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¡Nos están esperando!

Por Ferry Schippers (MSF, República Democrática del Congo)*

Caminamos en dirección a Musonjo: una larga fila de porteadores atravesando lentamente una paleta de diferentes gamas de verde, con movimientos serpenteantes, reduciendo con cada pequeño pero decidido paso la distancia a nuestra meta de hoy.

Cada paso, sin importar la dificultad que conlleve, me acerca a la meta, y ese es un pensamiento que siempre me hace sonreír.

Pienso en los invasores alemanes, durante la Primera Guerra Mundial, que detuvieron su avance justo antes de llegar a estas montañas, conformándose con ocupar y controlar el Lago Tanganyika, y el más pequeño Lago Kivu. ¿Quién querría adentrarse en estas enormes montañas? ¿Y para qué?

El de hoy será un día de buen ejercicio, para relajar mis músculos un poco, sin cuestas empinadas, como si de un paseo en una tarde de domingo se tratase…

En el extremo noroeste ya puedo distinguir Rubuga, nuestro destino de hoy, una pequeña aldea con sólo un par de casas, un centro de salud y una iglesia. Mañana habrá un relevo de porteadores: el objetivo es hacer que tantas aldeas como sea posible participen en esta tarea, con el fin de que todos nos repartamos el trabajo a partes iguales. La noticia de nuestra llegada ya ha corrido, así que no tenemos problemas para encontrar nuevos porteadores para mañana por la mañana.

Incluso antes de entrar en el pueblo, ya nos reciben el pastor y la enfermera responsables del centro de salud, y naturalmente todo un tropel de niños, curiosos como siempre ante la presencia de este extraño hombre blanco.

La iglesia parece un buen sitio para pasar la noche, pero el pastor insiste en que durmamos en su casa, que ya ha evacuado justo antes de nuestra llegada. Ya han seleccionado la gallina que van a sacrificar para la cena y, antes incluso de que llegue a la casa, ya están calentando agua en un par de ollas para que pueda darme una “ducha”. Qué más podría pedir…

La esposa del pastor ha preparado en la casa adyacente a la suya una pequeña habitación donde poder ducharme. La sala de estar está llena de familiares sentados alrededor de una hoguera; tanto la sala como el cuarto donde me voy a duchar están llenos de humo porque no hay chimenea. Así que vuelvo a marcarme otro récord, dándome la ducha más rápida de la historia: entro conteniendo la respiración, corro hacia el cuarto habilitado para la ducha, me desvisto, me tiro agua por encima, me enjabono, vuelvo a tirarme agua por encima, me visto y salgo corriendo a respirar algo de aire puro.

Todavía me pregunto cómo pueden estar ahí sentados, comer, dormir, etc… En aquel preciso instante, decido dejar de fumar.

Toda la aldea se ha reunido en torno a la casa. Todavía es de día y los tejados ya humean. La última parte de nuestro viaje empieza justo después de dar apretones de manos grandes y pequeñas, viejas y jóvenes.

Ahora estamos de nuevo subiendo en cuesta, escalando la montaña que separa Hauts- Plateaux del bosque de Itombwe, y me hace feliz poder ver ambos al mismo tiempo cuando llegamos a la cumbre.

El tiempo parece estar cambiando. Algunas nubes parecen estar colgando de lado, como si tuviesen miedo de pasar sobre la montaña. Desgraciadamente, cuelgan del lado hacia el que nos dirigimos… Nuestro bien merecido descanso se ve interrumpido sin miramientos por las primeras gotas de agua. Es hora de moverse.

Lluvia… ¿qué es la lluvia aparte de unas gotas de agua que caen sobre nosotros y nos empapan la ropa? El cuerpo humano consiste de un mínimo del 70 % de agua, así que ¿qué son un par de gotas más? Adelante se ha dicho. ¡Nos están esperando!

 

(Continuará)

* Ferry Schippers es coordinador de proyecto de MSF en Hauts-Plateaux.

