Entradas etiquetadas como ‘Ahorro’

Tú y tu factura energética

Por Sergio de Otto – Periodista especializado en energía

factura eléctrica

Este blog nació para sensibilizar a los lectores de este medio sobre todo lo relacionado con la energía partiendo de una premisa fundamental: esto, lo de la energía, no es el negocio de unos pocos sino un derecho, el nuestro, el de los ciudadanos. Desde aquí intentamos compartir con vosotros una visión de la energía que, como dice nuestro ideario, “en el fondo está más ligada a la ética que a la economía, al futuro que al presente, a la urgencia que a la complacencia”.

Detrás de estas palabras, de estas buenas intenciones, de nuestros posicionamientos, de los análisis geoestratégicos (que también los hay) o de la crítica a nuestra deficiente regulación existe una realidad palpable y medible: tu factura energética. Sí, hablo de tu factura energética y no solo de la del suministro eléctrico (“la de luz” para entendernos) que es la que nos preocupa casi exclusivamente a la mayor parte de la gente.

En tu presupuesto personal, familiar o en el de tu pyme existe una partida muy importante (más cuantiosa proporcionalmente cuanto menos sean tus recursos) para acceder a esa energía que en la Fundación Renovables defendemos como un derecho. Pagas por tener electricidad en tu casa o en tu negocio, pagas por llenar el depósito de carburante de tu coche y pagas por calentar tu casa y el agua caliente.

Reconocer como derecho el acceso a la energía no quiere decir que deberían regalárnosla, no, no eso, el debate es otro. Lo que debemos reclamar los ciudadanos es que la regulación del sector energético en su conjunto tenga entre sus objetivos (además del prioritario de la sostenibilidad medioambiental si nos creemos la obligación de luchar contra el cambio climático) beneficiar a los consumidores y no a la cuenta de resultados de las grandes corporaciones energéticas como ha sucedido hasta ahora.

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Rehabilitación de viviendas y edificios para “destetar“ la economía y “energizarla”

Por Domingo J. Beltrán – Presidente de la Fundación Renovables

casa

En un artículo anterior planteaba el “destete” de nuestra economía, modular las tres tes, Turismo, Transporte y Territorio, muy abusadas, como motores principales de una economía sin futuro, para establecer nuevas prioridades, redirigir los recursos y aspirar a un progreso sostenible, con futuro basado en el conocimiento y el uso sostenible de nuestros recursos. Una verdadera “energización” de la economía empezando por la sostenibilidad energética como vector de cambio.

Y proponía hacerlo sustituyendo los gastos anuales (hasta 40000 millones de euros al año) en combustibles fósiles por inversión en sostenibilidad energética en diversos sectores y actuaciones sostenidas en el tiempo a los cuales podíamos dedicar simplemente un 10% anual de este gasto, 4.000 millones de euros, durante 25 años, o sea hasta el 2040. En este horizonte temporal deberíamos haber alcanzado una mayor electrificación y desenergización de nuestra economía y una generación eléctrica (en gran parte distribuida y en autoconsumo y prácticamente toda basada en renovables) con una dependencia energética inferior, opuesta a la actual, es decir, pasar de solo el 20% de interdependencia a solo el 20% de dependencia.

Lo más relevante, urgente, agradecido y oportuno es sin duda la rehabilitación de viviendas y edificios en clave energética (aunque también y no menos importante de habitabilidad y accesibilidad) para conseguir un mayor confort y calidad de vida para sus moradores o usuarios, además de unos ahorros importantes en su factura energética contribuyendo además a reducir de forma estructural la arraigada pobreza energética.

