Entradas etiquetadas como ‘lenguaje’

Lo que nuestros padres nos dicen cuando somos niños marca más de lo que parece

disney«Has salido a mí, lo tuyo no es cantar», me dijo mi padre en broma y con la mejor intención del mundo cuando tenía unos doce años. La frase entró a fuego en mi cabeza, cerré la boca y no volví a cantar en público jamás.

Tuve que esperar a ser madre para comenzar a hacerlo de nuevo, a todas horas. A mis hijos les gusta, sobre todo a Jaime, y a mí también cantarles. Y, como casi todo en esta vida, cuanto más haces algo mejor te sale. No digo que cante bien, en absoluto. Pero desde luego no duele oirme. Y a quien no le guste, que se vaya o se tape las orejas.

Lo que nuestros padres nos dicen, nos marca. Yo soy de las que cuida muchísimo la manera en la que me comunico con los niños, tal vez por ser periodista tengo la convicción de que las palabras tienen un poder notable. Por eso nunca digo cosas como «a Julia no se le da bien dibujar», «eres malo/perezoso/despistado». No quiero encontrarme con profecías cumplidas por haber sido programadas por mí.

Y procuro contestar a su curiosidad con explicaciones ciertas, aunque adaptadas para que las comprendan (eso es algo que no siempre consigo). Me da igual lo que pregunten. La fase de los porqués interminables me divierte, no me agobia. Ojalá Jaime me agobiara a preguntas imposibles. Y no pasa nada por reconocer que no se sabe algo ante alguna de esas preguntas.

No les miento, que hay adultos que disfrutan metiendo bolas a los niños. Ni les tomo el pelo y les vacilo por reirme yo o hacerme la simpática, ellos no entienden nuestras dobles sentidos o las bromas elaboradas.

No hablo de ellos con terceras personas en su presencia sobre lo que deberían mejorar o no se les da bien. Me pone mala eso de hablar sobre ellos delante de ellos como si no estuvieran, algo que si hiciéramos con un adulto sería una falta de educación terrible.

Eso es lo que yo hago. Por eso me han gustado los consejos para comunicarse adecuadamente con los niños que la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA) me ha mandado:

• Ten cuidado con lo que les dices: Debemos ser conscientes de que nuestras palabras tienen mucho poder en las personas, a veces incluso más que la fuerza, por lo que si no las usamos de forma adecuada podemos hacerles mucho daño.

• Evita prejuzgarles: Muchas veces encasillamos a los demás antes de darles la oportunidad de hablar o de actuar. Solemos juzgar y etiquetar prematuramente. En el caso de los niños esto puede condicionar su comportamiento y producirles unas heridas, que pueden quedar abiertas durante muchos años si no cicatrizan a tiempo.

• No limites su capacidad: Solemos olvidar que una persona desarrolla su autoconcepto en función de las expectativas que depositan sobre ella las personas de referencia de su entorno. Si desde pequeño transmitimos la incapacidad a hacer algo es muy probable que acabe pensando que no lo puede hacer.

• No tiendas a compararles con otros niños: Idealizar el comportamiento del hijo que suele comportarse mejor, regañarle menos y, en definitiva, tener más paciencia con él que con el que suele portarse peor puede afectar directamente al autoconcepto, la autoestima y el rendimiento de los niños.

• Motívales: Debemos animarles y motivarles hacia el aprendizaje. Concienciarle de la importancia que tienen los estudios, y elogiar sus capacidades. Si el niño se siente capaz de hacer algo y además siente interés por conseguirlo, actuará de forma motivada y será más probable que alcance sus metas.

• Ayúdales a desarrollar su imaginación:
Este punto requiere un cierto aprendizaje. No podemos pedirles, si nunca lo han hecho y nosotros no les hemos enseñado, que lo hagan de la noche a la mañana. Para ello, desde pequeños, debemos enseñarles a enfrentarse a sus obligaciones como si fuera un juego, algo divertido.

• Incentívales la curiosidad por las cosas: Si favorecemos el aprendizaje a través de un ambiente estimulante, que nos resulte atractivo, interesante, etc. es más probable que el niño quiera aprender. Para ello debemos implicarnos en la actividad, y transmitirles de una forma activa y con entusiasmo, que son ellos quienes deben resolver la cuestión, los que deben pensar razonadamente. Sólo así, conseguiremos que se involucren en lo que les estamos pidiendo.

• Muéstrales empatía:
Hay en ciertas etapas que los niños y adolescentes se muestran disconformes en muchas situaciones. Dedicar un cierto tiempo a comprenderles y entenderles es imprescindible para solucionar posibles conflictos.

