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Tratamiento fiscal discriminatorio del sector eléctrico

Por Concha Cánovas – Experta en Energías Renovables

electricidad

La idea de volver a escribir desde este blog sobre fiscalidad y energía surge ante la inverosímil justificación que esgrime la Secretaria de Estado de Energía para informar desfavorablemente a la proposición de ley sobre medidas urgentes de fomento del autoconsumo presentada por el Grupo Parlamentario Ciudadanos en el Congreso y que se basa, exclusivamente,  en el “impacto económico en impuestos que se dejaría de recaudar”. Esta respuesta, más propia de un departamento de hacienda que de un departamento de energía, ni tan siquiera entra a valorar las  argumentaciones de peso que, en ámbitos que sí son de su competencia,  se dan en la propia exposición de motivos de la proposición de Ley. Lo que representa, a mi juicio,  un desprecio hacia la iniciativa y hacia quien la propone.

Entre las argumentaciones de esta proposición cabe señalar:

  • El mandato que impone la Constitución Española, en su artículo 45, a los poderes públicos de velar por la utilización racional de los recursos naturales, con el fin de proteger y mejorar la calidad de vida y defender y restaurar el medio ambiente.
  • Valora el autoconsumo eléctrico renovable como uno de los instrumentos más apropiados para reducir el impacto medioambiental de la generación eléctrica, además de favorecer la disminución de la importación de combustibles fósiles, permitiendo equilibrar la balanza comercial y fortalecer la independencia energética de nuestro país.
  • La propuesta está en línea con la necesidad establecida en la Directiva 2009/28/CE de promover un cambio de modelo energético hacia la producción descentralizada de energía dada las numerosas ventajas que entraña.
  • Da cumplimiento al documento que suscribieron el pasado mes de febrero la mayoría de los Grupos Parlamentarios del Congreso junto con organizaciones sindicales, empresariales y sociales para promover y apoyar una reforma legal que eliminase las principales trabas existentes en la actualidad para el desarrollo del sector del autoconsumo eléctrico.

No vamos a entrar en la  justificación que da la Secretaría de Estado de Energía, solamente señalar que además de inexacta es incompleta, como les hubiera sido fácil comprobar si se hubieran tomado la molestia de contrastar los cálculos que en su día realizó el IDAE (organismo cuya presidencia ostenta precisamente el Secretario de Estado) para demostrar el efecto favorable fiscalmente de la penetración del autoconsumo en España.

Ni siquiera el hecho de que España haya registrado el segundo déficit público más elevado dela UE, alcanzando en 2016 casi un 5% del PIB, según estimaciones del Banco de España, frente al 3,6% previsto, puede servir de justificación para que la Secretaría de Estado de Energía  se valga únicamente de argumentaciones  de naturaleza fiscal. Supeditar las necesarias y urgentes actuaciones de política energética exclusivamente a la política fiscal, representa una devaluación de la política energética que, como ya ha señalado Jorge Morales en esta mismo espacio, serviría por si solo para desmontar cualquier propuesta de actuación energética que pudiera suponer un ahorro en la factura de la luz.

Este afán recaudatorio en electricidad queda en evidencia también ante la cuestión de inconstitucionalidad planteada por el Tribunal Supremo contra 12 artículos de la ley de 27 de diciembre de 2012 sobre medidas fiscales para la sostenibilidad energética, dejando de manifiesto la  finalidad puramente fiscal de estos tributos; sirva a modo de ejemplo la doble imposición que puede representar el 7% de la generación de electricidad con el Impuesto sobre Actividades Económicas (IAE),por cuanto ambos tributos gravan  el mismo hecho imponible como es la producción de energía eléctrica.

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Cambio de hora: menos visceralidad y más números

Por Sergio de Otto – Periodista especializado en energía

Cambio de hora

El debate está aquí. Enconado. Cada día más. Levanta más pasiones que un polémico arbitraje en un derbi futbolero. Eso sí, es evidente que gana por goleada la tesis de que es “una solemne tontería”, la expresión más suave entre las que se pueden oír, esa manía, costumbre o capricho para unos, necesidad para nuestras instituciones, de cambiar de hora dos veces al año.

