Archivo de noviembre, 2022

La violencia contra las mujeres y el periodismo valiente

Hasta la llegada del movimiento #metoo hace cinco años, los abusos sexuales por parte de poderosos, una forma perniciosa de violencia contra las mujeres, era algo considerado normal. Estaba culturalmente aceptado. Así ocurre con todas las barbaries. Ocurrió con el tráfico de esclavos, ocurrió con el bullying, con la contaminación masiva, con la toxicidad del tabaco…Todos eran fenómenos naturalizados hasta que un grupo de personas dijo basta. Llevaron la atención a algo que no estaba funcionando, se organizaron y mobilizaron a su entorno que a su vez generó nuevas leyes y normas para cambiar el estado de las cosas.

Aunque la expresión “me too” naciera en 2006, se popularizó en las redes sociales con el caso Harvey Weinstein en EEUU, a raíz de los numerosas acusaciones de abuso sexual, cuando la actriz Alyssa Milano publicó en Twitter “Si todas la mujeres que han sido asediadas o asaltadas sexualmente escribieran “me too”- yo también- en su status, daríamos a la gente una idea de la magnitud del problema”. Celebridades como Gwyneth Paltrow, Ashley Judd, Jennifer Lawrence y Uma Thurman entre otras dieron el paso. El tsunami estaba servido.

En EEUU el fenómeno #metoo contó con una pieza clave que algunos consideran su detonante: el periodismo de investigación encabezado en este caso por Megan Twohey y Jodi Kantor. Tras investigar el tema a fondo, Kantor y Twohey publicaron en The New York Times el escándalo de los abusos sexuales de Harvey Weinstein. Ante la pregunta de por qué el fenómeno #metoo en Europa ha tenido tan poca fuerza, expertos apuntan varios motivos: la debilidad del periodismo de investigación, el miedo a querellas por parte de periódicos y el hecho que la mayoría de jefes de medios sean hombres.

La fuerza del feminismo en España está trazando un nuevo camino para combatir la violencia de género en todas sus formas. Para hacerlo necesita aliados y el periodismo de investigación es sin duda uno de ellos. En un momento de crisis y transformación de los medios de comunicación, es imprescindible apoyar a los mismos para que esta forma de periodismo vital en cualquier estado democrático, no solamente sobreviva, sino que triunfe.

 

Trailer de «Al descubierto» película que narra la investigación periodística detrás de #metoo

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Que no te importe sentirte despechá o por qué agradecer el rechazo

En un taller para emprendedores al que me refería en un artículo anterior, una de las cuestiones que interesaba a los asistentes era cómo gestionar el no, o el rechazo a una propuesta de colaboración o comercial.

«Pide y se te dará» rezan las escrituras. Bien sabemos que demasiado a menudo no es así. Cuando pides y te dicen que no, puede doler. Ofreces algo que tú creías valioso y es rechazado. Propones algo y te cierran la puerta. Nos pasa como emprendedores, nos pasa como trabajadores, como esposos, como madres…Sino cada día, lo suficientemente a menudo como para que aprendamos a orientarnos a ello de forma sabia y sin drama.

Hace poco recibí un par de noes que me dolieron. Uno especialmente, ya que primero fue un sí y después se convirtió en un no. El segundo era de anticipar. Juntando a ambos una parte de mi se sintió…despechá. Cuando nos convertimos en adultos se supone que tenemos que endurecernos y dejar atrás aquellas formas de ser vulnerables, sensibles, receptivas, sin embargo no es así, algunas de estas partes – por fortuna – siguen viviendo dentro de nosotros y muestran su dolor en momentos como por ejemplo, de rechazo.

Cuando uno entiende que todas las emociones tienen su razón de ser y que merecen su espacio, es posible tomar el gusto a experimentarlas todas. En este caso, me di un día entero para sentir la tristeza – haciendo todo normalmente- por las oportunidades que se cerraban. Después de la tristeza vino calma. Afloró la consciencia de que ambos noes materializaban una realidad, o mejor dicho, una verdad. La verdad del otro, que ahora resplandecía ante mi de forma prístina. Y la verdad sobre mi propuesta que ahora podía ver bajo una nueva luz y tal vez ajustarla o tal vez no.

