Se nos mueren los ‘selenautas’ sin que llegue el relevo

«El desafío de EEUU de hoy ha forjado el destino del hombre del mañana», dijo Gene Cernan, astronauta de la NASA y el último hombre en caminar sobre la Luna.

El astronauta Gene Cernan, en el módulo lunar durante la misión Apolo 17 en 1972. Imagen de NASA.

El astronauta Gene Cernan, en el módulo lunar durante la misión Apolo 17 en 1972. Imagen de NASA.

Cernan ha muerto a los 82 años, de viejo, sin poder entregar el relevo a nadie. Como antes murieron James Irwin (1991), Alan Shepard (1998), Pete Conrad (1999), Neil Armstrong (2012) y Edgar Mitchell (2016). Seis hombres ya fallecidos que cumplieron el sueño de pisar la Luna, y otros tantos que aún viven: Buzz Aldrin, Alan Bean, David Scott, John Young, Charles Duke y Harrison Schmitt. Los más jóvenes, Duke y Schmitt, cumplirán 82 este año, y todos ellos morirán sin llegar a ver ese relevo, salvo que alcancen una longevidad casi sobrenatural.

Es curioso que la frase de Cernan, concebida como un mensaje hacia el futuro, hoy tenga un regusto antiguo. Claro, por entonces se hablaba del «hombre» en lugar de «la humanidad». Pero sobre todo, en aquella época nadie podía seriamente imaginar que aquel destino no fuera el del mañana, ni el del pasado mañana, ni el del otro, el otro y el otro. Muchas ficciones futuristas de la época situaban sus predicciones en torno al año 2000. No iban mucho más allá, porque casi nadie sospechaba que mucho más allá quedara ya mucho más allá por alcanzar.

Cernan viajó al espacio tres veces: con el programa Gemini, en el Apolo 10 que orbitó la Luna antes del primer alunizaje, y finalmente como comandante del Apolo 17, la última misión tripulada a la Luna. Durante este viaje se tomó la famosa fotografía de la Tierra llamada «la canica azul», que mencioné hace unos días.

Cuando Cernan y sus compañeros, Schmitt y Ronald Evans, partieron hacia la Luna en diciembre de 1972, ya sabían que serían los últimos del lote; el plan para la misión Apolo 18 había sido cancelado dos años antes, poniendo fin al programa de exploración tripulada.

Placa de acero que los tripulantes del Apolo 17 dejaron en la Luna en 1972. Imagen de NASA.

Placa de acero que los tripulantes del Apolo 17 dejaron en la Luna en 1972. Imagen de NASA.

Cernan y Schmitt, los dos que descendieron a la superficie lunar mientras Evans se quedaba en órbita pilotando el módulo de mando, dejaron un testimonio que cerraba aquella etapa, una placa de acero con esta inscripción: «Aquí el hombre completó sus primeras exploraciones de la Luna – Diciembre de 1972 d. C. – Que el espíritu de paz en el que vinimos quede reflejado en las vidas de toda la humanidad». Debajo, las firmas de los tres astronautas, sobre la del hombre que estranguló el programa Apolo hasta la muerte: Richard Nixon, presidente de los Estados Unidos de América.

El caso de Nixon fue curioso. Llegó al despacho oval justo a tiempo para que le cayera en suerte el éxito ajeno, la culminación del programa Apolo impulsado por John F. Kennedy y continuado por Lyndon B. Johnson. Como anécdota, tal vez no resulte raro que Nixon tuviera un discurso preparado por si el Apolo 11 acababa en desastre; aunque sí es curioso que el discurso no fuera genérico, sino que aludiera explícitamente a una circunstancia muy específica: que Armstrong y Aldrin (pero no Collins, que esperaba en la órbita lunar pilotando el módulo de mando) no habían logrado despegar de la Luna y se habían quedado extraviados allí sin posibilidad de rescate. La nota detallaba que el presidente debía telefonear a cada una de las «futuras viudas».

Y si bien es cierto (como cuenta Jason Callahan en este blog de la Sociedad Planetaria) que Nixon no ordenó directamente la cancelación de las misiones Apolo 18 y posteriores, sí fue suya la decisión de recompensar el éxito del programa recortando un 10% el presupuesto de la NASA. Esto llevó al director de la agencia, Tom Paine, a abandonar los vuelos Apolo para concentrarse en el nuevo programa del transbordador espacial.

Pero Nixon ya había intentado antes cancelar las misiones Apolo 16 y 17, temiendo que un fracaso con peor desenlace que el del Apolo 13 afectara a su reelección en 1972. Ambas misiones culminaron con éxito, y Nixon logró en noviembre de 1972 uno de los triunfos electorales más aplastantes en la historia de su país.

Un mes después de su reelección, mientras la última misión Apolo regresaba a casa, Nixon emitió un comunicado en el que decía: «Esta puede ser la última vez en este siglo que los hombres caminen sobre la Luna». No eran palabras proféticas, sino una declaración política, ya que esa decisión dependía directamente de él. Nixon cambió radicalmente el rumbo de la NASA, cegando los ambiciosos objetivos de exploración humana para rebajar las metas del programa espacial a cotas más domésticas. Según Callahan, que cita al experto John Logsdon, autor de un libro sobre el programa espacial de Nixon, el interés de este por el transbordador espacial tampoco tenía una finalidad concreta ni estaba respaldado por una estrategia.

