El 8-M y el apocalipsis zombi, otro mito de la COVID-19 sin base científica

Me he resistido largamente a hablar aquí del 8-M, a pesar de que tiene un interesante análisis científico. Pero las razones para no haberlo hecho son evidentes. Recuerdo que hace muchos años entré a trabajar en una empresa. Al poco, sin conocernos aún, uno de mis nuevos compañeros, muy madridista, pretendió comentar conmigo la goleada que el Real Madrid le había metido al Barcelona. Le dije que solo hay una cosa que me aburra más que dar patadas a un balón, y es ver a otros hacerlo. «A ti lo que te pasa es que eres del Barça y te da vergüenza reconocerlo», replicó. No hubo manera de convencerle de lo contrario.

Del mismo modo, cualquier mención a las manifestaciones del Día de la Mujer del 8 de marzo y su relación con la propagación de la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2, causante de la COVID-19, le etiqueta a uno automáticamente como de estos o de los otros, dependiendo del cariz de dicha mención. Pero dado que recientemente el jefe de emergencias sanitarias Fernando Simón dijo que el efecto de estas manifestaciones en la expansión del virus fue como mucho algo marginal, pero no explicó por qué, y dado que las ramificaciones del 8-M han conseguido que una vez más la política desvíe la atención de lo verdaderamente importante (lo que está matando a la gente), merece la pena explicarlo.

Y sí, ya lo sé. Un spoiler: lo que voy a contar aquí gustará a algunos, pero por razones equivocadas, porque les parecerá que con ello trato de justificar la gestión del gobierno de los suyos. A otros no les gustará, exactamente por las mismas razones equivocadas, porque les parecerá que con ello trato de defender la gestión del gobierno de sus enemigos. Estos me llamarán vendido, palmero, terminal mediática y esos otros lugares comunes. Pero habrá que apechugar con ello. De todos modos, hay quienes ya me han acusado de esto último precisamente por evitar toda mención del 8-M, que ni siquiera el silencio le protege a uno. Total, para algunos, siempre seré del Barça.

Manifestación feminista del 8 de marzo de 2020 en Madrid. Imagen de Efe / 20Minutos.es.

Manifestación feminista del 8 de marzo de 2020 en Madrid. Imagen de Efe / 20Minutos.es.

Vamos al trapo. ¿Qué dice la ciencia sobre la influencia de las grandes aglomeraciones de masas en la propagación de los virus respiratorios? Existen varios estudios al respecto, no muchos; pero como siempre, la mejor ciencia nos la da el estudio que se ha encargado de compilar todos los anteriores, revisarlos y extraer conclusiones. Este es el trabajo que el pasado 20 de marzo presentaban los expertos en análisis de pruebas científicas David Nunan y John Brassey, del Centre for Evidence-Based Medicine de la Universidad de Oxford.

Y la conclusión es que… no se sabe. Este es el veredicto de Nunan y Brassey:

El efecto en las enfermedades infecciosas de restringir y cancelar reuniones de masas y eventos deportivos es precariamente conocido y requiere mayores estudios. Las mejores evidencias disponibles sugieren que los eventos de varios días con alojamientos compartidos y atestados son los que más se asocian con un aumento del riesgo. Las reuniones de masas no son homogéneas, y el riesgo debería analizarse caso por caso.

Pero ¿cómo es esto posible, si los eminentes doctores en epidemiología por la Universidad de Twitter ya nos han dejado claro que, por una simple regla de tres, si una reunión de 12 personas es un riesgo de contagio, una reunión de 120.000 personas es un riesgo de contagio diez mil veces mayor?

Sencillamente, porque no es así. Eso es lo que ocurre en un apocalipsis zombi. Pero no necesariamente en una epidemia de un virus respiratorio en el mundo real.

Para explicarlo, recurro a un caso de lo primero: REC 3 Génesis, la tercera entrega de la saga de zombis de Jaume Balagueró y Paco Plaza. Si han visto aquella película, recordarán que se celebra una boda. Uno de los invitados, sin saberlo, ha contraído el virus zombi. Durante la noche de celebración, prácticamente todos los asistentes resultan contagiados, mordisco a mordisco. El virus zombi actúa como una bomba nuclear: si hay diez, caen diez. Si hay diez mil, caen diez mil.

Un fotograma de REC 3: Génesis (2012). Imagen de Filmax.

Un fotograma de REC 3: Génesis (2012). Imagen de Filmax.

Pero los virus del mundo real no funcionan así. Existen dos diferencias fundamentales llamadas periodo de incubación y tasa de reproducción.

