La de hoy es una historia que es un ejemplo perfecto de cómo, a veces, los pequeños héroes del deporte se ven envueltos en circunstancias que les superan y que los arrastran al olvido. Es el caso de hoy.
Joseph Edouard Gaetjens nace en Puerto Príncipe, Haití, el 19 de marzo de 1924. Su bisabuelo paterno, Thomas Gaetjens, era un alemán de Bremen que llegó a la isla caribeña como enviado comercial del rey Federico Guillermo III de Prusia. Joe era haitiano por parte de madre y en la época de su nacimiento, su familia era una de las de la élite en Haití. Al nacer fue inscrito en la embajada de Alemania y además de la nacionalidad haitiana, poseía la alemana.
A los 14 años empezó a jugar al fútbol en un equipo llamado Etoile Haitienne, donde pronto empezó a destacar como delantero. Pero en aquella época no podía dedicarse profesionalmente al balompié y a finales de los 40 se aprovechó de una beca del Gobierno haitiano para estudiar en la Universidad de Columbia, en Nueva York. Aprovechando su presencia allí, se enroló en el Brookhattan (curioso nombre) de la American Soccer League, un club que, por cierto, llegó a llamarse años después Brookhattan Galicia, por mor de un emigrante que se hizo con las riendas del equipo.
Con el Brookhattan se proclamó máximo goleador de la Liga y estas actuaciones le valieron para que la selección de Estados Unidos se fijara en él y se lo llevara al Mundial de Brasil en 1950, pese a que Gaetjens no era ciudadano americano. Al parecer, en aquella época valía con prometer o jurar adquirir la nacionalidad poco tiempo después y, de hecho, junto al haitiano Gaetjens jugaron en Brasil el escocés McIlvenny y el belga Maca, ambos sin ser tampoco estadounidenses de manera oficial.
En aquel Mundial, Estados Unidos quedó encuadrada en el grupo 2, junto a Chile, Inglaterra y la España de Zarra. En su primer partido perdieron ante la selección española, con un tanteo de 3-1 (dos goles de Basora y otro del citado Telmo Zarra). En el segundo partido se enfrentaron a Inglaterra.
’El milagro en la hierba’
El encuentro se disputó el 29 de junio de 1950 en el estadio Independencia de Belo Horizonte, ante algo más de 10.000 espectadores. Estados Unidos, con camiseta blanca con una franja diagonal roja, llegaba como una cenicienta ante la espectacular Inglaterra de aquellos años, liderada por Alf Ramsey y Stanley Matthews (si bien este último no jugó aquel partido). Los ingleses llegaban con una impresionante racha, además. Por si fuera poco, los estadounidenses no tenían apenas a profesionales en sus filas. El centrocampista Walter Bahr, por ejemplo, era profesor en una escuela infantil. Tal era la superioridad previa de los ingleses que el seleccionador de los USA, el (curiosamente) escocés Will Jeffrey, dijo antes del partido ante la prensa: «No tenemos ninguna oportunidad». Los americanos, que sólo habían entrenado juntos un día antes de llegar a Brasil, decidieron que en lugar de Bahr, el capitán fuera mi tocayo Ed McIlvenny, por aquello de que al fin y al cabo era ciudadano británico.
El partido arrancó con mucha fuerza por parte de los ingleses, que en los primeros 12 minutos de partido ya habían tenido seis ocasiones clarísimas, incluidos dos tiros al palo. Poco a poco, los estadounidenses lograron quitarse de encima el agobio al que los estaban sometiendo, pese a lo cual Inglaterra estuvo a punto de marcar con otros dos tiros al palo en sendos contraataques. Pero la gran sorpresa comenzó a fraguarse cuando en el minuto 37, Walter Bahr disparó desde lejos y antes de que el meta inglés Bert Williams pudiera despejar o atajar el balón, Joe Gaetjens cabeceó el balón, enviándolo al lugar opuesto al que se dirigía Williams, marcando el 1-0. Es el momento que recoge la foto que ilustra el artículo (aunque tengo mis dudas de que no sea un montaje fotográfico).
En el segundo tiempo, los ingleses atacaron más y más, pero el meta estadounidense Frank Borghi, un tipo de Missouri que en realidad era bueno en el béisbol y que apenas sabía jugar con los pies, hizo de héroe y rechazó todas las buenas oportunidades de Inglaterra. Sin que los inventores del juego pudieran empatar, el partido acabó y se fraguaba una de las mayores sorpresas de la historia de la Copa del Mundo. Joe Gaetjens se convertía así en un nombre mítico en la historia del soccer americano.
