el que consten las vacunas recibidas. Australia ha aprobado una ley que impedirá el acceso a beneficios sociales a los padres que no vacunen a sus hijos, una medida muy discutible si perjudica solo a las familias con menores ingresos.

Hoy, el filólogo al que le cayó en suerte la cartera ministerial de Sanidad ha hablado del derecho de los niños a ser vacunados. Pero ningún derecho es tal si la ley no lo ampara ni castiga su violación. En una época en la que se discute si conviene multar a los adultos que fumen en el coche en presencia de menores, se ventila con tibieza el hecho de que los padres expongan a sus hijos al riesgo de contraer una gran variedad de enfermedades letales. La decisión de un adulto de no inmunizarse, por ejemplo cuando viaja a países de riesgo sanitario, puede ser un acto de libertad sobre el que fundar un debate sociológico (nunca científico). Pero impedir la vacunación de quien no puede defender su derecho a proteger su salud no es albedrío, sino sencillamente, maltrato infantil.

12 comentarios

  1. Dice ser Manolo

    un medio oficialista diciendo mentiras, que raro!!!

    03 junio 2015 | 22:00

  2. Dice ser los 90 molan

    esto es de sainete, la humanidad buscando una cura y salen unos tarados que permiten el peligro cerca de sus hijos…

    http://www.los90molan.com/canal-plus-el-canal-deseado/

    04 junio 2015 | 07:45

  3. Dice ser Circe

    Lo siento, pero no tienes la menor idea de por qué hay familias que deciden no cumplir el calendario vacunal. Ni lo sabes ni te interesa. Las familias que se salen del calendario vacunal suelen estar muy informadas, y su decisión tiene, precisamente, el objetivo de proteger la salud de sus hijos, cuya responsabilidad tienen. Y cuidado: tienen dudas. Igual que otras familias que deciden sí vacunar, tras informarse exhaustivamente, y lo deciden hacer también con dudas. Porque, una vez informado, tienes que decidir: o vacunas o no vacunas. Y es la salud de sus hijos, de la que son responsables, pero se dan cuenta de que la cosa no está clara. Si crees que está clara, es porque tienes prejuicios previos, que se dan tanto a favor de vacunar como en contra, o bien porque no te planteas nada y obedeces ciegamente a las autoridades sanitarias. Si quieres saber la realidad de por qué hay familias que se saltan el calendario, parte de la idea de que no existe ningún “colectivo antivacunas”, que es una ficción mediática, y contacta con algunas de estas familias y hazles unas entrevistas serias.

    05 junio 2015 | 17:00

  4. Dice ser Circe

    Respecto a otras leyes que limitan la libertad individual, como “llevar casco…/.. cinturón de seguridad, o la prohibición de fumar en lugares públicos, o la necesidad de que los coches aprueben unas inspecciones periódicas, o las restricciones respecto al alcohol, o tantas otras normativas que afectan a la convivencia general”, precisamente son ideas que están profundamente cuestionadas en la actualidad por el neoliberalismo, que te indico, por si no te has dado cuenta, que avanza cada día más en todo el Mundo. Así que no comparto tu visión del futuro. Ya me gustaría, pues soy profundamente estatalista. Pero, si en un mundo regido por regímenes neoliberales, la vacunación es obligatoria… no será por la salud de las personas, si no por los intereses de las farmacéuticas. Y te tendrás que vacunar de lo que les interese a ellos.

    05 junio 2015 | 17:06

  5. Dice ser Hache

    Cuando eliges no hacer o al contrario, hacer algo y esa eleccion solo te afecta a ti, sin que sus consecuencias las tengamos que pagar o sufrir otros, podria estar de acuerdo con ello, pero si lo elegido es no vacunar a un tercero (menor) y como consecuencia de dicha conducta voluntaria ese menor contrae una efermedad y pone en peligro su vida (no la tuya, claro) y a su vez la trransmite a otros colocandolos en riesgo mortal es una conducta cuando menos criminal. Que diferencia habria si una persona empieza a disparar al aire y esas balas perdidas matan a alguien al caerles encima, en principio solo dispara al aire sin animo de herir a nadie (solo elige no vacunar) y muchos de esos proyectiles caeran en tierra si herir a nadie, mas cuando los que siguen esa conducta son pocos la posibilidad es remota, pero es remota porque la mayoria se vacuna, que de seguir la mayoria su ejemplo y todos disparasemos cuantos caerian dia a dia?.

    06 junio 2015 | 13:46

  6. Dice ser R

    @Circe

    ¿Podrías compartir con nosotros alguna de las razones tan meditadas que propician que una familia no quiera vacunar a sus vástagos? Es que en tu texto no me ha parecido ver ninguna y tengo cierto interés.

    08 junio 2015 | 17:57

  7. Dice ser Eres imbecil

    Explícame la razón por la que tus hijos tienen que sufrir que seas subnormal y no quieras vacunarlos?

