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¿De dónde proviene el gesto del saludo militar?

Muchos de los gestos que realizamos a diario tienen un significado conocido por todos nosotros. Son gestos que hacemos y comprendemos sin ningún problema. Se llaman gestos emblemáticos: son acciones convencionales que con sólo verlas es suficiente para entenderlas. Por ejemplo, el gesto de cruzar los dedos en señal de buena suerte. Cruzamos el dedo medio por encima del índice después de terminar un examen o mientras esperamos que el vuelo llegue a tiempo con la expectativa de que se cumplan nuestros deseos o necesidades.

Cruzamos los dedos para invocar la suerte, sin embargo, no sabemos por qué elegimos ese acto en particular en vez de aplaudir, rascarnos la cabeza o chasquear los dedos. Lo que quiero decir es que desconocemos el origen de muchos de los gestos que usamos. En múltiples casos el verdadero origen se ha perdido totalmente, mientras que con otros podemos especular con bastante respaldo histórico. El psicólogo Alan Crawley, autor del canal ‘Sin Verba‘, ha investigado sobre el origen de este gesto y ha querido publicarlo en primicia a través de este blog. Espero que os resulte tan interesante como a mí:

«Uno de estos gestos emblemáticos que trasciende numerosas culturas es el SALUDO MILITAR. Hay básicamente dos hipótesis sobre su origen según el etólogo Irenaus Eibl-Eibesfeldt. A continuación, te cuento ambas teorías, por favor, comentad abajo cuál de ellas os convence más:

Hipótesis 1: En la época medieval los yelmos de los caballeros o reyes tenían visores que podían levantarse, símil a los cascos de motocicleta. Se cree que el acto de levantar el visor se asemeja análogamente al movimiento de llevar los dedos de la mano a la sien, ambas acciones realizadas con el mismo objetivo de exhibir una señal de respeto y saludo. Esta idea presupone que al remover la parte del yelmo que obstruye nuestro rostro, estamos emitiendo un mensaje no verbal de respeto y deferencia hacia quien nos dirigimos.

El principio es que enviamos un mensaje claro de que no necesitamos protección al descubrir la parte del cuerpo que protegemos, lo cual es una señal amistosa. Siguiendo con esta misma lógica, es probable que los caballeros se hicieran este gesto de manera protocolaria previo a una justa medieval.

Hipótesis 2: El origen del gesto es considerablemente más actual y menos remoto. Se argumenta que, hace algunos siglos, era habitual saludar a los superiores con el acto de removerse el sombrero. Se puede considerar al gesto como un momento en el cual un subordinado se retira voluntariamente su accesorio de la corona de la cabeza para aparentar menor estatura, algo así como un acto de sumisión. Con el tiempo puede haber sido reemplazo por el gesto de levantarse solo una parte del sombrero sin la necesidad de quitarlo por completo y eventualmente, con el hecho de tocar el borde del sombrero con los dedos de una mano.

El gesto entonces es el de apoyar suavemente el canto de los dedos estirados a la altura de la sien. Presuponemos que con el tiempo se adoptó como saludo militar, pero, creo importante señalar, no sin antes agregar dos componentes: el gesto suele congelarse durante unos segundos y se expande el codo de la misma mano hacia afuera, ambos agregados con el propósito de hacer el saludo más evidente.

¿Cuál hipótesis crees que es más probable?

Por último, he agregado un compilado de variantes culturales de este interesante saludo. Cada una de ellas probablemente pueda explicarse como un subtipo de variante del saludo básico de apoyar sutilmente los dedos de la mano erguidos contra la sien y con el codo apuntando hacia afuera.»

 

*Referencias:

Irenäus Eibl-Eibesfeldt (1970/1996). Love and Hate. New York: Aldine de Gruyter

The Military Salute: Origin, Types & Curiosities

La complicidad entre Iglesias y Casado que se filtró en el Debate Electoral

Parece que las emociones y el factor humano a veces se imponen incluso sobre la rivalidad política.

A Pablo Iglesias y Pablo Casado les une una historia personal que ellos mismos han confesado y es que sus respectivos hijos nacieron prematuros y ambos líderes políticos se han brindado ayuda y apoyo desde el principio. Los dos candidatos a la presidencia del Gobierno se deshacen en halagos a nivel personal y no dudan en admitir su buena relación. Iglesias afirmó en una distendida entrevista realizada por niños en el programa de AR que en el supuesto de que hubiera un incendio en el Congreso, «salvaría a Pablo Casado sin duda».

