Días atrás, durante una conversación que mantenía en twitter la seguidora de este blog @ANASAYEK, fui nombrado por ésta para que les resolviera una duda que les había surgido en relación a los ‘murgaños’.
El ‘murgaño’ es el nombre común utilizado para referirse a un tipo de arácnidos conocidos como ‘opiliones’. Estos (de los que existen más de seis mil especies) es frecuente encontrarlos en zonas rurales o lugares húmedos como cuevas. Se diferencian de las arañas comunes básicamente por su cuerpo, ya que no poseen una cintura estrecha como estas sino que, a nuestros antepasados, su figura les recordaba a la de un pequeño ratón (posiblemente también porque se movía rápidamente como estos) y de ahí que se les conozca popularmente como murgaños, vocablo también utilizado hacia pequeños roedores o todo aquel bichejo campestre no identificado.
El nombre ‘opiliones’ fue acuñado en el siglo XIX por el zoólogo de origen sueco Carl Jakob Sundevall, basándose en las arañas de campo o arañas pastor (de hecho el término en latín ‘opilio’ significa literalmente ‘pastor’).
Por otra parte, el origen etimológico del nombre popular (murgaño) lo encontramos en la evolución del término en latín para referirse a los ratones ‘mus’ y de donde han surgido infinidad de vocablos; de algunos ya os he hablado en ocasiones anteriores: musaraña, músculo, murciélago. De ahí que también sea común referirse al murgaño como ‘musgaño’ (recogido por el Diccionario de la RAE).
Muchas son las personas que, dependiendo su situación geográfica, conocen y llaman a estos arácnidos con una variada selección de términos: morgaño, morgañera, murgañu, mulgaño, molgañu, mojaño, burgaño…
Días atrás, mientras estábamos disfrutando de una comida entre amigos, a la hora de los postres el camarero nos obsequió con una botella de cava y uno de los comensales presentes se percató de que su capacidad era de 75 centilitros (la misma cantidad que las botellas de vino que todavía estaban por allí). Evidentemente el siguiente paso fue preguntarme a mí por qué el vino y cava se embotella en esa medida y no en botellas de un litro.
Pues bien, no se sabe a ciencia cierta la verdadera razón, ya que dependiendo a qué fuente o experto le consultes te responderá una cosa distinta (de las varias hipótesis que existen).
Por una parte encontramos que esa cantidad de vino es la que se estipuló que era la adecuada para ser consumida diariamente por una persona durante la hora del almuerzo (sobre todo pensando en los obreros que debían de continuar trabajando después de comer). Si se sobrepasaba los 75cl en una sola ingesta ya era peligroso (tal y como se pensaba años atrás, evidentemente).
Otros defienden que se hizo porque 75cl es la cantidad exacta que cabe en seis copas de vino.
También hay quien asegura que fue tras adoptarse en el siglo XIX la unidad de medida en el Reino Unido del conocido como ‘galón imperial’ el cual equivalía a 4 litros y medio (o lo que es lo mismo 450 centilitros). Cuando los vinicultores franceses empezaron a comerciar con los ingleses vieron que éstos les pedían las cantidades en galones y como debían exportarlo en cajas donde cabían seis botellas decidieron hacer los envases de 75cl que daba como resultado un galón imperial -el que se usa en Gran Bretaña- 6x75cl= 450cl (algunas fuentes apuntan que eran cajas de 12 botellas, por tanto de dos galones).
Pero el posible origen que más personas defienden es el que indica que en los orígenes de hacer las botellas de vidrio a base del método del soplado, la capacidad pulmonar media de uno de esos artesanos era aproximadamente de 80cl y se optó por hacerlas de 75cl para dar un pequeño margen (hoy en día se realizan en cadena, pero antiguamente las botellas eran hechas una por una).
Cabe destacar que hay constancia de botellas de mayor tamaño en décadas posteriores y que la regularización en Europa se realizó a mediados de los años 1970 y posteriormente, a finales de esa década, se adoptó en otros continentes (aunque en lugar de indicar 75cl en algunos países –como EEUU o Australia- pone 750ml).
Betty Boop es un famosísimo personaje de dibujos animados que se hizo inmensamente popular a partir del 9 de agosto de 1930, día en el que se estrenó en la gran pantalla el corto de animación Dizzy Dishes.
Su creador fue Max Fleischer, quien se inspiró en la actriz y cantante Helen Kane, quien por aquella época triunfaba en las mejores salas de fiesta y espectáculos. Max copió la cara, mirada, sonrisa, gestos… prácticamente todo de la joven Helen, quien no fue demasiado bien pagada en comparación al gran negocio que hizo el creador de Betty Boop y la productora Paramount.
