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Por qué la energía de fusión nuclear aún es un sueño muy lejano

Esta semana se anunciaba un gran avance en la investigación de la fusión nuclear que ya comenté aquí en un previo, por lo que se esperaba y lo que se había filtrado a los medios antes de la rueda de prensa del pasado martes en la sede del Departamento de Energía de EEUU. Ahora, ya a toro pasado, toca actualizar y comentar la información. Con algo de retraso, lo sé, pero es lo que hay…

Dado que esto sigue a lo publicado anteriormente, me van a permitir que me ahorre repetir la explicación sobre qué es y cómo funciona la fusión nuclear. Si no están familiarizados con ello lo necesitarán para entender lo que sigue, pero pueden encontrar los detalles aquí.

Puede decirse que lo revelado en la rueda de prensa ha superado ampliamente las expectativas. Pero también que hay razones para moderar ese entusiasmo triunfalista que se ha extendido. Cuando la secretaria de Energía de EEUU Jennifer Granholm dijo ante los medios que lo conseguido es «uno de los logros científicos más impresionantes del siglo XXI», posiblemente habría que reconocérselo, pero con matices. Esos matices pueden explicarse incluso con la comparación que Granholm hizo con el primer vuelo de los hermanos Wright en 1903, como voy a explicar.

La secretaria de Energía del gobierno de EEUU, Jennifer Granholm, en la rueda de prensa sobre la ganancia neta de energía obtenida el 5 de diciembre de 2022 en un experimento de fusión nuclear en la National Ignition Facility. Imagen de DOE.

Como ya conté brevemente, en 2021 los investigadores de la National Ignition Facility del Lawrence Livermore National Laboratory (LLNL) de California habían conseguido un hito que fue mucho menos pregonado que el actual, pero que para algunos físicos fue el paso realmente relevante (recordemos que los medios generalistas no necesariamente cuentan lo más importante en ciencia, ya que no siguen las publicaciones científicas, sino lo que se airea a través de comunicados y ruedas de prensa).

En aquella ocasión se obtuvieron 1,3 megajulios (MJ, millones de julios, la unidad de energía) del quemado del combustible frente a los 1,9 que inyectaron los láseres. Cualquiera que haga la cuenta comprobará que esto supone una ganancia de energía de 0,68, es decir, negativa. Pero cuando los investigadores revisaron sus datos y mediciones, confirmaron que habían conseguido la ignición.

Hay una explicación para esto: en realidad la energía que llega al combustible de la fusión es menor que la inyectada por los láseres en el receptáculo y la cápsula que lo contienen. Por lo tanto, la energía que realmente prendía el combustible no eran 1,9 MJ, sino una cantidad menor. Suficientemente menor como para que, en realidad, la ganancia fuera positiva al comparar la energía real absorbida por el combustible con los 1,9 MJ producidos en la fusión.

Esto no salió en ningún periódico, pero creó mucho revuelo entre los físicos porque suponía la demostración del principio, el gran avance: la NIF era capaz de conseguir la ignición. En los años anteriores, y ante la falta de grandes progresos, se había creado un clima de pesimismo en el que muchos expertos dudaban de que pudiese llegar a lograrlo. Hasta entonces solo se habían obtenido energías de fusión que eran como unas 8 veces menores, si no me falla la memoria.

Aquel nuevo resultado demostraba que era posible, y que sería cuestión de tiempo. Solo quedaba retocar el diseño del sistema de acuerdo a las simulaciones para conseguir ese pequeño extra más que superara formalmente lo que los físicos de fusión llaman el «scientific break even», la ganancia neta formal considerando la energía total aportada (que es lo anunciado ahora).

Una explicación un poco más detallada: como bien explicaba aquí Steven Kivrit, cuando se habla de ganancia neta de energía en un experimento de fusión nuclear por confinamiento inercial en realidad hay que distinguir entre cinco escalas de ganancia, como cinco hitos a superar:

Primero, energía obtenida en la fusión respecto a la que recibe el combustible.

Segundo, energía obtenida en la fusión respecto a la que recibe la cápsula del combustible.

Tercero, energía obtenida en la fusión respecto a la que recibe el llamado hohlraum, que es una especie de envase cilíndrico de oro que contiene la cápsula; en este método llamado indirecto los láseres no apuntan directamente a la cápsula de combustible, sino al interior del hohlraum, y este convierte la luz en rayos X que son los que queman el combustible. Con un sistema directo, donde los láseres bombardeen la cápsula de combustible sin utilizar un hohlraum, el segundo y el tercer hito son lo mismo.

