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‘Flores para Algernon’, «es muy fácil hacer amigos si dejas que la gente se ría de ti» #Unoalmes

Mantengo la nueva costumbre que inicié el mes pasado de sumarme a otros blogs para recomendar uno de los libros que he leído este mes. Que, por cierto, estáis todos invitados a participar en esta iniciativa de Pilar (MamásFulltime) si tenéis un blog o desde vuestras redes sociales. El hashtag es #Unoalmes.

Lo mío no es una lectura, es una relectura. Leí Flores para Algernon De Daniel Keyes por vez primera hace casi catorce años, gracias a la recomendación de Pepe Cervera y en un volumen prestado. Ya en aquella ocasión me atrapó por completo. El mes pasado me volví a encontrar con la misma edición que leí en su momento en un mercadillo solidario de libros que pusieron en la plaza del ayuntamiento de mi ciudad. Es algo que hacen todos los años: la gente dona sus libros y se venden por tres euros. A mí me encanta recorrer los puestos buscando tesoros, y siempre doy con alguno. Este año me he llevado a casa Flores para Algernon; Pabellón de mujeres, una de las pocas novelas de Pearl S. Buck que me faltaba por leer (descubrí Peonía en mi adolescencia y se convirtió en mi novela romántica favorita) y Martin Edén de Jack London, otro autor que me encanta, y que ya ha caído.

Releer Flores para Algernon tras ser madre de un niño con autismo y estar en contacto con personas con discapacidad intelectual lo convierte en una lectura muy diferente. Me resultó especialmente doloroso recordar de la mano del despertar de Charlie la relación que tuvo con su madre.

Flores para Algernon fue primero un relato y en 1959 se convirtió en una novela, igual que Galatea. Aunque se cataloga como ciencia ficción, realmente es un libro inclasificable y con mucha carga de profundidad. Logró el premio Hugo y el premio Nébula y, por lo que me han contado, es una de las lecturas recomendadas en los institutos de Estados Unidos. No me extraña lo más mínimo.
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Nuestros diez cuentos infantiles favoritos

jaimeleyendoEsta semana esto y escribiendo mucho de libros, de leer, de cuentos… Es lo que corresponde en torno al 23 de abril, el día del libro. Una jornada estupenda para acercarse con nuestros niños a una librería o a una biblioteca para recorrer los estantes en busca de un nuevo tesoro que llevarnos a casa.

Desde qué son bebés Jaime y Julia han estado rodeados de libros, nuestros y suyos. Espero que vernos leer y bañarles en letras sirva para que crezcan disfrutando de la lectura, encontrando en ella un refugio.

Os voy a contar algo curioso. Jaime por su autismo no tiene interés en los juguetes. Haciendo memoria lo cierto es que nunca lo tuvo, incluso cuando era bebé y parecía evolucionar bien, repitiendo palabras y gestos, antes de perder esas capacidades en torno al año y medio. Lo único que siempre le gustó fueron los cuentos. Pasaba las hijas concentrado en los dibujos, feliz. Siguen gustándole. Y no sólo los cuentos, también los álbumes de fotos. En la imagen podéis verle la pasada primavera sentado tranquilamente en una librería, viendo un cuento tras otro.

Sus cuentos favoritos cuando era pequeño eran Todos los besos y Todos los bebés, unos cuentos que su padre y yo nos aprendimos y aún recordamos. Sobre todo el segundo: «el bebé león, es un campeón. El bebé avestruz, del sol ama su luz». Los destrozó de tanto verlos pese a ser bastante resistentes. No importa, no creo que haya mejor destino para un libro de bebé que caer en el campo de batalla de animar a la lectura, mucho mejor que permanecer intacto y olvidado en una estantería.

Para conmemorar el día de hoy he hecho una recopilación con los cuentos infantiles favoritos en casa, nuestros imprescindibles. Los cuentos que más han gustado a Julia y a Jaime, los que siempre quieren, los que se saben de memoria y los primeros en emocionarles hasta las lágrimas.