Betty Boop se convirtió en el prototipo de chica sexy y algo ingenua, pero con un puntito de picardía y descaro, que tanto gustaba a la sociedad americana del momento. A pesar de ser de dibujos animados, era la mejor representación de la chica flapper, la antecesora de las famosísimas chicas pin-up que tanto gustaron un par de décadas después.
La Paramount estuvo produciendo películas del personaje de Betty Boop hasta 1969, año en el que Columbia Pictures compró los derechos de explotación. En 1982 Sony Pictures se hizo cargo de la productora y en 1992 decidió dejar de producirlas. Desde entonces los derechos de imagen y explotación del personaje están repartidos entre varias empresas.
En 1932 Helen Kane demandó a la Paramount y Max Fleischer pero por culpa de un pésimo trabajo por parte del abogado de la actriz el juez decidió desestimar el recurso tras dos años de aportar pruebas y testigos que intentaron demostrar que Betty Boop imitaba la voz además de la forma de ser y de actuar de Helen. El magistrado argumentó en su resolución que eran docenas las artistas que hablaban y actuaban de ese modo.
Todos hemos visto alguna vez (ya sea en una película o una serie de televisión) la típica escena en la que tras fallecer alguien sus seres queridos se reúnen en un barco y lanzan las cenizas de éste al agua (ya fuera porque era un gran enamorado del mar o fuera su última voluntad).
Este simbólico acto es muy vistoso y sobre todo emotivo, pero no es totalmente legal realizarlo en cualquier país (por ejemplo es ampliamente conocida la tradición funeraria hinduista de quemar a sus fallecidos directamente en el río Ganges, donde quedan esparcidos los restos).
De hecho cada nación tiene su propia legislación al respecto de esparcir las cenizas y concretamente en España esta práctica está prohibida desde hace unos años; a no ser que se realice bajo una serie de condiciones, como es el obtener un permiso específico que previamente ha sido solicitado a la Dirección General de la Marina Mercante (DGMM) del Ministerio de Fomento o al órgano competente de la comunidad autónoma correspondiente.
Una vez obtenido dicho permiso (que suele ser muy complicado conseguir por parte de un particular), hay que tener en cuenta que las cenizas del difunto no pueden ser lanzarlas directamente al agua ni tampoco dentro de una urna convencional, sino que deben ir en el interior de un recipiente homologado y, sobre todo, biodegradable.
Y es que debemos tener en cuenta que el lanzar cenizas al mar (o en cualquier otro lugar) está considerado como un delito grave contra el medio ambiente.
Hasta no hace demasiado tiempo la ley únicamente especificaba que tras la entrega, por parte de la empresa funeraria, de la urna conteniendo las cenizas mortuorias (y en la que debía figurar el nombre de la persona difunta) estaba terminantemente prohibido abandonarla en la vía pública. Ese vacío legal es lo que facultó a que fueran muchas las personas que decidieran lanzarlas al mar (no considerado como vía pública) tanto directamente las cenizas como tirar la urna.
Esto suponía un deterioro ecológico, teniendo que legislar específicamente que no está permitido dejar las urnas o esparcir las cenizas en lugares públicos, en la naturaleza o en el mar sin contar con la autorización correspondiente. En caso de no hacer caso a esta advertencia los infractores pueden ser sancionados con una multa. A pesar de ello, anualmente son miles las personas que esparcen las cenizas de sus seres queridos en el mar o cualquier otro paraje no autorizado.
[…] ese acto tan romántico de arrojar las cenizas al mar está prohibido en Europa (esto implica que, para salir de aguas europeas, debes alejarte a más de doce millas náuticas de la costa) salvo a algunas empresas que cuentan con autorización. Para poder tirar las cenizas al mar dentro de la ley, la urna debe ser biodegradable y los restos humanos tienen que estar triturados en partículas con un diámetro inferior al máximo estipulado, con lo que se pueden arrojar a más de cuatro millas de la costa si el barco está en marcha a una velocidad de al menos cuatro nudos. Puede parecer muy estricto, pero es que esta práctica aparentemente inocua da problemas y el mar no es un vertedero. En muchas ocasiones la gente utiliza urnas no degradables y estas acaban apareciendo en las redes de los pesqueros, con lo cual no es muy apetitoso comerte una merluza pescada dentro de la urna del abuelo. Y luego está el asunto de que si los restos no se han triturado bien, algún bañista podría encontrarse con un hueso escafoides o un trozo de mandíbula mientras nada, algo bastante asqueroso. […]
Durante los años que duró la dictadura franquista muchas fueron las personas a las que se les aplicó dura e injustamente la ‘Ley de Vagos y Maleantes’ (también conocida popularmente como ‘la gandula’).
Con esta ley se quería sancionar a toda aquella persona que no era del agrado de las autoridades del momento y siempre ha estado vinculada en la memoria histórica con ese régimen, pero en realidad se aprobó y puso en marcha unos cuantos años antes de que Franco tomara el poder.
