Los últimos de Filipinas habrían sobrevivido con arroz integral

El episodio de esta semana de El Ministerio del Tiempo, serie de la que ya me he autorretratado como rendido fan, rozaba de lado un argumento que no tenía gran cabida en el guión, pero que fue determinante en la agonía de los llamados «últimos de Filipinas». Como bien mostraba el capítulo, cuya documentación histórica (como la del resto de la serie) merece una ovación, no fueron los disparos de los tagalos los que diezmaron a los soldados sitiados en Baler, sino las enfermedades. Y entre ellas, el beriberi.

Quizá ustedes no hayan oído hablar de esta enfermedad. O a los que sí, tal vez les suene a uno de esos males del pasado, enterrados en una época de ignorancia científica y carencias sanitarias, como la pelagra o el escorbuto. Pero es que las tres, beriberi, pelagra y escorbuto, tienen una causa común, la deficiencia en vitaminas.

Los últimos de Filipinas, en El Ministerio del Tiempo. Imagen de RTVE.

Los últimos de Filipinas, en El Ministerio del Tiempo. Imagen de RTVE.

Las fuentes suelen atribuir el nombre de la enfermedad al idioma cingalés, el mayoritario en Sri Lanka, en el que al parecer beri significa «no puedo», en referencia a la debilidad extrema que sufren los enfermos. Con lo que beriberi viene a ser «no puedo, no puedo», una expresión que en castellano inevitablemente se pronuncia con erre al final, con lo que pierde todo su dramatismo.

Lo más interesante de esta enfermedad es que a ella le debemos el descubrimiento de las vitaminas. La del beriberi es una de las grandes historias de la ciencia. Los primeros registros de la enfermedad aparecen en las crónicas del siglo XVI en las colonias asiáticas de las potencias occidentales. A finales del XVIII y comienzos del XIX la enfermedad comienza a ser descrita por médicos ingleses en las publicaciones científicas.

Pero fue sobre todo en el siglo XIX cuando comenzó a destacar entre otras muchas enfermedades de los trópicos. Se presentaba en dos formas en adultos, una llamada seca, que afectaba al sistema nervioso periférico, y otra húmeda, que atacaba el corazón y el sistema circulatorio. Una tercera forma aparecía en los bebés lactantes, y un cuarto tipo con síntomas gastrointestinales se describió en adultos en 2004.

Hoy apenas podemos imaginar el temor de padecer una enfermedad epidémica cuyas causas eran un completo misterio. El beriberi afectaba sobre todo a las poblaciones del sur y sureste de Asia que se alimentaban casi exclusivamente de arroz, incluyendo las Filipinas. Y sin embargo, nadie la había relacionado con la dieta, hasta que a finales del siglo XIX un médico japonés llamado Takaki Kanehiro descubrió que podía prevenirse proporcionando a los marineros una dieta variada.

Pero fue el médico holandés Christiaan Eijkman el que en 1896, a su regreso a los Países Bajos después de diez años en Java, declaró: «¡El arroz blanco puede ser venenoso!». Eijkman creía que la enfermedad era infecciosa, pero fracasó al intentar transmitirla entre animales. Hasta que por pura casualidad, descubrió que los pollos solo enfermaban si tomaban arroz blanco sin cáscara, mientras que permanecían sanos cuando comían el arroz sin pulir, conservando su cubierta marrón, lo que hoy conocemos como arroz integral.

El caso de los pollos era un verdadero misterio para Eijkman. El holandés pensó que el arroz contenía una bacteria o una toxina, y que la cubierta marrón debía de poseer un «factor anti-beriberi» que la neutralizaba. No fue hasta 1912 cuando el químico polaco Casimir Funk confirmó que los alimentos contenían unos nutrientes esenciales, a los que llamó «aminas vitales», o vitaminas. El factor anti-beriberi de Eijkman resultó ser la vitamina B1, o tiamina, aislada por fin en 1926. En 1929, el holandés recibía el premio Nobel de Fisiología o Medicina junto con el inglés Frederick Hopkins, el primero que sugirió que los alimentos contenían «factores accesorios» necesarios para la vida. Eijkman moriría un año después.

Los animales no producimos vitamina B1, pero la necesitamos (este es precisamente el concepto de vitamina). En las regiones asiáticas donde el arroz es la base de la dieta, tradicionalmente se pulía para obtener un producto más refinado y suave que además se conservaba durante más tiempo. Pero las vitaminas están en la cubierta marrón, lo que llamamos el salvado; al eliminarlo, lo que queda es sobre todo almidón. Uno podía llenarse el estómago de arroz hasta atiborrarse y, aún así, morir de beriberi. Cuando en El Ministerio del Tiempo el capitán De las Morenas cedía la comida a sus soldados, en realidad no los estaba salvando de la enfermedad.

Hoy el beriberi, como la pelagra (deficiencia en vitamina B3 o niacina) y el escorbuto (falta de vitamina C), son enfermedades infrecuentes en los países desarrollados, aunque continúan aquejando a la población de las regiones con dietas pobres, donde la falta de vitamina B1 provoca además otros cuadros patológicos como la enfermedad de Wernicke, el síndrome de Korsakoff y el de Wernicke-Korsakoff.

Pero sí tenemos cerca a miles de personas en serio riesgo de padecerlas: lo que antes eran plagas típicas de los marineros embarcados durante meses, o de los soldados abandonados en las trincheras, hoy son el azote de los desplazados y refugiados. Una más de las guadañas que penden sobre sus cabezas.

3 comentarios

  1. Dice ser Cyrano

    Una pequeña correción.

    Casimir Funk descubrió las vitaminas en 1912, pero NO descubrió la B1 o tiamina. (Causal del Beri Beri).
    Ese mérito es del doctor Robert Williams, que lo hizo en 1936

    06 abril 2016 | 12:38

  2. Dice ser joseluis123123

    una vergüenza la cantidad de españoles que dieron su sangre para evitar la independencia de filipinas, el Sahara occidental o cuba y ahora a sus descendientes les dejemos venir a España y les regalemos la nacionalidad española por vivir o chupar aquí dos años.
    y no deja de ser de chiste que los que mataron a españoles ahora sus nietos quieran ser españoles bien es cierto que no lo son por corazón sino por la paga.

    06 abril 2016 | 16:57

  3. Dice ser VictoriaDD

    Bien traido el tema de la enfermedad hasta meter el de los refugiados… tampoco aprendas demasiado de lo que ves en la televisión: No cabe duda de que «algo» se documentan… pero en el capítulo que mencionas hay una hartada de mosquetones Mauser de cerrojo, cuando el Remington de retrocarga era lo que aún llevaban (aunque en la serie son expertos para meter la pata bailando cosas de sitio. Será que como en la vida real el Ministerio hace las cosas a medias).

    Serie para entretener, no para hacer alegatos políticos a costa de ella ni buscarle los tres pies al gato, aunque los tenga.

    06 abril 2016 | 17:00

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