La leyenda de un partido
Las consecuencias inmediatas del encuentro no fueron tan revolucionarias como se puede pensar, por lo menos, en los dos países implicados. En Brasil, y siguiendo la Copa del Mundo, sólo había un periodista estadounidense, un tal Dent McSkimming, del St. Louis Post-Dispatch, que fue el único medio de comunicación de los USA que informó sobre la proeza. En Inglaterra se dio una circunstancia curiosa. El mismo día, la selección inglesa de cricket salía derrotada por primera vez ante las Indias Occidentales, y la exigua página que la prensa británica dedicaba al deporte se vio ocupada por este hecho. Por lo demás, se dice que en el Reino Unido la gente creyó que el resultado del partido mundialista fue un error tipográfico y consideraban que en vez de un 1-0 fue un 10-0 o incluso un 10-1, a favor, claro está, de Inglaterra. Fue la prensa de otros países la que más bombo le dio a este encuentro y no fue hasta años después cuando este partido ganó el aura de mito que tiene hoy, medio siglo después.
Un tal Geoffrey Douglas escribió un libro basado en el partido titulado The Game of Their Lives y en 2005 se estrenó una película llamada The Miracle Match, que rememoraba los hechos y que en su reparto incluía a Gerard Butler como Frank Borghi o al ex futbolista profesional estadounidense John Harkes como Ed McIlvenny. Curiosamente, en el filme el papel de Gaetjens lo interpreta otro haitiano, el actor Jimmy Jean-Louis, si bien este es negro y Gaetjens, de ascendencia alemana, era más bien mulato. Además, en la película se dibuja a Gaetjens como practicante de vudú, algo totalmente incierto.
Otras curiosidades sobre el encuentro fueron que Inglaterra jugó de azul ese partido, un uniforme que sólo volvieron a emplear una vez más en 1959 (en una derrota ante Perú), tras lo que fue deshechado para siempre. El otro apunte es que Estados Unidos e Inglaterra no volvieron a jugar nunca más en un Mundial hasta el último, disputado en Suráfrica, un partido en el que, como recordaréis, tampoco los ingleses pudieron derrotar a los americanos, merced a ese gol del texano Clint Dempsey que se tragó el pobre Robert Green.
Tras aquel 29 de junio
Joe Gaetjens y el resto de sus compañeros jugaron un partido más, ante Chile, en el que perdieron 5-2 y se despidieron así del Mundial. Pese a la promesa de Gaetjens de hacerse estadounidense, nunca adquirió tal nacionalidad y tras el Mundial emigró a Francia. Nunca más volvería a jugar con Estados Unidos. En total, tres encuentros y un gol.
En el país galo jugó en el mítico Racing de París y en el Olympique de Alès, si bien regresó a su Haití natal en 1954. Antes, en 1953, llegó a ser internacional con Haití en un clasificatorio para el Mundial de Suiza del 54, aunque no volvió a jugar más con selección alguna.
Gaetjens, ya en su isla, se dedicó al mundo de la empresa, aunque siguió jugando en su equipo original, el Etoile Haitienne, donde se retiraría.
Ya retirado del fútbol, Gaetjens se vio envuelto en una guerra política de terribles consecuencias para él. Estaba emparentado con un político local llamado Louis Déjoie, que en 1957 perdió unas elecciones ante François Duvalier, más conocido como Papa Doc (foto). Este Duvalier se aferró al poder durante años y en 1964 hizo oficial su dictadura, basada en el terror y el vudú, proclamándose presidente de Haití de manera vitalicia.
La familia de Gaetjens ya se había exiliado a la vecina República Dominicana, donde se rumoreaba que estaban preparando para dar un golpe de estado en su país natal. Pero Joe Gaetjens cometió el error de permanecer en Haití, pensando que su desdén por la política no llamaría la atención ante el régimen de Papa Doc. Pero el 8 de julio del 64, justo un día después de que Duvalier se proclamara presidente de por vida, Joe Gaetjens fue detenido por la policía secreta haitiana… y nunca más se supo de él. Se cree que fue asesinado ese mismo mes, pero su cuerpo jamás apareció. Tenía 40 años y desaparecía así una de las primeras leyendas del deporte de los Estados Unidos, en concreto de un deporte que aún sigue lejos de los grandes al otro lado del charco (béisbol, baloncesto, football y hockey) pero que, si mi vaticinio no está errado, dará que hablar en los próximos años.
Os dejo un documental sobre Gaetjens:
Esto es todo. Espero que os haya gustado la historia. Buen fin de semana.
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