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«¡No puedo dormir sin mi tucán!»

Julia nunca había hecho demasiado caso a los peluches. Tenemos un buen surtido en casa desde que nació. antes incluso. Lo cierto es que había ya un par de peluches antes de estar embarazada de su hermano. Jugó con ellos a veces, pero lo cierto es que poco.

Pues bien, hace un par de meses nos dio por acercarnos a Faunia. Desde que pisó aquel lugar, y vete a saber por qué (esa linda cabecita es un misterio), se obsesionó repentínamente por ver un tucán, uno de los animales señuelo de Faunia.

Al salir compramos un peluche de un tucán de unos 50 centímetros de altura (algo más de la mitad de lo que mide ella aproximadamente) y fue amor a primera vista.

Durante el día es raro que lo haga caso, pero cuando llega el momento de irse a dormir lo primero que hace es bucarle para hacer acompañada todo el ritual previo a acostarse.

El tucán («tután» como dice ella) hace pis en su orinal, come con ella en su trona, se lavan los dientes (el pico) juntos y, por supuesto, se va con él a la cama, tiende a su derecha y lo arropa para dormir.

Ayer el tucán había desaparecido. Lo buscamos y no aparecía. «¡No puedo dormir sin mi tucán!» decía. «Papá, tienes que encontrarlo».

Al final se conformó y se durmió. Menos mal que a la mañana siguiente apareció.

Con dos años y medio está en la edad.

¿Vuestros peques también tienen una relación así de íntima con algún peluche?

¿Recordáis los cigarrillos de chocolate?

Hoy estábamos mi santo y yo recordando algunos juguetes y chuches que eran de lo más frecuente cuando éramos niños y que ahora se han prohibido. Hace treinta años los quioscos estaban repletos de ellas y ahora es imposible verlas.

Por ejemplo (1,2,3 reponda otra vez), los cigarrillos de chocolate. Él también recuerda unos de plástico que soplabas y soltaban vapor. Hoy resultaría una aberración ver a unos padres recientes comprar a sus hijos pequeños una cajetilla de juguete llena de cigarrillos comestibles o humeantes, para que jugasen a fumar, pero creo que todos hemos hecho una cosa u otra.

Luego están las pistolas con petardos. Recuerdo que me encantaban. Las cargabas con una especie de minicápsulas que hacían un breve»¡pum!». Si ahora ya es complicado ver pistolas o rifles realistas de juguete, encontrarlos encima que pseudodisparen es casi imposible.

No estoy tan segura de si también es imposible de encontrar hoy día aquellas bolsas repletas de soldados (semejantes a la tropa verde de Toy’s Story) y de indios y vaqueros en colores imposibles y de plástico que a mí me gustaban tanto. Sobre todo en lo que respecta a los indios y vaqueros. Tenía un támbor de detergente repleto de juguetes en los que los reyes eran esos muñequitos a los que siempre se les acababan tronchando rifles, arcos y patas. Recuerdo que mi abuelo me hizo un rancho para montarme mis propias películas del oeste.

La verdad es que cigarrillos y pistolas explosivas hicieron bien en desaparecer, es inconcebible fomentar que los niños pequeños jueguen a fumar o usar petardos, pero mis bolsas de indios y vaqueros no me parece que fueran lesivas por mucho que sólo sirvieran para jugar a la guerra. Es juego simbólico a fin de cuentas. Aunque probablemente esté equivocada y me autoengaño debido a mis gratos recuerdos infantiles.

¿Recordáis más juguetes desaparecidos?
¿Creéis que han hecho bien en desaparecer a cambio de otros más educativos?

El iPad («¡mío mío, mío!») como herramienta educativa

En el cole de Jaime tienen una pizarra digital desde hace el curso pasado que le encanta. La usan sus terapeutas en el aula como herramienta educativa. Allí pinta y juguetea con su supervisión. Es un buen estímulo.

Pues ahora tenemos en casa un iPad y estoy descubriendo en enorme potencial que tiene educativo y de entretenimento bien entendido: hay aplicaciones para dibujar, rellenar colores, cuentos interactivos, puzzles a mansalva de todo tipo, actividades de unir puntos o hacer música, juegos con sonidos de animales… incluso hay aplicaciones pensadas para niños con autismo o dificultades del lenguaje, como generadores de pictogramas.

