Un 2023 sin Frank Drake: ¿el año en que haremos contacto?

Entre los personajes del mundo de la ciencia que hemos perdido en este 2022 destaca el nombre del radioastrónomo estadounidense Frank Drake, fallecido el pasado 2 de septiembre a los 92 años por causas que no se han especificado. Cuando alguien muere a edad tan avanzada, no se pregunta. Lo cierto es que Drake ha vivido una vida larga y plena en la que conquistó muchas metas profesionales. Pero a la que le faltó la aspiración que probablemente más deseaba. Porque el objetivo que centró la carrera de Drake, por el que será recordado, fue la búsqueda de vida alienígena inteligente.

En 1960 Drake apuntó por primera vez la antena de un radiotelescopio al cielo con el fin de escuchar si había alguien fuera de esta Tierra transmitiendo algo. Era la primera vez que esto se hacía de forma deliberada y planificada con tal objetivo. Así que hasta entonces era posible que hubiese por ahí millones de canales de Radiotelevisión Galáctica, pero que hasta entonces no hubiéramos sabido de ellos porque nadie los había intentado sintonizar.

Frank Drake en una conferencia en 2012. Imagen de Raphael Perrino / Flickr / CC.

En aquel primer intento Drake creyó haber encontrado algo, pero era una falsa alarma, una interferencia terrestre. No se escuchó nada, ni se ha escuchado nada desde entonces, más allá de otro pequeño puñado de falsas alarmas y alguna señal esporádica cuyo origen natural no se ha probado, pero se da casi por hecho.

Con aquel primer intento, Drake inauguró un campo de investigación que ha perdurado hasta hoy, la Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre, o SETI (en inglés). Drake participó también en el envío de mensajes al espacio, por señal de radio —el mensaje de Arecibo— o en forma de placas colocadas en las sondas Pioneer y de discos de oro en las Voyager.

Pero lo que más continuará citándose de él después de su muerte será su famosa ecuación, aquella en la que introdujo varios términos para estimar el posible número de civilizaciones en la galaxia. Por supuesto que la ecuación de Drake, tan aplaudida como criticada, no pretendía ser un cálculo riguroso ni fidedigno, sino solo un ejercicio de pensamiento, un razonamiento de servilleta de bar para defender la existencia de otros seres inteligentes por ahí.

Sin embargo, Drake ha dejado este mundo sin que la respuesta a su pregunta haya variado en 60 años: hasta donde sabemos, estamos solos.

Quien siga este blog desde hace años sabrá que aquí se espera y se desea el día en que hagamos contacto —parafraseando el título de 2010, la secuela de 2001 en el cine—, pero también que no se cree que ese día vaya a existir alguna vez.

No hay ninguna contradicción en esto, ni es solo la ciencia la que nos ofrece un retrato de la realidad al que le importa un pimiento lo que nosotros queramos o nos parezca bien. En los tiempos que vivimos parece que se enseña a la gente que todo responde a nuestros deseos y necesidades, de modo que basta con creer en algo o desearlo muy fuerte para que exista. Pero se ahorrarían muchas frustraciones y horas de terapia si se contara que, para nuestra desgracia, la realidad no funciona así.

Por cada persona que gana la lotería porque, según ella, lo necesitaba, lo deseó muy fuertemente y tuvo un pálpito (incluso los medios serios han prestado espacio gratuito a cualquier charlatán que aseguraba adivinar el número del Gordo de Navidad; en cambio, a los negocios serios y honestos se les exige que paguen la publicidad), hay otros millones de personas que pensaron lo mismo y no ganaron, y que no salen en los telediarios del 22 de diciembre para decir que eso del karma y del universo que se conjura finalmente resulta ser una chorrimemez. Y por cada persona que se cura del cáncer porque, según ella, lo deseó muy fuertemente y luchó mucho, hay otros muchos miles que mueren a pesar de desearlo y luchar tanto como ella.

No toca hoy abundar aquí en por qué me temo que ese día nunca llegará, a pesar de que no solo la gran mayoría del público, sino incluso muchos físicos creen en la existencia de civilizaciones alienígenas. Anteriormente ya he tratado mucho sobre esto. Baste decir que la primera razón, aunque no la única, se resume en una palabra: biología.

La ecuación de Drake y las especulaciones de muchos físicos implicados o interesados en SETI han ignorado por completo la biología, dando por hecho que la aparición de vida era automática, inevitable, dadas las condiciones adecuadas. Pero lo que sabemos sobre el origen y la evolución de la vida en la Tierra nos dice que, mal que nos pese, no es así, sino todo lo contrario: la vida es probablemente un fenómeno extremadamente raro. Hoy la astrobiología, que aún no existía en tiempos de la ecuación de Drake, busca respuestas basadas en el conocimiento y las técnicas actuales, pero la postura pesimista (realista, con lo que sabemos) está bastante extendida.

Y pese a todo esto, ojalá nos equivoquemos. A muchos nos encantaría reconocer que estábamos en un error y asistir al descubrimiento más importante de la historia de la humanidad. Y ¿por qué no en 2023?

Hay razones para que en este nuevo año quizá pudiéramos acercarnos a ello. O al contrario, resignarnos a que tal vez haya que tirar la toalla. Mañana repasaremos algún proyecto para el nuevo año que, como mínimo, nos mantendrá entretenidos.

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