• Practica la escucha activa: No debemos olvidar que en estas etapas tienen una necesidad inmensa de ser y sentirse escuchados. Debemos demostrarles que realmente le estamos escuchando y que nos interesa lo que nos tienen que contar. Darles conversación, escucharles, interesarnos por lo que les pasa, por lo que les gusta, es algo fundamental.

La más sorprendente maravilla del mundo creada por el hombre

He visto volar máquinas que pesan toneladas y a gente vencer al cáncer gracias a la ciencia médica. He asistido al nacimiento y evolución de Internet y de los videojuegos y disfrutado de música sorprendentemente hermosa. He visto las pirámides de Egipto, los rascacielos en Nueva York y la gran muralla en China. Pero creo sinceramente que de todas las grandes proezas del ser humano de que he sido testigo, la que más me maravilla es la aparición y desarrollo del lenguaje oral y del pensamiento que la acompaña.

Un milagro de la evolución que, por cotidiano, pasa con frecuencia desapercibido.

Supone el descubrimiento de su propia conciencia
, de su lugar en el mundo y respecto a los otros, además de su libertad como individuos.

Julia está empezando a tener sus primeras conversaciones con nosotros. Una ventana mágica para conocer su lógica y razonamientos.

Y esto no ha hecho más que empezar.

Sueño con el día en que su hermano pueda abrirnos esa misma ventana.

No lo paséis por alto, disfrutad viendo nacer el habla y el pensamiento de vuestros hijos.

Adjetivando el mundo

Ayer hablaba de los logros de Jaime, hoy quiero contaros otro avance de Julia. Avances que habrían pasado más desapercibidos de no ser por su hermano, cuyas dificultades nos han hecho mucho más conscientes del camino que ambos recorren.

Tiene un vocabulario que crece exponencialmente día tras día. Está en pleno y fascinante descubrir los nombres de las cosas. La famosa explosión de los 18 meses. Es frecuente que venga con un objeto en las manos preguntando “¿Mamá, qués eto?”. Y “eto” puede ser desde un espárrago de juguete hasta un molinillo. Su afán por conocer el nombre de todo lo que le rodea es constante desde hace unos meses. Y lo asombroso es la capacidad que tiene para recordarlo, para multiplicarlo de día en día. Cualquier adulto sería incapaz de aprender tantas nuevas palabras de una lengua extrajera a diario.

Pero aprender a nombrar el mundo que le rodea ya no es suficiente, ahora con un año y diez meses su pasión es adjetivarlo.

Desde el comienzo de estas fiestas ha descubierto que todo eso que nombra además puede ser grande o pequeño, estar arriba o abajo, sucio o limpio, caliente o frío…

Los adjetivos opuestos son su última fascinación. Y nos busca a mí o a su padre para notariar sus descubrimientos: “¡mira papá! ¡una barco gande! ¡Otro barco peeño!” “¡mira mamá! ¡esto caliente! ¡esto muy fío!”

Sinceramente, pocas cosas hay tan asombrosas como contemplar el nacimiento desde cero de algo tan complejo como el lenguaje humano.

La evolución fonológica (fonética)

Hoy ha venido a casa una de las terapeutas de Jaime, pero hemos estado un ratito hablando de Julia. No porque haya ningún problema con su evolución: es una avispilla que con año y nueve meses hace frases de tres palabras, tiene un vocabulario amplísimo y una comprensión aún mayor.

Pero a todos nos hace mucha gracia, teniendo todo eso en cuenta, que sea incapaz de pronunciar dos sonidos muy semejantes en su articulación: la J y la K.

La /J/ le sale como una /F/: «color rofo» o «naranfa».

La /K/ la pronuncia como la /T/: «tengo tata».

Por supuesto, la /R/ aún no ha llegado. Ni lo intenta.

No es algo preocupante. Es normal que a su edad se les atranquen algunos fonemas.

Aunque también en esto cada niño es un mundo (Jaime por ejemplo, antes de ir hacia atrás con año y medio, recuerdo que decía la /R/ sin ningún problema y que incluso le hacía gracia repetir «el perro roe un hueso»), sí que hay unas pautas generales de cómo aparecen los sonidos.

La adquisición de los fonemas comienza a finales del primer año de vida y concluye, en término medio, hacia el quinto año de vida. Se advierte que, si un niño de 7 u 8 años no logra articular bien todos los sonidos, es probable que nos encontremos en presencia de un trastorno.

Según Jakobson (1969), los fonemas se van adquiriendo de acuerdo a su dificultad articulatoria. Rondal y Seron agregan que hay que considerar también la frecuencia del uso de tales fonemas en el entorno del niño.

