Gemínidas y cuadrántidas: más estrellas que en Belén, pero la luz las oculta

Para muchos, la lluvia de estrellas fugaces es algo tan ligado al verano como la playa, las sandalias y la sangría. Pero en realidad las perseidas, o lágrimas de San Lorenzo, no son la única ni la mayor lluvia de meteoros que podemos contemplar. Simplemente, en pleno agosto es más factible y agradable tumbarse al fresco de la noche junto a unas cervezas y a la persona que a uno le apetezca tener al lado. Sin embargo, en la época cercana a la Navidad tenemos otros dos fenómenos incluso más intensos. Si es que podemos llegar a verlos.

Del 7 al 17 de diciembre nos visita la lluvia de meteoros de las gemínidas, con su pico hoy día 14. Y con el cambio de año y hasta la noche de Reyes llegarán las cuadrántidas, con su máximo el día 3. Según me cuenta el físico italiano Fabio Falchi, «estas lluvias, debidas a partículas de polvo procedentes de dos pequeños asteroides –probablemente los núcleos de dos antiguos cometas–, están entre las más ricas, llegando a 120 meteoros por hora en su pico, con una media de dos estrellas fugaces por minuto».

Lluvia de meteoros de las gemínidas. Imagen de Asim Patel / Wikipedia.

Lluvia de meteoros de las gemínidas. Imagen de Asim Patel / Wikipedia.

Pero el motivo por el que hoy traigo aquí a Falchi no es para que nos explique cómo se produce el fenómeno, sino por qué difícilmente vamos a lograr ver algo. Y no solo porque las nubes amenacen con ocultarnos la vista (que también), sino por una razón que queda aclarada en el nombre de la entidad a la que Falchi dedica el tiempo libre que le deja su trabajo como profesor, el Instituto de Ciencia y Tecnología de la Contaminación Lumínica de Italia (ISTIL).

Hoy las ciudades, al menos las de nuestro entorno, han conseguido dejar atrás una buena parte de aquel lastre que las convertía en insalubres y amontonadas jaulas de cemento. Las urbes actuales intentan abrir espacios a la naturaleza y atenuar su pulso frenético con más calles peatonales y zonas de esparcimiento. Pero como decía Willy Loman, el viajante de Arthur Miller, hay que partirse el cuello para ver una estrella. Desde el valle donde vivo no se ve Madrid, pero por las noches es fácil saber dónde está: no hay más que buscar la mancha luminosa que rebosa sobre la línea de la colina.

Falchi lleva años dedicado al estudio de la contaminación lumínica, un problema cada vez más acuciante que no solo dificulta el trabajo astronómico, sino que nos impide disfrutar de uno de los espectáculos naturales más hermosos. Fruto de su esfuerzo, en colaboración con otros investigadores, es el mayor y más completo atlas mundial del brillo del cielo nocturno, publicado el pasado junio en la revista Science Advances y que revelaba algunos datos descorazonadores, como que un tercio de la humanidad –un 60% de los europeos– ya no puede ver la senda de la Vía Láctea en el cielo, el Camino de Santiago.

Y lo que es peor, como conté hace unos meses en un reportaje, es que el problema va a peor: los expertos como Falchi advierten de que el cambio de las luminarias clásicas por luces LED blancas por motivos de consumo energético aumenta aún más la polución lumínica. Los astrónomos aconsejan en su lugar el empleo de luces LED de color ámbar.

Según Falchi, hay varias razones que nos impiden disfrutar de las lluvias de meteoros en todo su esplendor. Por ejemplo, este año las gemínidas nos coinciden con una luna llena, algo que no ocurrirá en las cuadrántidas. Pero sobre todo, dice, «el mayor enemigo de las estrellas fugaces es la contaminación lumínica, presente todas las noches, todo el año». «En las áreas contaminadas por la luz puedes perdértelas todas, o tener que esperar una hora para ver una sola» en lugar de docenas o cientos que podríamos ver bajo un cielo prístino. Y esto afecta a la mayoría de los habitantes de Europa.

Para quien tenga la posibilidad de desplazarse, Falchi y sus colaboradores del ISTIL, junto con la Administración Atmosférica y Oceánica y el Servicio de Parques Nacionales de EEUU, el centro alemán de geociencias GFZ y la Universidad israelí de Haifa, han preparado un mapa mundial interactivo en el podemos localizar las regiones cercanas de cielos más prístinos. «Busca las regiones de color negro, gris o azul, y ahí tendrás un cielo oscuro», dice.

Y ya les adelanto la conclusión: España es uno de los países con mayor contaminación lumínica del mundo, pero donde el desigual reparto de la población permite que aún se abran algunos cielos relativamente limpios en ciertas áreas de Guadalajara-Cuenca-Teruel y Toledo-Ciudad Real-Extremadura. Y por supuesto, en zonas de Canarias: La Palma goza del cielo más oscuro de Europa occidental en el Roque de los Muchachos.

Contaminación lumínica en España. Las regiones más oscuras corresponden a cielos más limpios. Imagen del Atlas de Contaminación Lumínica de Falchi et al, tomada de http://cires.colorado.edu/artificial-sky.

Contaminación lumínica en España. Las regiones más oscuras corresponden a cielos más limpios. Imagen del Atlas de Contaminación Lumínica de Falchi et al, tomada de http://cires.colorado.edu/artificial-sky.

Falchi ha publicado también para el gran público una versión de divulgación del atlas (en inglés), The World Atlas of Light Pollution, disponible en Amazon; un buen regalo navideño para los aficionados a la astronomía. Dado que tanto él como sus colaboradores italianos han elaborado el atlas de forma desinteresada y sin financiación alguna, Falchi confía en que los fondos recaudados con la venta del libro le permitan proseguir con sus investigaciones tan necesarias sobre la contaminación lumínica.

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