Por Alfonso Verdú, Médicos Sin Fronteras (Somalia)*
Para mucha población somalí obligada a huir en busca de ayuda, sí. Para muchos actores humanitarios que intentan ahora entrar en el país, también. Para unas pocas organizaciones, como Médicos sin Fronteras, que llevan años en Somalia, no tanto. La llamada internacional de ayuda para la crisis del Cuerno de África estaba y sigue estando muy alto en la agenda pública: medios de comunicación, agencias de Naciones Unidas, ONGs, gobiernos, hasta el propio Vaticano.
La ecuación que se nos presenta para despejar es relativamente sencilla: no ha llovido, la sequía ha acabado con el ganado y los cultivos, la población se ha quedado sin comida y sin medios de subsistencia, se genera hambruna. Eso es lo descriptivo. ¿Qué toca hacer ahora?: dar cientos de millones de dólares, comprar comida, dar comida. Ecuación despejada.
Antes de terminar mi última misión en Mogadiscio en diciembre del año 2007, MSF logró abrir un hospital de 70 camas. Este hospital tenía un programa nutricional pediátrico, para niños menores de 5 años. A las dos semanas de la apertura, estaba totalmente lleno. Respondíamos a brotes de cólera, atendíamos las complicaciones obstétricas, continuábamos con la cirugía de guerra… representaba lo que Somalia ha sido, era en ese momento y es ahora para MSF: una de las mayores y más prolongadas crisis humanitarias del mundo consecuencia de un interminable conflicto armado interno.
Sí, ahora tenemos una nueva ventana de oportunidad: podemos restablecer al personal internacional en Mogadiscio de forma permanente. Evaluar esta posibilidad era una de las razones de mi desplazamiento a Mogadiscio estos días pero, después de estar aquí una semana, lo que he visto es que esta sigue siendo la Somalia cuyas complicaciones no sólo obedecen a una sequía extrema, sino también a la violencia, al desplazamiento, al fracaso de las políticas internacionales de cooperación al desarrollo, a la ausencia de actores humanitarios sobre el terreno y a un gobierno basado en Kenia que no es funcional. Esto es, a factores estrictamente humanos.
Sobre el terreno, hemos visto un enorme aumento en nuestros programas nutricionales, llegando a tratar a siete veces más niños desnutridos que en el mismo periodo del año pasado. La desnutrición severa aguda está por encima de los umbrales de emergencia. Hay muchos desplazados internos dispersos por Mogadiscio, difíciles de mapear y acceder. Hay que prepararse para los casi inevitables brotes de cólera. Hay que vacunar contra el sarampión. Todo eso lo tenemos ya en marcha.
Pero precisamente esto no pasa sólo por pedir millones de dólares. Esto pasa por hacer la ayuda efectiva (que llegue rápidamente), imparcial (que llegue a quienes más lo necesitan), neutral (que no se penalice a la población sólo por vivir en áreas controladas por actores que no nos gustan o con quienes no sabemos tratar) e independiente (que no sea manipulada o controlada por otros que no seamos nosotros).
Hacer eso no es tan sencillo. El modelo de ayuda internacional que se nos vende (movilizar fondos, comprar comida, darla) no funciona en un entorno como el Somalí. Mogadiscio no tiene nada que ver con una región que se encuentra a 20 kilómetros de aquí (Jowhar). Ni siquiera un barrio de la capital tiene nada que ver con otro situado a 10 minutos en coche.
La situación de los somalíes en los mega-campos de refugiados de Dadaab (Kenya) tiene también poco que ver con las regiones más desfavorecidas de ese mismo país. Como poco tiene que ver la situación (y cómo implementar programas humanitarios) en los campos de Dolo (Etiopía) con la que vemos en otras regiones de ese país, en muchas de las cuales la población no muestra signos severos de desnutrición, por ejemplo.
Por tanto, aglutinar todas estas micro-realidades en un eslógan que combine “Cuerno de Africa”, “sequía” y “hambruna” es cuanto menos simplista y, hasta el momento, poco útil para la población somalí.
Todo apunta a que estamos ante una crisis gravísima, pero una crisis compleja a la que no se puede responder con soluciones simplistas. Estar en Mogadiscio con el personal de MSF que ha mantenido los programas activos permite cuanto menos tener una buena idea de la realidad.
¿Volver? No para nosotros, hemos estado aquí durante 20 años seguidos. Otra vez hambruna… ¿Volver a empezar? No para nosotros, la crisis de la población somalí ha sido una constante desde hace mucho tiempo, sobre todo dentro de Somalia, pero también con los refugiados en Etiopía, Kenia, Yibuti, Uganda o Yemen.
La gran prioridad ahora, dentro de tanto ruido, sigue siendo la misma: que la población somalí acceda a una ayuda de emergencia médico-humanitaria de calidad mientras las soluciones políticas siguen en estado crítico.
*Alfonso Verdú es responsable de Operaciones de MSF para Somalia, Kenia y Etiopía.
_____
Fotos: Equipos de MSF atienden a los desplazados somalíes en el distrito de Wadaag, al sur de Mogadiscio (13 de agosto de 2011). © Feisal Omar.