El primero va a ser ese Todos los bebés que os comentaba. Yo sé lo he regalado a unos cuantos bebés con éxito. Vayamos por el resto:

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Las ciudades de colores, un cuento delicioso, en texto, ilustraciones y proyecto editorial. Cuenta la historia de Iris, una niña de colores que vive en una ciudad terriblemente gris. Tan gris, tan gris, tan gris, que a la pobre Iris, que es de colores, la gente la señala por la calle y le hace sentir fatal.

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la foto-3‘El tesoro de Lilith’, el cuento es alegórico: un pequeño árbol que quiere bailar, correr y vivir aventuras, por lo que acaba convertido en una niña. Una niña que encierra en su interior una capullo que al convertirse en mujer pasará a ser una flor que, regularmente, desprenderá sus pétalos, equiparando las distintas fases por las que pasa el cuerpo de las mujeres con las estaciones del año. En el cuento también aparece el deseo. Son unas mariposas que rondan la flor, que la hacen cosquillear y latir. El cuento es metafórico y delicado, permite con sus árboles, sus flores y sus mariposas explicar de una manera razonablemente detallada cómo son las cosa. Con una visión positiva y fomentando el autoconocimiento, la aceptación y el escuchar a nuestro cuerpo.

Un par de cuentos para perder el miedo a los monstruos Que para mí es como si fueran uno solo:
¿Estás ahí, monstruo? permite perder el miedo a lo desconocido, a lo que apenas se ve, a comprender que la imaginación puede jugarnos malas pasadas si estamos predispuestos a ello. Tiene en cada página unas solapas que no se abren, metes la mano (si te atreves) para tocar las babas del monstruo, sus garras, su pelaje… que en realidad acaban siendo pintura de papá, un buho, conejitos…
Fuera de aquí horrible monstruo verde y con él vemos aparecer rasgo a rasgo a un monstruo que el niño hará desaparecer a grito pelado pasando páginas hasta llegar al final: “¡Y no vuelvas más hasta que lo diga yo!”. Es decir, lo que hace es animar a los pequeños a empoderarse, a aprender a decir no, a enfrentarse y a alejar aquello que no les gusta.

Sí, somos raros, el primer cuento que Julia se aprende de memoria sobre niños que son diferentes, ya sea porque están imantados y atraen todos los objetos metálicos, les crece el pelo a toda velocidad, una nube les persigue por todas partes o al gritar son capaces de derribar edificios. Eso tiene sus inconvenientes. Por ejemplo, necesitan una pesada bicicleta de madera o usar cubiertos de plástico, tienen que llevar la melena en una mochila, están siempre mojados o no les dejan cantar o gritar gol en el cole. Pero siempre al final aprenden a aceptarse y a encontrar ventajas en sus rarezas.

La vaca gordita narra como una vaca, que solo era un pelín más gordita que las demás, comienza a verse las patas gordas, la barriga gorda y deja de comer hasta convertirse en algo que ya no parece una vaca. Por suerte se da cuenta y vuelve a comer para volver a convertirse en una vaca feliz y saludable. En este mundo en el que es ametrallante la obsesión por la imagen que tenemos, asociada constantemente a la delgadez, es muy importante transmitir a nuestros hijos que se quieran bien, que se gusten, que cuando se miren al espejo aprendan a amar lo que ven. Lograrlo sería un gran triunfo como padres. Y La vaca gordita puede poner un granito de arena. Y granito a granito…

El cazo de Lorenzo, un hermoso cuento de Isabelle Carrier, mujer de Jérôme Ruillier, el autor del también muy recomendable Por Cuatro Esquinitas De Nada sobre la aceptación y la integración. Una metáfora adaptada a los niños, que a mí me sigue conmoviendo cada vez que lo leo.

imageGran Lobo Salvaje ha sido el primer cuento con el que Julia ha llorado. En el arranque del libro el pequeño Tritus es abandonado cruelmente, arrancado de los brazos del niño que lo llevó a su casa y depositado al pie de la carretera. Para Julia primero fueron pucheros, luego un breve llanto sofocado con la almohada. Es el primer libro que le emociona de verdad. Durante cuatro días más seguimos las andanzas del cachorro, que en cada capítulo va encontrando diferentes perros con diferentes historias: el viejo perro que le adopta, el cocker mimado que quiere ver mundo, un perrazo que fue la mano derecha de un pastor y sobrevive asilvestrado, otra perrilla mestiza que viaja con él, la bóxer perdida enamorada de sus dueños y loca por volver con ellos y el perro guardián encadenado. Está escrito con delicadeza, con tino, por alguien que se nota que sabe mucho de los perros y sabe transmitirlo, y transmite muchísimos valores, no solo de respeto a la vida animal, sino de compañerismo, resolución de conflictos personales, compromiso…