También es sorprendente a qué velocidad niños muy pequeños o con trastornos del desarrollo son capaces de manejarlo con sus deditos. Es todo tan fácil e intuitivo: tocar, arrastrar… tengo un amigo que dice que debería grabar un vídeo en el que se vea la maña que se da con apenas dos años.

«¡Mío mío, mío!» dice Julia cada vez que oye la palabra «aipad» o lo ve en unas manos que no sean las suyas.

Desde luego es la persona de la casa que más partido le saca. Es su juguete preferido.

Los turnos y el “dame” o “te lo cambio” ante el ¡»mío, mío»!

Normalmente cuando un niño está felizmente con un juguete y llega otro y se lo arrebata las reacciones de los adultos que los cuidan suelen ser:

  • Devolver el juguete al niño que ya lo tenía y regañar al que lo cogió.
  • Intentar contentar al que se ha quedado sin juguete con otro cacharro diferente.
  • Intentar consolar al que se ha quedado sin juguete de la importancia de compartir.
  • Dejar a ambos sin el juguete origen del problema.

En esas unas jornadas a las que acudí para incentivar la comunicación de niños con autismo u otros problemas de lenguaje, la directora de una escuela infantil ejemplar que está continuamente innovando sugirió otros dos métodos que a ellos les funcionan muy bien.

Uno era el enseñar a los niños, sobre todo a los que ya son un poco mayores, a acercarse suavemente y utilizar el “dame” o el “te lo cambio”. Su teoría es que a nuestros pequeños les faltan las herramientas correctas y es deber nuestro enseñarles que no se llega y se coge lo que uno quiere si previo aviso. Hay que enseñarles a pedirlo o a ofrecer algo a cambio.

La otra herramienta es la de los turnos. Y he podido comprobar con mi hija y su prima de apenas un año y medio lo efectivo que resulta.

Las primeras veces hay lloros, pero enseguida comprendieron la dinámica. En lugar de ofrecer otro juguete, decir que el juguete no es para nadie o regañar, se juega con ellos a los turnos. Un ratito uno y otro ratito otro. Es importante que esos ratitos duren muy poco y que puedan anticipar esa duración. Lo ideal es cantar una canción o contar cantando hasta 10 o 20.

Os puedo asegurar tras probarlo que es mano de santo. Incluso el hecho de compartir el juguete con turnos se convierte en la auténtica diversión. Eso sí, requiere de un adulto metido en el ajo y no desentendido del juego infantil.

Os lo recomiendo.

¿Las niñas tienden a adoptar el papel de cuidadoras más que los niños?

En el post de ayer yo comentaba lo siguiente:

Ella cada vez más imita nuestro modo de actuar con él: le coge de la mano, le lleva de un sitio a otro, si coge cables se los quita de las manos, nos quiere ayudar a vestirle, lavarle la cabeza… probablemente el que sea niña influye en que esté adoptando ese papel de cuidadora.

Y en los comentarios un lector con el nick ‘Educación no sexista, por favor’ comentaba:

Vaya, por lo visto el sexismo sigue presente en la educación que algunos padres y madres recientes dan a sus hijos.
Las niñas no nacen siendo “cuidadoras”, imitan a las madres que asumen ese rol. Si los papás son también cuidadores, los niños aprenden a ser “cuidadores” como ellos. Si los padres se sientan a ver la tele y pasan de todo, los niños aprenden que cuidar a los demás “es de niñas”.

A lo mejor eso es lo que le pasó a Madre Reciente.

Y aquí está lo que le contestó Martola:

Antes de nada quiero que sepas que mi comentario no pretende para nada criticar tu opinión.