De entrada, uno piensa que los cálculos de ahorro de energía que ha realizado la Unión Europea en documentados estudios y que en España hace el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) no son fruto del capricho de unos funcionarios aburridos y con ganas de incordiar a los ciudadanos. No, con el cambio de hora se ahorra, al menos se ahorraba —esto lo veremos más adelante—, energía y, en principio, todo lo que sea ahorrar energía es positivo. Comenzamos a hacerlo en 1918, hace casi un siglo y por algo será.  Si el IDAE dice que se ahorran 300 millones de euros, un 4% de nuestro consumo eléctrico, yo me lo creo.

Dicho lo cual, vamos con los matices. El primero: no parece lo más adecuado que la decisión del cambio de hora que la Unión Europea renovaba cada cuatro o cinco años tenga ahora carácter indefinido. No es un dogma de fe, no es una verdad absoluta, sino que tiene que ser el resultado de estudios, análisis, muchos datos y una valoración más subjetiva de lo que supone esta alteración de nuestros horarios. Un diagnóstico que debemos revisar, sino cada año, sí cada cierto tiempo porque las costumbres sociales cambian, los usos de la energía también y el peso de los distintos sectores en la estructura económica de nuestra sociedad mucho más.

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El gas natural no puede ser la alternativa a la transición energética

Por Mariano Sidrach de Cardona – Catedrático de la Universidad de Málaga

 

Tuberías de gas natural en EE.UU (Bilginger SE)

Tuberías de gas natural en EE.UU (Bilginger SE)

Los datos publicados por el IDAE sobre el consumo de energía primaria en España y su evolución respecto al 2014 ponen cifras a la desastrosa política energética de este país.

Mientras en todo el mundo se habla de políticas energéticas para frenar el cambio climático y mientras crecen las inversiones en energías renovables, aquí en España, respecto al año 2014, ha aumentado el consumo de carbón, petróleo y gas natural y disminuido el porcentaje de las energías renovables. Todo esto en un escenario donde hemos incrementado nuestro consumo de energía primaria en un 4,2 % respecto al 2014.

Estas cifras significan además un aumento de nuestra dependencia energética y un aumento de las emisiones contaminantes a la atmósfera, lo que nos sitúa cada vez más lejos de cumplir con los compromisos adquiridos por nuestro país en la lucha contra el cambio climático.

De todos estos datos, que merecen hacer un análisis más detallado, voy a realizar en esta entrada, una reflexión sobre la situación del gas natural y su relación con la situación energética. Además del aumento del consumo que se ha producido en el último año (4,3%), si miramos la serie histórica vemos que el incremento en 2015 ha sido el más alto desde el año 2008. Al mismo tiempo en el último año las energías renovables han caído un 6,4%.

Y para completar la situación actual, el oligopolio del gas se encarga de culpar a las energías renovables de la falta de rentabilidad de sus inversiones e incluso se atreve, como bien explicaba nuestro compañero Sergio de Otto en otra entrada de este blog, a “presentar una demanda por responsabilidad patrimonial contra el Estado por el impacto que ha tenido en su cuenta de resultados la expulsión de sus centrales térmicas de gas del mercado desde el año 2009”, cuando en el año 2015 han tenido unos beneficios de más 1.500 millones de euros.

Desde el sector del gas proponen incrementar el consumo de gas, haciendo principalmente uso de dos argumentos: la reducción de emisiones de C02 respecto a otros combustibles fósiles y la intermitencia de las fuentes de energías renovables, que hacen que los ciclos combinados sean necesarios como garantes de la estabilidad energética del sistema y como perfecto complemento en momentos de bajo funcionamiento de las energías renovables” (Sedigas).

Analicemos la situación del sector gasístico y veamos la veracidad de estas afirmaciones:

El primer argumento es cierto y convierten al gas en el menos contaminante de todos los combustibles fósiles y su uso disminuiría sin duda la contaminación de las ciudades.

A pesar de eso, veo grandes problemas en el uso del gas natural: No tenemos gas natural, todo nuestro consumo es importado con lo que no disminuimos nuestra dependencia energética exterior, tampoco disminuimos nuestra dependencia de los combustibles fósiles y además tenemos que realizar fuertes inversiones en infraestructura para que el gas llegue a todo el territorio nacional.

  • ¿De dónde viene el gas que consumimos?

Según datos de 2014, importamos gas natural de: Argelia (55%), Noruega (12%), Qatar (9%), Nigeria (8%), Trinidad y Tobago (6%), Perú y Francia (4% respectivamente), Omán (0,48%), Bélgica (0,34%), Holanda (0,38) y Portugal (0,04%) y tenemos en España (0,13%).