Tenemos el mayor parque de viviendas de Europa, más de 24 millones, alimentado por una presión abusiva de la oferta de segundas residencias y de turismo residencial, promovida desde el potente y especulador sector de la construcción que prefiere la nueva construcción (menos mano de obra y más rentabilidad y a corto plazo) a la rehabilitación del parque existente. Animado además por las Administraciones públicas que buscan siempre los desarrollos urbanísticos como motores fáciles de recuperación de la economía y del empleo precario, de la puesta en valor cortoplacista del suelo y territorio, de animación de la inversión en infraestructuras de transporte…y en general, de esas tres tes que nos han llevado a exacerbar la crisis actual y con las que se quiere volver ahora para salir de la crisis (¡las constructoras vuelven  a pedir construir 200 000 viviendas al año!).

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Cambio de hora: menos visceralidad y más números

Por Sergio de Otto – Periodista especializado en energía

Cambio de hora

El debate está aquí. Enconado. Cada día más. Levanta más pasiones que un polémico arbitraje en un derbi futbolero. Eso sí, es evidente que gana por goleada la tesis de que es “una solemne tontería”, la expresión más suave entre las que se pueden oír, esa manía, costumbre o capricho para unos, necesidad para nuestras instituciones, de cambiar de hora dos veces al año.

De entrada, uno piensa que los cálculos de ahorro de energía que ha realizado la Unión Europea en documentados estudios y que en España hace el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) no son fruto del capricho de unos funcionarios aburridos y con ganas de incordiar a los ciudadanos. No, con el cambio de hora se ahorra, al menos se ahorraba —esto lo veremos más adelante—, energía y, en principio, todo lo que sea ahorrar energía es positivo. Comenzamos a hacerlo en 1918, hace casi un siglo y por algo será.  Si el IDAE dice que se ahorran 300 millones de euros, un 4% de nuestro consumo eléctrico, yo me lo creo.

Dicho lo cual, vamos con los matices. El primero: no parece lo más adecuado que la decisión del cambio de hora que la Unión Europea renovaba cada cuatro o cinco años tenga ahora carácter indefinido. No es un dogma de fe, no es una verdad absoluta, sino que tiene que ser el resultado de estudios, análisis, muchos datos y una valoración más subjetiva de lo que supone esta alteración de nuestros horarios. Un diagnóstico que debemos revisar, sino cada año, sí cada cierto tiempo porque las costumbres sociales cambian, los usos de la energía también y el peso de los distintos sectores en la estructura económica de nuestra sociedad mucho más.

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Un futuro iluminado por LED

Por Laura Martín Murillo – Directora de la Fundación Renovables

bombilla tradicional

Tal día como ayer, en 2012, decíamos adiós a las bombillas incandescentes. Cuatro años después le llega el turno a las ineficientes luces halógenas que aún iluminan muchos hogares. Desde ayer, 1 de septiembre se han dejado de comercializar estas lámparas de filamento (salvo el stock de los comercios y almacenistas).

Frente a este tipo de luminarias, la Comisión Europea busca potenciar como alternativa las lámparas LED tanto por eficiencia energética y durabilidad.  Cada bombilla led consume un 90% menos de energía que una halógena y alarga su vida útil entre 10.000 y 75.000 horas. En términos de ahorro, sustituir un tipo de dispositivo por otro más eficiente supondrá al usuario un ahorro de 115 euros de media a lo largo de la vida de uso de la bombilla. Además, a diferencia de las las lámparas fluorescentes compactas o de bajo consumo, que contienen entre 3 y 6 miligramos de mercurio, las luces led están libres de este elemento químico tan contaminante para el medio ambiente.

Se trata por tanto de una noticia muy positiva que, sin embargo, debería haber llegado antes y cuyos plazos de implantación no responden a la urgencia de nuestro planeta. Hay que tener en cuenta que la normativa afecta solo a los focos, habitualmente utilizados en tiendas, y no a las bombillas halógenas que se instalan en viviendas, que podrán seguir vendiéndose hasta 2018. Nuestro ya maltrecho medioambiente no permite que perdamos ni un solo segundo más, menos dos años.