Tengo una niña, tiene dos añitos y 4 meses y desde el principio me propuse educarla “en la igualdad”, pero también en dejarla expresar su personalidad.
Le gusta el rosa, no le gusta, le encanta! Cada vez que le dejo escoger ropa, va a la más cursi.
A pesar de que tiene coches, trenes y muñecas, juega con una delicadeza increíble. La primera vez que la llevamos a un centro de juegos, mientras su amiguito gritaba y saltaba en la piscina de bolas, ella corrió como loca a una cocinita de juguete a poner la mesa y “cocinar”. Ahora es su juguete preferido. Le encantan las pincitas del pelo, a pesar de tenerlo muy corto y fino. Y mil cosas más que podría contarte.
Nosotros seguimos siendo imparciales con ella, por supuesto.

Yo no creo que seamos iguales, y los niños y las niñas, también son diferentes, pero desde luego ninguno es inferior a otro y comparto contigo que no se debe estereotipar o imponer roles, pero por todo lo que veo a mi alrededor, salvo excepciones raras, los niños son niños y las niñas, niñas. No sé si me explico 😉

Pues aquí va mi respuesta. Mi santo para nada está sentado viendo la tele y yo asumo el papel de cuidadora. Ambos tenemos el mismo horario y estamos a las 16:00 de la tarde en casa, y teniendo una niña de dos años y otro con autismo, lo de sentarse está descartado. Los dos somos cuidadores de nuestros hijos en la misma proporción, los dos trabajamos y jugamos con ellos, cuando por las tardes salimos al parque o a pasear vamos ambos, cada uno con un niño de la mano. No podría ser de otra manera. Al menos sería muy difícil.

Y no es el único hombre al que mi hija ve ejerciendo de cuidador: ya sea su abuelo, su tío o un amigos de la familia, en nuestro entorno los hombres están muy implicados.

En casa hay todo tipo de juguetes y a mi hija le gustan algunos que se consideran erróneamente propios de su sexo como la cocinita y otros que no como los coches. Y muchos que no tienen connotación sexual alguna y que son los que realmente abundan en mi casa, como las construcciones, los puzzles, los intrumentos musicales o los cuentos.

No ha salido nada «princesa». Al menos de momento. Que no es nada malo, en absoluto. Y tampoco creo que ser «princesa» o no serlo implique nada del otro jueves. Pero imagino que sale a su madre: yo siempre preferí disfrazarme de vaquero y subirme a los árboles.

Pero sí que creo que las niñas tienen una tendencia mayor que los niños a ejercer de cuidadoras, igual que creo que tienden a ser más suaves.

Eso no quiere decir que no haya muchísimos niños varones muy dulces y con esa misma tendencia a proteger y cuidar, por supuesto.

Os voy a contar algo que creo que es representativo:
Jaime tiene un retraso madurativo obvio respecto a sus compañeros de clase. Y en su clase casi desde el primer día hubo una niña que adoptó el rol de protectora/cuidadora. Ahora, en su segundo año, son varias las compañeras que le ayudan y cuidan, también algún niño, pero mayoritariamente son las niñas.

Hablando con otros padres con niños con problemas escolarizados y también con los profesores y terapeutas, me aseguran que es un fenómeno que se repite. En las niñas parece aflorar de manera mucho más natural y con más frecuencia esa inclinación.

Los profesores también te pueden decir que las clases en las que hay mayoría de niños tienen una dinámica completamente diferente de las clases con mayoría de niñas.

También podría argumentarse que todas esas niñas están viendo en sus casas a las mujeres ejercer de cuidadoras y a los padres otros roles. Pero yo no estoy tan segura de que sea así.

En todos los mamíferos superiores hay ciertas inclinaciones naturales diferentes en machos y hembras. Y ahí no hay educación sexista que valga. ¿Tan diferentes somos de ellos?

Asumir diferencias innatas no implica asumir que uno u otro sexo sea superior al otro.

Sobra decir que eso no implica que no haya que tomarse muy en serio luchar contra estereotipos dañinos y asegurarse de que nuestras niñas se valoran a sí mismas y crecen sintiéndose capaces de hacer cualquier cosa que se propongan. A mí me educaron así, esa suerte que tuve.

Creo que es un debate interesante. ¿Cómo lo véis vosotros?

Un mundo de colores

Azul, verde, rosa, amarillo, rojo y naranja. Esos han sido los primeros colores que ha aprendido mi hija. No ha costado demasiado. Simplemente hemos indicado con frecuencia de qué color era el juguete que tenía en las manos, la pared en la que se apoyaba, el patito del cuento o su faldita.