Este gas llega a España por dos caminos. Una red de conductos de miles de kilómetros de longitud o por buques metaneros que lo almacenan de forma líquida para hacer posible el traslado. El gas líquido es almacenado en grandes depósitos donde permanece a la espera de ser regasificado e introducido en las redes de distribución.  España es, actualmente, el país europeo con mayor capacidad de regasificación.

  • ¿Necesitamos invertir en seguir desarrollando la infraestructura gasística por todo el territorio nacional?

En los últimos 10 años se han invertido más de 10.000 millones de euros, sólo en el último año 1000 millones de euros, consiguiendo que se incorporaran a la red gasística 50 nuevos municipios, con lo que actualmente la red llega a 1.688 poblaciones.  El 79 % de la población vive en municipios con gas natural, pero curiosamente sólo el 30 % de las viviendas tienen contratado el gas. Según fuentes del sector, cuentan con 7,6 millones de clientes y ha llegado ya al 79% de la población.

  • ¿Alguien ha estimado el coste de las inversiones necesarias para llevar un recurso del que no disponemos a todos los españoles?

Me temo que no, como no se calcularon adecuadamente cuando se pusieron en marcha las centrales de ciclo combinado.

Hagamos unos números:

En España tenemos 8.122 municipios, lo que significa que el gas no llega a 6.434 municipios. Llevarles gas, teniendo en cuenta la inversión de 2015, representaría una inversión de al menos 128.680 millones de euros, sin contar con que cada vez las poblaciones que van quedando fuera de la red son las más dispersas y por tanto el coste probablemente aumentaría. ¿Es sensato invertir esta cantidad de dinero para llevar el suministro del gas al 21% de la población restante? Me temo que nunca llegará el gas a todas estas poblaciones.

  • ¿Y además, todo esto para qué?

La naturaleza ha sido especialmente agradecida con nosotros. Tenemos unas condiciones de radiación solar realmente envidiables. El Sol ha llegado siempre a todos los municipios españoles y tenemos tecnologías renovables, limpias y a precios más baratos. Con esta inversión podríamos poner una central fotovoltaica de 20 MW en cada uno de estos municipios españoles, convirtiendo nuestra generación eléctrica en distribuida y disminuyendo, ahora sí de forma drástica, nuestras emisiones contaminantes e impulsando el desarrollo del vehículo eléctrico con electricidad generada mediante renovables. Estas inversiones sí que disminuyen nuestra dependencia energética del exterior.

El segundo argumento del sector gasístico es la estabilidad de la red. Siempre se les olvida que las centrales termosolares, mediante el almacenamiento en sales fundidas han logrado resolver este problema y que el desarrollo de nuevos sistemas de acumulación están a punto de dar un vuelco tecnológico al almacenamiento eléctrico. La generación distribuida mediante energías renovables es ya una realidad en Dinamarca y no tienen problemas de seguridad en el suministro.

Si quieren de verdad contribuir a un nuevo modelo energético, lo que tienen que hacer es aprovechar la infraestructura gasística actual, para cerrar centrales nucleares y de carbón, poner en marcha los ciclos combinados e intentar recuperar las inversiones ya realizadas mientras se continúan implementando las energías renovables, pero no sigamos con unas inversiones en el sector del gas, que solamente por precio van a dejar de ser rentables muy próximamente y empecemos a invertir, como están haciendo países como EEUU, China y otros muchos, en energías renovables, fundamentalmente en fotovoltaica.

La propia Agencia Internacional de la Energía (IAE) en su informe Medium-Term Gas Market Report 2016 no es muy optimista sobre el futuro del gas en el mundo y parece darnos la razón. Respecto al futuro del gas en Europa dice: “El consumo de gas tendrá un débil crecimiento mientras se desarrollan las energías renovables, pero como las políticas europeas abogan por eliminar el carbón y reducir la capacidad nuclear, esto permitirá cierto margen de maniobra para la generación por gas”.

El gas no puede ser una alternativa en la necesaria transición energética que tenemos que realizar. Apostar por el gas es retrasar este cambio y entorpecer, cuando no boicotear el desarrollo de las energías renovables. La naturaleza nos envía todos los días señales que indican que el tiempo se nos está acabando.

Basta de juegos, basta de mentiras, basta de medias verdades. La energía es un bien social y debe de estar accesible a un precio justo para todos los ciudadanos. Que no nos engañen más las empresas del oligopolio gasístico con alternativas falsas que sólo miran por sus propios beneficios. No somos tontos, no nos hagáis luz de gas.