¡Qué fastidio ser princesa!. Ser princesa en el reino del quinto pimiento es un fastidio, llevando tacones, faldas, joyas que impiden moverse, sin poder hacer apenas nada salvo esperar al príncipe. Cuando se harta, la princesa protagonista huye para ser pirata, caballera y juglaresa. Probando hasta encontrar la ocupación que la haga feliz.

Charlie y la fábrica de chocolate, de Roald Dahl. Hace pocos meses que Julia y yo nos sumergimos en ese mundo de cascadas de chocolate, pequeños oompa loompas (que en nuestra versión eran pigmeos negros de África, pero lo políticamente correcto obligó en otra más reciente a convertirlos en blancos de Oompalandia) al servicio del genio extravagante de Willy Wonka, de niños que ven demasiada televisión, consiguen todos los caprichos, mascan chicles sin parar, comen sin control o simplemente son tan pobres que sólo pueden permitirse una chocolatina al año.

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Si eres un niño al que le gusta escribir, tal vez te interese leer esto

a00586204 280Empieza escribiendo de lo que conoces. Si no te apetece, invéntate tus propios mundos, futuros o imaginarios. Situarte en un pasado real es más difícil, necesitarás documentarte. Pero da igual si afrontas el reto de estudiar a conciencia una época determinada o si decides crear tu propio escenario, sigue siendo buena idea utilizar lo que mejor conoces, tus sensaciones, experiencias y reflexiones.

No pasa nada por no terminar un libro que has empezado a leer. Algunos hemos tenido que llegar a adultos para decidir que nuestro tiempo valía más que nuestro amor propio. Por lo mismo tampoco pasa nada por dejar de escribir una historia ya empezada. No le debes nada a nadie más que a ti mismo. No todas las semillas plantadas logran germinar y plantándolas se aprende. Pero no te rindas demasiado pronto.

Si no sabes de qué escribir, si te sientes atascado con tu historia, ponte ante el teclado. Algo vendrá. Si no es hoy, tal vez mañana.

No te desfondes. Vale más la constancia en esta vida que lanzarse a algo lleno de entusiasmo y no perseverar. Y esto también es aplicable a muchos otros aspectos de la vida. Suele ser buena idea encontrar el sitio y el momento en el que te sientes más cómodo escribiendo.

No permitas que te digan que lo que has escrito es malo. Los que lo dicen tal vez lo hayan leído con criterios de adulto, no te dejes desanimar.

Déjate aconsejar y acepta las críticas bienintencionadas. Nadie hace nada perfecto en este mundo, lo único inteligente ante alguien que desea ayudarte con un comentario constructivo, con algunos consejos, es escuchar y reflexionar sobre lo que te ha dicho. Tal vez tenga razón. Y esto también vale en muchas situaciones que no tienen que ver con la literatura.

Quita el acceso a Internet cuando te pongas a escribir. Internet es fantástico, pero puede que entres en una red social y cuando quieras darte cuenta ya no te quede tiempo.

Encuentra a alguna persona de confianza que lea lo que escribes mientras lo estás escribiendo, alguien sensible, sincero y con criterio cuya opinión valores. No valen aquellos que únicamente se dedican a dorarte la píldora. Estoy hablando de lectores que te ayuden a crecer como escritor sin miedo a hacerte ver tus errores.

Revisa tus textos. Déjalos reposar un tiempo y vuelve a repasarlos. Es bueno coger distancia temporal con lo que has escrito para pulirlo.

Cuidado con los finales. Hay que procurar cerrar bien las historias. No hay nada peor como lector que encontrarte con un final pricipitado, mal resuelto, poco congruente. A veces, como cuando se compite en una carrera, cuando vez cerca el final tienes tantas ganas de llegar que aceleras en exceso. Esfuérzate por dejar un buen sabor de boca al final.

imageNunca dejes de escribir, teniendo en cuenta que escribir toda la vida a veces supone pasar largos periodos de tiempo sin hacerlo. No pasa nada. Sigue leyendo y espera el momento de volver a sacar las historias que llevas dentro.

