Adivinanza: Fast food o dieta sana, ¿con cuál comemos más microbios?

Una dieta sana con frutas, verduras y lácteos aporta más microbios. Imagen de Jasper Greek Golangco / Wikipedia.

Una dieta sana con frutas, verduras y lácteos aporta más microbios. Imagen de Jasper Greek Golangco / Wikipedia.

Evidentemente, con la dieta sana; de otro modo, la adivinanza no tendría ninguna gracia.

Hace un par de meses, los medios populares se hacían eco de un estudio publicado en la revista Microbiome que estimaba en 80 millones la cantidad de bacterias que se mudan de boca durante un beso de los que no se dan a cualquiera, como decía la canción. Los medios en los que escuché comentarios a la noticia casi siempre citaban la cifra con humilde perplejidad, pero oí a un petulante tertuliano poner en duda el orden de magnitud del dato.

Casos como este último demuestran que muchos no tienen una conciencia clara sobre cuál es exactamente su relación con el mundo microbiano. Prueba de ello es el triunfo de los productos antibacterianos, que son completamente superfluos en el ámbito normal de un hogar donde no vive ninguna persona con enfermedades infectocontagiosas graves.

Es más, incluso pueden ser perjudiciales: tiempo atrás conté aquí un estudio según el cual los geles antisépticos para las manos, esos que se han popularizado tanto en los últimos años y que suelen encontrarse desperdigados por las oficinas, pueden multiplicar por 100 la absorción dérmica de contaminantes insolubles en agua que merodean en nuestro entorno y normalmente no penetran en nuestra piel, como el famoso bisfenol A (BPA). Además, los productos antimicrobianos ofrecen una falsa sensación de asepsia: una investigación que comenté recientemente en otro medio descubría que es imposible erradicar las apabullantes comunidades bacterianas fecales y vaginales de los baños, por mucha lejía que se eche.

Poniéndonos en las cifras, conviene saber que somos más microbio de lo que somos nosotros mismos: en nuestro cuerpo hay diez veces más bacterias que células humanas. Somos comunidades de microbios paseando a un humano. Estos microorganismos colonizan todas nuestras superficies, tanto las externas (piel) como las internas (mucosas y tubo digestivo). Mientras no invadan el interior de los tejidos o la red sanguínea, todo correcto. De hecho, correcto y necesario: muchos expertos piensan que el aumento meteórico de las alergias alimentarias y los casos de asma en los niños (nota para padres y madres: en efecto, no es una simple impresión subjetiva; en EE. UU., un 18% de aumento de 1997 a 2007; en Francia, el doble en 1982 que en 1968) se debe a lo que llaman la hipótesis de la higiene: mantener a los bebés en una pretendida burbuja de esterilidad impide el correcto desarrollo de su sistema inmunitario y la adquisición de inmunotolerancia frente a antígenos inocuos, como los presentes en el cacahuete, el huevo, la leche o el chocolate. Y no solo está en juego el conocido papel beneficioso de la flora intestinal; el hecho de que nuestra piel esté saturada de microorganismos, generalmente simples inquilinos que caen por allí, impide que los malos se hagan fuertes para conquistar nuestro territorio.

Así pues, no tiene nada de malo que una dieta más sana nos aporte más microbios; es natural, dado que incluye productos fermentados no cocinados como el yogur o el queso fresco. De lo que sí debemos congratularnos es de que la dieta de fast food, que en el caso que vengo a contar procede sobre todo de aquellos dos hermanos de origen irlandés y de apellido McDonald, esté relativamente limpia de microbios, ya que de haberlos serían posteriores a la cocción y por tanto más bien debidos a la manipulación.

El origen de estas conclusiones es un estudio elaborado por tres investigadores de la Universidad de California en Davis (EE. UU.) y publicado recientemente en la revista digital PeerJ. Los científicos, dirigidos por la bióloga nutricionista Angela Zivkovic, se hicieron la siguiente pregunta: ¿cuántos (y cuáles) microbios comemos al día en una dieta estándar? Para averiguarlo, en primer lugar debían definir qué era una dieta estándar; pero este no es un concepto uniforme, por lo que establecieron tres perfiles diferentes igualados en contenido calórico.

