Con toda seguridad será pasión de madre, pero lo cierto es que Julia pintó ayer un cuadro, con su pequeña paleta de plástico, sus tres pinceles y pintura de dedos, que a todos en casa nos ha encantado.
Son estas amapolas.
Llegan además justo cuando he acabado La sombra blanca, una recomendable historia de fantasmas ambientada en las trincheras de la Primera Guerra Mundial del escritor y periodista Carlos Fidalgo cuyas páginas están llenas de los pétalos de estas flores.
Julia no ha leído este libro, ideal para disfrutar en silencio y en penumbra, así que las amapolas han llegado por pura casualidad, por conexión mística entre madre e hija o porque Normandía aún está reciente y también llena de amapolas, las flores que se llevan a los soldados en los cementerios militares y que crecen en los campos que antes albergaron baterías de cañones y bombardeos.
Os dejo pensando la opción más probable.
No es el único cuadro que pintó. También hizo uno abstracto. Y ambos ocupan ya un marco en nuestra particular galería de arte infantil. Mis cuadros favoritos de toda la casa.
Que sí, pasión de madre, ya lo sé.
En cualquier caso tener una galería así, única y de nuestros hijos, está al alcance de cualquiera por muy poco dinero. Y a ellos les encanta ver que valoremos así sus creaciones.
Nosotros arrancamos con esta costumbre hace cinco años, os lo conté entonces como sugerencia de decoración. Los marcos son los mismos, saludos de Ikea, la pared es otra, también algunos de los dibujos. Los viejos siguen ahí dentro, agazapados dentro del marco tras los nuevos.
No es el único objeto de decoración que ha salido de sus manitas. Uno de los últimos es este tiranosaurio de madera que montamos juntas y que Julia ha bautizado, tras su paso por su paleta y purpurina, como el T-Rex arco iris.
Si hay pequeños artistas en la casa, que se note. Ellos van a estar de acuerdo.