Señal de no

(Jakayla Toney, UNSPLASH)

Un rechazo es un punto en la prosa de la vida. A veces es un punto y seguido. A veces es un punto y aparte. En ambos casos el punto nos invita a la pausa. Nos invita a escuchar. A reflexionar sobre cómo estamos haciendo lo que hacemos; sobre nuestras intenciones; sobre las personas con quienes lo hacemos y sobre los sistemas que empleamos. Si has recibido un rechazo en forma de no, una vez superada la respuesta emocional, te invito a reflexionar:

  • ¿De qué forma estás haciendo lo que haces?
  • ¿Cuál es tu intención al hacerlo?
  • ¿De qué otras formas podrías hacerlo?
  • ¿Qué otras personas te podrían ayudar en este empeño?
  • ¿Qué sistemas necesitas para llevarlo a cabo?

Si te quedas con estas preguntas, nacerán respuestas que te permitirán reescribir tu empeño. Al hacerlo una nueva luz inundará la página de tu vida. Entonces te sentirás agradecido por el rechazo, sabiendo que era exactamente lo que necesitabas para crecer.

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Cuando el impacto difiere de tu intención, a modo de la ley del «solo sí es sí”

Hoy ocupan los titulares los efectos de la supuestamente progresiva ley del “Solo sí es sí”. A raíz de esta nueva ley, los tribunales han rebajado la pena a seis agresores sexuales y han liberado a cinco.

La ministra Montero dice que la ley se está mal interpretando y que la ley no era para eso. Como siempre el diablo está en los detalles, y es en la puesta en práctica donde la ley está fallando. En cualquier caso ahora no vale escurrir el bulto cuando se advirtió que esto podría pasar.

En política este es un fenómeno común. Un político se inspira, quiere arreglar el patio y al hacerlo resulta que lo empeora. El ámbito de la educación es de libro. Cada nuevo gobierno quiere reformar la educación. Generan caos, confusión y a la práctica…¿se ha mejorado en algo? Difícil de saber.

Irene Montero

(Irene Montero, EFE)

Si dejamos lo colectivo y nos vamos a lo personal, se aparecen todas las veces en las que hemos querido hacer algo con cierta intención, consiguiendo justamente lo contrario. Cuando mi hija tenía tres años empezó a interesarse por el cómic Tintín. Intenté disuadirla, considerando que había otros libros más apropiados para su edad, bien pues Tintín se convirtió en su cómic preferido que leía a todas horas. Pedro empezó a meditar para suavizar su fuerte carácter y sin embargo, cada vez iba más acelerado – meditar agudizaba sus neuras – y le sacaban más cosas de quicio. Elisabet decidió apostar por una dieta más saludable, se formó en macrobiótica y después de un año de esta dieta y a raíz de ella, su estómago estaba tocado de por vida. Luis y Cara decidieron animar su vida sexual consumiendo contenidos porno, se engancharon a los mismos y sus relaciones sexuales fueron cada vez más frustrantes.

Cuando nuestras intenciones y su impacto se divorcian lo suyo es responsabilizarse. Es decir, reconocer que metimos la pata, asumir las consecuencias de nuestra decisión y si es posible corregirla. Que nuestras intenciones y su impacto no coincidan es un recordatorio de que la realidad no es tan fácilmente maleable y que antes de actuar es recomendable sopesarlo bien, pues los efectos en un sentido u otro llegan siempre.

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¿El éxito te ha encerrado en una prisión? No seas tan previsible

A menudo vienen a mi práctica de coaching personas muy exitosas. Suelen ser personas de un desempeño singular, capaces de llevar una gran carga de forma efectiva en su esfera profesional y/o personal. Su entorno las celebra, las admira, les pide más de lo mismo. Sin embargo, frente a todo esto, hay algo en su interior que no va bien. Algo chirría, algo les hace sufrir y tiene que ver precisamente con su forma de ser.

