La ‘amusia’ es un trastorno neurológico que afecta la capacidad de una persona para procesar y percibir la música de manera adecuada. Las personas que la padecen pueden tener dificultad para distinguir entre diferentes tonos, ritmos, melodías y armonías, y pueden percibir la música como ruido o simplemente no ser capaces de apreciarla.
Se calcula que un 4% de la población mundial la padece y esta puede ser congénita (lo que significa que la persona nace con ella) o adquirida (como resultado de una lesión cerebral o un accidente cerebrovascular).
La ‘amusia congénita’ es muy rara y se cree que puede estar relacionada con una alteración genética en las regiones del cerebro que procesan la música.
Por su parte, la ‘amusia adquirida’ puede estar causada por una variedad de factores, como traumatismos craneales, tumores cerebrales, infecciones, enfermedades neurodegenerativas, accidentes cerebrovasculares, entre otros.
Es diagnosticada a través de pruebas neuropsicológicas y puede tratarse con terapia musical y terapia cognitiva conductual, aunque en algunos casos puede ser irreversible.
El diccionario de la RAE define la expresión ‘Dar la murga’ como: molestar con palabras o acciones que causan hastío por prolijas o impertinentes.
Esta expresión tiene un origen vinculado a la música y el teatro y se remonta a varios siglos atrás, cuando los músicos y actores callejeros realizaban representaciones y espectáculos improvisados en las calles y plazas de las ciudades.
En ese contexto, la ‘murga’ era un género de actuación y música callejera que combinaba elementos musicales, teatrales y humorísticos y recibía esa denominación debido a que era una forma popular en la que, en la época, era conocida la ‘música’ (posiblemente ésta derivando al vocablo ‘musga’ y de ahí a ‘murga’) .
Los murguistas, como se llamaba a los artistas que participaban en esas actuaciones callejeras, interpretaban canciones satíricas, realizaban sátiras sociales y políticas, y utilizaban disfraces y accesorios llamativos para atraer la atención del público; pero en ocasiones también podía ser visto como una molestia para algunas personas, a quienes les podía resultar ruidosos y persistentes en sus actuaciones.
La expresión ‘Dar la murga’ surgió entonces como una forma coloquial y popular de referirse a estas actuaciones callejeras que podían llegar a ser molestas o tediosas para algunos espectadores y, con el tiempo, el significado de la expresión se ha extendido y generalizado para referirse a cualquier situación en la que alguien esté siendo insistente o molesto con sus palabras o acciones (e incluso aburrido).
A través de mi perfil @curiosisimo (en la red social TikTok), me preguntan qué diferencia hay entre un ‘museo’ y una ‘pinacoteca’.
Es habitual utilizar los términos ‘museo’ y ‘pinacoteca’ como sinónimos de un lugar donde se guardan y exhiben obras (que también puede ser denominado como ‘Galería de arte’)
El término pinacoteca hace referencia única y exclusivamente a las obras pictóricas (cuadros, pinturas, lienzos…). Etimológicamente proviene del latín ‘pinacothēca’ y este del griego ‘pinakothḗkē’, formado por ‘pinakos’, genitivo de ‘pinax’ (tabla pintada) y ‘thêke’ (depósito), siendo su significado literal ‘depósito de tablas pintadas’ (teniendo en cuenta que en la Antigua Grecia se pintaba sobre tablas y no lienzos).
Por su parte, un museo es el lugar destinado a conservar y exhibir cualquier tipo de objeto, ya sea de carácter artístico, científico, cotidiano, social… Todo aquello que se puede reunir y mostrar puede formar parte de la colección de un museo. La etimología del término la encontramos en el latín ‘musēum’ y a su vez este del griego ‘mouseîon’ siendo su significado ‘casa o templo de las musas’, debido que en la antigüedad se tenía el convencimiento que toda aquella obra artística (escultura, pintura, danza, música, poesía…) había sido realizada gracias a la influencia que las musas habían realizado sobre el correspondiente creador (artista) y, por tanto, donde posteriormente se guardarían y/o expondrían debía ser un lugar dedicado a esas deidades.
Decir que algo se ha hecho ‘sin ton ni son’ es referirse a aquello que se hace fuera de lugar, sin un motivo o causa, sin orden y medida.