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Fotos: Clínica móvil hacia Lubumba, en el bosque de Itombwe (Hauts-Plateaux, República Democrática del Congo). © Ferry Schippers.

Preparativos para una caminata de 6+9

Por Ferry Schippers (MSF, República Democrática del Congo)*

Y de nuevo son las 5 en punto de la mañana. Tras dos días de descanso, me preparo para nuestro viaje al bosque de Itombwe, una caminata de dos días a través de la cadena montañosa de Hauts-Plateaux, en el extremo este del país. Ayer ya avisamos a la comunidad local y a las aldeas de los alrededores de que íbamos a necesitar porteadores. Muchos esta vez: 34.

Tardo por lo menos 30 minutos en encontrar el valor de mover hacia un lado de la cama un cuerpo al que ya empiezan a pesarle los años. Me visto en menos de 5 minutos. ¡Todo un récord personal y un motivo de júbilo!, me digo a mí mismo. Lo recordaré cuando regrese la semana que viene…

Los primeros porteadores ya han llegado cuando me dirijo al “baño”, una letrina protegida por una pequeña estructura de bambú cubierta por hierba. Un espectáculo casi romántico. El valle está repleto de nubes bajas que cubren el río, y al fondo del todo puede verse el mercado de Magunda. Me imagino que va a ser un día hermoso y soleado, y me paro a respirar este momento de paz.

Detrás de la oficina puedo ver toda una hilera de material, embalado a conciencia, protegido de la lluvia y preparado para ser transportado. Mesas y sillas plegables, tiendas para las consultas, pilas de rollos de plástico, cajas con vacunas, una gran nevera (que tendrán que cargar entre cuatro personas), bolsas de plástico con arroz, judías, pescado seco y salado, ‘babulas’ (hornillos de carbón tradicionales) y naturalmente carbón, sacos de dormir y tiendas de campaña para dormir. En definitiva, todo lo necesario para nuestra clínica móvil.

Tenemos previsto salir al bosque de Itombwe dentro de dos días. Primero una caminata de seis horas para llegar al valle al borde de Hauts-Plateaux, durmiendo en una pequeña aldea donde nos acogerá, como de costumbre, la hospitalaria población local, y luego al día siguiente emprenderemos una nueva caminata de otras nueve horas subiendo por la montaña hacia el oeste, para descender de nuevo a las puertas de la selva tropical, lo que en inglés llaman “rainforest”, bosque lluvioso. ¿Por qué “lluvioso”? Me temo que lo voy a averiguar muy pronto…

Hay múltiples grupos étnicos en Hauts-Plateaux, como los Babembe, los Bafuliro, los Banyamulenge, etc… La población de Kihuha (y la de Marungu en realidad) son Banyamulenge, también llamados tutsis congoleños. Originariamente estas personas vinieron de Ruanda hace dos siglos, y desde entonces se han producido un par de flujos migratorios más.

Desde la década de los años 70 del siglo XX se denominan «Banyamulenge», para evitar llamarse «Banyarwanda» (gente de Ruanda) y ser vistos como extranjeros. Las tensiones étnicas contra los tutsis aumentaron una vez terminada la era colonial así como el exterminio en 1972 de hutus en Burundi. Como respuesta a ello, los tutsis parecen haber intentado distanciarse de su identificación étnica como ruandeses, asociándose a Mulenge, una aldea en el Moyen-Plateaux, y pasando a ser por tanto “gente de Mulenge”.

Justo antes de emprender la marcha, topo con una mujer que carga con una pila de piedras sobre la cabeza. Siempre me he preguntado cómo pueden estas mujeres cargar con cosas sobre la cabezas, caminar bien derechas y subir y bajar estas montañas, con gracia e indudable orgullo. ¡Sorprendente! Una vez probé a hacerlo y tan ocupado estaba en mantener el equilibrio, que tropecé con un tronco y casi me rompo la crisma en el intento…

(Continuará)

Ferry Schippers es coordinador de proyecto de MSF en Hauts-Plateaux.

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Fotos: todas © Ferry Schippers