Por ejemplo a Isaac le reconocen por ser confiable, le das un proyecto y puedes estar seguro que será un éxito. Estar con Fanny es diversión asegurada, es siempre un show estar con ella y anima todos allá donde va. Aina puede con todo en el trabajo, soluciona lo de su jefe y también los líos de su equipo: es imprescindible.

Lo que tienen en común estas personas es que se sienten atrapadas por el personaje que han creado. De forma consciente o inconsciente están prisioneras de su ego. Nuestro ego es siempre una prisión, pero cuando va acompañado del éxito, resulta especialmente difícil aflojar sus garras de acero. Una versión de este fenómeno elevada a la enésima potencia es el que sufren personas famosas, afectándoles su salud mental.

Esto es así porque las personas piensan: “si me ha ido bien así ¿Por qué tendría que cambiar?” Si éste es tu caso, indaga un poco y verás que debajo de este argumento de tinte práctico, residen todo tipo de miedos: miedo a defraudar, a decepcionar, a que no te quieran si te muestras tal y como eres, miedo a que te abandonen, miedo a que te echen del trabajo…

(Mahdi Dastmard, UNSPLASH)

Si conoces tu propia versión del miedo y la creencia que le subyace has dado un gran paso. Ahora toca lidiar con la creencia asociada al miedo. Vas a defraudar, ¿sí y qué? ¿Qué es lo peor que puede pasar? Crees que te van a abandonar. ¿Es cierto que te abandonarán? Te animo a preguntarlo. ¿Si hago esto o lo otro me vais a abandonar? Crees que no te querrán. Si las personas de tu entorno necesitan que seas de una forma determinada para amarte, ese amor no es incondicional, es un amor de segunda. ¿Crees que te van a echar del trabajo? Piénsalo bien. Tal vez sea verdad, tal vez no. Puede que sea a ti a quien le gustaría cambiar de trabajo. Una vez hayas examinado con lupa tus creencias, si todavía persiste el miedo, quédate con la emoción desnuda. Siéntelo, respíralo, y actúa a través de él.

Pero…¿Qué se supone que tienes que hacer?

Escucha bien: ¡NO SEAS TAN PREVISIBLE1!

Disfruta haciendo las cosas de forma distinta de como las haces normalmente. Empieza por un pequeño paso y observa. Luego otro. Y otro. Sorpréndete a ti mismo y a los otros. Sí, puede que se decepcionen, aunque no tiene porqué. Lo que es seguro es que estarás recalibrando la imagen que tienen de ti, con lo que realmente eres: un proceso inaudito. Y lo más probable es que con tu forma de actuar les des permiso a ellos para hacer lo mismo: aflojar las duras garras del ego para vivir en libertad la única vida que os ha sido dada.

Por mucho éxito que tengas, no seas tan previsible.

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(1) Eslogan de la práctica de entrenamiento mental de la tradición budista tibetana. Training in compassion. Zen teachings on the practice of Lojong. Norman Fischer.

¿Cómo gestionar el fracaso? Responsabilidad y descentramiento, lecciones de un roble

Empiezo una sesión de acompañamiento a emprendedores con la pregunta: ¿Qué quieres aprender en esta sesión? Me gusta empezar así porque pone en marcha uno de los motores más poderosos del aprendizaje: la curiosidad. La curiosidad es una fuerza que nos atraviesa y nos invita a movernos en cierta dirección. Hay algo que nos sabemos, que nos interesa y en lo que queremos ahondar: estamos entonces listos para aprender. Aprender proviene del latín apprehendere, compuesto del prefijo “ap” equivalente a cercanía y de “prehendere” que significa asir, agarrar, percibir. Cuando aprendemos, estamos agarrando una noción, un concepto, una idea de cerca.

Del grupo emergen varias preguntas: ¿Cómo superar el síndrome del impostor? ¿Cómo gestionar el fracaso? ¿Cómo priorizar? ¿Cómo discernir cuando es el momento adecuado para la acción? ¿Cómo perseverar ante las dificultades? ¿Cómo gestionar el rechazo? Las voy anotando en la pizarra magnética, mientras reviso como abordarlas.

