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Entradas etiquetadas como ‘violencia’

Una foto para Bembeleza

Por Agus Morales (República Democrática del Congo, Médicos Sin Fronteras)*

“Hombres armados llegaron a nuestra aldea para quemar casas y matarnos. Tuve que huir. Mis nueve hijos vivían conmigo pero ahora no sé dónde están, no sé si están vivos o no”.

Estamos en el poblado de Minova, en la ribera congolesa del lago Kivu. Ndalinyichi Muhima, una viuda de 54 años, se refugia en un edificio en construcción que acoge a decenas de personas que, como ella, han huido de la violencia. “Vine aquí sola”, cuenta Muhima, que perdió a su marido hace tres años.

Esta vivienda fue la señal de alarma para que Médicos Sin Fronteras lanzara una intervención de emergencia en Minova y en la localidad vecina de Kalungu. Nuestro equipo detectó que una avalancha de desplazados propiciada por dos conflictos diferentes estaba llegando del norte y el noroeste. A veces esto no es fácil de comprobar, porque los desplazados se integran en los núcleos de población o son acogidos por los autóctonos.

En esta zona del Congo oriental aún hay ecos del genocidio ruandés. Diferentes comunidades sufren ataques de grupos armados en las provincias de Kivu, fronterizas con Ruanda. Las fuerzas congolesas luchan también contra organizaciones armadas rebeldes. El puzzle es complejo y no solo responde a la violencia étnica sino al control por los recursos naturales y el dominio territorial.

Cosidos al exuberante paisaje de Kivu encontramos, como parches, antiguos campos de desplazados que se han convertido en asentamientos y otros nuevos que recuerdan la permanencia del conflicto. Son cicatrices que se reabren. Shamamba Katone, de 69 años, calcula que ha tenido que huir de los combates unas ocho veces a lo largo de su vida. “Vas y luego vuelves; vas y luego vuelves… Y cuando has vuelto te das cuenta de que tu casa ha sido quemada”, lamenta este congolés, a quien le cuesta recordar un periodo de paz en la región.

Pero la tragedia humana no solo responde al machete y el kaláshnikov: la falta de comida y atención médica y enfermedades como la malaria golpean a un pueblo ya maltratado por la violencia. En Kalungu, MSF intenta aliviar el sufrimiento de los desplazados. “Apoyamos un centro de atención primaria, que incluye servicios de maternidad y consultas prenatales. Referimos los casos de urgencia al hospital de Kalungu”, resume Carlos Francisco, coordinador de emergencias en esta zona.

En el hospital del pueblo, MSF paga las facturas de los pacientes: antes había ocho ingresados y ahora unos 40, lo cual revela que la gente no acude al hospital por falta de recursos. Nos guía en la visita el director del centro, Jean de la Croix; en seguida bromeamos porque se llama igual que el más conocido místico español, San Juan de la Cruz.

El doctor explica el caso de niños que han sufrido malaria o desnutrición y que gracias a la hospitalización han sobrevivido. Cuando caminamos por la maternidad, una madre que acaba de dar a luz pide una instantánea a nuestro fotógrafo, Juan Carlos Tomasi. Es una desplazada que huyó de los combates en Masisi (Kivu del Norte). “Mi hijo nació anoche, hace unas horas, y quiero una foto para enseñársela cuando sea grande”, pide Bembeleza Chiba.

El nacimiento coincide con el día del aniversario de la independencia del Congo (30 de junio). Prometemos enviar por correo electrónico la foto de este hijo de la medianoche que aún no tiene nombre. Decidimos que el intermediario será el director del hospital, porque esta es una bella misión que solo un poeta puede cumplir.

 

* Agus Morales es responsable de prensa en emergencias de MSF. En estos momentos se encuentra en República Democrática del Congo junto con el fotógrafo Juan Carlos Tomasi.

Foto: Bembeleza Chiba y su hijo, aún sin nombre, en el hospital de Kalungu (© Juan Carlos Tomasi).

¿Por qué estamos aquí?

Por Emmett Kearney (Médicos Sin Fronteras, Sudán del Sur)

Si habéis leído recientemente algo en las noticias sobre el problemas o violencia en este nuevo país que es Sudán del Sur, seguro que no se mencionaba ningún lugar cercano a Raja, desde donde os escribo. Los enfrentamientos entre las diferentes tribus por el robo de ganado en Jonglei y la continua violencia en torno a Abyei y en el sur de Kordofán, sumados a los nuevos combates en la frontera (ahora internacional) que separa Sudán de Sudán del Sur, nos recuerdan que la independencia obtenida el pasado 9 de julio no ha supuesto el fin de décadas de violencia y luchas.

