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Aguas de cambio en Gbandú, Ghana

Blanca Carazo, responsable de proyectos de UNICEF Comité Español

Es un jueves del mes de junio, cerca de las dos de la tarde cuando llegamos a la comunidad de Gbandú, en la región Norte de Ghana. Casas circulares de adobe con techos de paja, el suelo llano de tierra roja, salpicado aquí y allá de árboles de karité, sensación de calma y un calor constante.

En el centro del pueblo, reunidos bajo un gran árbol, nos espera un grupo de hombres y mujeres sentados, y una fila de sillas listas para recibirnos. Nos instalamos y comienzan las presentaciones: el jefe del pueblo, los ancianos, las mujeres líderes, el líder de la comunidad musulmana, el de la comunidad católica… A Chetoun, compañero de UNICEF en Tamale y responsable del programa en Gbandú, le dicen entre risas que no se presente, que ya le conocen todos.

A un lado, uno de los notables de la comunidad mantiene tapadas dos pequeñas ollas de porcelana. ¿Qué habrá dentro? Al poco rato acerca una de ellas al centro del círculo y la destapa, descubriendo un líquido marrón y turbio. Por un momento nos tememos que sea alguna bebida de la zona con la que quieran obsequiarnos (ups!). Parecen mirarnos con una mezcla de diversión y curiosidad.

Uno de ellos dice algo en el idioma local y parece esperar que le respondamos. Miramos al traductor. “Dice que, si hubieran venido hace un año, este es el agua que les hubiéramos ofrecido”. Hay risas entre los hombres y mujeres sentados, (¡y alivio en nuestra fila de sillas!). A continuación acercan la otra olla y la destapan: está llena de agua transparente. Todos sonreímos.

Aguas de cambio en Gbandú, Ghana

© Blanca Carazo / UNICEF

Sencillamente fantástico. Dos ollas, la de agua turbia y la de agua transparente. Antes y ahora. Poderoso símbolo de cambios visibles y de gran impacto para los niños y familias de Gbandú.

A partir de ese momento, y ante la pregunta de qué han supuesto los programas de agua y saneamiento de UNICEF en sus vidas, hombres y mujeres se quitan la palabra para contarnos: «Ahora nuestros niños ya no se enferman; podemos dedicar a otras actividades el tiempo que antes necesitábamos para cuidarlos». «Sabemos construir letrinas y cómo usarlas. Cuando están llenas las tapamos y construimos otras; y al cabo de un tiempo sacamos composta«. «Ahora tenemos tiempo para fabricar y vender manteca de karité; antes pasábamos el 70% de nuestro tiempo buscando agua, y teníamos miedo al ataque de serpientes». «Hemos aprendido a organizarnos«.

Y no es solo lo que dicen. Es cómo lo dicen; el orgullo y el compromiso que muestran con lo que han logrado; el énfasis que ponen en explicar cómo han trabajado todos juntos, hombres y mujeres, ancianos y jóvenes, musulmanes y cristianos; y cómo todos contribuyen a conservar su comunidad limpia y las letrinas en buen estado, cómo han organizado la gestión de la fuente de agua… En definitiva, cómo, más allá del apoyo de UNICEF y de las autoridades del distrito, este es un proyecto de las gentes de Gbandú, y para las gentes de Gbandú.

Tras la asamblea, damos un paseo por la comunidad, limpísima. Nos muestran las letrinas familiares, con un cubo de ceniza para echar un puñado después de cada uso y sin ningún tipo de mal olor. Y, como colofón, la visita a la joya de la comunidad, el depósito y la fuente de agua con cuatro grifos.

Durante años se intentaron construir pozos pero en esta zona no hay agua subterránea accesible. Finalmente, en 2014, UNICEF logró financiación para instalar tuberías y canalizar agua desde la depuradora situada a 4 km y construyó el sistema. Cada día, de 6 a 9 por la mañana, y de 4 a 7 por la tarde, las familias se acercan con sus cubos para llevar el agua a las casas a cambio de una pequeña cuota. El resto del tiempo se mantienen los grifos cerrados con candado, para evitar despilfarros y asegurar que el acceso es igual para todos.

Aguas de cambio en Gbandú, Ghana

© Blanca Carazo / UNICEF

Aún una ultima anécdota. Existe otro depósito en el pueblo, en la mezquita. Cuando se estaba construyendo el sistema de agua, se planteó llevar la tubería también hasta ahí. Sin embargo, se decidió no hacerlo para asegurar que todos los habitantes de Gbandú tenían los mismos derechos y el mismo acceso al agua. Impresionante ejemplo de convivencia e igualdad de oportunidades.

Salimos de Gbandú entre saludos amables y apretones de manos, y alguna solicitud de matrimonio a la más rubia del grupo. Y nos vamos con una sensación reconfortante. La de ver y vivir cambios reales. La de haber constatado que se puede pasar de agua turbia a agua clara; de un futuro incierto a otro con horizontes despejados. Y de que eso pasa por la participación y la «apropiación» de esos cambios por parte de niños y familias.

Desde aquí, nuestro agradecimiento a las gentes de Gbandú, por compartir su experiencia y por ayudarnos a seguir creyendo.

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