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Un día cualquiera en Chifunzi

Por Stella Evangelidou (República Democrática del Congo, Médicos Sin Fronteras)

El trabajo comienza a las 7:30 con una reunión donde nos ponemos al día de las actividades del proyecto y de la situación general de la región. Al final de la reunión, nos montamos en el coche de MSF rumbo al hospital. Entre las 13:30 hasta las 14:30 volvemos a la base para comer. Después, o bien volvemos al hospital para continuar, o nos quedamos en la oficina de la base para completar informes y diseñar los planes de acción. Oficialmente, el trabajo se termina a las 17:30.

Un día típico de trabajo en una misión de MSF es, en general, “atípico”… Debido a las necesidades de los pacientes en el hospital, algunos días nos saltamos la hora de comer y trabajamos hasta pasadas las 17:30. Las necesidades de los pacientes siempre encabezan la lista diaria de prioridades.

Por razones de seguridad, tenemos que volver a la base antes de las 18:00, llevar puesta nuestra identificación de MSF y tener siempre las radios encendidas.

La base de MSF está situada al final de la aldea de Chifunzi, a un kilómetro del hospital central. Es una zona cercada con bambú donde se encuentran la casa MSF para los siete expatriados que estamos aquí, y la oficina. No hay ni agua corriente ni red eléctrica, pero gracias al equipo logístico contamos con un generador, un sistema de energía solar y letrinas. Y os diré que no hay nada más relajante al final del día que una ducha con un cubo de agua…

A menudo he ido a trabajar andando junto con mi colega Théophile, un psicólogo congoleño. Es un camino embarrado que lleva al hospital atravesando el centro del pueblo. Solemos llamar la atención de los vecinos. “Mzungu1, dame galletas”. Eran niños en edad escolar jugando con los ladrillos de barro con los que se está construyendo la nueva escuela.

Uno de esos días, nos detuvimos a comprar una botella pequeña de agua, que nos costó 800 francos congoleños, unos 70 céntimos de euro, casi más caro que en mi país, Grecia. Los soldados del gobierno andaban cerca de la aldea. Su presencia me recordó que estábamos en una zona donde la seguridad no puede darse por sentada.

Le pedí a Théophile que me comprara un paquete de cigarrillos por el camino. Si lo hiciera yo misma, no tardaría en haber habladurías en el pueblo. Es muy raro ver mujeres fumando en Congo, excepto las expatriadas que no pueden superar su adicción

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(1) Mzungu: «hombre blanco» 

Foto superior: Vista de Kalonge (© Stella Evangelidou)

Foto inferior: Mercado de Kalonge en un día de lluvia, visto desde el interior de un coche de MSF (© Stella Evangelidou)

1 comentario

  1. Dice ser NUTS FOR CCN+!!!

    En el ya difunto canal de noticias CCN+, no hace mucho, vi un excelente y estremecedor reportaje-documental del programa «REC, Reporteros Cuatro», protagonizado por David Beriain, sobre las horribles condiciones en las que se trabaja en las minas ilegales de casiterita en las montañas de la provincia de Kivu Norte, al Este del Congo).

    La casiterita es un mineral del que se extrae estaño, vital para las conexiones de todos los componentes electrónicos. Hasta hace poco, el mineral «estratégico» por el que más se ha «luchado» (en el sentido literal de violar, robar, secuestrar, extorsionar y asesinar) en el Congo había sido el coltán, que se usa para hacer baterías de móviles y portátiles más duraderas.

    Esa zona es un territorio dominado por las extorsionadoras, asesinas y violadoras guerrillas, el no menos corrupto y siniestro ejército «oficial» congoleño y, sobre todo, la miseria, en forma de explotación (casi esclavitud) de los mineros que se juegan la vida en minas con condiciones insalubres de calor y humedad insorportables y sin las más mínimas condiciones de seguridad. También se veían las condiciones infrahumanas en las que viven los mineros y sus familias, en frágiles y diminutas chozas de techos de uralita y piso de tierra/barro donde se hacinan familias de 8 ó 10 miembros.

    Están a centenares o miles de kilómetros de la escuela, del hospital y hasta de la carretera asfaltada más próxima. De hecho, el mineral se lleva hasta «la civilización» por medio de porteadores, que cubren unos 50 Km en dos días, caminando por sendas embarradas por la selva y cargando 50 Kgs de casiterita a la espalda por unos 30 € por viaje, al cambio.

    Los pocos niños que no son explotados son los que ya están demasiado enfermos por la malnutrición, las aguas estancadas o el SIDA (claro que eso no es exclusivo de aquel infierno minero, sino lo habitual en todo el Congo y en toda la África Negra en general). Como también que el analfabetismo sea generalizado.

    Pero quizás lo peor sea la absoluta impunidad con la que actúan los poderosos sobre los débiles: guerrillas, soldados corruptos (casi todos) y meros asaltadores hacen que la vida allí no valga nada.

    La moraleja del reportaje es claro: el progreso en el Norte desarrollado cuesta guerras, miseria y crímenes contra la Humanidad en el Sur pobre.

    Por otro lado, reportajes como éstos son necesarios para saber en qué mundo vivimos. Espero que Cuatro, ahora bajo el yugo de Telecinco, siga emitiendo estos programas y no considere que son «económicamente inviables» y los «liquide», como hizo con CCN+…

    30 diciembre 2010 | 13:41

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