    08 junio 2015 | 21:37

  8. Dice ser arisoteles

    Me parece increible haber acabado en este blog de mierda. Yo soy de esos padres que no vancuna a sus hijos. Y si, no estan vacunados. Exacto que tengo de decidir entre dos caminos como todo en esta vida, lo que no me entrara en la cabeza es que tenga que introducirle a mi hijo un virus en su cuerpo para que sepa protegerse por si llegara uno fuerte. Por esa regla de tres haremos lo siguiente. Cuando te saques el carnet de coche, ya que mencionas estupidezes comparativas con las vacunas, cojeras el coche en practicas antes del examen y te pegaras un ostion contra otro coche para prepararte por si algun dia tuvieses un accidente con un camion.

    Salut

    09 junio 2015 | 05:47

  9. Dice ser Paz

    Si realmente fuera en interés de las farmacéuticas, creo que ganarían bastante más dinero con los tratamientos de las enfermedades contra las que se vacuna que con las vacunas.

    Por otro lado, todo el mundo trabaja por dinero. ¿Vas a dejar de comer para no dar a ganar a los supermercados o al verdulero del barrio? ¿Vas a ir desnudo para que Inditex se hunda?
    ¿No sería mejor hacer cosas productivas para crear riqueza para todos?

    09 junio 2015 | 10:16

  10. Dice ser Paz

    Pues arisoteles, cuando tus hijos cojan una de las enfermedades contra las que no los has protegido, no vengas pidiendo ayuda para curarlos.

    Es como darles un garrotazo en la cabeza y luego pedir auxilio.
    Lo mejor es que la selección natural, que era lo que funcionaba hasta la generalización de las vacunas entre otras cosas, nos dejará libres de tu progenie y la raza mejorará.

    09 junio 2015 | 10:20

  11. Dice ser Yoyo

    Aristóteles, tu razonamiento me parece lo más absurdo que he leído en mucho tiempo.

    Eres libre para creerte y hacer con tu cuerpo lo que te dé la gana, pero por favor, no pongas en peligro la vida de tus hijos, porque a unas malas serán ellos los que paguen las consecuencias de tu inconsciencia. Los padres del niño este que está en las noticias se han dado cuenta de su estupidez de la peor manera posible.

    Y si tu razonamiento, como he leído los de otros muchos, es que «las farmacéuticas se enriquecen», pues entonces deja de comer para no enriquecer a los supermercados, y deja de consumir cualquier producto o servicio para no enriquecer al que te lo vende.

    Saludos.

    09 junio 2015 | 12:22

  12. Dice ser Javi

    Debe ser que se están vendiendo pocas vacunas que están los últimos días a todas horas en los MMM (Medios de Manipulación Masiva) insultando a los antivacunas… como en este blog.

    Qué conste que tengo una hija pequeña y está vacunada y la seguiré vacunando. Creo que esta es la opción, digamos inteligente, para tener la conciencia tranquila: hacer lo políticamente aceptado para que si le pasa algo a tu hijo tu no puedas tirarte de los pelos.

    Pero una vez dicho esto también digo lo siguiente:

    1- Está claro que las vacunas nos protegen de las enfermedades para las que nos las ponemos ¡nos ha jodido! pero… ¿Alguien piensa que las farmacéuticas (empresas privadas y que se mueven por dinero) se preocupan por nuestra salud?

    2- ¿Cuales son los ingredientes de las vacunas en la actualidad? me consta que llevan más «porquería» de la que llevaban en la época de Edwar Jenner. ¿Es normal que lleven Mercurio? ¿qué más ingredientes llevan?

    3- Algún día espero que haya un estudio serio (aunque me temo que jamás lo veremos) sobre la relación entre las vacunas y enfermedades que cogemos en edad adulta. Enfermedades que requieren de tratamiento de por vida: diabetes (insulina), alergias (antihistamínicos) o asma (inhaladores) y que hacen de oro a las farmecéuticas.

    4- Me hace gracia que a un bebé no se le pueda dar ningún tipo de medicamento ni de alimento que no sea leche y luego le estén metiendo mierdas en vena según nace.

    5- Vuelvo al punto 1… ¿en serio pensáis que las farmacéuticas velan por nuestra salud?. Ingenuos. Ellas nos quieren enfermos crónicos. No tengo pruebas de que las vacunas les sirvan en su propósito y por eso (y por el miedo que meten a los padres «y si coge esa enfermedad por no vacunarla») he hecho caso a mi mujer y he vacunado a mi nena… pero no me extrañaría nada de que las vacunas les hagan un gran favor a esas EMPRESAS PRIVADAS jodiéndonos el sistema inmunológico.
    Repito, sería interesante hacer un estudio y ver la incidencia de enfermedades como las que he descrito antes en poblaciones vacunadas y en otras que no lo están.

    Y una cosa más… pensad por vosotros mismos y dejad de insultad gratuítamente creyéndoos más inteligentes que los demás porque a lo mejor es justamente al revés.

    10 junio 2015 | 18:13

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