Se denomina como ‘Oeste’ a los territorios estadounidenses que, durante parte de los siglos XVIII y XIX, tuvieron un gran flujo migratorio (gracias a la fiebre del oro) y son numerosa las historias, tanto en la literatura como en la ficción cinematográfica, que relatan episodios de la vida en aquella zona, los vaqueros, pistoleros y forajidos que por allí frecuentaban e incluso los nativos que habitaban (popularmente conocidos durante muchos años como indios).
Una de las cosas que a cualquier persona curiosa le llamaba la atención era que recibiera el nombre de Oeste cuando, en realidad, aquel territorio comenzaba en la mitad geográfica de Norteamérica.
La respuesta es muy sencilla. Tras finalizar la Guerra de Independencia, las denominadas hasta entonces como ‘Trece Colonias británicas en Norteamérica’ pasaron a formar un nuevo país conocido como Estados Unidos de América y el río Misisipí, cuyo caudal va de norte a sur, pasó a ser una frontera física y las tierras que se encontraban al oeste del mencionado río se convirtieron en objetivo prioritario para anexionarlos a los Estados Unidos.
Todo lo que estaba al otro lado del Misisipí comenzó a ser denominado ‘Oeste’, de ahí que, dependiendo de la zona a la que alguien se refería, podía ser el ‘Medio Oeste’ (zona central estadounidense) o el ‘Lejano Oeste’ (Far West), la parte más cercana a la costa del Pacífico. Hoy nos referimos a ello también con el término ‘Viejo Oeste’ (Old West)
No hay nada que identifique más la esencia del prototipo de estadounidense que su imagen vaquera, en la que los denominados ‘cowboys’ eran unos aguerridos personajes que dominaban el arte de montar y domar a caballos, portaban unos vistosos sombreros de ala ancha y espuelas en sus botas y eran experimentados en el manejo del ganado.
Un incalculable número de películas, series y novelas se han encargado a través del último siglo de mostrarnos a estos personajes como el arquetipo de hombre que vivía en las llanuras y desiertos de los Estados Unidos.
Pero, toda esa imagen y complementos que acompañaba la figura del cowboy, en realidad no fue algo que surgió de la nada sino que fue la herencia que la presencia española de los primero colonos dejó en Norteamérica.
Tras el descubrimiento de América por parte de Cristóbal Colón en 1492 (en aquel tiempo bautizado el continente como Nuevo Mundo o Indias Occidentales) los viajes que se realizaron desde España hacía allí fueron numerosos.
Entre las muchas cosas que se exportó fueron los caballos (a partir de finales del siglo XV y principios del XVI) y un par de siglos después numerosos fueron los equinos que ya habían nacido, criado y dispersado por todo el continente.
De hecho, existe el término ‘mustang’ con el que conoce a los caballos salvajes de Norteamérica y dicha denominación anglosajona no deja de ser la adaptación al inglés del vocablo español ‘mesteño’ (caballo o res libro o que no está domado).
Otra de las características de los vaqueros norteamericanos era su vestimenta: sombrero de ala ancha, piezas de cuero acopladas a la ropa o las botas con espuelas fueron exportadas desde España por los aventureros que hasta el Nuevo Mundo viajaron. Éstos llevaron sus conocimientos de la doma de caballo, que con el paso de los siglos se convirtió en los famosos rodeos. Y, evidentemente, junto a los mencionados caballos hasta allí llevaron las sillas de montar.
Todos aquellos conocimientos aportados desde España en los inicios de la conquista de América fue lo que originó, ya en el siglo XIX, la aparición de los cowboys que se ocuparon del transporte de ganado de un punto a otro de los Estados Unidos y que tanto hemos podido ver sobre ellos en las célebres películas del Oeste.
Los que ya tenemos cierta edad recordamos aquellas películas de vaqueros, que solían emitir por la tele en la media tarde de los domingos, y en la que salían indios que se comunicaban con otros de su misma tribu a través de señales de humo.
Esos films nos hicieron creer que ese método de comunicación era común y frecuente, pero en realidad las señales de humo se utilizaban en momentos muy precisos y para enviar mensajes concretos.
Cada tribu tenía su propio código de señales, pero había unas cuantas que eran comunes, ya que en más de una ocasión se pedían ayuda los unos a los otros en caso de estar en peligro o ser atacados por un enemigo en común (habitualmente los ‘rostros pálidos’).