Un hohlraum como los utilizados en la NIF. Es un pequeño cilindro de oro que lleva en su interior la cápsula de combustible de deuterio y tritio. Los láseres entran por los extremos abiertos. Imagen de National Laboratory’s National Ignition Facility, Lawrence Livermore National Laboratory.

Cuarto, energía obtenida en la fusión respecto a la energía de la electricidad que gastan los láseres.

Y por último, el quinto consiste en que la electricidad que pueda obtenerse de la energía de fusión supere a la electricidad que gastan los láseres.

Los tres primeros conceptos son diferentes porque a lo largo del proceso hay pérdidas de energía. De la aportada al hohlraum en forma de fotones, solo una parte se traduce en los rayos X que inciden en la cápsula de combustible. Y de esta, solo una parte llega al interior del combustible. En cuanto al cuarto paso, se debe a que los láseres son muy ineficientes; de toda la energía que consumen, solo una parte sale emitida en forma de chorros de luz. Y por último, por mucha energía que se obtenga de la fusión nuclear, para aprovecharla debe convertirse en electricidad. Solo cuando se complete este quinto paso tendremos fusión nuclear para calentar en el microondas lo que sobró de la pizza de ayer.

El experimento de 2021 superó los pasos uno y dos, y se quedó al borde del tercero. Ocurrió que, después de aquel resultado, no volvió a conseguirse lo mismo. Aparte del diseño del sistema y las simulaciones, el proceso es extremadamente sensible a cualquier insignificante error o defecto. Por ejemplo, si la simetría de la cápsula o del pellet de combustible falla aunque sea en una magnitud de un infinitésimo del diametro de un pelo humano, todo se va al traste. Esta perfección necesaria, junto con ciertos cambios en el sistema, han sido claves para que finalmente se haya llegado al nuevo hito: el tercer paso.

Según se anunció esta semana, en este último disparo se inyectaron 2,05 MJ al hohlraum y se obtuvieron 3,15 MJ en la fusión, lo que supone una ganancia de algo más de 1,5; es decir, han ido sobrados respecto al objetivo a conseguir, y esto sin duda merece celebrarse. En general puede decirse que los científicos expertos en fusión han acogido la noticia con mucho entusiasmo.

Pero ahora vienen los matices. Con respecto a las palabras de Granholm, por todo lo anterior convendría entender que este no es un logro del 5 de diciembre de 2021, sino un logro de 60 años de investigación en el que se han ido superando hitos progresivamente. El anunciado ahora es uno importante en un largo proceso.

Por eso la comparación con el vuelo de los hermanos Wright está bien traída: aunque suele creerse que ellos fueron quienes volaron por primera vez, no es así. Muchos otros ya habían volado antes que ellos. El primer hito, elevarse en un aparato más pesado que el aire, ya se había superado antes. También el segundo (más o menos), la propulsión. Lo que ellos lograron fue alcanzar un tercer paso, construir un aparato que pudiera pilotarse controlando el movimiento en los tres ejes del espacio. Pero incluso habiendo vencido este desafío, la traducción del éxito de los hermanos Wright al primer avión práctico comercial aún llevó años de desarrollo.

Esto último llevará décadas en el caso de la fusión nuclear. Primero, el hecho de que se haya superado la barrera del scientific break even no significa que ya se haya dejado atrás. Según lo explicado, no está garantizado que en los próximos experimentos vaya a repetirse esa ganancia de energía de 1,5. Ojalá los investigadores de la NIF hayan conseguido controlar todas las variables del experimento con la suficiente pericia y perfección como para que el resultado sea fácilmente replicable en el futuro. Pero habrá que esperar a comprobarlo.

Segundo y sobre todo, porque ese mantra repetido en los medios de que se ha encontrado el santo grial de la energía limpia e inagotable es una exageración de proporciones descomunales. Como ya expliqué en el artículo anterior y creo que ahora se entenderá mejor, para superar el cuarto hito, una ganancia neta de energía de la fusión respecto a la que consumen los láseres, habría que multiplicar el resultado obtenido ahora por 10, por 100 o incluso quizá por 1.000 (lo que ocurre es que este no es el propósito de la NIF, como explicaré ahora).