El fracaso está por todas partes. Fracasa la paz en el conflicto Ucrania – Rusia, fracasa la humanidad frente al cambio climático, fracasa Jennifer Aniston en su deseo de ser madre, fracasa la pareja Piqué – Shakira… Más allá de lo colectivo y de lo público, como constato cada día en mi práctica de coaching, la vida está plagada de fracaso.

Para abordarlo, si en lugar de fijarnos en el resultado – fracaso o éxito – nos fijamos en lo que nos mueve a la acción, daremos con lo que nos llama. Algo nos llama a trabajar en cierto sitio, algo nos llama a asistir a tal actividad, algo nos llama a acercarnos a ciertas personas. Lo que nos llama es una versión de la misteriosa fuerza de la curiosidad. ¿Quién plantó esa pregunta en nosotros? ¿Quién nos llama hacia aquello que nos atrae? Sostén estas preguntas un momento en ti. Si escuchas con atención podrás intuir una respuesta: ¿Y si fuera la vida misma la que se expresa a través tuyo, invitándote a actuar en su nombre?

Si aceptas por un momento que estás actuando en nombre de la vida, se revelan dos aspectos que pueden guiarte: la responsabilidad y el descentramiento. Si te guías por el principio de responsabilidad, entendiendo tu vida como una parte del cosmos que despierta a su propia entidad, tomarás a tu vida suficientemente en serio. Si también te guías por el principio de descentramiento, entendiendo que tu vida no va de ti, sino que va del todo, evitarás caer en la trampa de tomarte demasiado en serio. Desde este espacio es posible relacionarse con el fracaso de forma constructiva.

(Juliet Sarmiento, UNSPLASH)

Toma por ejemplo un roble. Un roble no se amilana si sus bellotas no germinan, ni se convierten en hermosos árboles. A algunas bellotas se las comen jabalíes, algunas nunca brotarán, otras pocas sí se convertirán en árboles. El roble hace lo que es llamado a hacer sin importarle el resultado – éxito o fracaso -, y lo hace lo mejor que puede mientras vive.

Volviendo a ti, algo te llama a la acción, te enfocas en la tarea, lo haces lo mejor que puedes y fracasas. Pero no creas un drama ni te hundes con el resultado, en cambio te preguntas: ¿Qué puedo aprender de ello? Te recompones, te reorientas y vuelves a hacerlo incorporando los aprendizajes que el fracaso te brindó. Con la práctica aprenderás a fracasar – y a triunfar – igual que un majestuoso roble, lo que no es de extrañar, pues es la misma vida la que os anima a los dos.

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Muere muchas veces, es bueno para ti

Cualquier persona que lleve muchos años de pareja, sabe que no ha pasado uno sino varios divorcios. La relación como se entendía hasta cierto momento ha muerto, las partes que la formaban se han reconfigurado, y si ha habido suerte y sobretodo mucho tesón, la relación ha encontrado un nuevo comienzo.

Las relaciones mueren, porque nosotros también morimos, a lo largo de nuestras vidas, varias veces. Mejor dicho, muere nuestro ego. Esto no es malo, sino más bien es una oportunidad para liberarse de aquello que uno creía que era, creía que poseía, creía que sabía y empezar con los marcadores a cero.

Las muertes del ego son cualquier cosa menos placenteras. El sufrimiento es proporcional al apego que teníamos a aquello que creemos perder. El sufrimiento también es mayor cuanto más nos anclamos en interpretaciones, pensamientos y emociones sobre lo que pasó y porqué. Instalarnos en estos pensamientos nos mantiene atados a la muerte del ego. Entonces no morimos una vez, cuando la sacudida nos tumbó, sino que nos crucificamos permanentemente al recrear lo sucedido con la mente o proyectarlo al futuro.