Concretamente fue el 5 de agosto de 1933 cuando se publicó en la Gaceta de Madrid (germen del Boletín Oficial del Estado) una ley que había sido promulgada y aprobada un día antes por el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, y el presidente del Consejo de Ministros, Manuel Azaña.
La ley perseguiría a los que ellos consideraban como escoria de la sociedad: vagabundos, pordioseros, rufianes, proxenetas y todo aquel que no pudiese demostrar tener un domicilio fijo y un empleo o modo de sustento.
Tras el fallecimiento del dictador Franco la ley sufrió varias modificaciones, eliminando algunos artículos, pero no fue derogada totalmente hasta finales de 1995 (concretamente el 23 de noviembre).
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Entre 1949 y 1953 – en los inicios de la Guerra Fría y primeras tensiones políticas entre Estados Unidos y la Unión Soviética- el famoso y carismático actor John Wayne se puso al frente de la MPAPAI, siglas de la ‘Alianza Cinematográfica para la Preservación de los Ideales Americanos’ (Motion Picture Alliance for the Preservation of American Ideals) la organización con la que los miembros más conservadores de la industria del cine querían preservar el modelo de vida y político americano frente a la cada vez mayor presencia de personas que simpatizaban con el comunismo soviético.
Wayne se convirtió en un férreo defensor del patriotismo estadounidense y colaboró activamente desde la organización en denunciar a todos aquellos compañeros de profesión de los que se sospechaba que colaboraban con los comunistas o comulgaban con dichos ideales.
El exceso de celo del actor lo llevó a ser en multitud de ocasiones un tipo despreciado por gran parte de sus compañeros, además de llegar a oídos del Kremlin su odio hacia los comunistas, provocando que el propio Iosif Stalin ordenara a miembros de la NKVD (predecesora del KGB) que algún agente soviético infiltrado en suelo estadounidense se encargara de asesinar a John Wayne.
A lo largo de los siguientes años, varias veces fueron las ocasiones en las que el actor estuvo a punto de morir, pero los asesinos siempre fueron descubiertos, ya que Wayne disponía de seguridad personal que lo protegía día y noche.
La orden de Stalin estuvo en vigencia a lo largo de toda una década hasta que, tras el fallecimiento del dictador soviético, su sucesor –Nikita Jrushchov– la anuló. A pesar de ello, Wayne ya era un objetivo en el punto de mira de muchos comunistas que lo odiaban y varias las ocasiones en las que se le intentó matar a lo largo de los siguientes años; una de ellas en 1966 durante un viaje que realizó a Vietnam en el que estuvo muy cerca de morir a causa de las balas disparadas por un francotirador desplazado hasta allí desde la China comunista de Mao Tse-Tung.
Muchas son las personas que creen que las palabras vidrio y cristal son sinónimas entre sí, utilizando indistintamente ambos términos para referirse a las mismas cosas.
Pero no, no son lo mismo y, además, si os fijáis bien, en los iglús verdes de reciclaje podréis observar que en ese contenedor tan solo se puede depositar vidrio y hay una advertencia en la que indica que no se eche nada que sea de cristal. El motivo de ello es porque aquello que se considera cristal (como vasos, copas, bombillas convencionales, una ventana o espejo…) aunque comparta con el vidrio (botellas de vino, licor o refresco, frascos de conserva, cosmética, colonia o alimentación…) la composición se le ha añadido además de óxido de plomo (o en algunos casos óxido de bario) que es lo que le da el aspecto brillante tan característico de los elementos de cristal.
Esa concentración de plomo es la que hace que no sea conveniente echar ningún producto de cristal en el iglú verde, básicamente porque este elemento necesita una temperatura muy superior para ser fundido al que necesita el vidrio (que es de unos 1.500 grados centígrados). De ahí que se recomiende tirar el cristal en el contenedor en el que depositamos el resto de basura (suele ser gris, naranja o de un verde más oscuro).
Evidentemente sería mucho más aconsejable llevar todo aquello que tenemos para reciclar a un punto limpio, en el que se depositará cada cosa en su correspondiente contenedor, pero, lamentablemente, no todas las personas tienen uno de esos lugares cercano a su hogar y no pueden desplazarse hasta ellos; por tal motivo se permite que el cristal (y todo aquello que no termina de encajar en el resto de contenedores: como la cerámica, el corcho, el papel plastificado, pañales y productos de deshecho de higiene femenina e incluso las fotografías) se deposite en el contenedor de basura orgánica.
Post realizado a raíz de la consulta recibida de Paco Sansa a través del apartado de contacto en el que me pregunta ‘¿Qué diferencia hay entre el vidrio y el cristal?’
Fuentes de consulta y más info: ecovidrio / elmundo / twenergy / eco-lab (elpais) / naturarla / anfevi
Fuente de la imagen: pixabay