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Sonrisas, reyes y respiración agitada

Por Ferry Schippers (MSF, República Democrática del Congo)* 

Una vez más, son las cinco en punto de la mañana. Lentamente, la mayoría de los miembros del personal se van despertando y se dirigen a la ducha recién instalada, con la esperanza de ser los primeros en disfrutar del agradable chorro de agua caliente, con la que los vigilantes llenaron el contenedor de 100 litros en lo alto de la pequeña caseta de la ducha. Sé que el asistente de logística ya está ocupado sacando cajas del almacén, envueltas en bolsas de basura para evitar que se mojen con la lluvia.

Sentado en el borde de la cama, con las piernas colgando, repaso en todo lo que hay que hacer hoy. ¿He pensado en todo? ¿Será hoy segura la ruta a la base 2? ¿No es el refrigerador demasiado pesado para que lo transporten entre cuatro personas o debo añadir a otro ayudante? ¡Que no se me olvide llevar los bidones con keroseno, porque si no, el refrigerador será inservible! ¡Andando! ¡Vamos! Hay que salir a las seis en punto como muy tarde…

Miro las dos botellas de plástico que llenaré con agua potable, fresca y filtrada, mi pequeña contribución al reciclaje. Tras una rápida ojeada por la ventana, decido abrigarme bien. Como siempre, iremos caminando, ya que no hay otra forma de llegar. Esta vez, no va a ser fácil. A la izquierda del Anguale, la primera montaña hacia al sur, veo que se están formando grandes cúmulos de nubes negras. Esta vez el desafío va a ser mayor de lo que esperaba.

Dejo mi mente en blanco y trato de concentrarme en los preparativos. ¿Agua? ¡Comprobado! ¿Las uvas pasas? ¡Comprobado! ¿Los nuevos suministros de alimentos para el otro equipo? ¡Comprobado! ¿Teléfono satélite y radios? ¡Comprobado!

Cuando salgo con mi equipaje, la base es un murmullo de sonidos por el ajetreo del trabajo. Sin que nadie lo note, cuento el número de ayudantes de transporte y reviso si cada uno de ellos lleva la identificación correcta de MSF. Entraremos en un entorno hostil, por el que pasan muchos grupos armados, y no puedo dejar nada al azar. Reviso la última información de seguridad y compruebo que es hora de irse.

Me dirijo lentamente al portón y digo “Tugende mugenzi” (“vámonos, amigos”). Los ayudantes se están riendo y alzan su mirada hacia mí, literalmente además, porque soy 30 centímetros más alto que la mayoría de ellos. Les devuelvo la sonrisa y salimos del portón. “Kihuha, allá vamos”. Tenemos 50 kilómetros por delante.

Me sigue una larga fila, transportando medicinas y suministros médicos en cajas marcadas con el logo de MSF. A mitad de la fila, puedo ver a los cuatro chicos responsables de llevar el refrigerador, necesario para conservar las ampollas de las vacunas en nuestra otra base, cuidadosamente embalado con bambú y cuerda. Al llegar a la primera montaña, reduzco la velocidad casi en seco, y empiezo a subir a ritmo lento y constante, mirando mis pies, concentrándome en cada paso que doy, oyendo la frecuencia cada vez mayor de mi respiración agitada.

“¿Estarán oyendo los demás mi respiración?”, me pregunto casi avergonzado mientras observo a los ayudantes que llevan cajas de 20 kilos a cuestas, subiendo la montaña con elegancia de reyes, sin esfuerzo aparente. Me tomo con calma la subida del Anguale. Sé bien lo que aún me queda. Debo reservar fuerzas. Al otro lado, continuamos por un gran valle junto a una de las innumerables corrientes de los Hauts Plateaux, acercándonos lentamente al Kirumba, la segunda montaña más alta, con 3.200 metros de altitud.

 

En la cima del Kirumba, nos tomamos el primer descanso. Los ayudantes se sientan a comer su comida favorita, “bugali”, a base de mandioca. Ya puedo ver Masango, donde tenemos un centro de salud. Parece tan cerca, casi se puede tocar. Aguzando la mirada, trato de distinguir la bandera de MSF. Aún faltan tres horas para llegar allí.

Comienza a llover y los escalofríos me recorren la espalda. Tenemos que descender rápidamente. Permanecer aquí, a esta altura y en estas condiciones, es muy peligroso. Avanzamos, tratando de no caernos por los caminos de barro que se han vuelto pequeños riachuelos. Siento un profundo respeto por los chicos que transportan el refrigerador. Si yo apenas puedo evitar resbalarme, cómo sería si cargase con uno …

Para llegar a Masango, debemos ascender nuevamente. Me consuela pensar que se trata de la última subida. Mis botas están encharcadas y mi sombrero apenas me cubre de la lluvia que me golpea en los ojos. Deja de llover tan de repente como comenzó, e incluso puedo ver cómo aparecen de la nada algunos claros de cielo azul. Los niños de Masango nos saludan mientras nos acercamos al centro de salud. ¿Por qué sonríen? Es algo contagioso, y a pesar de la fatiga, no puedo evitar responderles sonriendo.