Y ella, nuestra pequeña esponjita que hoy cumple 18 meses, comenzó pronto a repetir lo que le indicábamos. Y de repetir comenzó a intentar nombrar ella los colores. A veces sin acierto. ¡El verde y el azul o el naranja y el rojo a veces se parecen tanto! ¡Y hay tantos rosas tan distintos!

Pero aplaudimos todos sus intentos, incluso los erróneos que tuvimos que corregir. Ahora le encanta indentificar los colores que tiñen nuestro mundo.

Con su hermano no ha sido tan fácil. No los nombra, pero sabemos que los identfica porque los discrimina la mar de bien. Sabe que tiene que apilar las fichas naranjas una encima de la otra, y las azules también pero en otro montón diferente.

Con él hay que practicar mucho y acaba aprendiendo.
Pero las vías de aprendizaje son diferentes. Hay juguetes pensados para discriminar colores y formas con los que además se trabaja la psicomotricidad fina y son muy útiles.

Pero cualquier cosa sirve: apilar las piezas de tente por colores, meter las pinzas de la ropa o los cubiertos en vasitos de diferentes colores, colocar distintos juguetes sobre folios o cartulinas del mismo color…

Nosotros le vamos dando las piezas una a una, según nos las va pidiendo, y él las va colocando según corresponde.

Todos los caminos, los rectos y los plagados de curvas, conducen al mismo universo de colores.

En mi casa hay un agujero negro zampa-juguetes

Pues sí. Hay un agujero negro que conduce a una dimensión desconocida. Aún no tengo claro dónde se encuentra, creo que va desplazándose por toda la casa a la caza de lo que más le gusta engullir.

Ese agujero tiene predilección por los juguetes infantiles . Aunque tampoco le hace ascos a algún calcetín desparejado y algún cubierto también.

De hecho siempre ha convivido con nosotros, pero parece que su actividad se ha multiplicado desde que llegaron los niños.

Y entre los juguetes infantiles lo que prefiere es zamparse partes de aquellos que no son de una pieza.

Dos pelotar de las seis que se meten en una tortuga musical, casi todos los tentes amarillos, un aro azul de un cono, el triángulo y el círculo de un encajable con forma de tarro de galletas, un par de piezas de un puzzle de suelo…

Así que tengo la casa llena de juguetes educativos incompletos.

Los incrédulos podréis pensar que están escondidos bajo una cama, entre los cojines del sofá, tras un zapatero…

Pero no es tan fácil de explicar.

De hecho a veces el agujero negro se apiada de nosotros y escupe en algún lugar que acabas de inspeccionar infructuosamente un par de piezas.

¿En vuestras casas también hay agujeros negros?

De nuevo al cole

Hoy ha sido el primer día que el peque ha retomado la rutina del cole. El lunes no hubo, por la nieve. Ayer fueron al teatro. Así que hoy es el primer día de normalidad.

Ha entrado tan contento. Después de unas vacaciones tan largas no sabía que iba a pasar, aunque sospechaba que no habría problemas. Y así ha sido.

Pero en la entrada a la clase había un buen número de niños lloriqueando. Alguno llamando a su mamá.

Son tan pequeños… es normal.

¿Cómo lo han llevado los vuestros?

Recuerdo que cuando yo iba al colegio nos permitían llevar el primer día de clase un juguete de Reyes. Solo uno. Nuestro favorito.

Elegirlo era todo un dilema.

En el cole de mi hijo no se permite llevar juguetes propios para evitar guerras campales. Es una medida que me parece de lo más razonable.

Si él tuviera que llevar uno imagino que la cosa estaría dividida entre unos cubos apilables magnéticos de Bakugan y la marioneta que véis en la imagen, que es casi del tamaño de un niño.

Eso hoy. Mañana ya veremos.

¿Cuales han sido los juguetes estrella de vuestros peques?

Resaca de regalos

Eso es lo que tienen estos días muchos enanos crecientes y las casas que las albergan tras la borrachera del día de Reyes.