Mientras dura el entrenamiento fonológico y en tanto no consiga fonologizar correctamente, el pequeño se vale de algunas simplificaciones muy conocidas, a saber: sustituye fonemas dificultosos por otros más sencillos de articular, emplea asimilaciones (“mení” = ”vení”), suprime fonemas, reduplica sílabas (“cheche” en lugar de “leche”), etcétera.

En cuanto al orden de adquisición, diremos que las vocales se adquieren en este orden: primero, la a. Luego, puede articular la a y la u. Finalmente, las adquiere todas.

Las consonantes se adquieren en el orden que sigue:
1° p, t, k
2° b, d, g (oclusivas sonoras)
3° n y ñ (nasales)
4° f, s, ch, v, z y j (constrictivas sordas y sonoras)
5° l y r (laterales, son las más difíciles de articular)

¿Cuáles son los sonidos que más les costaron o les están costando a vuestros peques?

La explosión de los 18 meses

En unos niños es antes, en otros un poco después, en todos en torno a esa edad se produce lo que algunos llaman la explosión de los 18 meses.

Se refieren a una explosión puramente léxica
: a partir de ese momento comienzan a aprender palabras nuevas a un ritmo incesante e increíble y a combinarlas formando frases. Lo de que son pequeñas esponjas casa más que nunca.

Un niño que a los 18 meses utilice 20 palabras, a los 30 dirá 500 y a las 48 manejará unas 1.500.

Y su comprensión siempre estará por delante de su expresión. Se dará cuenta y comprenderá más de lo que creemos.

Estad pendientes de esa maravilla. Ver nacer algo tan extremadamente complejo como el lenguaje humano en nuestros hijos es algo precioso y fascinante. No dejéis que se os escape como arena entre los dedos. Saboreadlo.

Yo lo estoy haciendo con Julia y también, aunque más despacio, con Jaime.

¡Oño!

Imagino que no hay padre reciente que no se haya encontrado en una situación semejante en algún momento.

A nosotros nos pasó hace un par de días. Estábamos sentados los cuatro a la mesa cenando cuando mi santo se quemó y se le escapó un «¡coño!».

Inmediatamente Julia, que está en plena fase de lorito de repetición, le hizo el eco: «¡oño!».

Y nos sonrió toda contenta.

Automáticamente ambos nos miramos y no hizo falta decir nada. Nos trasmitimos telepáticamente que había que ser extremadamente cuidadosos con los tacos.

No solemos decirlos. Pero habrá que ser aún más precavidos. Estamos muy mal acostumbrados por su hermano mayor a no tener cuidado con ciertas cosas.

Ya hace unos meses las terapeutas de Jaime nos avanzaron que también él, antes o después, soltaría su primer taco. Y nos dijero que fuéramos mentalizándonos para contar hasta diez antes de reaccionar de ninguna manera.

Por que precisamente la estrategia para que los peques de la casa, neurotípicos o no, no se queden adheridos a una o varias palabrotas es no obtener ningún tipo de reacción por parte de los adultos.

Aunque aquí os digo, que con lo que le está costando empezar a hablar, el día que él diga «¡oño!» mi instinto sería montarle una fiesta.

Os dejo con las recomendaciones de Rosa Jové en La crianza feliz, que son puro sentido común, para evitar las palabrotas.

1- Dar ejemplo. Si no quieres que tu hijo diga palabrotas, no las digas tú. Además, lo que se ha oído no puede reproducirse ni imitarse.

2- Evitar reír o sonreír ante cualquier palabrota. Por más graciosa que pueda resultar una expresión o alguna palabrota, reírse de ella es un error porque incita al niño a repetirla.

3- Explicar de forma sencilla y clara que estas palabras ofenden, molestan, que no son respetuosas y que sí se las dijeran a él, tampoco le gustaría que le trataran así.

4- Mantener la calma y no darle demasiada importancia ya que una actitud en exceso afectada por parte del adulto puede producir el efecto contrario. Que el niño sienta que los tacos no son la mejor forma de llamar la atención de sus padres. Lo mejor es reconducir esta etapa con naturalidad para que las palabrotas «pierdan su poder» y su efecto para el niño.

5- Ofrecer alternativas. Aportar otras palabras a un sentimiento o situación en la que se encuentra el niño. Cada familia puede adoptar las palabras de su entorno cultural y social que sean más oportunas. Enseñar a los niños, por ejemplo, que es mejor decir a su hermano que está disgustado porque le has roto el cochecito, que llamarle de «imbécil» o de «burro». Los padres pueden inventar alguna palabra nueva y divertida para sustituir a una de las ofensivas.

