A ver si aprendemos empatía de las ratas

No es mi estilo ir hisopando moralina por el mundo, pero es difícil ignorar las lecciones que últimamente nos vienen dando ciertos animalitos tradicionalmente desdeñados por nuestra especie. Cuando equiparamos a las personas tacañas o despreciables con las ratas, el diccionario está de acuerdo, pero no la realidad: varios experimentos de comportamiento animal nos están demostrando que las ratas son mejores personas que las personas.

Dos ratas albinas en una jaula. Imagen de Nobuya Sato / Animal Cognition.

Dos ratas albinas en una jaula. Imagen de Nobuya Sato / Animal Cognition.

El hecho de que muchos animales responden a las emociones de otros no es una sorpresa. Pero sí lo es, desde hace unos años, el grado en el que algunos pueden llegar a mostrar comportamientos que antes creíamos reservados al ser humano y otros primates. En 2011, un estudio publicado en Science revelaba que a las ratas les importaba el sufrimiento de sus congéneres: cuando se situaba a un animal libre junto a otro encerrado, el primero liberaba al segundo una vez que aprendía a accionar el mecanismo. En cambio, cuando el recinto cerrado estaba vacío o contenía un objeto, las ratas no lo abrían. Es más; si junto al animal preso se situaba otra celda idéntica con chocolate, el roedor libre también ayudaba a su compañero, y luego entre ambos se repartían la comida.

Experimentos anteriores ya habían descubierto que las ratas eran capaces de contagiarse las emociones. Es decir, que un animal adopta reacciones de miedo o dolor cuando observa a otro sufriendo. Pero para los investigadores de la Universidad de Chicago (EE. UU.), dirigidos por la neurobióloga Peggy Mason, fue toda una sorpresa descubrir esta conducta de ayuda, ya que conlleva la necesidad de que las ratas superen su respuesta natural de quedarse paralizadas. Estamos acostumbrados a pensar que el instinto de conservación prima en el comportamiento de los animales; pero en este caso, la rata ignora las posibles consecuencias de sus actos cuando acude a socorrer a su congénere, actuando de manera diferente a como lo haría en una situación de peligro.

Con todo, los científicos reconocían que sus experimentos no permitían desentrañar en profundidad las motivaciones de las ratas. Desde nuestra tendencia a antropomorfizar a los animales y sus comportamientos, es inmediato emplear palabras como empatía, altruismo o compasión. Pero fuera del mundo de los dibujos animados, los científicos buscan una explicación fisiológica a esta conducta. Podría ser, arguyen, que el gesto de auxilio sea una manera de aliviar la propia angustia que el animal sufre debido a su contagio emocional, y que tal vez exista un mecanismo mediado por feromonas. Pero los investigadores tampoco descartan la posibilidad de que haya una verdadera motivación de ayudar. O quizá sea una mezcla de ambas cosas.

Para seguir indagando en esta conducta de las ratas y en sus motivaciones, Mason y sus colaboradores ampliaron sus experimentos con el fin de esclarecer qué tipo de vínculos son capaces de desencadenar la respuesta de ayuda. Según un estudio publicado en enero de 2014 en la revista eLife, los roedores socorren tanto a los compañeros de jaula como a los extraños, pero, en principio, siempre que sean de la misma cepa. Las ratas de laboratorio se diferencian de las salvajes en que pertenecen a líneas puras, obtenidas por cruces sucesivos a lo largo del tiempo hasta que se establece lo que se conoce como un background o fondo genético conocido y controlado. Dos cepas distintas pueden tener aspecto diferente; por ejemplo, en el experimento se emplearon ratas albinas y otras blancas y negras.

Las investigadoras de la Universidad de Chicago Peggy Mason (derecha) e Inbal Bartal observan a una rata que se dispone a liberar a otra. Imagen de Kevin Jiang.

Las investigadoras de la Universidad de Chicago Peggy Mason (derecha) e Inbal Bartal observan a una rata que se dispone a liberar a otra. Imagen de Kevin Jiang.

Pero aún más sorprendente es que, incluso cuando se trata de extraños de otra cepa diferente, la ayuda también aparece si esas ratas de distinta raza previamente han compartido jaula. Y cuando esto ocurre, los roedores también prestarán auxilio a otros extraños de la cepa con la que previamente se han familiarizado. En cambio, las ratas criadas desde pequeñas con miembros de otra cepa diferente de la suya no asistirán a los de su propia línea, a menos que se les haya habituado antes. Con todo esto, los investigadores concluían que el comportamiento prosocial no depende de la identidad genética, sino de la familiaridad social.

Con ocasión del nuevo estudio, la propia Mason no pudo evitar hacer una extrapolación de sus resultados: «La exposición y la interacción con distintos tipos de individuos las motiva para actuar bien con otras que pueden o no parecerse a ellas. Pienso que estos resultados tienen mucho que decir sobre la sociedad humana». Como conclusión de sus experimentos, Mason sospecha que la motivación de las ratas no es otra que «una versión de la empatía en roedores».

Ahora, otro nuevo experimento viene a reforzar las conclusiones de Mason. En este caso, investigadores de la Universidad Kwansei Gakuin de Japón han sometido a las ratas a un entorno de estrés: una piscina. Los científicos construyeron un recinto con dos compartimentos, uno seco y otro con un cierto volumen de agua que obligaba a los roedores a nadar. Al situar a un animal en cada uno de los dos habitáculos, los investigadores han descubierto que la rata en tierra seca abre la compuerta para permitir que su compañera escape del agua, y que el auxilio es más rápido cuando el propio roedor salvavidas ha sufrido antes la experiencia de la piscina en sus propias carnes. En cambio, la rata no abre la compuerta si no existe otro animal en peligro.

En otro experimento, el recinto contenía tres habitáculos; a un lado, la piscina; en el centro, el recinto seco; y en el extremo contrario, un compartimento con chocolate, accesible por una compuerta idéntica a la que conducía a la piscina. En la mayoría de los casos, escriben los investigadores en su estudio publicado en Animal Cognition, la rata elige socorrer a su compañera antes que acceder a la comida. Para el director del estudio, Nobuya Sato, sus resultados «sugieren que las ratas pueden mostrar un comportamiento prosocial, y que las ratas que ayudan pueden estar motivadas por sentimientos similares a la empatía hacia sus compañeros en apuros».

Después de todo lo anterior, y como comparación ilustrativa, no puedo evitar terminar con este vídeo. No tiene nada que ver con las ratas, pero sí mucho con la humanidad de los humanos. Se trata de un experimento social en el que se colocó en la calle a un chico en camiseta, aterido de frío en pleno invierno neoyorquino a -15 grados centígrados. Si quieren saber qué sucedió, no se pierdan la grabación completa. Verdaderamente, en algún momento de nuestro proceso evolutivo hemos perdido la compasión, la empatía y la solidaridad que distinguen a las ratas de nosotros, y no al revés.

2 comentarios

  1. Dice ser antonio larrosa

    Solo los que sufren o han sufrido saben lo que eso significa.
    De todas formas debemos tener esperanzas en el futuro , en las nuevas generaciones.

    Clica sobre mi nombre , por favor.

    15 mayo 2015 | 19:45

  2. Dice ser Rompecercas

    No me parece que el caso de las ratas sea el más adecuado para establecer comparaciones con nosotros, ni con otros animales…

    Me parece errónea tu concepción de la empatía humana, porque la empatía también se razona y se decide. Podemos respetar a los animales sin que haya nada evolutivo ni biólogico en ello… simplemente porque se quiera.

    27 mayo 2015 | 00:15

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