La mayoría de las películas de virus zombis tienen algo en común, y es que la infección no tiene periodo de incubación. Casi de inmediato, la persona mordida se transforma y busca a su vez contagiar a otras. Así, cuanto más multitudinaria es la reunión, más gente resulta contagiada. ¿Y a cuántas personas contagia cada una? Muy fácil: a todas las que se le pongan por delante, una, diez o cien. La capacidad de contagio de un zombi es instantánea y casi infinita.

Pero en el mundo real no ocurre que un virus vaya pasando de forma instantánea de una persona a otra. Para que alguien recién contagiado pueda a su vez contagiar a otros, es necesario que antes el virus colonice sus células y tejidos diana para producir millones de copias. Este proceso requiere como mínimo varios días. Por lo tanto, la extensión de un brote durante una reunión multitudinaria depende de a cuántas personas son capaces de transmitir productivamente el virus quienes ya acuden a dicha reunión pasado ese periodo de incubación. Es decir, a cuántas personas como media contagia cada contagiado. Esto es lo que se conoce como tasa de reproducción básica, o R0, que mide esa capacidad de contagio en una población que se encuentra por primera vez con el virus, como en el caso del 8-M.

Y bien, ¿cuál es la R0 del coronavirus de la covid? Los medios han insistido durante meses en que estamos ante un virus muy contagioso. Pero parece evidente que esto se ha interpretado mal: «muy contagioso» como un virus muy contagioso del mundo real, no como el virus zombi. La R0 del virus de la covid aún se discute, pero las cifras que se han aportado la sitúan en un rango entre 2 y 6.

Veamos lo que esto significa: una persona se levanta por la mañana. Lleva a los niños al colegio, quizá parándose a hablar con otros padres, madres o profesores. Va al trabajo, por ejemplo en metro o autobús. Desayuna con un par de compañeros. Pasa la mañana despachando con unos y otros en la oficina. Sale a comer con otros compañeros. Por la tarde tiene una reunión, o una visita a clientes, proveedores… Recoge de nuevo a los niños. Va al gimnasio, o a clases de ganchillo, o de anglosajón medieval. Por la noche sale a cenar, o a un concierto, o de copas. Al día siguiente, otra vez lo mismo. Y al otro día, igual.

Durante los días en que esa persona permanece infecciosa, lo que para la covid puede estar generalmente en torno a unos 10 días, y con ese nivel de actividad (dado que la mayoría de los contagiados de covid solo experimentan síntomas leves o nulos), ¿a cuántos ha contagiado? ¿A decenas, centenares?

No: a entre 2 y 6 personas.

Los más informados pensarán que hay matices aquí, y efectivamente los hay, pero no necesariamente afectan al resultado final. Por un lado, los estudios de la covid están revelando que hay grandes diferencias en la capacidad de contagio de unas personas y otras. Hasta tal punto es así que, según algunos expertos, es probable que muchos infectados no lleguen a contagiar absolutamente a nadie, mientras que otros transmiten el virus quizá a decenas; tal vez un 80% de los contagios procedan de solo un 10% de los contagiados, según un estudio reciente. Para medir esto se introduce un parámetro adicional llamado factor de dispersión, k, que mide las ramificaciones, si muchos contagios proceden de muchas personas o de pocas. Esto entronca con el fenómeno confirmado de los superspreaders o supercontagiadores, personas que pueden transmitir el virus a muchas.

Pero una persona supercontagiadora lo será, tanto si acude a la manifestación del 8-M como si hace todo eso que hemos dicho antes en un día normal. El virus solo se transmite por contacto estrecho y cercano. Por lo tanto, a efectos de los supercontagiadores, poco importa que esa persona esté presente en una manifestación de 100.000 o que en un día corriente tenga contacto estrecho con diez o veinte; el resultado va a ser el mismo en ambos casos. Y mientras, por cada supercontagiador existen otras muchas personas infectadas que no van a contagiar a nadie, estén o no en la manifestación; por cada uno de esos casos en que sabemos de una reunión que ha quebrantado las reglas del confinamiento porque ha originado un brote, existen otras muchas de las que no tenemos noticia porque no han tenido ninguna consecuencia. Cuando se hace el promedio entre unos y otros, el resultado es el ya dicho: entre 2 y 6 contagios por persona a lo largo de varios días.

Ahora, hagamos un ejercicio especulativo sin pretensiones de rigor; uno de esos cálculos que suelen llamarse problemas de Fermi. El físico Enrico Fermi era conocido por esa afición a tirar cuatro números en el dorso de un sobre, o en una servilleta de bar, para hacer cálculos sencillos de magnitudes en problemas de estimación que sería muy complejo resolver con rigor.

Problema de Fermi: ¿cuántos contagios pudieron producirse en la manifestación de Madrid del 8-M?

