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La ‘musungu’ y los alucinantes niños de Kalonge

Por Jana Brandt, coordinadora de Médicos Sin Fronteras en Kalonge, República Democrática del Congo

Niños que salen de la nada en Kalonge, RDCongo (© Jana Brandt).

Niños que salen de la nada en Kalonge, RDCongo (© Jana Brandt).

 

«¡¡Musunguuuuuuuuuuuuuuuuuu!!!! ¡¡¡Musuuuuunguuuuuuuuuu!!!1» Me paro para ver desde dónde llegan los gritos. No veo a nadie. Otra vez: “¡¡musunguuuuuuuuuuuuuuuuuu!!” De repente, una cara sucia pero sonriente aparece de la nada. Desde las plataneras se escuchan risas sofocadas. Otra cara. Y otra. Un grupo de niños de diferentes edades surge entre los árboles y corre hacia mí. ¿Cómo es posible que los niños siempre le vean a uno primero antes de verlos a ellos? “Jambo2, musungu”, me saludan, rebozando de alegría. “¡Jambo sana!”, respondo yo, también sonriendo.

¡Musunguuu!!” es el grito que más nos acompaña aquí en Kalonge. Los seis expatriados de Médicos Sin Fronteras somos los únicos blancos en toda la zona, y como tales, llamamos muchísimo la atención. Los niños son todo un espectáculo. Nos ven desde lejos aunque nosotros no les veamos y, vayamos donde vayamos, los niños siempre aparecen por todos lados para saludarnos o para acompañarnos un trozo del camino. Tan pálidos que somos, debemos de parecerles extraterrestres.

Una de mis muchas responsabilidades como coordinadora de terreno de MSF es mantener el contacto con todos los actores de la zona. En más de una ocasión me he encontrado en reunión con un líder comunitario o las autoridades locales cuando de repente escucho detrás de mí susurros de voces infantiles o una mano que me toca la espalda o el cabello. Si me giro, puedo estar segura de encontrarme con un grupo de niños que se empujan entre ellos en disputa sobre la mejor vista a la blanca que está sentada en una casita construida de barro y paja. Su natural curiosidad infantil es infinita.

Como en todo el país, también en Kalonge la tasa de natalidad es muy alta (para la República Democrática del Congo: 40 por cada 1.000 habitantes). La zona de Kalonge tiene 142.779 habitantes, y 19,5% de ellos son niños. La media de niños por familia oscila fácilmente entre seis y ocho. Las mujeres se embarazan muy jóvenes y no es raro que a los 30 años ya tengan siete o más hijos.

Como consecuencia, en el hospital apoyado por MSF se atiende sobre todo a mujeres y niños. Con unos 200 partos por mes sólo en el hospital (sin contar los nacimientos en los ocho centros de salud donde MSF también trabaja), la salud maternal e infantil encabeza la lista de las actividades de MSF en la zona. A pesar del gran número de bebés que nacen en Kalonge, la llegada al mundo de cada niño es motivo de fiesta. Cuando la madre sale del hospital con su hijo en brazos y envuelto en paños de colores, la esperan amigas y familiares cantando y bailando para felicitarla y saludar al nuevo miembro de la comunidad. Cantando y bailando acompañan a la madre y al bebé hasta la casa.

Sin embargo, no todas las familias tienen los medios para alimentar a tantas bocas. En los casos aislados donde la madre muere durante o después del parto, muchas veces la única opción para que el bebé sobreviva es dejarlo bajo la custodia del hospital durante los primeros seis meses de vida para asegurar una alimentación apropiada.

Freddy, enfermero de MSF en Kalonge, dando el biberón a Rose (© Jana Brandt).

Freddy, enfermero de MSF en Kalonge, dando el biberón a Rose (© Jana Brandt).

 

Así sucedió con la pequeña Rose. Ella nació en el hospital en marzo. Cuando su madre murió durante el parto, su familia no tuvo otro remedio que dejarla allí durante los primeros meses de vida. Desde entonces, Rose vive de manera temporal en la neonatología, rodeada de mamás con sus recién nacidos -no pocas veces gemelos o trillizos-, y los enfermeros se ocupan de ella.

Contrariamente a lo que uno se podría imaginar de un bebé medio huérfano, Rose es de los bebés más felices que he visto en mi vida. Con su carácter alegre y su continua sonrisa desdentada, ha conquistado el corazón de muchos. Sobre todo a Bea, la supervisora MSF del equipo médico, la tiene hechizada: no pasa un día en que no se tome por lo menos cinco minutos para saludarla o llevarla de paseo por el recinto del hospital. Rose, encantada de la vida, mira todo con mucha atención con su grandes ojos negros, regalando sonrisas al mundo.

Jambo, musungu”, escucho de nuevo. Esta vez de una voz abatida que proviene de una de las camas de la unidad de nutrición terapéutica intensiva. Me saluda Christine, una niña desnutrida de 4 años. A pesar de su débil estado físico –parece mucho menor que su edad real–, le encanta hablar con todo el mundo. “¿Habari3, Christine?” “Musurii4”, me contesta con una leve sonrisa. Trago saliva. ¿Ya dije lo alucinantes que son los niños de Kalonge? Pues eso.

—–

(1) Musungu = “Europeo / Blanco” en Suahili.

(2) Jambo = “Hola” en Suahili

(3) Habari = “¿Cómo estás?” en Suahili

(4) Musuri = “Muy bien” en Suahili

 

 

3 comentarios

  1. Dice ser Eva PPC

    Una labor la vuestra digna de admiración y de alto valor solidario con esas personas que tanto necesitan de todos nosotros.
    Precioso el artículo, gracias por compartirlo y nuevamente, enhorabuena a todo vuestro equipo.

    02 octubre 2013 | 12:14

  2. Dice ser sara

    Me ha llegado al corazón todo lo que sufren esos niños.Me ha resultado muy interesante como los médicos sin fronteras ayudan ha esos niños a sobrevivir. Me gustaría poder ayudar a esas personas me sentiría muy bien por haberles ayudado.Me ha gustado mucho y espero que esas personas se recuperen.

    16 octubre 2013 | 20:31

  3. Dice ser Nacho

    Me ha gustado mucho pero da mucha mucha pena ver a esos niños casi sin agua , si comida y con tantas enfermedades. Me gustaría que vivieran en países como España. Jambo es hola y habari es como estas.

    16 octubre 2013 | 21:44

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