Ciencia recreativa: ocho ideas que (tal vez) no cambiarán el mundo

Inauguré este blog hace un par de meses elevando mi protesta contra la visión de la información científica como un trasunto en bata blanca del Mundo Insólito, o una alternativa a esos tabloides estadounidenses de supermercado como el Weekly World News, que cuentan la historia del niño murciélago o del cráneo del Bigfoot. Pero uno no siempre se levanta de la cama con cara de neutrino. Una vez constatado que las fronteras de la ciencia están erigidas en parajes oscuros y neblinosos, donde el suelo bajo los pies desaparece justo antes de conducirnos a las grandes respuestas, recreémonos hoy con unas cuantas de sus aplicaciones más descabelladas, pintorescas o friquis. Lo que sigue no es un ránking de nada, ni tiene otro propósito que el de recopilar en un octólogo estas raciones de ciencia recreativa (en algún caso más recreativa que ciencia) que posiblemente nunca cambiarán el mundo, pero al menos lo hacen más difícilmente comprensible.  Y ¿por qué un octólogo? Obviamente, porque son ocho.

 

Escrito en el viento

¿Quién no se ha encontrado alguna vez en la necesidad de apuntar algo importante sin disponer de un pedazo de papel donde hacerlo? Ya no es necesario recurrir a la propia mano para recordar que se había anotado algo en ella justo después de lavarla: se escribe directamente en el aire, se recoge el apunte en cuestión y se guarda en el bolsillo, o mejor aún, se cuelga del cuello, una manera de epatar a cualquiera que difícilmente necesita justificar ninguna otra utilidad, en caso de que alguien la descubriera. El bolígrafo 3D de Lix, el más portátil y pequeño de su clase, funciona de manera similar a las pistolas de cola que se emplean en bricolaje, disparando un filamento de plástico fundido que se endurece al instante. Los fabricantes proponen aplicaciones tan imprescindibles como crear abalorios, objetos decorativos de tan buen gusto como el que se muestra más abajo o, a ver cómo lo explico, preciosos ornamentos de moda para rellenar agujeros en las camisetas. El caso es que la compañía londinense perpetradora del invento lanzó una campaña de crowdfunding en Kickstarter con un objetivo de 37.000 euros, y ha conseguido ya más de 850.000, incluyendo una donación individual de más de 3.000 euros.

A la izquierda, bonito. A la derecha, bonito, bonito. Lix.

A la izquierda, bonito. A la derecha, bonito, bonito. Lix.

 

Táctil, portátil, sumergible y golpeable

USB Typewriter.

USB Typewriter.

Mira que hemos esperado hasta llegar a los teclados en pantalla táctil, para que ahora el (autodenominado) hacker/ingeniero/diseñador de Filadelfia Jack Zylkin nos ofrezca lo que califica como «un avance revolucionario en el campo de la obsolescencia»: la máquina de escribir USB. A muchos esto les podrá parecer como enganchar el Toyota a los bueyes, pero a quienes comenzamos en el siglo pasado escribiendo a máquina y aún conservamos alguno de esos ancianos dispositivos cien por cien portátiles, sin pilas de Volta ni hilos eléctricos, y que caben perfectamente en cualquier baúl, la idea de utilizar una mítica Underwood como teclado para el portátil o el tablet nos resulta sencillamente «excelente». En su web USB Typewriter, Zylkin ofrece todas las posibilidades: para quien ya posea uno de estos artefactos, el kit de instalación sencilla cuesta poco más de 60 euros, que se reducen a 40 si el usuario está dispuesto a soldar. Y a quien este aparato le resulte algo tan extraño como un ovni, pero al mismo tiempo tan atractivo, la opción de comprar una máquina ya convertida le permitirá escuchar esa inimitable música de fondo con la que se escribieron muchas joyas de la literatura universal: clac-clac.

 

Helado ‘caliente’

Lick Me I'm Delicious.

Lick Me I’m Delicious.

