Plutón, agua en Marte, aliens, misterios cuánticos… Adiós, 2015

Hoy despedimos un año que para la ciencia ha tenido un marcado carácter biológico. No es que hayan faltado avances y logros en otras áreas del conocimiento, pero como conté ayer, 2015 ha sido sin duda el año de CRISPR, la nueva herramienta de edición genómica que se ha consagrado como la antorcha que guiará una nueva revolución en la ingeniería genética. La semana pasada Jennifer Doudna, una de las investigadoras que convirtieron este humilde sistema defensivo bacteriano en un potente instrumento de dominio sobre la arquitectura de los genes, contaba en Nature que 2015 ha sido el año más intenso de su carrera; en sus palabras, un «año torbellino». Y quienes erramos por estos mundos de la ciencia estamos impacientes por descubrir qué nos traerá CRISPR en 2016.

Ilustración de la metilación del ADN, una de las marcas epigenéticas. Imagen de Christoph Bock (Max Planck Institute for Informatics) / Wikipedia.

Ilustración de la metilación del ADN, una de las marcas epigenéticas. Imagen de Christoph Bock (Max Planck Institute for Informatics) / Wikipedia.

Sin dejar la biología, 2015 ha sido también el año del epigenoma humano. Anteriormente he contado aquí que las modificaciones epigenéticas (sobre los genes), aquellas que dejan etiquetas químicas en el ADN sin cambiar su secuencia, están cobrando cada vez mayor protagonismo en la comprensión de cómo los genes determinan lo que somos y lo que legamos a nuestros descendientes, ya que se trata de variaciones heredables; incluso han persuadido a algunos a recuperar conceptos de la evolución biológica largamente abandonados. En 2003 nuestro conocimiento sobre la estructura íntima de nuestro ser alcanzó la adolescencia con la finalización del Proyecto Genoma Humano. En febrero, el proyecto internacional Roadmap Epigenomics Project publicó más de 20 estudios en los que se detallaba el mapa epigenómico en 111 tipos de células humanas. La ciencia genómica está llegando a su madurez, aunque sus aplicaciones aún están en pañales.

Desde la biomedicina nos vinieron también noticias alentadoras referentes a una materia que fue carne de portadas de periódicos cuando llegó a amenazar nuestra seguridad, pero que después se olvidó tan rápidamente como había surgido. Este mes se cumplen ya dos años de la epidemia de ébola más larga, intensa y mortal de la historia, y que aún no ha terminado, aunque tal vez a comienzos del año nuevo pueda por fin darse por concluida. Sería un enorme error olvidar las lecciones aprendidas, porque el ébola regresará. Por fortuna, algunos no han descuidado sus esfuerzos para luchar contra esta plaga una vez que los focos se han apagado, y fruto de ello son varias vacunas candidatas que podrían llegar a convertir el ébola en un mal recuerdo. Entre ellas, la rVSV-ZEBOV de Merck y NewLink Genetics, y la ChAd3-ZEBOV de GlaxoSmithKline, ya se han probado en África y podrían enfilar la vía de la aprobación como medicamentos en 2016.

Huesos del 'Homo naledi'. Imagen de Lee Roger Berger research team / Wikipedia.

Huesos del ‘Homo naledi’. Imagen de Lee Roger Berger research team / Wikipedia.

La biología de nuestro pasado tuvo también momentos de brillo en 2015, aunque continúan sin dejarnos un dibujo más claro de la evolución de nuestra especie. Dos posibles nuevos miembros de nuestro género vinieron a aumentar la familia humana este año. El primero de ellos, Homo naledi, fue hallado en el rincón más oscuro y casi inaccesible de una cueva surafricana, un secreto que las tripas de la Tierra habían guardado durante largo tiempo. Nuestro nuevo primo es un paso intermedio entre rasgos primitivos y modernos, un bípedo que probablemente trepaba a los árboles. Desde más al norte, en Etiopía, nos llegaba otro ser más misterioso, un posible Homo aún sin apellido que, de confirmarse, se convertiría en el más antiguo de nuestro linaje, con una edad de 2,8 millones de años.

Aunque persiste el debate sobre estas dos posibles nuevas especies, otro hallazgo ha puesto de acuerdo a los paleoantropólogos (algo que no suele ser fácil): un conjunto de herramientas líticas hallado en Turkana (Kenya), y datado en 3,3 millones de años, demuestra que no fuimos los Homo quienes descubrimos la posibilidad de trabajar la piedra para fabricar instrumentos. Ese mérito corresponde a otros que nos precedieron. Aún no sabemos quiénes eran, pero los restos son contemporáneos de Lucy, la mujer australopiteca.

Plutón, por la sonda New Horizons. Imagen de NASA/JHUAPL/SwRI.

Plutón, por la sonda New Horizons. Imagen de NASA/JHUAPL/SwRI.