El origen de la locución lo encontramos en el mundo de la música, ya que ‘ton’ es la apócope del término ‘tono’ y ‘son’ es la correspondiente a ‘sonido’ y surge del hecho de que un músico (que pertenece a una orquesta o banda) entra antes de tiempo, cuando todavía no se le ha dado el pie (el director o el resto de músicos) o lo hace con una nota errónea o desafinada. De ahí que se le indique que ha entrado sin tono ni sonido (adecuado).
Cabe destacar que el diccionario de la RAE también admite decirlo en la forma ‘sin ton y sin son’.
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Dentro de la inacabable lista de parafilias sexuales una de las más curiosas es la conocida como ‘melolagnia’, que consiste en excitarse y llegar al orgasmo simplemente por el hecho de escucha cierto tipo de música o alguna canción en concreto.
Tal y como apuntan los expertos, el clímax sexual que siente una persona con melolagnia no es por el hecho de escuchar música mientas está practicando sexo sino que puede llegarle en cualquier momento y lugar en el que, de repente, empiece a sonar esa canción que tanto le excita.
Pero, a pesar de ser una parafilia algo extraña, no es algo nuevo y ya existen algunas referencias al placer obtenido por escuchar una melodía que están datadas varios siglos atrás. Por ejemplo, el propio William Shakespeare hace mención a ello en su comedia ‘Noche de Reyes’ (finales del siglo XVI) apareciendo en el primer acto de la obra la siguiente alusión:
[…]Si la música es el alimento del amor, ¡toquen! Denme de ella en exceso, pues saciándome quizá se hastíe mi deseo y muera. ¡La melodía otra vez! Su cadencia se apaga. Ah, llegó hasta mi oído como el dulce son que al soplar sobre un campo de violetas roba y trae su olor. ¡Basta, no más! Ya no es tan dulce como antes.[…]
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La respuesta es un rotundo sí. Ambos términos tienen mucho en común.
De hecho, el designar a la forma de cantar sin un acompañamiento musical o instrumental como ‘A capela’ significa literalmente ‘como en la capilla’ y proviene del italiano ‘A cappella’, haciéndose universalmente genérico su uso prácticamente en todos los idiomas.
El hecho de cantar sin acompañamiento instrumental es antiquísimo y se pierde en el tiempo, pero fue a partir de la expansión del catolicismo durante la Edad Media cuando se popularizó el evangelizar a través de las canciones.
En todas las iglesias (y más concretamente en sus capillas) se colocaba un coro que, acompañado de un órgano u otros instrumentos, armonizaban con canciones religiosas los oficios religiosos.
Pero no siempre se disponía de instrumentos con los que acompañar dichas canciones, por lo que se hizo habitual que muchas fueran las ocasiones en las que se realizara a plena voz y sin música, algo que se puso muy de moda, sobre todo, durante el Renacimiento, creándose obras musicales específicamente para ser interpretadas sin acompañamiento instrumental.
Al ser principalmente interpretadas en las capillas de las iglesias (monasterios, catedrales u otras edificaciones de culto religioso) se comenzó a conocer a esa técnica como ‘A capela’ (como en la capilla).
La sintonía del Festival de Eurovisión es una de esas melodías que todos hemos escuchado alguna vez y que lleva acompañándonos desde 1956, año en el que tuvo lugar el primer certamen musical de la Unión Europea de Radiodifusión (UER). En realidad esta composición no es la sintonía del festival sino de la UER (más comúnmente conocida como Eurovisión) y es utilizado para indicar el momento de la conexión entre las diferentes cadenas de televisión asociadas.
La pieza musical a la que me refiero, titulada Te Deum, no fue compuesta para tal ocasión sino que se trata de una antigua obra que data de finales del siglo XVII y cuyo autor fue el compositor francés de música sacra Marc-Antoine Charpentier, quien escribió la partitura y dirigió la composición, en la iglesia de Saint-Louis en París, con motivo de la celebración del triunfo, el 3 de agosto de 1692, del ejército del Reino de Francia en la batalla de Steinkerque.
No hay constancia de que la pieza Te Deum fuese interpretada en más ocasiones y tras el fallecimiento del compositor en 1704, todo su legado musical (compuesto por una cincuentena de obras, tanto de música sacra como barroca e incluso algunas óperas) fue a parar a manos de sus sobrinos quienes en 1724 las donaron al fondo de archivo de la Biblioteca Nacional de Francia.
