Por qué hay que explicar más el cambio climático

En internet pueden encontrarse toneladas de información sobre el cambio climático, si es que la información puede medirse al peso. Incluso un alienígena con acceso a Google que acabara de llegar a este planeta podría ponerse al día en unos pocos minutos sobre la amenaza que pesa sobre la biosfera en general, que nos incluye a nosotros en particular, si no se adoptan ciertas medidas urgentes.

Pero el alienígena, que evidentemente se habría perdido la historia anterior a su llegada a la Tierra, quizá no sería el único con la sensación de haber entrado en el cine a mitad de la película. En efecto, hay toneladas de información sobre los efectos que estamos sufriendo y sobre la amenaza que nos espera, es decir, sobre las consecuencias del cambio climático. Pero si alguien se pregunta el cómo y el porqué de todo esto, tal vez no lo tenga tan fácil para satisfacer su curiosidad. Porque la mayor parte de la información en internet se centra mucho más en los efectos que en las causas.

Es más, a veces incluso esta información no es del todo precisa, y aclaro: popularmente el cambio climático ha llegado a convertirse en una especie de mantra para todo: Filomena, el cambio climático. Ola de calor, el cambio climático. Sequía, el cambio climático. Inundaciones, el cambio climático. Por el contrario, los científicos son extremadamente prudentes a la hora de achacar fenómenos meteorológicos concretos al cambio climático, y solo lo hacen si los modelos matemáticos indican que existe esta relación.

Por ejemplo: en septiembre de 2021 hice dos reportajes sobre la relación entre las catástrofes naturales y el cambio climático. En uno de ellos pregunté a los expertos sobre cómo y cuánto el cambio climático puede influir en otros factores geodinámicos no estrictamente meteorológicos que provocan desastres naturales. Los estudios están consolidando ciertas relaciones, aunque aún falta mucha ciencia. Pero (en el otro reportaje) incluso en las catástrofes o anomalías estrictamente meteorológicas, como inundaciones, sequías, calores o fríos extremos, los científicos estudian cada uno de estos fenómenos en el contexto de los modelos antes de relacionarlos con el cambio climático. Perdón por citarme a mí mismo:

Lejos de asumir una culpabilidad general y por defecto del cambio climático en todas estas catástrofes, desde 2004 —cuando se publicó el primero de estos estudioshan proliferado las investigaciones que evalúan la posible atribución de desastres naturales concretos a los efectos del cambio climático (hasta un cierto grado), utilizando modelos mejorados que comparan los resultados en presencia o ausencia de este factor. Según publicaba Scientific American en 2018, esta es una de las áreas en mayor expansión de la ciencia del clima.

Así, la WMO repasa los estudios científicos relativos a diferentes desastres concretos, que cada año recoge el boletín de la Sociedad Meteorológica de EEUU y que emplean las herramientas científicas actuales para evaluar el impacto del cambio climático en los fenómenos extremos. Entre 2015 y 2017, 62 de los 77 eventos registrados muestran una influencia humana significativa. En general el vínculo causa-efecto entre el cambio climático y estos fenómenos es sólido para las olas de calor y temperaturas extremas, así como para algunos grandes ciclones y episodios de lluvias torrenciales; en cambio, no tanto para las sequías, ya que se ven afectadas también por fenómenos naturales variables como El Niño-Oscilación del Sur. No obstante, los modelos sí han detallado casos específicos, como la influencia del calentamiento antropogénico del océano Índico en la sequía de África Oriental en 2016-2017.

Pero como decía, centrémonos en las causas: incluso en las fuentes que pretenden explicar el cambio climático «de forma sencilla» (búsquedas hechas como comprobación, en español e inglés), en cinco párrafos o en dos minutos, a las causas apenas se les dedica una frase, o unos segundos. Suele ser algo del tipo «la quema de combustibles fósiles produce CO2, un gas de efecto invernadero que calienta el planeta». Punto. En el resto de los párrafos, o de los dos minutos, las fuentes se explayan con los efectos actuales y las predicciones sobre sus consecuencias futuras.

Cambio en las temperaturas medias en los últimos 50 años, un ejemplo de las consecuencias del cambio climático. Imagen de NASA’s Scientific Visualization Studio, Key and Title by Eric Fisk / Wikipedia.