En cuanto al quinto paso, ya ni hablemos; aún es ciencia ficción. No olvidemos que la NIF es una instalación de 3.500 millones de dólares, del tamaño de un estadio de fútbol, que sirve para bombardear con 192 láseres —los cuales después de cada disparo deben dejarse enfriar durante casi un día entero— un diminuto perdigón congelado de deuterio y tritio que de repente se convierte en un pequeño sol durante unas milmillonésimas de segundo, y luego se apaga. Para convertir esto en una forma de energía práctica, los ingenieros tendrían que ingeniárselas para construir un reactor que pueda ir reponiendo a toda velocidad los pequeños y carísimos pellets de combustible y disparando láseres en ráfagas como una ametralladora.

Y esto no es todo: por desgracia, incluso cuando sea/si algún día es posible todo lo anterior, lo cierto es que aún nadie ha encontrado el modo práctico de convertir la energía de la fusión por confinamiento inercial en electricidad. De momento, todo lo que tenemos es una explosión en miniatura (en realidad una implosión) con una potencia increíble, durante unas milmillonésimas de segundo.

Por último, hay algo que es necesario subrayar, que justifica el gran entusiasmo de los responsables del Departamento de Energía (DOE) de EEUU que participaron en la rueda de prensa, y que aquí tampoco se ha explicado lo bastante. La NIF es una instalación dependiente de la Administración Nacional de Seguridad Nuclear (NNSA) y que no fue diseñada para investigar la fusión nuclear como fuente de energía, sino con otro propósito muy diferente: simular la prueba de armas termonucleares sin necesidad de testar las propias bombas sobre el terreno.

En 1992 EEUU abandonó las pruebas nucleares, y desde entonces ha confiado en un programa de experimentación para comprobar la operatividad y seguridad de su arsenal nuclear sin estallar las bombas directamente. El nuevo resultado es un gran paso adelante para el programa nuclear de EEUU, que respalda a quienes han apostado por este enfoque frente a quienes presionaban para resucitar las pruebas nucleares.

Es cierto que ahora, según algunos medios especializados, el gobierno de EEUU se enfrenta a un dilema. En la rueda de prensa se anunció una nueva inyección de 624 millones de dólares para que la NIF pueda progresar en sus investigaciones a partir del hito recién alcanzado. Evidentemente, EEUU nunca ha ocultado el propósito de la NIF, ni va a abandonarlo. Pero ante las expectativas generadas en todo el mundo, y con la creciente y enorme presión pública por la búsqueda de alternativas a los combustibles fósiles, tampoco puede ignorar el avance que este nuevo resultado aporta a la línea de investigación en energía. Como cuenta a Nature el físico Stephen Bodner, antiguo jefe del programa de fusión láser en el Laboratorio de Investigación Naval de EEUU, «la gran pregunta ahora es qué hará a continuación el DOE: redoblar su apuesta en investigación armamentística en la NIF o pivotar hacia un programa láser dirigido a la investigación en energía de fusión».

Esta es la trampa de la «ganancia neta de energía» en la fusión nuclear anunciada en EEUU

Entre los físicos e ingenieros especializados en fusión nuclear corre el chiste de que la energía limpia, inagotable y barata por este procedimiento está a 30 años de distancia… y siempre lo estará. Ninguno de los expertos duda de que esta es una de las fuentes de energía del futuro, quizá incluso la fuente de energía del futuro. Pero ese futuro aún es lejano, y el anuncio previsto para hoy en EEUU que están destacando los medios no lo va a acercar.

Recordemos los conceptos básicos (más sobre fusión nuclear aquí): se trata de crear aparatos que simulen el proceso natural que tiene lugar en el Sol, la fusión de núcleos de hidrógeno (o de sus isótopos deuterio y tritio) para formar helio y liberar energía. Para ello es necesario calentar el hidrógeno a millones de grados, de modo que los átomos pierdan los electrones y se forme una nube de núcleos, un plasma que permita la fusión de esos núcleos. La fusión emite radiación en forma de neutrones, pero no genera residuos materiales radiactivos. Existen dos tipos principales de reactores de fusión, los tokamak, con forma de rosquilla, y los stellarator, parecidos a una cinta de Moebius (de estos últimos tenemos uno en España, el segundo mayor de Europa, en el CIEMAT). En ambos casos el plasma se mantiene confinado por magnetismo.