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Una gran idea para ahorrar si tienes calefacción central

Carlos Bravo – Gerente de la Fundación Renovables carlosbravomini

La casa donde vivían mis padres y en la que mis hermanos y yo pasamos nuestra infancia y juventud estaba en un edificio de 14 plantas con calefacción central. En aquella época, tener un sistema centralizado de calefacción parecía el no va más en cuanto a comodidad, aunque en realidad era muy ineficiente y conllevaba muchas desventajas.

En primer lugar, dado que todos los apartamentos eran prácticamente iguales, los costes de la calefacción se repartían de forma equivalente entre los vecinos, es decir, todos pagaban lo mismo en la factura, independientemente de que unos quisieran tener la casa a menor temperatura que otros, ya fuera por su diferente percepción del confort térmico o por motivos económicos.

Además, debido a la mala calidad del aislamiento del edificio, los que vivían en el último piso sufrían grandes pérdidas de calor por lo que ponían los radiadores al máximo de su potencia.

imagen de una aparato repartidor de coste de calefaccion

Debido a ello, aunque los radiadores tenían un sencillo regulador manual para graduar el paso del agua caliente a su circuito, todo el mundo los ponía al máximo. El pensamiento común era: “Total, si al final voy a pagar lo mismo que los del piso 14º, pues pongo yo también la calefacción a tope y cuando tenga calor abro la ventana para que entre el fresco de la calle”. Y así se hacía, aunque fuera invierno y cayeran chuzos de punta. Hace ya muchos años de ello, pero aún recuerdo las peleas con mi madre para que bajara la calefacción en lugar de permitir que el calor de la casa escapara absurdamente por las ventanas abiertas a calentar las calles.

El pensamiento común era: “Total, si al final voy a pagar lo mismo que los del piso 14º, pues pongo yo también la calefacción a tope y cuando tenga calor abro la ventana para que entre el fresco de la calle”

No sólo es eso, pues dado que la caldera central del edificio funcionaba con combustibles fósiles, primero con gasoil y luego con gas ciudad, esa forma de actuar (el “efecto ventana”) era una manera estúpida de emitir, además de otros contaminantes atmosféricos, un montón de dióxido de carbono (CO2), el principal gas de efecto invernadero; es decir, que era contribuir al cambio climático de una de las formas más tontas e inútiles posibles.

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Un ciudadano insolidario… con los beneficios de las eléctricas

Mariano Sidrach de Cardona – Catedrático de la Universidad de MálagaMariano Sidrach de Cardona 

Hace mucho tiempo, siendo un estudiante de doctorado en la Universidad Autónoma de Madrid, quedé maravillado al conocer que un trozo de silicio debidamente tratado y puesto al sol era capaz de generar energía eléctrica. Corría el año 1985 y comenzaba el desarrollo de la energía solar fotovoltaica en España. Tanto me impresionó este descubrimiento, que decidí formarme primero y dedicar después mi tiempo y mi esfuerzo como investigador a trabajar en este campo.

Molino eólico

Durante todo este tiempo de desarrollo científico y tecnológico, una y otra vez chocábamos con el mismo problema, con la misma cuestión, ¿pero esta energía es rentable? Y nos esforzábamos por conseguir aplicaciones donde esta tecnología demostrara sus posibilidades como fuente energética alcanzando costes competitivos, en un sistema energético que no incluye en sus cálculos de costes los beneficios medioambientales de las tecnologías renovables. “Es la energía del futuro” se decía en todos los foros, a lo que se añadía un tanto maliciosamente, “pero por el momento no son rentables”.

Sin embargo, este esfuerzo social y colectivo de mucha gente en todo el mundo ha conseguido que en la actualidad tengamos una tecnología madura, capaz de generar energía a precios más bajos que las energías convencionales. De ahí el crecimiento imparable de esta tecnología en todo el mundo.

Durante todo este tiempo fue creciendo un tejido productivo alrededor de esta tecnología cuyos principales componentes se fabricaban en España. Incluso llegamos a tener un tiempo de gloria, cuando parecía que la apuesta por esta tecnología no tendría vuelta atrás.

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