6- Ofrecer lecturas para incrementar el vocabulario del niño y hacerle descubrir nuevas palabras, expresiones, exclamaciones,…más divertidas.

El uso de chupetes perjudica el habla de los niños

Un sábado al mes desde que comenzó este curso escolar mi santo y yo estamos acudiendo al Hanen. ¿Y qué es eso del Hanen? Pues una escuela para padres con niños con dificultades en el lenguaje.

Vamos varias parejas que tenemos hijos con un nivel comunicativo más o menos parejo, todos entre los tres y los cinco años.

Nos enseñan la teoría, nos ponen deberes, nos grabamos en vídeo en casa y los analizamos en grupo.

Hace un par de meses la cosa fue de logopedia y una de las recomendaciones que nos hicieron fue descartar de una vez el chupete.

Nuestro peque nunca lo quiso, ya os lo conté en otra ocasión. Y a Julia ni me planteé dárselo.

Si lo más conveniente es no ofrecérselo antes del mes y luego quitárselo al año, y no tenía yo ganas de andar con guerras de deschupetear a la niña por unos pocos meses.

Además, si ella quiere succionar, ahí está mi pecho.

Y nos ha salido bien. Va camino de los trece meses. No usa chupete, tampoco biberón y no se chupa el dedo. Igual que sucedió con su hermano.

Volviendo al Hanen, ya allí nos contó el logopeda que el uso del chupete interfería con el correcto desarrollo de los músculos implicados en el habla.

Dijo literalmente que debíamos evitar el chupete para que la lengua tenga la correcta posición en reposo.

Hoy lo recuerdo a raiz de una noticia en la que aparece un nuevo estudio que dice más o menos lo mismo.

Os dejo parte:

Los investigadores evaluaron las asociaciones entre los hábitos de succión y alimentación y los trastornos del lenguaje en preescolares de entre tres y cinco años. Los resultados mostraron que retrasar el uso del biberón hasta que el niño tenía al menos nueve meses reducía el riesgo de desarrollar trastornos del lenguaje en edad preescolar.

Por otro lado, los menores que succionaron sus dedos o utilizaron un chupete durante más de tres años mostraron ser hasta tres veces más propensos en el desarrollo de trastornos del lenguaje. Los efectos perjudiciales de estas conductas se concretaron en dificultades para pronunciar ciertos sonidos de palabras o para simplificar su pronunciación.

La hipótesis de los investigadores se basa en que los niños, cuando se chupan el dedo o usan de manera habitual chupete o biberón, no ejercitan todos los músculos de la cavidad oral. Esto impide que no desarrollen completamente la capacidad para el habla.

Por el contrario, durante la lactancia materna, el bebé ejercita todos los músculos de la boca, cara y la lengua, y logra una mejor capacidad de habla.

Estudios anteriores ya habían revelado que el amamantamiento es beneficioso en el desarrollo de la respiración coordinada, el acto de tragar y la articulación del habla.

La Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPAP) considera que ya en la segunda mitad del primer año se debe comenzar a limitar su uso.

Por cierto, que los ejercicios que nos recomendaron, los consejos que nos dieron ese día, son perfectamente aplicables a cualquier niño pequeño aunque no tenga especiales dificultades.

A ver si tengo unos minutos para «pasar los apuntes» y compartirlos con vosotros. Tal vez os resulten interesantes.

Hablando nos entendemos los dos

Para redondear el post de ayer os dejo con una recomendación: el libro «hablando nos entendemos los dos». Lo podéis conseguir en el blog «Hasta la luna ida y vuelta».

Es de lo más útil para estimular la comunicación con nuestros hijos, partiendo siempre por ponernos en el lugar del niño.

Es interesante tanto para padres de un niño con un trastorno en la adquisición del lenguaje como para aquellos que no tengan ningún problema.

Para acabar, ahí dejo parte de un artículo sobre los logros relacionados con el habla y el lenguaje en HealthSystem para saber más o menos a qué atenerse.

Es importante recordar que no todos los niños son iguales, y que los niños llegan a ciertas etapas a diferentes edades. Desde el nacimiento hasta los 5 meses

* Hace gorgoritos.

* Vocaliza sonidos de placer y de molestia (risas, risitas, llanto o quejas).

* Hace ruido cuando se le habla.

De 6 a 11 meses

* Entiende «no-no».

* Balbucea (dice «ba-ba-ba»).

* Dice «ma-má» o «pa-pá» sin saber lo que significa.

* Trata de comunicarse mediante acciones o gestos.

* Trata de repetir sus sonidos.

* Dice la primera palabra

De 12 a 17 meses

* Responde preguntas simples de forma no verbal.