Para ello, primero necesitaríamos estimar cuántas personas contagiadas habría en la manifestación. Encuentro aquí que el 9 de marzo había en España 1.204 casos confirmados. Seamos generosos y multipliquémoslo por diez, dado que el estudio del Instituto de Salud Carlos III encontró una seroprevalencia diez veces mayor que los datos oficiales de contagios. Así, supongamos que el 8 de marzo había unas 12.000 personas contagiadas en España.

De ellas, ¿cuántas acudieron a la gran manifestación de Madrid? Si por entonces había una persona contagiada por cada 4.000 y a la manifestación acudieron 120.000, podemos estimar que había allí 30 personas infectadas. Cada una de ellas infectó a entre 2 y 6 durante los 10 días aproximados que duró su periodo infeccioso. O sea, a entre 0,2 y 0,6 personas al día. Seamos de nuevo generosos y escojamos 0,6. Por 30, el resultado es que en la manifestación de Madrid pudieron producirse unos… 18 contagios. Tirando muy por lo alto.

¿Y en las manifestaciones de toda España? Según el mismo cálculo fermiano, y si un total de 600.000 personas asistieron a las manifestaciones en distintas ciudades, según se ha publicado, eso haría un total de 90 nuevos contagios. Pero no olvidemos que el 8 de marzo la vida aún funcionaba a pleno rendimiento. Había conciertos, partidos de fútbol, mítines políticos, la gente entraba, salía, se reunía para comer y cenar… Siguiendo con el mismo razonamiento, el 8 de marzo se habrían producido en toda España unos 7.200 contagios. Conclusión: solo uno de cada 80 contagios de aquel día sería achacable a las manifestaciones del 8-M. Es decir, un efecto marginal, como decía Simón.

Un primer matiz: supercontagiadores aparte, por supuesto; pero como ya he explicado, los supercontagiadores habrían supercontagiado igualmente, salvo que hubieran pasado esos diez días de su periodo infeccioso confinados en sus casas. Lo cual nadie hacía el 8 de marzo. Y como decía en una entrevista reciente la viróloga Marga del Val, si hubieran tratado de confinarnos una semana antes de cuando se hizo, nadie habría hecho caso.

Un segundo matiz: en realidad es bastante probable que el número de contagios durante aquellas concentraciones fuera considerablemente menor que el de estos cálculos simples. No solo porque en todas las estimaciones hemos sido extremadamente favorables hacia quienes creen que aquello fue el apocalipsis zombi, sino por otra importantísima razón: la ciencia ya ha mostrado que la probabilidad de contagiarse al aire libre es muy baja; 20 veces menor en el exterior que en interiores, según un estudio en Japón. Y como ya he contado aquí, según otro estudio en China, de más de 7.000 contagios en los que pudo rastrearse el origen de la infección, solo uno se produjo al aire libre.

En definitiva, todo lo expuesto es una mera especulación, pero una especulación razonada, basada en los datos científicos y no en las películas de zombis. De lo que sí podemos estar razonablemente seguros es de que el número real de contagios en las manifestaciones del 8-M estaría en el orden de decenas, no de cientos o miles como creen quienes han calificado la concentración de Madrid como un infectódromo y le han achacado la culpa de la propagación del virus en España. Esta idea solo puede sustentarse en motivos ideológicos muy apartados de la ciencia (o sea, de la realidad).

Claro que habrá quien se pregunte, con buen criterio: si todo esto es así, ¿por qué se nos prohíben ahora las reuniones multitudinarias y los espectáculos con público? ¿Por qué no podemos reunirnos más de diez (en la fase 1), si el virus no sabe contar? Obviamente, yo no puedo responder a esta pregunta. Ni pretendo saber lo que no sé sobre cómo gestionar una epidemia. Pero hay una respuesta de mínimos: principio de precaución. Esta es la misma regla que ha guiado la obligatoriedad en muchos países del uso de mascarillas, de eficacia aún dudosa, cuando no escasa: daño no hacen. Por si acaso.

Por el mismo principio de precaución se cancelan eventos como los Juegos Olímpicos o los festivales de música; alojamientos comunes en eventos que duran varios días, los que según Nunan y Brassey son los más peligrosos de cara a la propagación vírica. Y por la misma razón, también los congresos, como uno religioso internacional que al parecer prohibieron las autoridades en España. Pero dado que la ciencia de la covid ha avanzado mucho en estos meses, y hoy conocemos datos que antes aún no teníamos, es lógico preguntarse: ¿se mantuvieron las convocatorias del 8-M sobre un conocimiento científico del riesgo real, o por un puro interés político ignorando la ciencia al respecto? Y aquí, ya, amigos, me levanto y me voy, porque no conozco la respuesta a esta pregunta que entra en un terreno que no es el mío, y que no me interesa.

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