Las rodillas de Julia tras una tarde de felicidad activa
En mi último post, antes del fin de semana, os contaba que quiero animar a mis hijos a hacer deporte, que les ayudaré a que prueben distintas opciones deportivas para que escojan el que más le guste. Pero me dejé algo en el tintero: no animaré a mi hija a practicar deportes que la consideren una jugadora de segunda. Aunque si ella lo pide, obviamente la llevaré a prácticarlos sin decir ni mú.
Sí, estoy pensando sobre todo en el fútbol. Un deporte en el que además ya me han hablado varias mujeres que conozco de que sigue siendo un entorno plagado de estereotipos y conductas machistas.
Me explico. Imaginad el siguiente escenario: Julia quiere jugar al fútbol. Comienza y le gusta, se lo pasa bien y es buena. Juegan niños y niñas juntos, todos mezclados. Van pasando algunos años. Puede que Julia tenga físico y talento como para seguir compitiendo con los mejores entre sus compañeros varones, puede que sea una medianía, puede que sea de las que chupan banquillo sin parar. Pero en su equipo juegan para, como muchísimo, convertirse en adultos que se divierten en la liga local ejercitándose un poco. En absoluto pensando en acabar de delanteros en el Real Madrid.
Mientras jueguen niños y niñas mezclados recibirá el mensaje constante directo e indirecto de que lo suyo, salvo excepción muy excepcional, no durará, que prácticamente todas las chicas cuando crecen no tienen nada que hacer en el fútbol, que el fútbol femenino es poco más que un divertimento frente al masculino, que para muchos parece ser lo más importante que el hombre ha inventado después de la rueda.
Y eso de que jugarán juntos de niños, pues solo hasta cierto punto. Yo he visto, con mis propios ojos, como en una escuela de fútbol dividían claramente en los entrenamientos a los niños en dos grupos: los chicos por un lado y las chicas, con cuatro varones paquetillos, por otro.
Muy pronto, da igual lo buena o lo mala que sea, tendrá que jugar segregada. Y llegará la pubertad y muchas niñas dejarán de jugar, en parte por lo que supone entrar en la adolescencia, en parte porque a las mujeres en este país se nos ha transmitido con frecuencia y por desgracia que el deporte era algo muy opcional y no se ha fomentado que lo practicásemos y por último, porque ante tanta deserción las pocas que sí seguirían jugando al fútbol se encuentran sin equipo en el que hacerlo.
Así que he de confesar que, aunque daré respuesta a todas las inquietudes de mi hija, preferiré que practique deportes individuales antes que deportes de equipo que al menos permiten entrenar conjuntamente y competir contra uno mismo (eso es algo en lo que mi santo no está de acuerdo) y si tiene que ser un deporte de equipo, no me gustaría que fuera el fútbol. Eso sí, como ya decía al comienzo del post. Si es lo que ella quiere la ayudaré en su empeño tanto como pueda.
A mí siempre me ha gustado hacer deporte. De niña probé el balomano y el voley. En equipos solo de niñas, claro. No me gustaron. Mi deporte siempre fue, durante años, montar a caballo. Curiosamente el único que yo conozco en el que hombres y mujeres compiten en igualdad de condiciones, ya sea doma, salto, completo o resistencia. Y muchas veces ganan las mujeres. Y no, no me vengáis con el chiste fácil de que es el caballo el que hace todo el trabajo.
Por último quiero haceros una petición. Es España se ha transmitido a las niñas (con muchas excepciones y cada vez menos afortunadamente) que lo de tomarse en serio un deporte era cosa de chicos, que su práctica no era demasiado importante en nuestro caso, que con la adolescencia y por algún misterio arcano incluso los ‘marimachos’ (terrible palabra) que trepábamos árboles, rodábamos en bici sin parar y eramos activas e incansables como leonas nos convertimos en frágiles florecillas y debemos abandonar los alardes físicos para portarnos como señoritas. Evitadlo, por favor.
Sobre todo porque ya de adultas es frecuente que los mensajes que nos animan a hacer deporte regresen, pero lo hagan acompañados de la idea de que es preciso ejercitarse «para adelgazar», cuando en lo que deberían educarnos es en que hacer deporte aporta muchísimo más que un físico algo más reducido y prieto.
¿Será el de hoy un post polémico? Me da que sí…
Por último el vídeo de Sam Gordon, una niña de 9 años que se ha convertido en la estrella del campeonato prebenjamín de Salt Lake City (Utah) de fútbol americano. La pequeña está batiendo récords durante su primera temporada en esta liga mixta.