Siendo esa frase innegablemente cierta, siempre tengo la sensación de que la explicación se queda muy coja. No contiene suficiente información para considerarse una explicación. Y, por lo tanto, más bien parece un dogma que debe creerse, y a muchas personas no les gustan los dogmas (o solo les gustan los que procedan de aquellos a quienes han conferido la autoridad del dogma). Quien no sepa nada sencillamente no va a entender qué problema hay en que el carbono esté aquí o esté allá. E incluso a quien tenga un mínimo conocimiento le surgirán mil preguntas y dudas: pero si el CO2 es un gas que expulsamos solo con respirar… Pero si el CO2 es bueno para las plantas, ya que lo utilizan para producir oxígeno en la fotosíntesis, y por lo tanto, a más CO2, más oxígeno… Pero si gracias al efecto invernadero existe la vida en la Tierra… Pero si los combustibles fósiles son una fuente natural de energía… Pero si su carbono procede de los seres vivos… Pero si los cambios climáticos han existido siempre, cuando no había combustibles fósiles o ni siquiera había humanos… Pero si los ciclos solares, la órbita de la Tierra…

Es obvio que ninguna explicación servirá para quien no quiera entender (o ni siquiera leerla), y por desgracia parece que muchos de quienes suscriben estas objeciones ya han decidido previamente que de ninguna manera van a cambiar de idea. En el último decenio el consenso sobre el cambio climático en la comunidad científica ha aumentado del 97% al 99,9%; es decir, que existía todavía una pequeña proporción de científicos a quienes las pruebas existentes hace diez años aún no les acababan de convencer, y que finalmente se han rendido a la evidencia de miles y miles de estudios.

No solo científicos: como conté anteriormente, un ejemplo de póster es Frank Luntz, durante muchos años consultor y estratega clave del Partido Republicano de EEUU. Luntz negaba el cambio climático, como muchos entonces en su partido y en su sector ideológico. En 2002 escribió un informe para el presidente George W. Bush en el que alertaba de que el debate científico se estaba cerrando en contra de ellos, y que para no perder la batalla de la comunicación debían centrarse en «desafiar la ciencia» y en insistir en la falta de certidumbre científica. De lo contrario, advertía Luntz, si los votantes sentían que la ciencia era unánime, aceptarían esta postura. Luntz aconsejó a la presidencia cambiar la expresión «calentamiento global» por «cambio climático», que sonaba menos amenazante, y Bush así lo hizo.

Como persona inteligente y lúcida que ha demostrado ser, Luntz acabó también rindiéndose a la aplastante evidencia científica, y hace 14 años cambió su postura. Sigue siendo republicano, pero convencido de la necesidad de actuar urgentemente contra el cambio climático, y encaja tanto las críticas sobre su postura anterior como las críticas sobre su postura actual. En una reciente entrevista con motivo de su visita a España, decía: «No soy la misma persona con 60 que con 30. Ahora soy más tonto porque me he dado cuenta de todo lo que me queda por saber. Con 30, estaba convencido que tenía todas las respuestas».

Luntz acertaba en un argumento clave: en efecto, los científicos son más tontos que la población general; admiten su ignorancia. Pueden tener sus juicios prefabricados, como todo ser humano, pero un buen científico está dispuesto a cambiar su visión si las pruebas le convencen de que estaba equivocado. Reconoce que otros saben mucho más que él sobre muchas cosas. Y reconoce que lo que aún no sabe supera en mucho a lo que sabe.

Todo esto implica que, probablemente, a estas alturas ya sea muy difícil que quienes aún se aferran al bando del negacionismo vayan a cambiar de postura; poco a poco han ido quedando solo los más recalcitrantes, incombustibles a cualquier evidencia científica que se les ponga ante los ojos. El grupo antes llamado de los escépticos ha quedado reducido a un núcleo duro de quienes, parafraseando aquella cita mal atribuida a Groucho Marx, seguirán creyéndose a sí mismos (prejuicios) antes que a sus propios ojos (evidencias).

Por lo tanto, no sé si servirá de alguna utilidad real aportar una explicación algo más detallada y completa sobre por qué y cómo el cambio climático, dejando de lado las consecuencias sobre las que ya existen toneladas de información en miles de fuentes. Pero aunque esto no logre convencer a nadie, espero que al menos sea de interés para quienes quieran saber algo más. Mañana lo veremos.

Los comentarios están cerrados.