* Dice dos o tres palabras para señalar una persona u objeto (puede que la pronunciación no sea clara).

* Trata de imitar palabras simples.

* Vocabulario de cuatro a seis palabras.

De 18 a 23 meses

* Pronuncia correctamente la mayoría de las vocales y la n, m, p, j, especialmente al principio de las sílabas y palabras cortas; también empieza a utilizar otros sonidos.

* Vocabulario de 50 palabras, a menudo la pronunciación no es clara.

* Pide alimentos comunes por su nombre.

* Hace sonidos de animales, como «muu».

* Empieza a combinar palabras, como «más leche».

* Empieza a utilizar pronombres, como «mío».

* Utiliza frases de dos palabras.

De 2 a 3 años

* Conoce algunos conceptos relativos al espacio tales como «en», «sobre».

* Conoce pronombres como «tú», «yo», «ella».

* Conoce palabras descriptivas como «grande», «feliz».

* Sabe de 250 a 900 palabras.

* Utiliza frases de tres palabras.

* El habla se vuelve más precisa pero todavía no pronuncia los sonidos finales; puede que los desconocidos no entiendan mucho de lo que dice el niño.

* Responde preguntas simples.

* Empieza a utilizar pronombres como «tuyo», «yo».

* Usa inflexión en la pregunta para pedir alguna cosa, como «¿Mi pelota?»

* Empieza a utilizar plurales tal como «zapatos» o «calcetines» y el tiempo pasado de los verbos regulares tales como «salté».

De 3 a 4 años

* Agrupa objetos como alimentos, ropas, etc.

* Identifica colores.

* Utiliza la mayoría de los sonidos del habla pero puede distorsionar algunos de los sonidos más difíciles, como l, r, s, ch, y, v, z; estos sonidos puede que no se controlen completamente hasta la edad de 7 u 8 años.

* Utiliza consonantes al principio, en el medio y al final de las palabras; puede distorsionar algunas de las consonantes más difíciles, pero intenta decirlas.

* Los desconocidos entienden mucho de lo que el niño dice.

* Puede describir el uso de objetos como «tenedor», «carro», etc.

* Se divierte con el lenguaje: disfruta los poemas y reconoce los absurdos del lenguaje como «¿Tienes un elefante en la cabeza?»

* Expresa ideas y sentimientos más que simplemente hablar sobre el mundo que le rodea.

* Utiliza verbos que terminan en «ando» y «iendo», como «caminando» y «corriendo».

* Responde a preguntas simples, como «¿Qué haces cuando tienes hambre?»

* Repite frases.

De 4 a 5 años

* Comprende algunos conceptos relativos al espacio, como «detrás», «al lado de».

* Entiende preguntas complejas.

* El habla es comprensible pero comete errores al pronunciar palabras complejas, difíciles y largas, como «hipopótamo».

* Vocabulario de 1.500 palabras aproximadamente.

* Utiliza el tiempo pasado de algunos verbos irregulares como «tuve», «fui».

* Describe cómo hacer cosas como pintar un dibujo.

* Define las palabras.

* Enumera elementos que pertenecen a una categoría, como animales, vehículos, etc.

* Responde a las preguntas de «¿Por qué?»

Las primeras palabras con sentido

Su primera palabra no ha sido ni papá ni mamá.

La primera palabra de Julia ha sido «teta». Su fuente de alimento. Lleva desde los diez meses diciéndola.

Tras «teta» llegó «agua» (bueno, en realidad «abua»), después «mamá» (a veces «má» otras «mamamá») y la última ha sido «galleta» (algo tipo «eeta»)

Al principio no decía «teta» «abua» o «mamá» a modo de petición, pero lo decía en contexto: cuando lo veía, cuando lo está tomando…

Ya empieza a entender que las palabras nos mueven y le procuran lo que desea. No es poca cosa.

También comienza a intentar imitar onomatopeyas, como el brum, brum del coche.

Comprende mucho más de lo que dice. Es lo que siempre sucede. Incluso cuando aprendemos de adultos una lengua extranjera.

A lo largo del próximo año el uso y la comprensión de palabras estallará, crecerá exponencialmente.

Ver desarrollarse el lenguaje es siempre una maravilla para un padre o una madre reciente. En nuestro caso creo que lo valoramos un poquito más, dado lo mucho que estamos viendo que le está costando a su hermano.

Con él la ilusión está siendo doble. En torno al año se lanzó con mamá, papá, teta (sí, también él), peces, agua… En su segundo inicio, que comenzó este otoño con tres años, está balbuceando más, dame, agua, pan…

Pero volviendo al tema: ¿Cuáles fueron las primeras palabras de vuestros hijos?