¿Cómo era aquello de la dieta del cucurucho? Del inventor del helado fluorescente a 183 euros la bola nos llega ahora un nuevo sabor: Viagra. Su color azul podría crear peligrosísimas confusiones con ese infamemente conocido como helado de pitufo que venden por ahí y tanto parece gustar a las criaturas. Pero no hay nada que temer: su inventor, el británico Charlie Harry Francis, pionero de la I+D en repostería helada, o como se llame, y fundador de la compañía Lick Me I’m Delicious (Lámeme, soy delicioso, nombre que no hace referencia al nuevo producto porque ya existía antes), dice que no tiene intención de comercializarlo –cuesta imaginar al cliente entregando la receta al heladero–. Francis desarrolló este producto, que contiene el equivalente a una dosis de Viagra por bola (de helado), para un cliente famoso cuyo nombre no ha trascendido y que al parecer quedó «muy contento con el resultado final». ¿Cómo? ¿Que a qué sabe? Y a quién diablos le importa…

 

Un gran vaso de leche y un efecto 3D en cada tableta

Morphotonix.

Morphotonix.

Sin dejar el mundo de la gastronomía, ni el del sexo (del que algunos, posiblemente célibes, dicen que este producto es un buen sustituto), por fin se ha inventado algo que todos estábamos esperando: el chocolate holográfico. La compañía responsable de su desarrollo, la suiza Morphotonix, explica en su web que el sistema es puramente óptico y que no utiliza aditivos; en un holograma, los colores son una ilusión. La empresa afirma que este producto podrá utilizarse por su atractivo visual o por motivos de seguridad para evitar falsificaciones, como ocurre por ejemplo con los hologramas de las tarjetas de crédito. O sea: que quien coma Chocolate Fotónico (marca registrada) de Morphotonix podrá estar, gracias al efecto holográfico, completamente seguro de que en realidad está comiendo Chocolate Fotónico (marca registrada) de Morphotonix, y no garrafón. Lo que viene a ser algo así como decir que la estrella de los Mercedes es un sistema de seguridad, ya que le garantiza al comprador que su coche es un Mercedes y no otra cosa.

 

¿Para beber? Una botella de agua. ¿Y para comer? Lo mismo

No podemos abandonar el mundo de los comestibles sin una referencia a Ferran Adrià, el gran gurú que añadió una nueva «d» a la I+D+i: investigación, desarrollo, innovación y degustación. El proceso de esferificación popularizado por el chef catalán es la base de la idea concebida por Rodrigo García González, una botella que haría realidad el único sueño en el que Homer Simpson y los ecologistas podrían coincidir: beberse el contenido y luego comerse el envase. Según informa Smithsonian.com, la botella de agua Ooho (no me pregunten cómo se pronuncia) desarrollada por este diseñador español se fabrica sumergiendo una bola de hielo en una solución de cloruro cálcico, que forma una cubierta gelatinosa, y después en una especie de puré de algas que da consistencia a la envoltura. El producto final aún está lejos de asemejarse a una botella, como se comprueba en el vídeo adjunto; por el momento, la Ooho llena parece un implante mamario (García González dixit), y la Ooho vacía parece… no parece una botella. Pero García González está trabajando en el perfeccionamiento de un producto que nos ahorraría una buena parte de la basura que producimos.

 

Cnidarios para el nido

Ofer Du-Nour no se arredra por un quítame allá ese prejuicio cultural. Si los seres humanos no suelen comer ratas ni escolopendras, probablemente es porque las han probado poco. Al fin y al cabo, si hoy las mujeres se aplican veneno de serpientes y abejas en la piel como tratamientos presuntamente rejuvenecedores, ¿por qué no tampones hechos de medusas? Du-Nour es el presidente de Cine’al, una compañía israelí de nanotecnología que ha desarrollado un material absorbente y biodegradable llamado Hydromash a partir de las medusas, cuyos cuerpos están constituidos por poco más que agua, y que se empleará para fabricar tampones, pañales y otros productos higiénicos, informa The Times of Israel. Según la empresa, la idea matará dos pájaros de un tiro: evitar la acumulación de pañales sucios en los vertederos y dar una utilidad a esas criaturas que proliferan en el Mediterráneo invadiendo las playas. Du-Nour está seguro de que ningún padre o madre obstará a envolver el culito de su bebé en puré seco de medusas. Eso sí, no traten de hacerlo en casa.