La dieta americana del estudio incluía una hamburguesa Big Mac, patatas fritas y Coca-Cola. Imagen de Kici / Wikipedia.

La dieta americana del estudio incluía una hamburguesa Big Mac, patatas fritas y Coca-Cola. Imagen de Kici / Wikipedia.

Tratándose del imperio de la hamburguesa, la primera de las opciones no podía ser otra que lo que llaman dieta estadounidense media: desayuno en Starbucks, almuerzo en McDonald’s, merienda de Oreo y cena a base de lasaña precocinada. El segundo patrón es el recomendado por el Departamento de Agricultura de aquel país (USDA), algo más parecido a lo que aquí conocemos como dieta mediterránea: fruta, verdura, carne magra, lácteos y cereales integrales. Por último, la tercera propuesta es una dieta vegana.

El diseño experimental no puede ser más sencillo: los autores compraron o cocinaron los alimentos, homogeneizaron cada comida de cada dieta por separado en una batidora y después examinaron sus poblaciones microbianas, tanto mediante cultivo directo como por PCR y secuenciación de ADN (confío en que después del ébola ya puedo escribir «PCR» sin tener que explicarlo… ¿no?).

Y aquí, los resultados. Como ya he destripado en la primera línea, la dieta recomendada por el USDA es, con gran diferencia, la que contiene más microbios, un total de 1.300 millones. La distancia con las otras dos dietas es abismal, de tres órdenes de magnitud: la vegana alberga 6 millones de microbios y la de fast food solo 1,4 millones. En cuanto a las especies presentes, los investigadores no encuentran diferencias significativas entre las tres dietas, con las mayores cantidades de levaduras y hongos en la recomendada por el USDA, algo también previsible. Las bacterias más abundantes pertenecen a los grupos de los estreptococos, bacilos, estafilococos, lactobacilos y termófilos, con alguna otra familia destacada en ciertos casos, pero sin nada importante que reseñar.

Lógicamente, los autores reconocen que este es un estudio aislado restringido a tres menús concretos que podrían variar ampliamente y, con ello, los resultados se modificarían. Lo más importante, señalan los científicos, es que más trabajos como este podrían ayudar a conocer mejor el origen de nuestra flora bacteriana y desvelar cómo influye la población microbiana de lo que comemos en nuestro microbioma. Es decir, ¿cuánto de lo comemos sirve como alimento para nuestros habitantes ya presentes, y cuánto nos aporta nuevos inmigrantes microscópicos? Nuestra vida interior continúa siendo parte de ese misterio del hombre del que hablaba Dostoyevski.

2 comentarios

  1. Dice ser chatttek

    Yo siempre e tenido problemas de peso y siempre me a costado mucho bajar y mantener el peso. Desde hace unos meses empece con el Quema Grasa Thaivita. Con cual en un plazo bastante razonable perdi 12 kilos (9 semanas). A lo que voy es, que desde finales de septiembre reduci la toma del Quema Grasa a minimos, y estoy consiguiendo mantener peso. Eso si, el plan de ejercicio que llevo haciendo desde el primer dia, lo sigo haciendo y tambien controlo mas lo que como y cuando lo como. Del resto estoy muy contenta con los resultados. Lo suelo pedir en la pagina de thaivita.es
    Saludos

    19 enero 2015 | 10:06

  2. Dice ser carlos

    me parece muy importante el caso de la hamburguesa de mac donal. Mucha gente resuelve el problema de su almuerzo o de su cena consumiendo este tipo de comida rápida de dudosa higiene y hasta de elementos utilizados para su preparacion.

    http://apuntes.infonotas.com/

    06 febrero 2015 | 17:02

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