Cambiando de registro, el 14 de julio un viaje de nueve años y casi 5.000 millones de kilómetros culminaba con éxito cuando la sonda New Horizons de la NASA lograba un nuevo triunfo para la tecnología espacial: llegar a Plutón, y todavía hay quien duda de la posibilidad técnica de enviar una nave a la Luna. El encuentro con Plutón, que aún era un planeta con todas las de la ley cuando New Horizons despegó de la Tierra, era la noticia científica más esperada para este 2015. Por fin sabemos qué cara tiene el que una norma arbitraria degradó a planeta enano, un rostro rojizo con una cicatriz en forma de corazón.

Menos llamativo, pero científicamente extraordinario, es lo que la sonda ha revelado sobre un mundo de geología activa, glaciares en movimiento y llanuras de hidrocarburos y nitrógeno congelados. New Horizons completó su cometido en Plutón estudiando sus lunas Caronte, Hidra y Nix, pero su misión no ha concluido. Tras despedirse de Plutón prosiguió su camino hacia el horizonte espacial. En 2019 volveremos a hablar de ella cuando, según lo planeado, se encuentre con el lejano asteroide 2014 MU69.

La hazaña de New Horizons tal vez ha oscurecido el trabajo de otra sonda de la NASA que sin embargo nos ha descubierto un nuevo misterio del Sistema Solar. La misión Dawn sobrevoló el planeta enano Ceres, el mayor cuerpo del cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter, y al hacerlo reveló unas extrañas manchas brillantes que alimentaron las eternas fantasías sobre alienígenas acechantes. La explicación científica real luce mucho menos: probablemente se trata de depósitos de sales de sulfato y magnesio.

La estrella KIC 8462852, en infrarrojo y ultravioleta. Imagen de IPAC/NASA/STScI (NASA) / Wikipedia.

La estrella KIC 8462852, en infrarrojo y ultravioleta. Imagen de IPAC/NASA/STScI (NASA) / Wikipedia.

Las teorías sobre alienígenas nos mantuvieron en vilo a propósito de KIC 8462852, una estrella a 1.480 años luz de la Tierra cuyo brillo se atenuaba sin ton ni son, sugiriendo para algunos astrónomos serios que por fin podríamos haber dado con un enjambre de Dyson, a saber, una megaobra de ingeniería alienígena destinada a cosechar la energía solar para los fines propios de las civilizaciones avanzadas. Por desgracia, la búsqueda de señales emprendida por los científicos del Instituto SETI con sus radiotelescopios no logró sintonizar ninguna emisora de radio alienígena. La explicación más probable, que los descubridores de la estrella ya habían adelantado, es que se trate de un fenómeno natural: fragmentos de cometas que oscurecen parcialmente la luz.

Torrenteras de salmuera en Marte, fotografiadas por la sonda MRO. Imagen de NASA/JPL/University of Arizona.

Torrenteras de salmuera en Marte, fotografiadas por la sonda MRO. Imagen de NASA/JPL/University of Arizona.

En resumen, seguimos sin compañía en el universo, pero al menos sabemos que nuestro vecino más cercano es aún más habitable de lo que sospechábamos. En una noticia de cierto interés, pero para mi gusto algo exagerada por el aparato mediático de la NASA, se aportó un nuevo indicio sobre la probable existencia de agua líquida en Marte, en forma de una salmuera muy concentrada que parece fluir ladera abajo en ciertas estaciones del año marciano, según las imágenes tomadas por la sonda orbital MRO. Las pruebas son indirectas; es decir, nadie ha visto fluir el agua ni se ha comprobado in situ. Pero de ser cierto, ofrecería un recurso aprovechable para futuras misiones tripuladas, si es que llegan algún día.

En el mundo de la física destacaron dos asuntos. Por un lado, la nueva temporada de funcionamiento del LHC, al doble de energía que en la ronda anterior y casi al máximo de su capacidad, ya ha logrado descubrir una nueva partícula formada por cinco quarks y apuntar la posible existencia de otra partícula misteriosa seis veces más pesada que el Higgs, cuya realidad deberá confirmarse en 2016.

Pero el momento más sobresaliente para la física en 2015 llegó cuando un experimento logró confirmar, con la mayor fiabilidad lograda hasta ahora, que el fenómeno de la acción a distancia entre partículas cuánticas es real, contradiciendo al mismísimo Einstein. Aunque los más críticos siguen hablando de posibles fisuras en el diseño experimental, para los autores del hallazgo no puede existir una confirmación más sólida, lo que para ellos zanja el debate. Y las implicaciones son trascendentes: si las partículas pueden comunicarse instantáneamente a distancia, significa que pueden romper el clásico límite de la velocidad de la luz, aunque esta frontera continúe siendo inviolable en el mundo de las cosas grandes.

Y por fin, el año 2015 se ha cerrado con una buena noticia para la ciencia, que lo es también para todos los que reconocen en ella la capacidad de guiar el progreso de la sociedad: la cumbre del clima de París concluyó con un acuerdo histórico y vinculante para los 195 países que lo han firmado. El esfuerzo común se encaminará a mantener el aumento de la temperatura global muy por debajo del umbral catastrófico de los 2 oC respecto a los niveles preindustriales.

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