Algunas de las consecuencias de estos años de violencia, migraciones forzadas, y la incapacidad de la población para vivir una vida normal se encuentran en las contundentes estadísticas relativas al nivel de salud de la nueva nación, que os resumiré en estas pocas líneas, con datos que podéis encontrar en los informes de varias agencias de Naciones Unidas:

  • tres de cada cuatro personas no tienen acceso a atención sanitaria básica,
  • la malaria es hiperendémica, siendo la causa de más del 40% de todas consultas sanitarias,
  • una de cada siete mujeres embarazadas morirá,
  • una muchacha de 15 años tiene más probabilidades de morir de parto que de terminar la escuela,
  • sólo el 6,4% de la población tiene unas condiciones de saneamiento adecuadas.

A este listado hay que añadirle el coste de la guerra, que se estima en dos millones de muertos, cuatro millones de desplazados y un millón de refugiados. Y esto es sólo Sudan del Sur. Estas cifras no tienen nada que ver con Darfur. Es horrible. Resulta difícil hacerse una idea. Pensando en el futuro, uno se da cuenta de lo mucho que queda por hacer en este país. ¿Por dónde empezar? ¿Quién debería hacerlo y cómo? ¿Cuál es el papel de Médicos Sin Fronteras?

Como ya he mencionado, en Raja no nos encontramos cerca del actual foco de violencia, a diferencia de otros equipos de MSF que sí lo están, hasta el punto de haber registrado asaltos en nuestras clínicas. Pero ¿significa eso que en Raja no estamos respondiendo a una grave emergencia? O por el contrario, ¿demuestran las estadísticas expuestas más arriba que sí lo estamos haciendo? ¿Debería acaso ocupar nuestro lugar una organización más orientada al desarrollo? ¿O la simple falta de infraestructuras justifica nuestra intervención en Raja?

MSF es una organización médico-humanitaria que, permitidme que cite la Carta Magna de la organización, “aporta su ayuda a las poblaciones en situación precaria, a las víctimas de catástrofes de origen natural o humano, de conflictos armados, sin discriminación de raza, sexo, religión, filosofía o política”. Es por tanto una organización emergencista y nuestras actividades, orientadas a preservar la vida y aliviar el sufrimiento de personas en periodos de crisis, tiene poco que ver con el denodado esfuerzo de las organizaciones especializadas en desarrollo y cooperación que luchan por construir e implantar nuevos modelos de desarrollo.

Es cierto que lo que estamos viendo aquí es una población en situación precaria que, de otro modo, tendría un acceso mucho más limitado a la atención médica. Las últimas semanas hemos sido testigos de una explosión de malaria que ha colapsado la sala de pediatría. Hay muchas vidas en la cuerda floja. Pero, ¿no justificaría esto que abriésemos proyectos en muchos otros lugares? ¿Qué ocurrirá si nos vamos de Raja?

Una cosa que me gusta de MSF es el constante debate interno sobre quiénes somos, qué deberíamos hacer y cómo llevarlo a cabo. Por lo que las preguntas anteriores están abiertas. No nos falta autocrítica ni introspección organizativa.

Por ejemplo, mi misión anterior en Zambia fue un proyecto de prevención del cólera. Tras responder año tras año a brotes de cólera en los barrios marginales de Lusaka, se decidió emprender una acción preventiva que consistía en gran medida en clorar pozos sucios o superficiales y lanzar una campaña de educación para fomentar la higiene, para después intentar que el gobierno y otros actores siguiesen dichas recomendaciones.

¿Por qué tratar los síntomas y no la causa? Parece lógico, pero lo cierto es que hubo mucho debate interno alrededor del proyecto en su conjunto así como sobre qué actividades deberían llevarse a cabo. Aunque en ocasiones es frustrante, encontré que era saludable discutir y contrastar nuestras propuestas de acción con la filosofía de la organización.

Mientras tanto, en Sudán del Sur, las cosas todavía están en el aire. La situación es tranquila en nuestra zona, pero en estos momentos la lista de lugares que no lo están es larga. La realidad ha mejorado mucho pero es todavía precaria. Raja, con una población de 26.000 personas, está formada en un 90% por retornados, según la información de que disponemos. ¡Un 90%! Esto significa que sólo un 10% de la población local se quedó durante los peores años de violencia.

Me pregunto cómo debía ser esta ciudad con únicamente 2.600 habitantes. Cuesta imaginarlo. Quizás de la misma forma como cuesta imaginarnos el hecho de no estar aquí y de no tratar a las mujeres y niños que necesitan ayuda urgente.

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Foto superior: Desplazados instalados en refugios improvisados en la aldea de Juong, en el estado de Warrap, en Sudán del Sur. Los bombardeos y la violencia en la disputada región fronteriza de Abyei forzaron la huida de 100.000 personas a mediados del pasado mes de mayo (© Gaël Turine/VU).