Pero a pesar de estar a buen recaudo todas las obras de Marc-Antoine Charpentier, estas quedaron en el olvido y no fue hasta 1953 que volvieron a ver la luz todas estas composiciones gracias al hallazgo que hizo el musicólogo y sacerdote belga Carl de Nys quien, buscando partituras antiguas de música sacra, dio casualmente con la obra de Charpentier.
Carl de Nys colaboraba con la radio y televisión francesa por lo que pudo dar a conocer su descubrimiento. Un año después, en 1954, el preludio de la composición Te Deum fue escogida por la Unión Europea de Radiodifusión para ser utilizado como sintonía de las conexiones entre las diferentes cadenas de televisión asociadas y a partir de 1956 se hizo inmensamente popular a raíz del certamen anual de música que todos como ‘Festival de Eurovisión’.
A continuación podéis visionar un vídeo sobre esta curiosidad que he subido a mi canal de YouTube https://www.youtube.com/c/AlfredLopez
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A través de la página en Facebook de este blog, Mamen Carrasco me hace llegar un mensaje en el que me pregunta sobre el origen del término ‘antología’.
Conocemos como ‘antología’ aquellas selecciones de textos, canciones o películas y que se presentan recopiladas: de un mismo autor, temática, de obras enteras o fragmentos…
El origen de este término lo encontramos en el griego clásico ‘anthologia’, formado por ‘anthos’ (flor) y ‘legein/légo’ (escoger/escogido) por lo que su significado original era ‘flores escogidas’.
Y es que esas flores escogidas eran la selección de los mejores fragmentos de las obras (literarias, musicales…) y que con el tiempo sirvió para llamar así a la colección de epigramas que se realizaban.
Días atrás Marina Núñez me dejaba un comentario en la página en Facebook de este blog en el que me preguntaba sobre el origen de la famosa expresión ‘Más vale tarde que nunca’.
Este modismo frecuentemente usado, y cuya vigencia parece que es totalmente actual, tiene nada más y nada menos que una antigüedad aproximada de veinticuatro siglos y se le atribuye al filósofo Diógenes de Sínope, también llamado ‘el Cínico’ quien vivió a caballo entre los siglos V y IV a.C.
Resulta que, siendo ya anciano, Diógenes decidió que quería aprender solfeo a lo que se le recriminó su avanzada edad para ponerse a instruirse en algo nuevo, momento que aprovechó el ilustre filósofo para soltar la sentencia ‘Más vale tarde que nunca’ que, más de dos mil años después, seguimos utilizando.
Cabe destacar que hay quien atribuye la frase al historiador griego Diógenes Laercio (quizás debido a la coincidencia en el nombre), quien se supone que vivió en el siglo III d.C. y del que apenas hay referencias concretas sobre su vida, por lo que resulta incongruente que, de alguien de quien no se tiene apenas detalles, en este caso fuese tan preciso saber que pronunció dicha expresión.
Conocida como Adagio de Albinoni, esta obra es posiblemente la composición musical más famosa que existe del Barroco (siglos XVII y XVIII), pero con la salvedad de que no se compuso durante el Barroco ni fue Tomaso Albinoni su autor. En realidad el Adagio en sol menor fue compuesto en 1945 por el musicólogo de origen italiano Remo Giazotto.
Giazotto, que en aquellos tiempos trabajaba recopilando información sobre la obra y vida de Tomaso Albinoni, dijo haber encontrado entre las ruinas de la Biblioteca Estatal de Dresde (destruida tras el feroz bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial) un supuesto fragmento manuscrito en el que tan solo figuraba el pentagrama del bajo y seis compases de la melodía, atribuyéndosela al famoso autor italiano. A partir de ahí (según el propio musicólogo) trabajó en arreglar y terminar la composición, dando como resultado dicha obra, la cual fue publicada por primera vez en el año 1958.
Los expertos musicales de todo el planeta coinciden en señalar que el famoso Adagio en sol menor es una composición enteramente original y compuesta en su totalidad por Remo Giazotto, quien falleció el 26 de agosto de 1998, quedando como el descubridor de la misma y sin recibir ni disfrutar en vida de los debidos reconocimientos como autor de tal magna composición.
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