El método para enviar las señales de humo era buscando una colina lo suficientemente elevada y encender un hoguera en la que se iba entre mezclando hierba, ramas y hojas de diferentes tipos, unas secas y otras humedecidas, lo que hacía que según lo que se echase el humo tuviera diferentes colores (blanco, negro y una amplia variedad de tonalidades del gris) y formas.
Sobre las llamas de esa fogata dos indios sostenían una manta tensándola por los extremos mientras la movían de arriba a abajo y otro de los nativos se encargaba de avivar el fuego e ir echando las diferentes hierbas con el fin de crear los diferentes mensajes codificados en forma de nubes de humo.
Otro método con el que enviaban mensajes de humo, aunque menos conocido, era encendiendo una especie de antorcha, la cual se iba moviendo y creaba las mencionadas señales de humo.
Los mensajes eran para comunicar un ataque o inminente peligro, el inicio de una batalla, una victoria o derrota y dar a conocer el fallecimiento o nacimiento de algún destacado miembro de la tribu. Fuera de este tipo de mensajes, pocas veces utilizaban el humo para dar otro tipo de noticias.
Cabe destacar que este modo de comunicación no fue únicamente exclusivo de los nativos americanos, encontrando que hay otras culturas que ya lo utilizaron hace muchísimos siglos, como en la Antigua China o los aborígenes australianos.
El término ‘duelo’ es uno de tantos vocablos polisémicos que existen (una misma palabra que significa varias cosas diferentes y además tiene distintos orígenes etimológicos, como por ejemplo manzana).
Por un lado tenemos que se le llama duelo al enfrentamiento que, siglos atrás, se realizaba entre dos contrincantes y que normalmente se realizaba a vida o muerte. Este tipo de duelos tenían unas reglas muy específicas en las que se podía elegir el tipo de armas con el que retarse y debía contar con unos testigos (llamados padrinos) que diesen fe de la buena praxis de los contendientes e incluso sustituyeran a estos en caso de necesidad.
Normalmente se retaba a alguien a un duelo porque uno había ofendido el honor del otro (o de una tercera persona, como la esposa) e incluso si existía alguna rivalidad entre grupos. También era conocido como duelo aquella costumbre que se realizó durante los tiempos del Viejo Oeste, y que tantas veces ha aparecido en películas, y en el que dos vaqueros se enfrentaban cara a cara, ganando aquel que era más rápido en desenfundar y disparar su revólver.
El origen etimológico del término duelo proviene del vocablo latín ‘duellum’ que estaba formado por ‘duo’ (dos) y ‘bellum’ (guerra, combate), por lo que su significado era ‘guerra/combate entre dos’ y quedó como ‘enfrentamiento entre dos’, que sería su significado literal.
Pero también nos encontramos con que se le llama duelo al momento de dolor que se siente tras una pérdida (por un fallecimiento, una ruptura sentimental…). El origen etimológico del término nada tiene que ver con ‘duellum’ y el acto de retarse y, aunque también proviene del latín, lo hace de la palabra ‘dŏlus’ que significaba literalmente ‘dolor’.
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Cuarta entrega de esta serie de post dedicados a traeros un buen puñado (de docena en docena) de cosas que quizás no sabíais cómo se llamaban en realidad o que conocías con otro nombre muy distinto.
Espero que la selección de palabras que he hecho en esta ocasión sea de vuestro agrado, al igual que ocurrió con las veces anteriores.
Asonada: Se trata de una reunión (tipo manifestación) en el que un numeroso grupo de personas intentan conseguir algún objetivo, normalmente de modo violento
Fosfeno: Sensación visual que se percibe al tener los ojos cerrados fuertemente o tras frotarte los párpados
Duela: Seguro que habéis visto en más de una ocasión algún barril, pues la duela es cada una de las tablas curvas que lo forman
Carúncula: Modo en que se llama la cresta de algunos animales (gallo, pavo…)
Morueco: Carnero utilizado para procrear (semental)
Tusígeno: Aquello que nos produce tos (humo, un atragantamiento…)
Orinque: La cuerda que va desde el ancla fondeada hasta la boya
Canana: El cinturón en el que se colocan los cartuchos/balas (cartucheras) como el que llevaban los vaqueros en el Viejo Oeste o los revolucionarios mexicanos
Estepicursor: Y hablando del Viejo Oeste, no podemos olvidarnos de la especie de bola hecha de matojos secos que aparece rodando en las películas, eso es un estepicursor
Desbullador: El tenedor para las ostras
Cáncana: Banqueta o banquillo en la que el maestro solía obligar sentarse al estudiante al que castigaba