En el centro de salud, nos tomamos otro descanso y aprovecho la oportunidad para hablar con los miembros del equipo y revisar la calidad tanto de las operaciones del centro de salud como del área de residuos. Tomo nota de sus observaciones y les prometo que enviaremos a nuestro equipo logístico al día siguiente para reparar el techo del área de residuos, dañado en la última tormenta.

Dos horas más tarde, tras diez horas de subidas y bajadas, llegamos a nuestro destino final de hoy, nuestra segunda base de Kihuha, donde preparamos una clínica móvil para el bosque de Itombwe, un lugar remoto al oeste, en medio de la selva, donde se encuentra una población olvidada sin atención médica desde hace mucho tiempo. Como MSF, debemos ir allí para garantizar que la población tenga acceso a una atención médica de calidad.

Son dos días más andando, y dormiremos en tiendas por el camino. Así que ahora, toca descansar.

Continuará…

Ferry Schippers es coordinador de proyecto de MSF en Hauts-Plateaux.

_____

Foto 1: Refrigerador para la cadena de frío, en Kitoga, Hauts-Plateaux, RDC. (© Fernando Calero)

Foto 2: De camino hacia Masango, vista desde Kirumba (© Ferry Schippers)

Foto 3: Vista de una aldea poco antes de llegar a Kihuha (© Ferry Schippers)

Foto 4: «Marungu y mis botas», por Ferry Schippers.

 

10 comentarios

  1. Dice ser Paulina

    Solo puedo expresar mi admiración, y pedir porque Dios les de las fuerzas necesarias para continuar.

    05 diciembre 2011 | 23:09

  2. Dice ser antonio larrosa

    ¡Encomiable labor la de MSF , sois un rayo de luz en la oscuridad total.!

    05 diciembre 2011 | 23:11

  3. Dice ser Manuel Omar Bonfanti

    Realmente sos una luz a seguir, voy a pedir a Dios en mis oraciones por vos y cada unas de las personas que integran esta maravillosa y bendecida agrupación, los abrazo desde San Juan Argentina

    05 diciembre 2011 | 23:38

  4. Dice ser judith

    mis mas sinceras felicitaciones a todas las personas de medicos sin fronteras que hacen posible que gente de muy bajos recursos puedan acceder a una atencion medica.Dios los va a recompensar. sigan asi!

    06 diciembre 2011 | 01:27

  5. Dice ser nelly

    Los acompaño con mi oración, mi pequeña colaboracion y desde el fondo de mi corazón «gracias»….Un fuerte abrazo «de oso» para todos los que diseminados por el mundo hacen creíble la fuerza de la solidaridad de la raza humana…

    06 diciembre 2011 | 12:19

  6. Dice ser Ana B.

    Realmente admirable….mis más sinceros respetos…Dios os bendiga…..

    06 diciembre 2011 | 19:36

  7. Dice ser RUfer

    Muy feliz Navidad a todos!!!

    07 diciembre 2011 | 00:58

  8. Dice ser Maribel

    Hace pocos días leí, no recuerdo si en Periodismo Humano, el drama (otro drama más) de los recortes internacionales en los tratamientos de enfermos de VIH en el Tercer Mundo. Me dio grima, como no puede ser de otro modo.
    Agarré el teléfono y me hice socia de MSF. Es muy poco esfuerzo para una labor tan enorme.
    En realidad me siento incluso egoísta colaborando con esta u otra ONG en el sentido de que sólo es una pequeña cantidad mensual que no cambia mi vida de ninguna forma. Pero me agrada pensar que puede cambiar la de otra gente que depende de unos ángeles con forma humana como son todos los cooperantes y voluntarios de esta y otras Organizaciones Solidarias.

    Yo no soy religiosa, así es que no voy a rezar por ti. A estas alturas ni siquiera sé si creo o no en Dios, y eso que no he visto con mis ojos lo que debes haber visto tú; pero sí quiero desearte mucha suerte, Ferry, a ti y a todos los que son como tú.
    Un beso

    09 diciembre 2011 | 17:03

  9. Dice ser Alfredo luceros

    Adelante…sin mirar atras, no es un baladazo de agua en un incendio, seguimos cuidando la salud,y por ende salvando vidas ..adelante(Dr. Alfredo del Valle Luceros, General surgeon Specialist, former ngo Kigali-Bukavu-Nairobi.1997.

    17 diciembre 2011 | 17:54

  10. Dice ser Marivi

    Hola, me ha conmovido ver lo que hacen los medicos, enfermeras, o solo
    personas que dedican su vida a la labor humanitaria, en sitios en donde la
    pobreza es extrema, y muchas personas que se refugian de guerras y desastres,
    mueren día a día, por no tener derecho a una medicina, a agua, a nada… y aún así,
    si te acercas a ellos, con una sonrisa, te la devuelven aunque en sus ojos, véas que
    le importa poco lo que le pase, que tarde o temprano le tocará a el/ella, y lo peor de todo…
    Que lo ven como una salida, lo mejor, que no se quitan la vida cobardemente.
    Yo quise ser voluntaria, pero me negaron este tipo de incursiones, por peligrosas, y por
    no estar al cien% de salud… Pero intento colaborar con lo que puedo, que no es mucho,
    pero es lo que puedo, Diós lo sabe.

    30 diciembre 2011 | 02:32

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