Hombre de espaldas con cuchillo

(Reza Hassania, UNSPLASH)

Cuando te sientas morir porque te han echado del trabajo, tu pareja te fue infiel, no consigues sacar adelante un proyecto en el que habías invertido mil horas, muere un familiar cercano o cualquiera de estos reveses, date cuenta de cómo muere tu ego, pero tú sigues con vida.

Las emociones, los pensamientos y el resto de contenidos de tu experiencia no son tú, por mucho que te identifiques con ellos, por mucho que te hayan servido. Tú eres el espacio en el que ellos se muestran y una forma de referirse a este espacio es consciencia, lo único eterno que existe en ti. Ahora, mientras lees estas lineas date cuenta del espacio que las recibe – no el que las juzga, no el que las cuestiona, tampoco el que las comparte. Percibir este espacio es engañosamente fácil y por esta razón no le prestamos atención.

Sin embargo, en la medida en que te reconozcas en tu verdadera naturaleza, más fácil te será abrirte a la experiencia, sea cual sea el color de la misma. Tu resistencia tenderá a cero y aunque en apariencia hagas lo mismo de siempre, la cualidad de tus acciones será radicalmente distinta por que emanarán de una presencia benevolente guiada por la vida misma.

Muere – al ego – muchas veces, es bueno para ti.

 

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Por qué buscar el silencio en la jungla del ruido

Entro al AVE destino Madrid para asistir a la Gala Creadores de 20Minutos. Después de escribir dos años en el medio, me hace mucha ilusión participar y conocer un poco más a las personas que le dan vida. Con mi tipo de billete no te sirven comida. Tampoco tienes más espacio de asiento. El plus que he pagado es por dejar de tener ruido, voy en el vagón Silencio. Bendigo al genio que decidió llevar esta opción de viaje a España, muy arraigada en otros países. Mientras busco mi asiento, me parece oír a alguien que habla por teléfono…suenan mis alarmas internas. No puede ser, me acerco a mi asiento y me doy cuenta que ¡está a mi lado! Es una chica de ventipocos con look millenial de libro, mallas, converse de colores y sudadera chic. Está sumida en un juego virtual a la vez que habla con alguien al otro lado de la pantalla.

Me siento y le digo, con toda la amabilidad que puedo que en este vagón no se puede hablar por teléfono. Sin casi mirarme, asiente muy segura que si hablas bajito sí que se puede. Su tono me dice de no esforzarme. Sigue hablando como si nada. Espero al revisor y cuando llega, le explico que la chica lleva quince minutos hablando por móvil. Me dice que no pasa nada porque este no es un vagón de silencio y que me ponga la mascarilla. Le digo que sí, que este vagón es de silencio, incluso viene escrito en los reposacabezas. Varios pasajeros insisten en ello, y el señor, despertando de su despiste finalmente asiente. Entonces se dirige a la chica y le dice que está terminantemente prohibido hablar por teléfono en este vagón. La sentencia cae a plomo en el aire. Ella termina la llamada consternada y los pasajeros que estaban al tanto y yo, suspiramos aliviados.

(Stayhereforu, PEXELS)

El silencio es un bien escaso en nuestros días. Estímulos de todo tipo nos rodean y por supuesto ruido. Sin embargo el ruido no es algo natural. En la naturaleza, nuestro entorno original, el silencio reina, mientras se desenvuelven la mayoría de procesos. El ruido o silencio externos importan porque están en íntima comunicación con nuestro interior. Nuestros cuerpos no están separados del exterior, sino más bien en comunicación constante con él a través de las porosas puertas de los sentidos. Por esta razón el ruido exterior, crea ruido interior y el silencio exterior nos invita a la calma interior.

Estar constantemente expuesto a ruidos es estresante para el cerebro. De ahí nace el concepto de contaminación acústica. Aunque no queramos el cerebro se esfuerza en procesar los ruidos de forma autónoma gastando energía al hacerlo. Estudios científicos demostraron que niños que nacen y crecen en entornos cercanos a aeropuertos con ruidos de aviones constantes tienen una inteligencia inferior a la media1. Así de importante es el ruido. Así de importante es el silencio.