 

Gafas de repuesto low-cost

¿Gafas rotas en el peor momento? Olvídese del Tchin Tchin: aquí le ofrecemos la solución más eficazmente cutre, por gentileza de MinutePhysics. Cierre el puño. Ahora extienda todos los dedos salvo el índice y el pulgar. Observará –y si no es así, vuelva a empezar– que entre las falanges plegadas del dedo índice queda un minúsculo hueco. Ahora sitúelo delante de su ojo, y mire a través de él: ¡tachán! En realidad, esta tontería es un ejemplo de óptica aplicada. Quien entienda de fotografía ya sabrá que la reduccion de la apertura del diafragma (mayor número f) aumenta la profundidad de campo, ofreciendo una imagen de «todo en foco». El principio es exactamente el mismo: al bloquear la entrada de haces de luz demasiado dispersos, conseguimos una imagen definida. Cierto que este método rupestre no es el más aconsejable para conducir o manejar maquinaria peligrosa, pero el que suscribe, que a una miopía de tiranosaurio –corregida con lentillas– une ya esa presbicia galopante de la edad –no corregida–, puede certificar que ha utilizado esta gran solución low-cost para leer el prospecto de algún medicamento. Tchínchate, Afflelou.

 

La bomba en comida rápida

Jafflechutes.

Jafflechutes.

Sería fácil justificar la inclusión aquí de esta aberrante idea trayendo a colación la física aerodinámica. Pero es dudoso que Adam, David y Huw hayan tirado una sola ecuación para desarrollar Jafflechutes, la primera empresa del mundo que despacha comida en paracaídas. El sistema es casi tan sencillo como recoger un paquete en la aduana del aeropuerto de Barajas: se ordena el pedido a través de Paypal (NO hay otro sistema). Se selecciona el producto de entre todos los disponibles en el menú (sándwich tostado de queso fundido sin tomate o sándwich tostado de queso fundido con tomate). Se elige la hora a la que se desea recibir la comida. Se acude a un lugar concreto de Melbourne (Australia) marcado con una X en el suelo. Se espera a que el pedido aparezca cayendo con un paracaídas desde la ventana de un séptimo piso. Se recoge. Se come. Como no podía ser de otra manera, la iniciativa ha cosechado tal éxito que Jafflechutes se extiende ahora a Nueva York y Montreal gracias a un crowdfunding que ha reunido casi 4.000 euros. En su web, los tres chicos explican que perdieron uno de sus primeros lanzamientos de prueba con una novela de Murakami. Quizá resultó ser más pesada de lo que habían calculado.

4 comentarios

  1. Dice ser androititis se acerca

    Igual el ser humano en el futuro hará el amor, aunque no lo llamen sexo, con androides. Harán las tareas del hogar, conducirán los autos, trabajarán por nosotros… Y estarán buenísimos y buenísimas, uff, un disparate injusto sin tener que ir a gimnasios. PEro eso será lo de menos , también habrá normalitos y con pancartas protestando y todo igual que el humano natural Luego vendrán las asociaciones de defensa de los derechos del androide y todo eso. Un dineral en psicólogos, vamos.

    22 mayo 2014 | 20:37

  2. Dice ser irenearwen

    Me quedo con la tablet y mi Olivetti. Así vuelvo a darle uso.

    22 mayo 2014 | 21:29

  3. Dice ser Chus

    Eeeehhhhh, que las gafas low cost ya las inventé yo en el instituto en uno de los momentos más hilarantes de mi accidentada vida de estudiante. Digamos que se me habían roto las gafas, me preguntó el profesor por no se que y como no veía la pizarra me puse una mano frente a los ojos dejando una diminuta rendija por la que mirar. Ahí solté un «es que no veo», para estupor de don Ambrosio y despiporre durante semanas de mis compañeros de clase.
    Divertido el octeto, jejejeje.

    23 mayo 2014 | 10:40

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