Escribe para divertirte, para desahogarte, por lo que te reporta a nivel personal, por pura satisfacción. No escribas buscando supuestas glorias.

Este post lo ha inspirado Claudia Morales. Comenzó como un correo dirigido únicamente a ella tras leer el libro que ha escrito con trece años y que sus padres publicaron, pero he pensado que podría ser de interés para todos esos niños a los que les gusta escribir.

Foto: GTRES

¿Perdonarías que otro adulto pegase a tu hijo?

Una bofetada a un niño puede dar para mucho. De entrada para algún que otro post con comentarios encontrados entre los partidarios y detractores del cachete a tiempo. Yo ya os he contado en el pasado que no soy partidaria de pegar, creo que a golpes no se aprende nada bueno y que lo único que denota es que hemos perdido la paciencia. Dicho esto, tampoco hay que flagelarse si un día hemos perdido los nervios y soltado un cachete. Yo tengo un carácter templado y dos hijos flexibles y con buen carácter, parto con ventaja para evitar caer. Pero puede pasar, aún queriendo evitarlo, y no hay que darle más vueltas.

Una vuelta de tuerca al gastado debate del ‘cachete-sí, cachete-no’ es que no sean los padres los que peguen al niño, sino que sea otro adulto: un amigo íntimo, un tío, un profesor… No sé vosotros, pero yo soy especialmente cuidadosa cuando tengo que reprender a un niño que no es hijo mío, por cercana que sea la relación y mucho cariño que haya. Soy consciente de mi papel, y de que hay que ejercer la autoridad hasta cierto punto, sin entrar en terreno acotado para los padres. Por supuesto no se me ocurriría pegarle y si alguien pegase a los míos el cabreo sería monumental.
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La pregunta clave aquí es: ¿Perdonarías que otro adulto pegase a tu hijo, aunque se estuviera portando fatal? No sé vosotros, pero siendo sincera a mí me cuesta saber lo que haría en esas circunstancias. Dependería de las circunstancias y tal vez sí lo perdonase, pero no se me iba a olvidar jamás. Los padres tenemos la prerrogativa de sentar unas bases educativas (y equivocarnos haciéndolo) que los demás procuren respetar, aunque crean que nos equivocamos. Nuestra es la responsabilidad última a fin de cuentas.

Esa es la premisa que ha dado para un libro y dos series, una en Australia que cuenta con estupendas críticas y otra en Estados Unidos que cuenta con el enorme Zachary Quinto, nada menos y en cuya presentación fue precisamente en la que hizo acto de presencia una renovada Una Thurman.

No la he visto, ni he leído el libro. Aunque me quedo con las ganas de hacer ambas cosas. Os dejo un fragmento de la opinón de Homo Seriens (un blog estupendo que ojalá se actualizara más) sobre la australiana y el tráiler de la estadounidense.

Pues el argumento es simple. Una fiesta. Un grupo de amigos y familiares. Un niño malcriado (y no es juicio personal, es un hecho). Y un bofetón por un adulto al citado niño malcriado.

Ya tenemos el follón.

Se trata de la versión televisiva de este libro de la izquierda, que ha sido un bestseller y que ya desde la portada te va poniendo en situación… Cuando leí el argumento pensé: ufff, vamos a meternos en líos sobre maternidad de nuevo, pero ¿aguantará una serie de 8 episodios sobre este tema? Porque apoyar la bofetada a un niño no parece que de para mucho, ¿no?

Pues me equivoqué bastante. Porque el bofetón, más allá de un estudio sobre los síes o noes sobre su idoneidad como castigo, es la sacudida que rompe un cristal aparente, una superficie en orden que escondía un universo caótico y lleno de mentiras, recovecos y malentendidos. Aunque he leído que habla sobre la conveniencia o no de los castigos corporales, no creo para nada que sea el tema real de la serie. Es más la excusa, muy buena porque lo que viene detrás está muy relacionado, pero no diría que es el tema central. Ya me lo dirán ustedes 🙂