Esta complicidad no pasó desapercibida para gran parte de la audiencia de los últimos debates electorales antes de las próximas elecciones. Y es que las emociones y afectos se acaban filtrando irremediablemente en nuestra conducta, hasta cuando son muy positivos. De hecho, tras finalizar el debate en sí, las cámaras pudieron seguir grabando los reencuentros de los 4 participantes con compañeros, amigos y familiares. Enternecía ese instante en el que tras la contienda, Iglesias mostraba fotografías de sus hijos a Casado y su mujer.

PP y Podemos mantienen las ideologías políticas más antagónicas de las presentes y lo esperado era una lucha dialéctica encarnizada entre dos posiciones tan contrarias. Esto no se produjo. Todos pudimos apreciar una especie de ‘pacto de no agresión‘ entre los dos líderes. Ningún ataque, ningún reproche, y cuando Iglesias lo hizo, estaba más dirigido a la historia de corrupción y datos escandalosos del Partido Popular, sin referirse a la actualidad o directamente a Casado.

Se respetaron y fue palpable que Iglesias y Casado a nivel afectivo y personal se aprecian mucho. No hubo polémica, nunca se interrumpían, guardaban los turnos de palabra, no solo en silencio sino que su gestualidad era de admiración y escucha activa, incluso se podía apreciar en un momento del debate cómo cuando Iglesias hablaba de propuestas, Casado asentía contundentemente con la cabeza.

Se comprueba una vez más que la emoción pesa mucho más que la razón y solo por eso para mí, los dos fueron los claros vencedores del Debate.

Por qué Jesús Vidal es un ejemplo de buen orador #GalaGoya2019

Ya hemos analizado el rostro más polémico de la Gala de los Goya de este año, pero sin duda el momento más emocional de la noche lo protagonizó el discurso de Jesús Vidal al recoger su merecido galardón. Mi compañera Carmen Acosta, fundadora de OHLAVOZ, psicóloga y experta en comunicación, no ha querido pasar por alto está situación para analizar las cualidades de un buen orador, por qué caló tanto su discurso en todos nosotros, por qué ha sido lo más comentado de la noche, por qué será lo más recordado de esta gala.

Jesús Vidal en la Gala de los Goya

Las redes arden en halagos al discurso del actor Jesús Vidal, y no es para menos. Sus palabras contenían emoción, humor, reivindicación, agradecimientos sinceros… pero también una parte que me parece fundamental y que no he visto resaltada en ninguno de los artículos: el profundo respeto hacia su auditorio que se hizo patente al tener preparado, cuidado y ensayado su discurso.

Winston Churchill dijo en una ocasión que para hablar 5 minutos necesitaría prepararse durante una hora, mientras que para hablar una hora bastarían 5 minutos de preparación. Es así, si disponemos de poco tiempo, más nos vale saber qué y cómo vamos a decir lo que queremos o de lo contrario se nos irá el tiempo en vaguedades. Y deberíamos tener siempre muy presente que el que escucha pone a disposición del hablante su atención y tiempo, dos valiosos tesoros que merecen ser correspondidos por parte del hablante con un discurso preparado.

Estructurar, condensar y elegir las palabras con las que expresar en un par de minutos la emoción y el agradecimiento de recibir un reconocimiento exige una gran preparación, porque si no luego pasa lo que pasa: la emoción embarga y el lenguaje se desbarata: se dicen cosas que no se había pensado decir, se omiten las importantes, o uno acaba en “un jardín” del que no sabe muy bien cómo salir.

Y como muy certeramente afirma Manuel Campo Vidal: “Si se pudiera calcular en unidades de eficacia todo lo que se pierde por una comunicación sin preparar, quedaríamos estremecidos”.

Hablar en público, por el motivo que sea, se parece, o sería deseable que se pareciera, a preparar una cena. Del mismo modo que nadie decide el menú una vez que ya han llegado sus invitados, tampoco nadie debería dejar en manos de la improvisación las palabras que va a ofrecer a sus oyentes.

Jesús Vidal nos emocionó con su emoción y logró que sus palabras nos calaran, porque detrás de los minutos que duró su intervención probablemente hubo horas de esmerado trabajo que le permitieron poder obsequiarnos con la expresión cuidada del magnífico contenido de su discurso. Más de uno debería seguir su ejemplo.