Este es el riesgo del coronavirus para cada grupo de edad

Ante el avance del nuevo coronavirus de la COVID-19, también llamado SARS-CoV-2, que como era de temer está saltando las barreras que han intentado contenerlo, un amigo ya me ha preguntado: ¿compro mascarillas? Pero ante el pánico que se avecina y el probable trastorno que va a provocar en nuestras vidas, tanto en este aspecto como en otros no se trata de recomendar a nadie, ni siquiera a un amigo, si debería o no utilizar mascarillas, sino de presentar los datos y que cada uno tome su decisión.

Lo primero y más importante es seguir los consejos de nuestras autoridades sanitarias, que hasta ahora no han recomendado el uso de mascarillas. Y en lo que respecta a los datos, que ya conté aquí más extensamente (aquí y aquí), esto es lo que conviene saber: en un ambiente donde realmente hubiera riesgo de contagio –en el caso contrario es evidente que la falta de mascarilla no desprotege de nada–, pudiera ser que una mascarilla ofreciera algo de protección, aunque ni siquiera los fabricantes se comprometen a ello. Pero con independencia del tipo de mascarilla que se empleara, no se trataría de utilizar una, sino una cada vez que saliéramos de casa. Las mascarillas que se utilizan contra la polución ambiental, como la calima de Canarias o el vertedero de Zaldibar, pueden reutilizarse. En el caso de la amenaza de un virus, la superficie exterior de la mascarilla debe considerarse contaminada tan pronto como quien la lleva entra en un entorno de contagio. Así, la superficie exterior solo debe tocarse para quitársela y desecharla de inmediato, y a continuación es necesario lavarse las manos concienzudamente durante al menos 20 segundos.

Y todo lo anterior, sin tener en cuenta que la mascarilla puede no ajustar bien y filtrar material contaminado por los bordes, que los respiradores N95 –las mascarillas más sofisticadas– no son adecuados para niños ni para hombres con barba, que aún no se ha descartado que el virus pueda infectar a través de otros tejidos vivos expuestos como la mucosa del ojo… En una crisis como la actual, la ciencia va avanzando a trompicones y con pasos en falso, pero va avanzando.

Imagen al microscopio electrónico de transmisión del coronavirus SARS-CoV-2, causante de la COVID-19. Imagen de NIAID/RML.

Imagen al microscopio electrónico de transmisión del coronavirus SARS-CoV-2, causante de la COVID-19. Imagen de NIAID/RML.

Y a la hora de que cada uno tome sus decisiones y calibre su propio miedo, también es importante conocer los datos respecto al riesgo estadístico que supone el virus. Riesgo estadístico, conviene subrayar, ya que esto en realidad no nos garantiza nada sobre el riesgo individual para cada uno de nosotros. Pero si el virus está propagándose tanto porque los humanos no estamos biológicamente inmunizados contra este nuevo patógeno, también el miedo está propagándose tanto porque los humanos no estamos informativamente inmunizados contra una nueva amenaza como esta.

Hace unos días, el estudio epidemiológico más extenso hasta la fecha ha determinado las tasas de morbilidad y mortalidad en cada grupo de población, por edades, sexos, estado de salud, profesiones y otros parámetros. Los investigadores chinos del Equipo Epidemiológico de Respuesta de Emergencia a la Neumonía del Nuevo Coronavirus han analizado 72.314 registros de pacientes, y estas son las conclusiones publicadas en el boletín del Centro para el Control de Enfermedades de China:

Para la población en general, el 80,9% de los casos son leves, mientras que el 13,8% son graves y solo el 4,7% son críticos. La peor parte se la llevan los mayores de 80 años, en los que el virus alcanza un 14,8% de mortalidad. Estas son las tasas de mortalidad observadas para cada grupo de edad:

  • 0-9 años: –
  • 10-19: 0,2%
  • 20-29: 0,2%
  • 30-39: 0,2%
  • 40-49: 0,4%
  • 50-59: 1,3%
  • 60-69: 3,6%
  • 70-79: 8%
  • 80 o más: 14,8%

En resumen, las observaciones muestran que en los grupos más jóvenes la mortalidad del virus es algo más del doble que la de una gripe estacional, mientras que aumenta en los grupos de mayor edad. Aún no se sabe por qué los niños, al menos hasta ahora, parecen estar a salvo de los efectos más graves del virus, como tampoco se sabe por qué la mortalidad es mayor en hombres (2,8%) que en mujeres (1,7%), ni por qué el principal factor de comorbilidad (enfermedades previas que aumentan el riesgo) es la enfermedad cardiovascular, con un 10,5% de mortalidad, por encima incluso de las enfermedades respiratorias crónicas (6,3%). La diabetes también aumenta el riesgo por encima de las dolencias respiratorias, con un 7,3% de mortalidad.

En conjunto, todo ello resulta en una mortalidad general del 2,3%, en línea con los datos que ya se venían manejando. El coronavirus del SARS, muy similar al actual, tenía una tasa de mortalidad general del 10%, pero era de contagio más difícil; también hace unos días, un estudio ha revelado que la proteína de la cubierta del virus que le sirve como llave para entrar en la célula tiene entre 10 y 20 veces más afinidad por el receptor celular, llamado ACE2, que la misma proteína del virus del SARS. Esto no necesariamente dice nada sobre la gravedad de la enfermedad que provoca, pero sí sobre su facilidad de contagio.

Actualmente los epidemiólogos y sus modelos matemáticos se debaten entre la posibilidad de que el contagio pueda controlarse, lo que parece cada vez más difícil, o si llegará a afectar a cientos de millones de personas; la gripe de 1918 llegó a contagiar a la tercera parte de la humanidad, y cuando se alcanzan cifras tan altas de propagación, es obvio que incluso una tasa de mortalidad baja resultaría en un alto número de víctimas. Estos son los datos. Ahora, ver el vaso medio lleno o medio vacío ya es cuestión de cada cual.

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