Foto inferior: Vista aérea de la clínica de Médicos Sin Fronteras en Pieri, Sudán del Sur, saqueada y parcialmente incendiada durante los ataques en la zona el pasado 18 de agosto (© MSF).

Largas colas en el hospital de Anyama

Por Brigitte Breuillac (Costa de Marfil, Médicos Sin Fronteras)

La situación se ha estabilizado en Abiyán. El ruido de las armas de fuego ha dejado de ser frecuente en el hospital de Anyama y ya resulta seguro desplazarse por el barrio de PK18, situado en la periferia, antiguo bastión de la fuerza conocida como “Comando Invisible”. Los bloqueos han desaparecido, al igual que los hombres armados. No obstante a finales de abril todavía se produjeron enfrentamientos entre las fuerzas del Presidente Ouattara y los comandos de Ibrahim Coulibaly.

“Durante la crisis, en el hospital de Anyama teníamos sólo tres comadronas”, me cuenta con gravedad Viviane, refiriéndose a los encarnizados combates que se produjeron en Abiyán desde finales de febrero a abril. “No había médicos ni enfermeras. Solamente dos enfermeras en prácticas que venían durante el día.”

Viviane y sus dos compañeras hicieron guardias de 48 horas para poder atender a las mujeres que conseguían llegar a este hospital, situado en el extremo norte de Abiyán. Casi todos los centros de salud en esta región de pequeñas aldeas habían cerrado. A pesar de la tenacidad y el coraje de las comadronas, muchas madres tuvieron que dar a luz en casa debido a los enfrentamientos y al toque de queda.

Ahora, me dice Viviane, sus días de trabajo están volviendo a la normalidad. Un equipo de MSF ha estado trabajando en el hospital de Anyama desde el 18 de abril. El quirófano está funcionando de nuevo. El equipo quirúrgico se ocupa de las urgencias, opera fracturas, y practica cesáreas. Además, los pacientes postoperatorios están siendo trasladados a la estructura de salud de Anyama para aliviar la presión existente en el abarrotado hospital de Abobo Sur, donde MSF ha estado trabajando desde el pasado mes de febrero.

Los traslados implican a pacientes ortopédicos que requieren atención prolongada. Sus vendajes se cambian en el quirófano bajo anestesia. Soumaïla, de 37 años, es uno de ellos. Fue alcanzado por disparos en ambas piernas y ahora se está recuperando lentamente de su operación. Hubo que amputarle el pie izquierdo porque llegó al hospital demasiado tarde y la herida ya se le había infectado mucho.

Hay un total de 47 pacientes ingresados. Las comadronas asisten diez partos de media al día. Este sería un nivel razonable de actividad si no hubiese tantas personas esperando a las puertas del hospital cada mañana, desde el amanecer.

El doctor Hamidou cuenta que los pacientes llegan muy pronto, que al principio llegaban sobre las 5 de la mañana y ahora sobre las 6. Los primeros pacientes pasan consulta a las 7:30, pero es difícil atenderlos a todos, imposible, porque son muchos los que hacen cola. La prioridad se da las urgencias, y luego a los niños, seguidos de los ancianos y de los enfermos crónicos.

Así que ahora estamos viendo a más de 120 pacientes cada día, sin incluir controles prenatales a mujeres embarazadas. Las visitas están bien organizadas, pero todo el mundo aquí se acuerda del lunes 18 de abril, el día en que empezaron las visitas médicas.

“No lo habíamos comunicado y sin embargo todo el mundo estaba aquí esperándonos”, recuérdale doctor Hamidou. “La gente en Anyama sabía que MSF estaba aquí y había oído por la radio que el gobierno había decidido ofrecer atención médica gratuita. La atención siempre había sido gratuita en las clínicas de MSF, pero la política no se había ampliado a otros hospitales. No había suficientes medicamentos y todavía faltaba mucho personal por reincorporarse a su puesto de trabajo”.

El sistema de atención sanitaria llevaba meses paralizado. Ahora, en Abiyán, poco a poco empieza a recuperarse. Dadas las enormes necesidades, y gracias al esfuerzo por descentralizar la atención primaria que hemos realizado, ahora estamos prestando apoyo a los centros de salud en varios barrios.

Nuestro equipo, que trasladó su base al hospital por motivos de seguridad, sigue viviendo allí. Como el hospital de Anyama no es céntrico, este “apaño” ahorra al equipo largos desplazamientos. A Marie-Rose, la enfermera anestesista, le parece bien. Vive en Yopougon y no ha podido pisar su casa desde el 28 de marzo, ya que la violencia sí persiste en ese barrio de Abidján, donde las milicias leales a Laurent Gbagbo mantienen su presencia.

 (Continuará…)

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Fotos: Atención médica de urgencia durante los enfrentamientos en Abiyán en marzo de 2011 (© Didier Assal/MSF)