Creo que lo que sigue se explica mejor en forma de preguntas y respuestas:

Una parte de las instalaciones de la National Ignition Facility en California. Imagen de Lawrence Livermore National Laboratory.

Si todo es tan fabuloso, ¿por qué no tenemos ya energía de fusión?

La energía de fusión no tiene ningún problema físico de principios fundamentales, pero sí muchos de ingeniería. El primero y más esencial es conseguir una ganancia de energía neta, es decir, que se obtenga más energía de la que hay que invertir para conseguir la fusión. Pero no es el único: según los expertos, además todavía hay que conseguir mejoras importantes en la protección del reactor contra los neutrones, en la estabilidad del plasma y otros.

¿Qué va a anunciarse hoy en EEUU?

Según se ha filtrado a los medios, lo que hoy se anunciará es que el reactor experimental de la National Ignition Facility (NIF) en el Lawrence Livermore National Laboratory (LLNL) de California ha conseguido alcanzar una ganancia neta de energía de uno. Es decir, que la energía invertida iguala a la liberada. Esto se logra cuando se alcanza la llamada ignición de fusión, momento en el que el proceso es autosostenido. Pero como veremos, hay una pequeña trampa.

¿Es la primera vez que se consigue esto?

De hecho, no. Ya en 2021 los investigadores de la NIF anunciaron que lo habían logrado, y lo publicaron. Pero luego no se consiguió repetir. Sería de esperar que lo que vaya a anunciarse hoy es que por fin han conseguido replicarlo. Habrá que esperar a los detalles.

¿Será el reactor de EEUU la solución definitiva?

Según los expertos, no. El reactor del LLNL es un tipo de reactor diferente a los tokamak y los stellarator que no emplea confinamiento magnético del plasma, sino el llamado inercial. Se trata de bombardear una bolita o cilindro de combustible de deuterio y tritio con rayos de alta energía, normalmente láseres. La NIF utiliza 192 láseres simultáneos. Pero aunque este es un tipo de solución experimental válida, no es práctico para futuras plantas comerciales de energía. Primero, habría que fabricar esas bolitas o pellets a escala industrial. Segundo, haría falta una máquina que los estuviera continuamente reponiendo, con los láseres disparando en ráfaga como las naves de Star Wars. Y para ese pellet de tamaño minúsculo, como un alfiler, hace falta una instalación que ocupa un edificio entero. Y por último, además está la trampa.

¿Cuál es la trampa?

La trampa es que, previsiblemente, lo que han conseguido los investigadores es una ganancia de energía de uno relativa a la energía que aportan los 192 láseres al incidir en el pellet. Pero estos láseres son muy ineficientes; en realidad la energía necesaria para hacerlos operar es mucho mayor que la que estos inyectan en el pellet de combustible. Si no me fallan las cifras, creo que solo en torno al 10% de la energía de los láseres acaba llegando al pellet. Por lo tanto, para que de verdad hubiese una ganancia neta de energía en todo el proceso que abriese la puerta a un uso comercial como fuente de energía, sería necesario que la obtenida en la fusión no solo igualara a la de los láseres, sino que fuera varias veces mayor.

Entonces, ¿cuáles son las opciones más próximas a una futura energía de fusión?

En la localidad francesa de Cadarache se construye, desde hace tantos años que ya ni nos acordamos de cuántos, el ITER, el tokamak más grande del mundo, un proyecto de colaboración entre la Unión Europea, EEUU, Rusia, China, India, Japón, Corea del Sur y Suiza. El ITER no será una instalación comercial, pero está destinado a ser el precursor de las futuras instalaciones comerciales. En 2020 por fin comenzó a ensamblarse el tokamak, y está previsto que se termine y se empiece a inyectar plasma en 2025, aunque estas previsiones deben cogerse con pinzas. Según los planes actuales, en los años 30 el ITER podría estar operando, y se calcula que quizá en la década de los 50 podríamos tener por fin instalaciones comerciales funcionando.

Aparte de esto que conocemos, está lo que no conocemos: la incógnita china. Recientemente China ha anunciado la construcción de una enorme planta que pretende generar energía de fusión para 2028. Esta es una fecha que los expertos han considerado como una loca fantasía según el progreso de estas tecnologías en Occidente; pero ya se sabe, China siempre es una incógnita.

Hasta ahora, esto es lo previsible del anuncio de esta tarde. Si hay alguna variación importante seguirá una actualización.