Con todo, lo común es rehuir el silencio. Se nos ha enseñado a estar incómodos con él, rompiéndolo a la mínima de cambio. Y así el silencio se ha convertido en un extraño indeseable para muchos. Estar con él, sube el volumen de la jaula  de pensamientos sin control en la que están inmersos y por eso lo rehuyen a través de distracciones o pasatiempos. En relación, el silencio se siente como una losa que hay que hacer añicos cuanto antes a no ser que…nuestros cuerpos pronuncien aquello que las palabras no pueden decir. Me fascina la comunicación que se da sin esfuerzo al estar con otra persona en silencio. Inténtalo. El silencio aumenta la conexión y comunica por sí solo. Si lo practicas lo suficiente contigo mismo y también con otros, descubrirás que el silencio está de tu parte. Y entonces te acompañará adonde vayas, como tu aliento o un amigo fiel.

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(1) The brain that changes itself. Stories of Personal Triumph from the Frontiers of Brain Science (2012), Norman Doidge

Cuando menos es más: ¿Qué vas a sustraer de tu vida para llenarla de sentido?

Cuando pienso en sustraer, pienso en Beatriz una compañera holandesa de residencia, durante mi tiempo de Erasmus en Módena, Italia. Para cenar a menudo comía pan. Le preguntaba, ya pero has comido pan con…? No simplemente pan. Así lo hacemos en Holanda – me decía ella. Para mí, el pan siempre iba acompañado de algo. Tomate, jamón, tortilla, queso, chocolate…¡¿pero pan sólo?!

Al considerar nuestra vida, tendemos a pensar en lo que nos falta. Si tuviera esto, entonces…sería feliz. Si hiciera tal cosa…entonces ya me podría relajar. Este razonamiento tiene dos problemas. El primero es que convierte a nuestra vida en un proyecto de finalización en el que el foco pasa a un lugar futuro donde lo importante tendrá lugar – por ejemplo cuando los hijos sean mayores, cuando termine la carrera, cuando tenga un piso de propiedad, cuando me jubile…- y el presente se convierte en un trámite irrelevante. De este modo, nuestra vida, pasa y no nos damos cuenta, mientras tratamos al presente como un invitado incómodo.

El segundo sesgo fruto de mi experiencia de coach, es que muy probablemente nuestra vida esté ya demasiado repleta, por lo que el hecho de añadir complica la situación. Tener demasiado de ciertas cosas, experiencias, relaciones, etcétera. genera una descompensación o falta de equilibrio en nuestra vida. Por ejemplo lo culturalmente aceptado de trabajar todo el tiempo y no dedicarse casi a la familia. O dedicarse de pleno a cuidar a la propia prole y olvidarse de una. Equilibrar nuestra vida a menudo tiene más que ver con dejar de hacer que con empezar a hacer, porque ¿Si no hay espacio en tu vida, como vas a llenarla de algo nuevo?

(Aditya Singh, PEXELS)

Además sustraer o eliminar cosas que no añaden valor a nuestras vidas es un paso necesario para simplificar. Una vida sencilla es una ventaja porque las complicaciones ya vienen solas de serie por el mero hecho de estar vivo.

Durante la crisis del covid algo cambió. Muchas personas reflexionaron sobre sus propias vidas y realizaron ajustes que les permitieran vivir de forma más consciente y con sentido. Sin embargo con la normalidad hemos vuelto a las andadas porque lo fácil es dejarse llevar por la fuerza cultural del más. Sin embargo, aunque sea un esfuerzo colosal, podemos elegir no ser productos de la cultura que nos rodea.

Hacerlo, es darse cuenta que una vida armoniosa y consciente se compone de espacios para ser y espacios para hacer. La práctica de sustraer actividades, cosas, relaciones,… nos inclina valientemente hacia el ser, caracterizado por las cualidades de regeneración y creatividad que a la vez alimentan cualquier acción futura. Por todo ello te pregunto:

  • ¿Qué vas a sustraer de tu vida para simplificarla?
  • ¿Qué vas a restar en tu vida para inclinar la balanza hacia el creativo y regenerativo espacio del ser?

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