Logsdon sostiene que Nixon dio así forma a lo que ha sido la visión de la NASA durante casi el último medio siglo. Una visión que Cernan y otros veteranos del Apolo, como el también fallecido Neil Armstrong, no compartían. Ambos se opusieron públicamente a la cancelación en 2010 del programa Constellation por el casi ya expresidente Barack Obama. Constellation tenía como objetivo regresar a la Luna antes del fin de esta década, algo que quizá los últimos supervivientes del programa Apolo habrían llegado a ver.

Lo cierto es que Obama no pudo jugar con otras cartas: no había fondos suficientes para metas tan altas, y además al presidente saliente le ha tocado vivir tiempos más prosaicos. El programa Apolo subió de la nada a la Luna en diez años. El nuevo programa de naves tripuladas de la NASA, Orión, lleva dando vueltas desde la pasada década y no admitirá pasajeros al menos hasta comienzos de la próxima, pero solo para amagar una vuelta a la Luna y regresar. Poner el pie de nuevo allí no está en el horizonte, y de Marte ya ni hablamos. Si al menos tuvieran razón los demagogos, y la cancelación de las misiones tripuladas al espacio profundo hubiera servido para eliminar el hambre en la Tierra…

3 comentarios

  1. Dice ser Munchausen

    En la gloriosa era de las exploraciones, los valientes exploradores solían estar financiados por instituciones interesadas en descubrir recursos comerciales. Como efecto colateral, se ampliaba el conocimiento. En el caso de la exploración espacial, ¿podemos decir que la explotación de recursos extraterrestres podría ser el motor de la exploración? Soy un ignorante en el tema, pero mi intuición me dice que no. Que importar a la Tierra sustancias de otro planeta saldría tan caro que no sería rentable. Así que solamente nos queda la motivación del conocimiento. Yo me temo que la idea de una Humanidad conquistando un planeta tras otro hasta estar preparada para vivir en otros mundos, y abandonar la Tierra antes de que desparezca, perpetuándose así por toda la eternidad, es una idea cultural surgida de esa era de progreso científico, tecnológico y de pensamiento. El destino manifiesto. Sin embargo, esa visión ha sido posible sólo gracias a la abundancia de petróleo barato y de calidad, que ha propiciado la idea del crecimiento infinito, y de una industria cinematográfica que ha normalizado esa visión en nuestras mentes a base de maravillosas películas de Ciencia Ficción. Lo cierto es que ha sido una era vivida sólo por unas pocas generaciones, menos que un suspiro en nuestra Historia. No olvidemos que la visión de un “Fin del Mundo” apocalíptico ha sido la idea cultural de futuro más extendida entre los humanos durante más tiempo. Temo que lo más probable es que el Homo Sapiens no abandone jamás su planeta. Y me da pena, aunque a lo mejor lo que deberíamos hacer es cuidar nuestro planeta en lugar de buscar otro al que huir tras destrozar este.

    18 enero 2017 | 16:32

  2. Dice ser la TIerra es frágil como una pompa en el tiempo

    Imaginemos miles de aparatejos trabajando en conjunto creando edificaciones en otro planeta.
    Un mundo virtual. ¿Qué es la vida? Respirar, ocio, pasear, trabajar… Si todo eso pudiera crearse virtualmente, ¿habría necesidad de tener un planeta habitable de miles de kilómetros de diámetro? ¿Cuántos de nosotros hemos paseado por todo el planeta TIerra? Hay gentes que ni siquiera salen de sus comarcas y experimentan eso que se llama existencia. Con condiciones que permitan la vida, el ocio, las enfermedades cubiertas por sus pastillitas, la no necesidad de trabajo, porque trabajarán robots «agrupados», con una tecnología capaz de crear mundos paralelos en un mismo espacio, engañando a la mente, a lso sentidos, ofreciéndoles posibilidades infinitas de evasión y goce… ¿qué es la vida? ¿Se necesita un planeta completo? De hecho, ¿se necesita una base firme, un suelo atado al terreno? El principal escollo tal vez radique en la adaptación a nuevas presiones y efectos gravitacionales a nivel celular, orgánico… Pero de resto, ¿por qué temer existir fuera de un planeta o sin pisarlo si éste en el que habitamos apenas podemos conocerlo del todo?

    Mensaje para el espacio-tiempo y sus siempre relativas realidades ciertas, porque las quimeras los condenan a no ser estrictamente necesarios:

    https://www.youtube.com/watch?v=wlPHfuk8lEQ

    18 enero 2017 | 17:59

  3. Dice ser cross

    Todos los científicos han convenido en que el «desarrollo sostenible» es una estupidez, dicho de otro modo, es imposible un desarrollo sostenido infinito en un planeta finito con recursos finitos sin que exista repuestos para su carencia fuera de él.
    Añadir este hecho científico a las palabras de S.Hawking: «el futuro de la humanidad será en otro planeta o no será» y ahí tienes el último por qué de la necesidad de la investigación espacial.
    Como dice por ahí arriba uno, el problema es que de momento es más barato explotar nuestros recursos que buscarlos fuera (no en otro planeta, también en asteroides) pero toda nueva explotación fue deficitaria en sus comienzos.
    Además, tenemos de nuevo la certeza de que nuestros recursos son finitos.
    Tenemos la evidencia de que el combustible accesible más energético es el Helio-3, casi ausente en nuestro planeta, escaso en la luna pero muy abundante en los planetas gaseosos. Con unos recursos agotados, quizá el hombre se sienta obligado a salir del cascarón (también dijo Carl Sagan que en el útero materno se está muy bien, pero al final hay que salir de él)
    De todos modos, sabemos de la estupidez humana (ahí tenemos el negacionismo del cambio climático) por lo que todo puede pasar.

    19 enero 2017 | 12:13

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