La invasión de papeles de colores y cajas de ayer afortunadamente ya reposa en el contenedor azul del reciclaje (o en sus proximidades, pr que algunos estaban hasta arriba).

Salones y habitaciones infantiles están llenas de nuevos juguetes que aún no tienen su lugar fijo adjudicado. Y ellos, tan pronto están con uno como con otro.

Ya parecen apuntar algunos cuentos y juguetes favoritos, pero mi impresión mi impresión es que no son capaces de hacerse mentalmente con todo lo que les ha caído encima.

No sé si os pasa lo mismo.

Y eso que teníamos política familiar de contención juguetera.

Tenemos todo un año para disfrutarlos.

Y el lunes de nuevo al cole y a las viejas rutinas, que la verdad es que apetecen después de tanta fiesta.

No me va a dar ninguna pena guardar los adornos navideños en su caja.

El juego simbólico

Ayer Julia comenzó espontáneamente a dar de comer miguitas de pan a María. María es una muñeca que tenemos encima de la mesa para que su hermano juegue a las comiditas con ella.

Hace ya tiempo que cuando le decimos «para María» ofrece lo que tenga en la mano o la cuchara a la muñeca,

Es imposible saberlo a ciencia cierta, pero yo creo que lo del peque aún no es juego simbólico ni mucho menos. Lo hace por complacernos. Aunque ya se andará, o al menos eso esperamos.

Con la nena tampoco puedo saberlo. Tal vez sea el inicio del trascendental juego simbólico, aunque muy prematuro me parece, probablemente se limita a imitar a su hermano.

Pero gracias a su hermano, que tiene el piloto automático escacharrado y nosotros tenemos que tirar de él para que avance su desarrollo cognitivo y sus habilidades comunicativas, estamos valorando mucho más cada avance de su hermana. Lo primero reconociéndolos, que es lo más importante.

Por último un consejo, aunque no sea muy dada a darlos: animad el juego simbólico en vuestros hijos, nunca les ridiculizéis u os riáis de sus ocurrencias lúdicas y maravillaos ante su imaginación.

Y aunque sean varones, poned muñecos, mariometas y títeres a su alcance y favoreced que jueguen con ellos emilando las actividades cotidianas. El juego simbólico con los coches está un poco limitado: se ruedan, se aparcan, chocan… Los superhéroes vuelan y luchan. Y poco más.

Aplaudid cuando aparezca igual que celebramos y recordamos sus primeros pasos. Ésto es mucho más importante.

Os dejo con un artículo de Bebés y más estupendo y muy concreto, pero si tenéis curiosidad por el tema en Internet hay toneladas de información.

El tipo de juego que realizan los pequeños evoluciona a medida que crecen; partiendo de un juego centrado en su propio cuerpo (los primeros meses los bebés juegan mirándose a las manos, tomándose los pies…), poco a poco van incorporando el objeto en sus acciones (lo lanzan, lo muerden, lo chupan….) hasta que llegan al juego funcional (usan los objetos con la finalidad para la que fueron diseñados).

El siguiente paso es la incorporación del juego simbólico. En este momento evolutivo, el adulto se convierte en el centro de su atención y al chico le encanta imitar sus acciones. Es cuando comienza el juego del “como si”: hacen como si fueran papás, mamás, cantantes, peluqueras, médicos….El juego simbólico representa el apogeo del juego infantil y hasta los seis años, más o menos, es el juego por excelencia.

QUE LES APORTA:

• Les permita conocer mejor el mundo que los rodea y tomar conciencia del papel que son capaces de desempeñar en él. Esto, a su vez, los ayuda a afirmar su personalidad.

• Les facilita el conocimiento de los distintos roles sociales, de las relaciones familiares y de las diferentes profesiones.

• Favorece las interacciones sociales y la resolución de sus conflictos.

• Al hacer que son otros, canalizan sus propios deseos, tensiones y miedos.

• Los ayuda a conocer el mundo de las personas adultas y a invertir roles: es frecuente que reten a sus muñecos adoptando nuestras actitudes.

• Es el primer paso para salir del pensamiento egocéntrico y entrar en el pensamiento abstracto, ya que comienzan a ponerse en el lugar del otro.